«Mi padre me dijo una vez una cosa. Un hombre tiene dos familias. Una con la que nace, y otra con la muere.»
Sgto. John Baker del segundo pelotón, Compañía Baker

«La guerra es una enfermedad como el tifus.»
Antoine de Saint-Exupery

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Noviembre 1938

—¡¿Qué sucedió?! —chilló Edie Lehnsherr mientras corría de un lado a otro buscando algodón y alcohol—. ¡Jakob!, ¿dónde estaban?, ¿qué le pasó a Erik? Ven aquí, Erik, siéntate.

Jakob Lehnsherr se masajeó el puente de la nariz, sus ojos azules reflejaban un temor que su esposa jamás había visto. Lo había notado apenas los recibió mas no se atrevió a preguntarle nada; primero, porque el corte bajo el ojo de su hijo le preocupaba más; segundo, porque sabía que Jakob le contaría todo a su debido tiempo. Aunque ya había escuchado en la radio que las calles eran un caos y varias sinagogas y negocios estaban incendiándose.

—Mamá, estoy bien —replicó Erik haciendo la cabeza hacia atrás y cerrando el ojo.

—Deja que tu madre arregle eso, no seas terco —reprochó Jakob—. Mañana no irás al colegio y no quiero que llames ni hables con nadie hasta que yo lo diga, ¿entendido?

Erik asintió con la cabeza y dejó que su madre le limpiara el corte, por suerte no necesitaba suturarse.

Al igual que su padre, Erik estaba pálido y con el corazón palpitándole con fuerza por todo lo que estuvieron corriendo la última media hora, tratando de llegar a salvo a casa. Otros judíos no tuvieron la misma suerte, otros ni siquiera estaban vivos para contar lo que acababa de pasar esa noche.

Edie ofreció a su hijo algo de comer pero Erik sentía el estómago cerrado así que sólo bebió un poco de leche, dio las buenas noches a sus padres y fue a su habitación.

Le pareció que cuando su cabeza rozara apenas la almohada, su cerebro se desconectaría en seguida de todo aquello y podría dormir. Sin embargo, sus ojos se cerraron pero sus oídos permanecieron atentos a lo que murmuraban sus padres. Nunca los había escuchado con aquel tono tan cargado de miedo.

—¿Qué está sucediendo, Jakob?

—No lo sé… Cerramos el negocio tarde y luego aparecieron ellos… Furiosos, Edie, por el asesinato de ese funcionario en París. La ciudad es un loquero, destrozaron los negocios, los nuestros, claro, y las sinagogas en llamas ¡oh! Entraron en las casas que estaban en la planta alta de los negocios y a cualquiera que reconocían como judío… ¡Oh, querida! —exclamó con la voz temblorosa, como si estuviera a punto de llorar y a Erik se le hizo un nudo en el estómago—. Hemos tenido tanta suerte. Dios estuvo con nosotros esta noche…

No exageraba ni una sola palabra, Erik podría jurarlo.

—Mañana iremos a la policía, Jakob, no podemos dejar que hagan estas cosas y-

—No, Edie… —la interrumpió—. La policía estaba allí y no hicieron nada salvo sumarse a toda esta locura.

Agosto 1939

—¿Cómo que tienes que estudiar? —preguntó Magda—. No te creo, tú ya no vas al colegio desde el año anterior.

—¡Hey, si voy! —replicó Erik—. Son clases… tú sabes. Algunos ejercen en su casa y hasta gratis, todo sea por el placer de hacerlo aunque ya no sea en las universidades o los colegios.

Llevaban media hora caminando desde que salieron del mercado. En otro tiempo hubieran sido diez minutos, pero el almacén judío más cerca de la casa de los Lehnsherr estaba a veinte calles y aunque todavía les estaba permitido el uso del transporte público, a veces los conductores no los dejaban subir al tranvía.

Habían pasado varios meses desde aquella noche infernal y las cosas no cambiaron, se iban poniendo cada vez peor y todos los alemanes parecían consensuar esa locura. Varios negocios colgaron carteles que rezaban «Se prohíbe la entrada a los judíos» y aunque Edie intentaba mantenerse optimista, Erik sólo se preguntaba cuánto tardarían para hacer legal el asesinato a plena luz del día.

A Magda no le sorprendía tanto, los gitanos como ella siempre habían sido estigmatizados desde mucho antes, pero también estaba asustada por el grado de violencia que se estaba permitiendo. No había ningún tipo de protección para ellos y nadie dentro o fuera de Alemania parecía querer hacer algo contra eso.

—¿Qué estudias?

—Inglés. Mis padres creen que es importante. Como si pudiera viajar o algo.

—¿Crees que te manden a los Estados Unidos? He oído que todo allí es maravilloso. —Sus ojos se iluminaban como cuando veía la ciudad de Nueva York en las proyecciones del cine. A Erik le enterneció, pero dudaba que pudiera ir allá.

—¿Qué tal si salimos mañana? Podemos caminar por el parque, si traes migajas de pan alimentaremos a los pájaros.

La muchacha sonrió y asintió con la cabeza.

Se saludaron y Erik siguió hasta su casa. Sus padres estaban sentados a la mesa de la sala, aguardándole. Erik dejó las compras a un lado y sin decir nada, se sentó junto a ellos. Por la expresión de sus rostros, dedujo que se trataba de algo serio, pero positivo.

—¿Cómo te ha ido? —preguntó Jakob.

—Bien. Hoy parecía todo más tranquilo o sólo tuvimos suerte, no lo sé, papá. —Suspiró y miró a ambos de reojo, luego se aventuró a decir: —Pero parece que tú has tenido un día excelente.

Jakob asintió lentamente con la cabeza y carraspeó antes de explicarle el plan que estuvo armando desde noviembre.

—Un viejo amigo mío, el señor Brian Xavier, tiene una fábrica de alimentos en Francia. Hemos estado escribiéndonos, quería saber cómo está todo allí, si es posible que tengamos un lugar. Sabes que las cosas aquí están empeorando y no creo que dejen de hacerlo.

—¿Tú quieres que nos vayamos a Francia? —inquirió escéptico.

—¿Quieres quedarte aquí, Erik?

—No sé si podamos irnos como si nada, papá.

Una parte de él quería creer que podrían largarse de allí y volver a una vida tranquila, pero otra estaba asustada; si nada bueno les había sucedido desde hacía años, ¿por qué un plan tan ambicioso resultaría exitoso? Además estaba Magda y pensar en ella sola caminando por las calles cuando la guerra estuviera avanzada…

—¿Quieres quedarte aquí, Erik? —insistió su padre mirándolo fijamente. Había un deje de enfado en su voz, como si al no apoyar su plan lo hubiese ofendido—. ¿Esta es la vida con la que vas a conformarte?

—Jakob, él no ha dicho eso —intervino Edie.

—Lo sé. Pero… Hijo, no tenemos todo el tiempo del mundo para esperar. En cuanto me llegue la confirmación del señor Xavier, haremos el equipaje y nos iremos.

—¡¿Pero cómo sabes que saldrá bien?! —estalló el muchacho poniéndose de pie de un salto y haciendo caer la silla.

Hubo un silencio denso y Erik lo sintió sobre la espalda que empezó a dolerle de repente. Su padre lo miraba sorprendido y estaba pensando cómo responderle, pero Erik ya no quería seguir escuchándolo. Pocas veces le había faltado el respeto a su padre de aquella manera, pero le parecía que no entendía la gravedad de la situación, le exasperaba la parsimonia con la que se tomaba todo.

Cuando Jakob abrió la boca, Erik se apresuró a refugiarse en su cuarto, cerrando la puerta con fuerza.

Nadie fue a verle hasta la hora de la cena.

Francia había puesto restricciones para la inmigración judía, pero el señor Xavier era una gran amigo de Jakob a pesar de que llevaban varios años sin verse, e iba a hacer todo lo posible para que los Lehnsherr estuvieran seguros.

Erik parecía muy preocupado y su padre lo entendía: fue expulsado del colegio alemán al que asistía al igual que sus amigos de la comunidad judía, ya no contaba con las mismas libertades que los demás y lo único que podía hacer era tolerarlo. No tenía razones para pensar que las cosas mejorarían sino todo lo opuesto, pero retraerse y quedarse a esperar la muerte («Dios, por favor no lo permitas… Cuida de mi familia, por favor») no era aceptable.

Edie apoyaba el plan y con eso bastaba, cuando Erik viviera en carne propia el nuevo clima, sabría que su padre estaba en lo correcto. Desde hacía varios años que Jakob no tenía una corazonada tan fuerte como la de ahora. Ni su esposa ni su hijo morirían en Alemania.

Aunque no podía asegurar que él compartiría el mismo destino que ellos.

—Jakob, llegó una carta del señor Xavier —le avisó Edie.

—Gracias, querida. ¿Has preparado ya el equipaje?

—Sí, ligero como has dicho. Faltan las cosas de Erik… Yo hablaré con él esta noche, le haré entrar en razón.

—Sé que lo harás, Edie —respondió él y le dio un suave beso sobre los labios.

Tomó la carta y fue a leerla tranquilo en su habitación. Tal como lo había previsto, Brian le estaba dando el sí a todo. No le aseguraba ninguna inmunidad, pero al menos no acabarían en el campo de refugiados sino en algún barrio judío de la ciudad donde pasarían desapercibido si hablaban en yiddish como los demás.

El viaje también estaba arreglado gracias un amigo alemán que le haría el último gran favor, cosa que Jakob agradecía porque se estaba jugando el pellejo también, incluso había programado una fecha sin saber la respuesta definitiva de Brian. Mejor prevenir porque si no podría ser demasiado tarde.

. . .

Magda suspiró y Erik se encogió de hombros.

—No te volveré a ver… —murmuró y sus ojos se anegaron de lágrimas.

—Claro que sí. Son tiempos difíciles, pero la gente como tú, como la mía, hemos sobrevivido cientos de años a todo. Cuando esto termine, Magda, —y le tomó la mano con cuidado, temiendo que se quebrara— nos volveremos a ver y podremos hacer lo mismo que los alemanes.

—Suenas muy optimista… ¿pero te crees lo que dices, Erik?

Ella lo miró fijamente y luego se corrió las lágrimas con el pulgar. Erik tragó con dificultad, sintió que estaba usando el mismo tono de su padre: sincero pero que en aquel contexto sonaba utópico y quizá falso.

—Es lo que quiero que pase… Sé que estoy dejando gente aquí, a ti y otros más, pero no puedo dejar a mis padres. Han hecho demasiado para conseguir esta oportunidad.

—Lo entiendo, Erik, de verdad.

Hubo un largo silencio, Magda se estremeció y Erik sintió que se desplomaba por dentro. Se conocían desde hacía cinco años y sabía que Magda no tenía muchos amigos, de hecho Erik era su único amigo no gitano. Dejarla a ella cuando todo el mundo hablaba de una guerra inmanente y la discriminación iba legitimándose a pasos más rápidos, parecía una traición.

—Tu familia tiene que pensar en una forma de salir de aquí —dijo finalmente.

—Si para los judíos es difícil entrar a otros lugares, para los gitanos lo es todavía más.

Uno se quedaba y otro se marchaba, no había más rodeos para eso.

Magda se levantó de la banca, el parque estaba vacío y el aire otoñal se había adelantado varias semanas. Erik sintió una corriente helada cuando su amiga se reclinó para darle un tímido y suave bezo sobre la boca. No le disgustó, pero el sentimiento no era correspondido y Magda lo sabía. Sólo por eso dejó que ella lo hiciera.

Adiós, Erik.

Porque no volverían a verse.

Erik no volvería a ver nunca más a ninguna de las personas de las que se despidió ese día. Parte de él lo sabía, pero también tenía una fe ciega de que en el futuro se las encontraría y podrían sentarse a beber algo y hablar de todo lo que vivieron.

Tampoco volvería a ver a su padre, incluso cuando este les aseguró que se reunirían en Francia luego de arreglar el pago a su amigo de la policía. Pero a diferencia de las otras despedidas, Erik estaba absolutamente seguro de que pronto estarían entonando las estrofas de Shalom Aleijem todos juntos mientras recibían el Shabat.

Dios, por favor no lo permitas… Cuida de mi familia, por favor.

Jakob se despidió era noche de su esposa e hijo que arribaron el tren con pasaportes falsos al igual que las cartas de recomendación para trabajar como sirvientes en una casa de franceses. Erik lo abrazó con fuerza y su padre se emocionó casi hasta las lágrimas.

Esa fue la despedida definitiva, pero Erik no lo sabía.


Finalmente llegó a mí la inspiración para le edición de este fanfic, por el que varios estuvieron preguntando. Espero dejarlos conformes, por el momento, yo lo estoy.

Sobre la primera fecha: 09/10-11-1938: La noche del 9 al 10 de Noviembre se produjo una brutal agresión a escala nacional contra los judíos, sus casas, negocios y Sinagogas. En un pogromo denominado Kristallnacht (Noche de los Cristales Rotos), se arrestó entre 20.000 y 30.000 judíos y se les envió a campos de concentración. Se destruyeron 191 Sinagogas y se produjo el saqueo de 7.500 comercios.

Gracias por su tiempo de lectura.