Bueno, me inspiré de la nada, y… surgió esto. Disfruten ;)
Los preparativos para la boda ya estaban listos, todo estaba organizado, y, por supuesto, los novios también estaban listos para unirse en matrimonio. El heredero Haddock se sentía afortunado de tener a una mujer tan bella para esposa, pero Astrid se sentía aún más que eso.
Llegado el día del famoso y esperado evento, hasta ahora todo marchaba bien. Hipo estaba en su casa con Bocón y su padre, preparándose los tres para llegar a tiempo.
-Hipo, ya es hora.
-Está bien… -Decía mientras procuraba arreglar su traje, el cual usó su padre el día de su boda… Tonterías, jamás se pondría algo así, es, es Hipo. Astrid opinó igual con respecto al vestido de novia, antes de que su madre lo comenzara a confeccionar, de frente le dijo con toda autoridad que no se sentiría cómoda con eso, y… Como ambos pensaban lo mismo, consiguieron vestirse con, bueno, considerando que era una muda limpia y nueva, usarían lo mismo de siempre, lo normal -
-Te noto algo nervioso…
-¿Se nota, no?
-Tranquilo, respira, que todo saldrá bien.
-Trataré –Una sonrisa de satisfacción en la cara radiante del joven, no podía estar más feliz -.
-Apresúrate Hipo, no querrás llegar después que Astrid… -Bromeó Bocón por un momento, saliendo por la puerta de frente, dejándola abierta, Hipo no iría por ahí –
El joven Haddock, saludó a su padre quien iba todo autoritario a la boda de su hijo, y al salir por la puerta de atrás se encontró con su mejor amigo. Chimuelo. Su cara de picardía no podía ser más tierna, su aspecto era idéntico al de un gato a punto de ser alzado para recibir mimos por parte de su dueño.
-Hola, Chimuelo, vamos amigo, tenemos una boda a la que asistir.
"¿Asistir? ¿No eres tú el que…? De acuerdo" Pensaba el dragón, y su dueño interrumpió esos pensamientos.
-¿En qué piensas?
Su amigo sonrió contento agitando la cabeza como un perro junto con su cola mostrando una felicidad igual de grande que la de su jinete. Hipo se subió a la silla y partieron sin vuelo al encuentro.
…
Acabada la boda, todos estaban tan felices que no podían dejar de festejar, aunque no por eso no estaban preparados para cualquier cosa.
Minutos después de ese aire tan reconfortante y alegre, algo penoso sucedió que dejó una sombría soledad en cada uno de los habitantes de Berk, en especial…
-FLASH BACK-
-Tenemos que atacar hoy, no tendremos otra oportunidad si esperamos. Los habitantes de Berk se han vuelto más fuertes con la llegada de los dragones, pero no podrán detenernos esta vez.
-Y… ¿Qué piensas hacer? Supongo que tienes un plan bajo la manga.
-Claro –Contestó el jefe, por supuesto, eran los marginados -, ¿Crees que soy tan tonto como para atacar sin un plan? Ni se te ocurra responder –Replicó cuando el otro alzó el dedo índice para hablar -.
-¿Cuándo nos preparamos?
-Justo ahora –Dijo esbozando una sonrisa malévola, este jefe, no es el jefe de los marginados que se imaginan, es un nuevo jefe, que se unió a las tropas débiles con sus ideas apócrifas para vengarse de lo que en un momento pensó estaba de su lado; Estoico el Vasto. Fue expulsado de la isla por inculpar a su hijo del asesinato de su esposa, y ahora mataría al mismo para compensar los hechos -.
-FIN FLASH BACK-
-Vamos Astrid, festejemos, te veo algo pálida y…
-¡MARGINADOS! –Gritó uno de los guardias del puerto que bajaba de su dragón al ver barcos aproximarse, con la bandera que los identifica –
-¡Vamos! Ven conmigo –Hipo llevó a Astrid a la forja, en ella estaban todas las armas y demás municiones, para ayudar a repartirlas, aunque no hizo falta tanto, los vikingos siempre llevan sus armas consigo -.
Así, todos comenzaron a luchar, la boda había sido interrumpida justo después de la ceremonia, por suerte. Cada quien combatía fuertemente arriesgando su vida por su pueblo, pero algo llamó la atención de Estoico.
Procuró ignorar eso, y subiéndose a su dragón emprendió vuelo para defender su isla. Los nuevos casados salieron con sus armas dirigiéndose al jefe, y por unos instantes Astrid tuvo que separarse de su esposo para derribar a varios atacantes que quisieron tomarla prisionera.
Habiendo acabado con los cinco contrincantes, fue a donde estaba Hipo atravesando personas amontonadas luchando, y un nudo se le formó en la garganta cuando vio lo que estaba frente a sus ojos.
