Está Jane en la cocina preparándose su té cuando Lisbon llega.

- ¡Buenos días!

- Buenas Lisbon. Te he preparado café.

- ¿Ah sí? Muchas gracias, que amable.

- Es lo menos que podría hacer después de…

- ¿Después de qué? – dijo mientras se sentaba en la mesa de la cocina con él.

- Después de todo lo que has hecho por mí.

- Ah bueno, eso no es nada, somos amigos ¿no? Y eso es lo que hacen los buenos amigos.

- Gracias. – dijo con una pequeña sonrisa.

- Un placer.

- ¿Sabes qué día es hoy?

- Pues… te diría que viernes, pero seguro que me lo preguntas por algo en particular.

- Has acertado.

- A ver… déjame pensar… ummm… Pues no, no caigo.

- Papeles al suelo, miradas fijas a la vez, mujer en shock. ¿Te suenan estas palabras?

- ¿Qué si me…? Oh... – Lisbon se puso roja – Sí, lo recuerdo, fue cuando nos conocimos que se me cayeron los papeles al suelo.

- Así es. Cuando salí del Psiquiátrico empecé a investigar para saber quién tenía el caso John El Rojo y vi que eráis vosotros, así que fui a trabajar allí aparte de para redimirme ayudando a otros.

- Ya veo…

- Y cuando entré recuerdo que una mujer pequeña pero preciosa salió de su despacho con la cabeza mirando los papeles y nos chocamos. Entonces cuando me agaché a ayudarla nuestras miradas se encontraron.

- Y ahí fue cuando comenzó mi calvario.

- Vamos Lisbon no exageres.

- ¿Que no exagere? No hacías más que meterte en mis casos y en mi equipo. Mucho antes de ser mi asesor, por cierto. Además estaba el tema John El Rojo, que esa era otra.

- Pero luego bien que me contrataste para ti sola.

- Porque valoré tu trabajo y me pareció bueno hacerlo.

- ¿Entonces sigues pensando que fue mala idea?

- Fue horrible, si pudiese retroceder en el tiempo no te contrataría ni loca.

- Sí claro.

- ¿Crees que no?

- Vamos Lisbon acepta que estás feliz por tenerme contigo.

- No. – dijo mientras se levantaba a dejar su taza de café en el fregadero. Mientras estaba de espaldas a él ella puso una sonrisa en su rostro. Al volverse vio que Jane estaba detrás suya.

- Pues yo no cambiaría esto que tengo. – dijo susurrándole al oído.

Entonces Lisbon giró su cabeza para mirar a Jane el cual aún estaba de espaldas a ella.

- Está bien, lo admito, yo tampoco.

- Te quiero Teresa, a pesar de todo lo que he hecho que sepas que te quiero mi princesita cabreada.

- Y yo a ti mi asesor lunático.

- ¿Con que lunático eh? Que sepas que esta me la guardo. – dijo con sonrisa burlona.

- ¿Así que esas tenemos eh? Pues yo también. De hecho… – dijo sonriendo también en broma.

- ¿De hecho qué?

- De hecho tenía pensado invitarte a mi casa y hacerte tu cena favorita.

Jane hizo gesto de querer hablar, pero Lisbon lo interrumpió.

- Pero ya que dices que te la guardas pues… nada de cena.

- Oh vamos Lisbon no seas así – entonces Lisbon se marcha y Jane corre tras ella – Era broma.

- Ya, lo mío también. Vente a mi casa a las ocho.

- Perfecto, allí estaré puntual.

- Vale, adiós.

- Adiós.