Cuando te conocí

"Cuando te conocí, ya no salías con el primero que te había abandonado

No vale la pena hablar, de aquellos años pasados

Cuando te conocí, ya no salías con aquel tipo casado

que te prometía que la dejaría y todavía no se había divorciado"

Andrés Calamaro


En un día frío de enero

Un fino rayo de luz se cuela a través de la cortina, ha sido una noche de lluvia, todavía recuerdo el silbar de la brisa cargada de humedad empapando mi piel. Sonreí de lado, puse mis manos detrás de la nuca y fijé la vista en el techo…había amanecido muy pronto, la seguridad de la noche se había ido, dejándome desprotegida ante un nuevo día, uno cargado de oportunidades…oportunidades que yo no sabía cómo aprovechar, así que al igual que cada día de los últimos 6 meses, la angustia vendrá a visitarme nuevamente, clamando una respuesta de mi parte. En mi mente resuenan las voces acusadoras del mundo, que me gritan que haga algo con mi vida, que me dicen lo que debería ser.

Hace 6 meses que estoy estancada en este punto, de un día para otro las cosas en mi vida empezaron a cambiar, he estado dando tumbos desde entonces… Han sido 6 meses de divagaciones, de esperar cada día que mi suerte cambie, pero siempre ocurre lo mismo, el sol se oculta y yo sigo en el mismo lugar. Mi momento de paz viene con la salida de la luna, cuando ya me resigno a que el día ha muerto, cuando acepto que hoy nada va a cambiar.

La cortina llena de huecos me permite atisbar hacia el exterior de este lugar consumido por el tiempo, a veces pienso que es un reflejo de lo que ocurre con mi alma. Suelo referirme a este lugar como mi prisión sin candados, estoy cautiva porque no tengo otro lugar en el que estar, no porque haya algo que me retenga…Suspiro con fuerza, inhalo y exhalo, tratando de regularizar mi respiración, cada día es más difícil respirar. Cuando recobro la consciencia luego de una noche de pesadillas, en mi pecho se forma un nudo que dificulta el paso del aire, es como si la angustia bloqueara mis vías respiratorias. En ocasiones he tratado de no luchar, de dejarme asfixiar… pero estos ataques no me matan, cuando mucho me producen pequeños momentos de inconsciencia.

Una lágrima corre por mi mejilla, y yo me obligo a apretar los ojos para contener el diluvio que amenaza con empapar mi rostro. Este no ha sido un buen año para mí… Ya no deseo que nada cambie en mi vida, sólo deseo morir. Mis ojos azules se posan en la mesa de noche, sobre la cual se encuentra un afilado cuchillo, el cual he puesto ahí con la esperanza de tener la suficiente valentía para acabar con todo el suplicio que es mi vida… alargo la mano y lo agarro, paso mi índice por la parte afilada de su hoja haciendo un corte en mi piel, siento un ligero ardor y la sangre empieza a brotar, manchando las sábanas blancas. No sé si se debe a mi estado de ánimo depresivo, o a qué, pero lo cierto es que aquel ardor no me resulta desagradable, por el contrario me ha dado un motivo para sentir, y para un alma que tiene meses en blanco, viviendo sin emociones, sentir nuevamente, aunque sea dolor, es bastante agradable.

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1 año atrás…

-¡Vamos Ana, bebe hasta el fondo!

Yo miro indecisa la jarra que me tiende José, pero entonces mis amigos empezaron a corear:

-¡Bebe! ¡Bebe! ¡Bebe!

-¡Por la culminación de nuestras materias!- grito levantando la jarra y vaciando todo el contenido

Miles de vítores acompañaron mi brindis, y aunque hasta hace unos momentos me sentía la reina del mundo, lo cierto es que el beber de un solo tiro aquella jarra no me había sentado bien, pero yo la orgullosa Anastasia Rose Steele, no me podía dar el lujo de evidenciar mi malestar. Tenía la manía de querer ser perfecta, de estar a la altura de cada reto, y aquella noche, el impresionar a José era mi reto, él siempre había estado para mí, y me había pedido que fuera menos rígida, que aprendiera a divertirme.

Mis ojos se fijan en él, alto de piel morena y sonrisa perfecta… ¿Cómo no enamorarse de alguien tan perfecto como él?

Hijo de padres inmigrantes de México, jugador de futbol, fotógrafo, estudiante de arquitectura, y mi novio desde hace tres años, yo estaba enamorada de él con todas mis fuerzas. Nos conocimos en el acto de bienvenida que hacen a los nuevos, y desde entonces nos hicimos inseparables, el se convirtió en mi mundo, pues al irme lejos de casa para asistir a la universidad me sentía muy sola, rodeada de extraños. Gracias a él y a Kate, mi mejor amiga, yo no había enloquecido.

Mis pensamientos frenan bruscamente, todo me da vueltas, así que disimuladamente me levanto de la silla, tratando de pasar desapercibida…necesito salir de este lugar, tengo ganas de vomitar. Como puedo llego al parqueadero del restaurant y ahí mi estómago expulsa lo poco que había desayunado aquel día, estoy de rodillas en el pavimento y fuertes arcadas me recorren de pies a cabeza. Mi cuerpo está tembloroso, no puedo levantarme de ese lugar, y de repente siento unas ganas inexplicables de llorar.

Unas manos firmes me agarran por el brazo, yo levanto la mirada confundida y me encuentro con unos hermosos ojos grises que me miran con intensidad:

-¿Estás bien?

Yo asiento lentamente, pero me arrepiento enseguida, pues siento la cabeza darme vueltas nuevamente, y por un instante pierdo un poco el equilibrio haciendo que el aumente su agarre.

-Ven, vamos para que te sientes en aquel banco- dijo señalando un banco al otro lado del estacionamiento, para luego levantarse y arrastrarme con él- te vendrá bien un poco de aire fresco

-¿Qué de malo tiene el aire fresco de este lado del estacionamiento?- pregunto confundida, no estoy segura de querer seguir a aquel extraño

-Aquí huele a vómito- dijo con acidez

-Tienes un punto- le concedí y juntos nos dirigimos a aquel banco

-Quédate aquí, ya vuelvo- dijo con voz fría, y yo entendí por que había querido que me sentara en aquel banco, para poder zafarse de mí… él no regresaría.

-Ok- murmuré, y no supe por qué razón, pero quise pedirle que se quedara

Cerré los ojos apenas me dio la espalda, la brisa seca de esa noche de verano me daba de lleno en la cara, disminuyendo mi malestar. Respiré e inhalé, un pequeño dolor de cabeza había empezado a punzar mis sienes. Traté de poner mi mente en blanco pero el recuerdo de esos ojos grises me atacó una y otra vez… eran tan hermosos. Mi subconsciente chasqueó la lengua, mientras negaba con la cabeza, yo no debería estar pensando en otros ojos que no fueran los de José.

Siento el banco hundirse un poco a mi lado, abro los ojos y me consigo con aquel extraño quien sostiene entre sus manos una botella de agua. Me devuelve la mirada con profundidad y coloca su dedo sobre mi labio y tira de él hacia abajo para liberarlo de mis dientes. Doy un respingo y me alejo de él con el corazón en la boca. Nos miramos fijamente por lo que a mí me pareció ser una eternidad, hasta que él retiró la mirada y me dijo con voz grave:

-Bébetela toda

Yo la destapo y doy un largo sorbo

-¿Cómo te llamas?- pregunta de repente

-Anastasia- respondo- ¿Y tú?

-Christian- dice sonriéndome y extendiéndome la mano, yo tímidamente se la estrecho, y de nuevo siento que una extraña corriente me recorre desde la punta de los dedos

-¿Eres de por aquí?- pregunto yo esta vez de forma automática- nunca te había visto

-No… soy de Seattle, dijo mirando al frente- estoy aquí resolviendo unos asuntos- ¿Y tú?

-Estudio Literatura inglesa

-¿Y por qué elegiste esa carrera?- pregunta con interés

-Cuando era niña mi vida era bastante errante, mi madre nunca ha llevado bien eso de tener una vida estable- la voz se me corta un poco, así que respiro para controlar las emociones que se han agolpado en mi pecho- nunca sabia que ocurriría al día siguiente, ni donde estaría, mi madre tenía muchos conflictos, siempre estaba triste, y mi única escapatoria de todo ese desastre era una recopilación de los libros de Jane Austen. Siempre que me sentía perdida, me sentaba en cualquier rincón apartado y abría ese libro, y por los instantes en que me concentraba en la lectura todo parecía ser mejor… Así que al elegir esta carrera supongo que simplemente estaba buscando acercarme a esa sensación de sosiego que conseguía cuando era niña al sumergirme en aquellas historias…

Doy un respingo cuando siento la calidez de su mano al entrelazarse con la mía, me volteo y ahí está él con su expresión seria, y sin embargo sus ojos rebosan de calidez… me siento reconfortada. Los dos quedamos en silencio, cada uno absorto en sus pensamientos… él vuelve a romper con él diciendo:

-No deberías beber tan rápido si no estás acostumbrada- dice soltando mi mano de repente y carraspeando

-¿Qué?- pregunto confundida- ¿Cómo sabes qué…

-Estaba el bar- dijo encogiéndose de hombros- Y tu grupo de amigos era especialmente ruidoso, así que captaron mi atención

-Supongo que tienes razón

-Lo sé- dice en tono petulante sonriendo con suficiencia

Yo me volteo enojada y fijo mi mirada en él y me desconcierto al ver que su expresión es de enojo, tiene la quijada tensa y me mira con los ojos chispeantes de rabia… ¡Quién rayos se cree que es! Está bien que haya sido amable, pero eso no le da derecho a entrometerse en mi vida de esa manera

-Tampoco deberías dejar que otros te presionen- añadió con dureza

-¿Perdón?- digo incrédula mirándolo con rabia e incredulidad- ¡Pero quién te has creído!

-Soy quien te ayudó cuando te estabas muriendo en este estacionamiento- dice arrastrando las palabras- debería darte algo que pensar que ninguno de tus amigos estuviera contigo

-Agradezco tu ayuda- digo poniéndome en pie- pero eso no te da derecho a entrometerte en mi vida… ¡Por Dios si apenas si cruzamos unas pocas palabras!

Entro al bar hecha una furia, buscando a José para pedirle que me lleve a casa, pero no lo encuentro en ningún lado. Cuando me resigno a que se ha ido dejándome por detrás, las palabras de aquel extraño resuenan en mi cabeza… debería darte algo que pensar que ninguno de tus amigos estuviera contigo

Suspiro y trato de contener las lágrimas, odiaba admitir que ese hombre insoportable me había llenado de dudas… José debió seguirla al estacionamiento… no debió dejarla ahí sola…

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En un día frío de enero

Lloro con amargura… todo lo había perdido. Mi relación se fue a fondo, aquella noche en que estábamos celebrando que habíamos culminado las materias, fui al apartamento de José y lo encontré con una pelirroja voluptuosa; había fracasado estrepitosamente en todos los lugares en los que había comenzado a hacer las prácticas para desarrollar mi tesis, así que oficialmente estaba estancada. Había vuelto a casa de mi madre, pues había perdido la beca y no podía seguir manteniéndome residenciada. Lloro con amargura, había pasado por tres empresas diferentes, y en ninguna de ellas pude alcanzar mi objetivo… ya estaba empezando a pensar que algo estaba mal en mi…nada me salía bien.

Mi madre estaba en su trabajo, yo para variar me había quedado en casa con la cabeza divagando, tratando de encontrar una solución a toda esta situación, pero el asunto parecía superar el alcance de mi mente, por más que lo intentaba no lograba salir de este agujero.

La hoja del cuchillo penetra mi piel, ahora más profundamente, hago un corte en una muñeca, luego con las manos temblorosas me hago el otro, la sangre sale a borbotones, no puedo ni quiero contenerla, me estoy dejando empapar, el dolor es fuerte y a la vez es casi inexistente, siento un hormigueo en la piel, y un frío intenso recorrerme, la suave luz que se colaba por la ventana se hace cada vez más tenue… y poco a poco, todo se fue apagando, ya no hubo dolor, ya no hubo pena… todo había acabado

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En un día de mayo… comienza la primavera

Christian...

Camino presuroso por los pasillos blancos deprimentes, he recibido una llamada del doctor Flint, por fin han dado con Leila. Me siento culpable porque sé que en cierta manera he contribuido en su desequilibrio, quiero ayudarla a seguir adelante, yo también sé lo que es caer en un agujero.

Siempre he odiado los psiquiátricos, dicen que ayudan a las personas a recuperar la cordura, yo opino todo lo contrario, no entiendo en que puede ayudar el estar encerrado en una habitación de paredes blancas. Me paso las manos por el cabello, me da lástima internarla en un lugar como este, pero supongo que es peor dejarla por su cuenta en las calles en ese estado. Flint me ha estado interrogando sobre si siento algo por ella, no ha dejado de molestarme con eso desde que empecé a buscarla. Al principio me confundí un poco, y me cuestioné sobre ese hecho, pero ahora estoy claro, no se puede tratar porque nunca he amado a ninguna de mis parejas, sé que suena duro pero es mi realidad, supongo que estoy demasiado jodido. Mi preocupación por Leila se basa que he desarrollado cierta empatía con ella, después de todo yo también tuve una época negra, y de no haber sido porque Elena me tendió la mano, no sé a dónde hubiera ido a parar.

Llego a una especie de estancia al final del pasillo, maldigo internamente pues me he perdido, siempre me ha costado encontrar el consultorio de Flint en aquel lugar que es más semejante a un laberinto que a otra cosa. Abro el teléfono y oprimo el botón de marcado, me masajeo las sienes cuando la llamada cae directamente al buzón de mensajes. Alzo la mirada, y se me encoje el corazón, un gran ventanal deja colar los rayos del sol, y ahí sentada en la ventana está una mujer de pelo oscuro contemplando el paisaje… supongo que el encierro en este lugar tan monótono debe ser asfixiante, su figura me resulta bastante familiar.

Cuelgo con brusquedad después de varios intentos de contactar a mi psiquiatra, y entonces se me ocurre que tal vez ella pueda saber a dónde debo dirigirme

-Disculpe señorita- digo rompiendo el silencio y caminando hacia ella

Ella ni se inmutó ante mi llamada, permaneció quieta en la misma posición. Una vez a su lado le doy unos golpecitos en el hombro para llamar su atención, una intensa corriente me recorre desde la punta de mis dedos. Ella voltea con brusquedad y fija sus ojos azules en los míos… yo siento que se me corta la respiración de la impresión, esa es la chica que alguna vez encontré vomitando en un estacionamiento, lo recuerdo con claridad, como si hubiera sido ayer.

-Anastasia- murmuro

Ella deja correr una lágrima por su rostro, sus ojos permanecen fijos en los míos, y yo siento un peso en el corazón por todo el dolor que estos reflejan, me pregunto que le habrá pasado, por qué terminó en un lugar como este. Supongo que no debe recordarme, apenas hablamos aquella noche.

-Christian- susurran sus labios, y el corazón se me detiene… ella me recuerda

Anastasia...

Mi alma flota a través de una densa niebla, el remedio fue peor que la enfermedad, pues si antes me sentía vacía, ahora es como si viviera en medio de la nada, con un asunto pendiente palpitando en mi pecho, uno que me retiene, que me impide avanzar. Oigo voces lejanas a mi alrededor, en una de ellas creo reconocer la de mi madre, de Ray su ex marido, y al único hombre al que alguna vez sentí como un padre… pero mi cuerpo no responde a mis mandatos, deseo decirles que estoy bien, que nada me ocurre, pero he perdido el control… solo floto a través de esta niebla espesa.

El tiempo se ha detenido, o al menos así me parece, ya las voces no rasguñan mis oídos, solo ha quedado el silencio… estoy en medio de la nada, y es desesperante sentir tristeza y no poder llorar, es como si el sentimiento quedara atrapado, latente.

Pienso que no he muerto, y si lo hice algo salió mal, pues si este es el cielo, de nada sirve soñar con él…siento que estoy pagando una condena por mi cobardía, por haber elegido la opción de huir, pero es que no supe cómo salir a flote, sentí amargura al recordar como mi mundo se había derribado con el engaño de José, mi incapacidad para culminar la tesis y graduarme y la partida de Kate, mi mejor amiga a Seattle a trabajar… cuando me di cuenta, a mi alrededor solo había vacío. Recordé las palabras de aquel extraño de ojos grises cuando me encontró vomitando en aquel estacionamiento: "debería darte algo que pensar que ninguno de tus amigos estuviera contigo"…eso debió darme una idea de lo sola que estaba.

A veces siento como me mueven, me cambian de posición y una suave luz inunda mis pupilas, pero no logro avanzar hacia ella, estoy hundida en el abismo, no logro flotar a la superficie.

He comenzado a resignarme a mi prisión, ya la luz que a veces inunda las sombras dejó de ser una novedad, ya he dejado de luchar, estoy entregada sé que no lograré escapar.

Estoy inmersa, con los ojos fijos en aquel punto luminoso que deseo alcanzar, cuando de repente siento como mi corazón late con brusquedad, una corriente intensa me recorre, y es como si mi alma hubiera conseguido el impulso requerido para abandonar el reposo… asciendo con rapidez, me acerco a la luz… parece que por fin he muerto.

-Anastasia- escucho una voz grave llamarme, y soy consciente de unos ojos grises cargados de preocupación, mi vista comienza a acostumbrarse a las formas, ya no veo borroso, y ahí está él…

-Christian- susurro casi de forma inconsciente, y la tristeza retenida en mi pecho por fin se libera, una lágrima solitaria empapa mi mejilla, y soy tan dichosa, he escapado de mi cárcel… él me ha liberado