De donde he sacado esta idea loca, no lo sé. No será una historia larga, lo aseguro. Amo a Yong Hwa y amo a Lee Shin. ASí que no estoy segura por qué estoy escribiendo esto, pero espero que a alguien le guste y si es así, que dejen un review.
La vida te lo da, la vida te lo quita, la vida te lo vuelve a dar.
Gyu Won miró hacia la cuna, donde Tae Joon dormía plácidamente. Se sentía completamente agotada y apenas eran las seis de la tarde.
Cerró los ojos, suspiró y arrastró los pies hacia la nevera. Estaba vacía.
- Bien. Perfecto – musitó, frustrada.
Ahora tenía hambre y debía ir a comprar algo para comer. Volvió hasta la habitación y miró al bebé: seguramente no despertaría hasta el día siguiente, ya que no había parado de jugar durante todo el día.
¿Debería dejarlo? No quería hacerlo, pero tampoco quería despertarlo. Era por esto que su padre le había pedido que vuelva a casa, donde ellos la podrían ayudar con el bebé. Gyu Woon sabía que probablemente ellos tenían razón, y su comportamiento sólo lograba preocuparlos. Pero ellos no podrían entenderlo.
O tal vez sí, pero eso no importaba. Ella no dejaría esa casa. Nunca.
Una lágrima se deslizó por sus mejillas, al mismo tiempo que ese dolor tan conocido oprimía su corazón. Dolía. Dolía tanto que el dolor era físico y no sólo emocional. En esa casa eran Tae Joon, ella y un gran espacio vacío que sólo la soledad podía ocupar.
Eso era lo que Gyu Woon más odiaba: la soledad. No podía soportarlo, sobre todo porque cuando recordaba la felicidad que antes había rodeado esa casa, más costaba aceptar la realidad.
Pero ella debía hacerlo, por Tae Joon.
Se acercó a su hijo y le dio un beso en la cabeza. Él sonreía, y sujetaba la guitarra de juguete.
- Eres tan parecido a tu padre – murmuró, con un nudo en la garganta y temió romper en llanto, porque era algo que ella no podía permitirse, no podía despertar a Tae Joon.
¿Hacía mal, en seguir en ese lugar lleno de recuerdos? Pero era por esos recuerdos precisamente, que no podía dejarlo. Lee Shin.
La vida le había regalado demasiado, pero resultó ser sólo un préstamo y ahora se lo había quitado.
Cerró la puerta de la casa y bajó la calle hasta el restaurante italiano, lo más cercano a lo que se animaba a ir ya que no quería dejar a Tae Joon solo por mucho tiempo.
Mientras esperaba que le entregaran su orden, miró al televisor mientras pasaban el último video del nuevo álbum de The Stupid: Love never Ends.
Ella sonrió, aunque la sonrisa no le llegó a los ojos.
Se sentía tan cansada… podría quedarse dormida allí mismo.
Se Joo miraba a través de la ventanilla mientras el chofer lo conducía hacia su casa. En sus manos sostenía un anillo. El anillo que había sido de Mi Rae.
"Dáselo a alguien que te ame. Yo sé que encontrarás a alguien que te ame como tú mereces, Se Joo, no este amor a medias"
Y después de todo, ella había elegido a Kim Shin.
Se Joo estaba acostumbrado a ganar, pero nunca había deseado ganar tanto deseó ganar el corazón de Mi Rae, lo único que no pudo tener. Aún así, no se arrepentía. No se arrepentía de ninguna de las decisiones que había tomado hasta ahora. Incluso dejar la presidencia del grupo había sido correcto: él había encontrado su propio camino y su propia puerta al éxito.
Se guardó el anillo en el bolsillo y miró hacia adelante para darle otra orden al chofer; era tiempo de limar asperezas con su abuela, y la Navidad sería una buena oportunidad para eso. Justo al alzar la vista, alcanzó a ver a la chica.
El chofer frenó de golpe y él escuchó el grito de ella, pero estuvo seguro de que no la impactaron. Bajó del coche, y en un abrir y cerrar de ojos estaba a su lado, sosteniendo su cuerpo inmóvil en sus brazos.
Era una mujer joven, y a pesar de las ojeras debajo de sus ojos que revelaban noches sin dormir, era una mujer hermosa. Con el corazón sobrecogido, él se dio cuenta de que esa mujer, frágil y cansada, medio desecha, era todavía la mujer más hermosa que él había visto nunca.
- Llame a un médico. – le ordenó al chofer – La llevaremos a casa.
- Como usted ordene, señor.
Y entonces la joven abrió los ojos. Se Joo no estaba seguro de qué había esperado – en realidad no había tenido tiempo de esperar nada – pero la expresión de la mujer lo sorprendió absolutamente.
Ella abrió los ojos desmesuradamente, y se puso pálida, como si hubiera visto un fantasma.
- ¡Eres tú! ¡Has vuelto! – exclamó, abrazándose a él con tanta fuerza que le fue imposible separarse de ella.
Gyu Woon sabía que era imposible. Una parte de ella lo sabía, al menos. Lee Shin estaba muerto. Pero ése tenía que ser Lee Shin, o ella había muerto, y se negaba a aceptar esto último, aunque lo último que había visto antes de desvanecerse era el auto que venía en su dirección. Debía estar muerta, pero ella no podía morir porque estaba Tae Joon, o debería estar soñando y en ese caso no quería despertar todavía. Quería que Shin se quedara a su lado sólo un poco más.
- ¿Se encuentra bien? – preguntó él.
Se separó suavemente y sus rostros quedaron frente a frente, y él separó un mechón de pelo castaño que cubría el rostro de ella. Se sintió tan real… y entonces ella rompió a llorar.
- Lo siento, lo siento tanto… - sollozó – no quería dejarte ir, pero tampoco quería irme… ¿quién va a cuidarlo ahora?
Ella lo vio, con la mirada más triste que él había visto nunca, y él sintió que su corazón se caía en pedazos. Sentía la necesidad de cuidar de esa mujer que tanto parecía estar sufriendo. Ella no estaba bien. Incluso parecía estar confundiéndolo con alguien más.
- Señor, ¿nos vamos? – preguntó el chofer.
- Si, ayúdeme, por favor. – se dirigió a la mujer – Señorita, descuide, cuidaremos de usted.
- Tengo que volver a casa – susurró ella, en voz apagada.
- ¿Cómo?
- Tengo que volver a casa.
Se separó de Se Joo y comenzó a caminar calle arriba.
- ¡Espere! – él la sujetó del brazo y la hizo girar hacia él. – Usted no puede irse así, no se encuentra bien.
- Shin, tenemos que volver a casa, lo he dejado solo.
¿Shin? ¿Era en serio? ¿Le estaba confundiendo con un tal Shin, entre todos los nombres?
- Lo siento, no la puedo dejar ir así.
Pero ella forcejeó, y siguió repitiendo que debían ir a casa. Más gente se había reunido alrededor de ellos, todos curiosos y sorprendidos. Sin embargo, entre toda la gente se abrió paso una señora.
Ella también miraba a Se Joo como si se tratara de un fantasma.
- ¿Quién es usted? – le preguntó, sin la menor cortesía.
- Eso es lo de menos, ¿es que no ve la situación en que se encuentra ella?
Ella siguió mirándolo desconfiadamente.
- Ella no puede ir con usted. Su casa es la última subiendo esta calle, en la esquina. Usted debe dejarla ahí.
- ¿No sería mejor si…
- Llévela allí, Lee Gyu Woon no puede dejar a su hijo solo por mucho tiempo.
¿Hijo? ¿Se llamaba Lee Gyu Woon y tenía un hijo? Se Joo agradeció a la mujer y le indicó al chofer llevarla a la dirección que la señora le había indicado. En el bolsillo de la chaqueta de Lee Gyu Woon encontró las llaves de la casa.
Mientras ella iba sólo estaba allí parada en la entrada, esperando por él, Se Joo decidió mandar al chofer a casa y asegurarse de que la joven se encontrara mejor.
- Búsqueme en una hora – le dijo al chofer, y éste se despidió haciendo una reverencia.
- Shin – volvió a llamar ella.
Se Joo sonrió.
- Mi nombre no es Shin, soy Park Se Joo.
- ¿Park… Park Se Joo?
¿Lo había reconocido? ¿Sabía quién era él?
Porque de pronto Gyu Woon le dio una mirada de reconocimiento, y él creyó que por fin estaba despertando de lo que sea que le hubiera pasado.
Pero entonces ella tomó su muñeca, la giró y la volvió a girar examinándola. Cuando volvió a mirarlo a la cara, había lágrimas en sus ojos, y su voz salió quebrada.
- No eres Shin.
Ella siempre tomaba la mano de Shin y observaba la pequeña cicatriz que le quedó luego de la operación. Se maravillaba de que él a pesar de todo volviera a tomar incluso mejor que antes. Esa mano era cálida, suave, familiar… pero era la de un extraño. Ese hombre, después de todo, no era Shin.
Eran sus ojos, su rostro, sus labios, todas y cada una de sus facciones, pero no era Shin. La realidad la golpeó de nuevo tan duramente que ella no lo pudo soportar. Estuvo a punto de caer nuevamente, pero se apoyó en una mesa de la sala y el jarrón se cayó y se quebró.
Tae Joon comenzó a llorar.
- Disculpe, disculpe por favor – dijo ella, y todavía llorando y secándose las lágrimas sin sentido, fue a buscar a su bebé.
Se Joo no sabía qué pensar. Dio unas vueltas por la sala, y se detuvo frente a los portarretratos familiares. Allí estaba Gyu Woon, más joven, fresca y sonriente, completamente feliz. También habían fotos de un bebé, del bebé y Gyu Woon. Pero los ojos de Se Joo estaban puestas en otras fotografías. Fotografías donde estaba él con Gyu Woon, él casándose con Gyu Woon, él y el bebé de Gyu Woon.
Todo parecía una broma.
Extrañamente, eso le recordó a la señora Na Mi Rae diciendo que ella venía del futuro, en donde Mi rae y Kim Shin estaban casados, y donde él estaba casado con Seo Yoo Kyung
Pero entonces él entendió que no había forma. Ése hombre en realidad no era él.
- Te pareces tanto a él – dijo ella, que había dejado de llorar pero seguía secándose las lágrimas. – Ése era mi esposo, Lee Shin.
