NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE NICK Y LA CANCIÓN DEL GRUPO EXTREME. SOLAMENTE ME DIVIERTO ESCRIBIENDO.
¡Hola a todo el mundo!
Ha pasado tiempo de mis actualizaciones y es debido a los exámenes finales que estoy presentando. Cuando me vea libre de ellos ustedes ya no podrán seguirme el ritmo y terminarán tirando la toalla ante todas las cosas que pondré xD (Es broma) Primero intenté hacer un capítulo más para mi colección de ABC Kataang. Me llegaron muchos mensajes recomendándome la canción de More Than Words por el grupo Extreme. La escuché y me encantó, pero cuando escribí este capitulo me di cuenta que había demasiadas cosas de trasfondo y una historia aún más larga que desarrollar. Se dio por sí sola, porque los otros dos capítulos también salieron casi solos. Por eso decidí publicarla como historia aparte, en vez de un capitulo de 30 hojas que además tardaría demasiado en terminar y podría aburrirles.
Espero que les guste mucho, será un fic de capítulos cortitos y profundos. La idea en sí es la relación de Aang y Katara cuando han quedado estancados. ¡Disfrútenla!
UA.-Esta historia se ubica en un Universo Alterno, idéntico al nuestro.
MORE THAN WORDS
By
Nefertari Queen
Saying "I love you" Is not the words I want to hear from you
It's not that I want you not to say, but if you only knew
How easy it would be to show me how you feel
More than words is all you have to do to make it real
Then you wouldn't have to say that you love me
'Cause I'd already know
(Decir "Te amo" no son las palabras que quiero escuchar de ti
No es que no quiera escucharlas, pero si solo supieras
cuán sencillo podría ser mostrarme cómo te sientes.
Más que palabras, es todo lo que tienes que hacer para hacerlo real
Entonces no tendrás que decirme que me amas
Porque yo ya lo sé)
.
.
Eran las nueve quince.
Aang estaba sentado en la mesa. Había un hermoso mantel blanco con bordados encima de la madera pulida; en el centro dos largas y sobrias veladoras rosa pálido proporcionaban una cálida luz romántica. Un arreglo floral con decorados azules que hacían una alusión acuática creaba un bello contraste con los cubiertos de brillo plata.
A la distancia se podía ver el ventanal alto y ancho. Las luces de la ciudad no habían conseguido opacar los brillantes del cielo, sobre un manto oscuro, que rodeaban dulcemente a la bella luna llena en su esplendor de color. Suspiró. Era una noche hermosa. Y más porque en la sala había muchas flores alrededor, colocadas estratégicamente donde la luz de veladoras aromáticas y multicolores podían alumbrarlas. Era un ambiente hermoso, acentuado aún más por la románticas baladas del reproductor de música.
Nueve veinte.
Había dos platos sobre la mesa. Cerca del centro estaban dos bandejas plateadas. Estiró una mano y levantó una de las bandejas; había un delicioso corte de carne cocida en salsa agridulce, de guarnición verdura a la mantequilla y un puré de patatas que solo de olerlo prometía un festín. Pero, aunque se veía delicioso, ya estaba frío.
Suspiró nuevamente, apoyó los dos codos en la mesa y después enterró la cabeza en sus manos. Era desesperante. Horriblemente desesperante. Podía sentir cómo a cada movimiento de las manecillas su corazón recibía un golpe. Él no le deseaba eso a nadie, ni a su peor enemigo. Sentía un palpitar en la pierna, a la altura del bolsillo donde estaba la cajita de terciopelo.
El reloj cucú sonó.
Eran las nueve y media.
Ni una llamada.
Ni un mensaje.
Se paró con movimientos lentos de la mesa, procurando no hacer ruido. Se inclinó y apagó las dos veladoras de la mesita. Caminó entonces hacia el reproductor de música y también lo apagó. Cuando apenas iba hacia la sala para apagar todas las veladoras aromáticas, escuchó el ruido.
El cerrojo estaba siendo atacado con desesperación. La puerta se abrió de golpe y una cortante respiración acompañó el portazo. Ella se recargó en la puerta pasándose una mano por los cabellos castaños. Tenía el peinado un poco desecho y el elegante vestido desacomodado por la carrera para subir al departamento.
—¿Aang?.—lo llamó, tratando de ver a través de la oscuridad—¿Dónde estas?
Mientras caminaba se tropezó precisamente con la mesa. Aunque no tumbó nada, y todo sobrevivió, como quiera Aang sintió aquello como una falta más de consideración hacia su persona.
—Lo siento—dijo Katara—De verdad lo siento. Me encargaron más trabajo y después el tráfico y yo…
—Son las nueve cuarenta, Katara—su voz sonaba fría y distante, enojado—¿Una llamada? ¿Un mensaje? ¿Un correo? Para algo tienes el celular. Por algo te regalé el celular—corrigió.
Ella se encogió. Tenía toda la razón del mundo.
—Lo siento—repitió.
Lo siento.
¿Creía que con un "lo siento" todo quedaba arreglado?
Llevaba meses planeando esa velada ¡Meses!
—Es nuestro aniversario—le dijo Aang—Y no te importó nada.
—Claro que me importó—replicó, herida por su actitud—No sabes lo mal que me siento.
—Pues no lo parece—Aang se cruzó de brazos, viéndola expectante. A su juicio, Katara estaba pasando un límite.
—No te pongas así—Katara frunció el ceño, cruzándose de brazos—No controlo el tráfico, ni el tiempo, ni…
—¡Una llamada Katara! ¡Una maldita llamada hubiera sido suficiente!—gritó, ya incapaz de contenerse.
La morena lejos de asustarse se enfadó más.
—¡Lo siento!—gritó—¿No puedes creerme? ¡Lo siento!—reiteró—Y te pido mis sinceras disculpas. De verdad lo siento ¿No es para ti suficiente?
—Palabras Katara. Son solo eso, palabras.
Ella abrió los ojos con incredulidad.
—¿No me crees?—estaba impactada—¡Cómo puedes…!.—se mordió la lengua para no gritar nada más.—¿Sabes una cosa?—dijo la morena—Me voy.
Pero antes de que ella pudiera dar la media vuelta, Aang la detuvo con una sola frase.
—No es necesario—él tenía las llaves de su propio auto en las manos—Las maletas ya están en mi cochera.
Los ojos azules de Katara contuvieron lágrimas.
—Así que ya pensabas dejarme.—intentaba sonar ecuánime. No le funcionaba.
—Estaba sopesándolo—admitió al fin—Llevo mucho tiempo con esa idea en mi cabeza.
Aquella confesión únicamente hizo que Katara se sintiera peor. Más triste, desdichada y herida. Como latigazos hacia su corazón. Así que ella le daría una cucharada de su propia medicina. Después de todo, su lengua también podía ser un látigo de filosísima punta.
—¿Cuándo te llego la idea exactamente? ¿Cuándo Onji te llamó después de aquel baile?—lanzó la pregunta a sabiendas de lo que ese tema causaba en su novio—Claro. Ya sabía que fueron novios en la preparatoria, tu hermana Toph me lo dijo. Pero no quise creer que me dejarías por ella. Al parecer Jet tenía razón.
Los puños de Aang de crisparon.
—Ah, por eso llegaste tarde.—sus ojos grises estaban negros de la cólera—Saliste con Jet ¿o me equivoco?
A Katara le dieron ganas de darle una bofetada.
—No soy como tú—escupió.
No, veo que no—se llevó una mano al mentón—Pero eso explicaría tu olor a alcohol, amor.
Katara bajó la mirada, estaba entre la espada y la pared.
—Sí, salí—respondió entonces—Pero no con Jet.
—¿Haru entonces?
Otro pinchazo.
¿Aang disfrutaba haciéndola sufrir? Porque parecía que estaba deleitándose con sus remordimientos, con su dolor y con su culpa. Como si al tirar de aquellos hilos descubriera su propia dicha. Era ruin. Ella no se había enamorado de aquel hombre que estaba enfrente. El Aang que ella conoció era la personificación de la bondad y cariño.
—No.
Pero Aang no podía creerlo. Meses atrás hubiera esperado a que ella llegara desde la cama, y cuando sintiera su suave cuerpo colándose entre las sábanas, se hubiera volteado para besarle suavemente los cabellos a modo de bienvenida. Pero desde hacia tiempo que Aang notaba la indiferencia por parte de su novia. Ya eran tres los infructuosos intentos de pedirle matrimonio. La primera, ella le llamó diciéndole que pasaría la noche en casa de su padre porque su mamá estaba enferma. La segunda, ella no pudo llegar al restaurante de lujo que reservó con tres meses de anticipación porque estaba lloviendo. Y ahora esta. Le había dicho que tenía algo importante que decirle y por ello había hecho una hermosa velada. Katara le dijo que no llegaría más tarde de las ocho. Y claro que llegó tarde. Casi dos horas tarde.
—Bueno—Aang sonreía cínicamente—Un admirador más que no conozco. De alguna manera no me extraña—claro que no le gustaba tratarla de esa forma, Katara era su amor en toda la extensión de la palabra. Pero el desdén de ella hacia su relación le calaba en el alma. Lo mataba de poco en poco. Lenta y tortuosamente.
—¡Maldita sea!—gritó Katara, con las mejillas comenzando a mojársele, él la estaba tratando como una cualquiera cuando sabía perfectamente que no era así—Estaba con Sokka, idiota.
—Y desde luego los problemas maritales de tu hermano son más importantes que ésta noche, que llevaba planeando desde hace tres semanas ¿verdad?—le lanzó con veneno—¿¡Verdad!?
Katara no podía discutir con eso.
—¿Qué quieres de mí, Aang?—le dijo, derrotada, mientras él guardaba las llaves del auto en su pantalón y cogía las llaves de la casa, predispuesto a marcharse.—No te vayas…—rogó.
—¿Y qué demonios podría hacer aquí?—demandó él—Una relación es de dos, Katara. No puedo jugar este juego de indiferencia. Me estás matando por dentro y ni te importa.
—Claro que me importa—sollozó—Pero no sé… no sé….
—¿Qué no sabes?
—Yo…
—¿Tu qué?
—¡Te amo!—gritó, desconsolada y llorosa—¡Te amo idiota! Te amo con todo mi corazón—su voz temblaba por los sollozos—Y lo sabes… sabes perfectamente que te amo ¿pero te importa? ¡Un rábano! Eso te importa. Y yo… yo… no lo resisto. No puedo aguantar tu mirada fría, tus desdenes, tus acusaciones, que tu…. Que tu…
—¿Qué tenga razón?
Katara debió en ese momento tragarse todo el orgullo.
—Sí—reconoció—Tienes razón….
Tenía razón. Últimamente ella no actuaba tan cariñosa como antes. Llevaba su vida al máximo y dejaba constantemente a Aang de lado. Lo amaba, no podía imaginar una vida sin él. Pero estaba tan acostumbrada a su amor que no consideraba necesario luchar por algo que ya tenía. Era lógico que Aang se cansaría de esa postura, de esa sonrisa a veces forzada y la vida social de la que Katara le excluía. Llevaban juntos cinco años y de un día al otro, parecían desconocidos. Él la amaba, más que a nada en su mundo. Y ella también lo amaba, tanto que el hecho de perderlo le dolía en el corazón.
—Yo también te amo—le dijo Aang, con un tono meloso, tierno y acariciador—Pero en este tiempo Katara, tu amor no ha sido nada, solo palabras.
Aquello dolió aún más que todo lo anterior.
—¿Insinúas que no te quiero?—le reclamó, dolida y aterrada—¡Estás diciendo que…!.
—Shh—le calló poniendo un dedo sobre sus labios.—No niña… no… no me estás entendiendo. Katara, me has dicho que me quieres un sinfín de veces. Pero no me lo has demostrado. No puedo creerlo, no mientras no actúes.
—Pero yo…
Katara no pudo decir nada más. Estaba perdida.
—Si convirtieras tus palabras en acciones no tendrías que decir nada, yo te creería con solo cruzar por esa puerta.—la señaló—Así hubieras llegado a las once yo te estaría esperando con una sonrisa. Porque tendría la completa certeza de que me amas. Pero últimamente… nada me lo dice Katara… ya ni siquiera… ni siquiera me das un beso de buenos días—bajó la cabeza, entristecido y comenzando a llorar—Ni tampoco de buenas noches…
Katara colocó sus dos morenas manitas en las mejillas de Aang. Él apreció ese contacto. Habían pasado meses desde la última vez que ella le acariciaba con tanta ternura. La morena comenzó a pensar, recordando los hechos pasados. Y tenía razón. Aang tenía toda la razón. Ella había sido una egoísta y no había pensado en él los últimos meses. Es más, estaba segura que casi todo un año ¿Cómo es que su querido Aang había aguantado tanto?
—¿Cómo lo remedio?
Ya no hubo un "lo siento" de por medio. Katara sabía que en ese momento, esas dos palabras salían sobrando. No importaban. A Aang ya no le importaban. Porque no era el pasado lo que el joven oji-gris tenía en mente. Era más bien el futuro, y el presente.
—No lo sé—Aang mantenía sus ojos cerrados.
Katara se acercó a él y, de una manera lenta, rozó sus labios con los suyos. Ella no esperaba un beso apasionad ni erótico. Era una simple y tierna caricia que, esperaba, le diera un poco de esperanza en ella. En sus intenciones.
—Te amo—dijo Katara nuevamente—Y no son solo palabras. Déjame probarte que es una realidad. Déjame consentirte, Aang.
—¿Consentirme?—de verdad no se esperaba nada de eso.
Katara asintió enérgicamente.
—Si…—todo el amor que tenía hacia él creció repentinamente en su corazón.—Tratarte como lo mereces. Aang, te entiendo y sé que tienes toda la razón. No es justo de mi parte esperar todo de ti y no darte nada.—sus ojitos azules brillaron—¿Sabes que se me ocurre?
—¿Qué cosa?—inquirió con curiosidad.
—Será una sorpresa—le susurró con dulzura—Una linda sorpresa ¿te parece?
—Una sorpresa—Aang lo meditó—¿Me arrepentiré de esto?
—Claro que no.—replicó con vehemencia—Tu déjame las cosas a mí. Durante la próxima semana serás completamente cuidado y atendido por tu servidora—un beso más en los labios—Vete a dormir, limpiaré todo aquí.
—Pero….
Ella agarró las llaves de su auto y las de la casa.
—Y sacaré las maletas de tu cajuela.
—Es que…
—Nada de peros.—otro beso—Anda, vete a dormir.
Aang suspiró. Que en un momento tan crítico de su relación fuera incapaz de decirle no a su novia ya era crítico. Pero desechó ese pensamiento. Katara sí merecía una segunda oportunidad así que se la daría.
Después de arropar a Aang en la enorme cama matrimonial que compartían, Katara comenzó a pensar. Ella de pequeña había diseñado la que sería su Luna de Miel perfecta. Así que ahora, diseñaría las vacaciones perfectas para Aang. Lo conocía bien, después de los años juntos, era una linda oportunidad de demostrarle lo mucho que lo amaba y cuán agradecida estaba con su presencia.
"Te demostraré que mi amor son más que palabras" pensó en sus adentros "O moriré en el intento. Te amo mi chico lindo"
¿Y bien? ¿Qué les pareció?
Un poco intenso a mi parecer, al menos al principio.
¡Muchísimas gracias por leer y tenerme tanta paciencia!
Nos leemos!
chao!
