Gunter

I

- Ah - Dejo escapar un fuerte suspiro en medio de la nada, se encontraba solo caminando en sus tierras de hielo y nieve.

No podía recordar cómo ni cuándo llego a vivir en ellas, tanto era el tiempo, que tampoco sabía cuanto llevaba sólo. Los monstruos y muñecos de nieve lo acompañaba, eso era cierto, pero eran tontos, torpes e incapaces de entablar una conversación, al final, siempre terminaba siendo él quien interpretara sus diálogos y aunque al principio fue divertido el rey comenzaba a sentirse solo. Por eso estaba aquí, caminado sin rumbo fijo en sus tierras, estaba tratando de no pensar en su soledad y fallando miserablemente.

Ya cansado se sentó en el piso, apoyando su espalda en un montículo de nieve. En el horizonte podía ver su pequeño castillo de hielo y a los golems de nieve más altos. Uno se cayo y le hizo reír, pero pronto su tristeza volvió… incapaz de observar su propio hogar decidió ver el suelo, que repentinamente era mucho más interesante.

Se quedo allí, sin pensar, sin nada que hacer, tan solo sintiendo el vacío de su corazón. Tampoco supo cuanto tiempo estuvo así.

- Wenk

Dando un brinco no del susto, porque el no era un cobarde, sino de la sorpresa, se dio la vuelta para encontrarse con una extraña criatura negra y blanca de grandes ojos y muy, muy linda.

- Oh… ¿hola? – Miro a su alrededor y luego a la criatura, no había nadie más allí a parte de ellos y las montañas de nieve. ¿Qué hacia la criatura aquí? Nadie se acercaba a sus tierras, todos huían producto de la nieve y el hielo.

- ¡Wenk! – Respondió el ser animadamente, al parecer entendiendo sus palabras… su memoria, algo le decía que era una especie de ave. Él le sonrío.

- ¿Estas perdido?, no deberías andar solo por allí – Acerco su mano y le acaricio la cabeza. El pajarillo lo miro, como analizándolo, hasta que finalmente devolvió el gesto acercando su cabeza a la mano - ¿Te agrado? – Fue su turno de mirar al ave – Jeje, pues, creo que tu también me agradas.

- Wenk, wek – El ave parecía reír y con sus alas lo tomo de la mano comenzando a tirar de él.

- Oh, hey, espera – Su amigo lo miro – No puedo ir contigo así, apenas si te conozco, ¡ni siquiera sé tu nombre!

- Weq – El pájaro lo miro, como si lo que hubiera dicho, fuera lo más obvio del mundo, pero aunque el ave entendiera lo que él decía, él no entendía tan bien al ave.

- We-wenk, we-we-wenk – El pájaro soltó su mano y miro en dirección a una montaña, más de los seres blancos y negros se acercaban y su compañero ahora les hacía señas frenéticas para que se acercaran. Pronto, estaba rodeado de las alegres y tiernas criaturas.

- Oh, hey – Los pequeños seres lo miraron y hablaban entre sí, no estaba seguro de lo que decían, pero cada vez parecían animarse más en su presencia. El rey aprovecho el momento para ver más detenidamente a las criaturas, algo en su mente, algo le decía que estas criaturas eran especiales, que pertenecían a sus tierras, que eran seres de la nieve y el hielo. Se arrodillo en el piso, tomo al que se le había acercado primero y lo acerco a su cara, las demás aves se quedaron en silencio mientras veían al soberano en el suelo con su compañero en manos.

Esos grandes ojos, esas patas, esas plumas, sabía que las había visto en algún lado… ¿tras un montículo de nieve? Tal vez bajo una roca o congelado en un trozo de hielo o tal vez en la foto de alguno de sus libros. Fue entonces cuando lo recordó, ¡estaba frente a un pingüino!, el Rey dejo a la criatura libre de nuevo mientras se levantaba. Claro, había sido en uno de sus libros y si no recordaba mal, estos pingüinos viven en lugares helados, andan en grupo y comen helado… ¿o era pescado?

Los pájaros ya no centraban su atención en él, pero tampoco se habían ido… ellos no se habían ido, seguían aquí, estaban vivos y les gustaba vivir en lugares como su reino.

- ¡Ya sé! – Los pingüinos lo miraron y aprovechando ello, continuo – ¿Les gustaría venir conmigo?, pueden venir a vivir a mi castillo, es muy grande, hay una biblioteca, una batería y tengo montones de helado o pescado… lo que sea que prefieran – Termino riendo entre dientes, pero las aves no le respondieron, seguían mirándolo expectante – Miren – Señalo con el dedo en dirección a su castillo – Allí es donde vivo, ¿no les gustaría venir conmigo? ¡Así estaríamos todos juntos!

Las aves comenzaron a gritar en jubilo, algunas aplaudían con sus alas, algunos las agitaban y otros se dedicaron a empujarlo y tirarlo de vuelta a su hogar, sin embargo, todos eran alegres, tiernos y muy lindos. Mientras caminaban tomo en sus brazos al que cría había conocido primero (con el alboroto, ya no estaba muy seguro) y este se acurruco en sus brazos.

- Jeje, les encantará mi castillo, es enorme, muy, muy grande, esta hecho de hielo y tiene toboganes por donde tirarse – Estaba tan feliz de haber encontrado compañía – Aunque, si van a vivir conmigo necesitaran un nombre, pero tampoco los distingo bien, son todos muy parecidos para mi – Con el pingüino aún en sus brazos y el resto caminando a su alrededor, puso una de sus manos en su barbilla y comenzó a pensar – ¡Lo tengo! Como se ven todos iguales, todos tendrán el mismo nombre, ahora… ¿Qué nombre será? – Tomo al ave con sus dos manos y lo alzo frente de sí, cuidando no tropezar con los demás – Para mi tienen cara de Sebastián, ¿Te gusta Sebastián?

- Wenk – El pingüino cruzo sus alas, notoriamente en desacuerdo.

- Bueno… ¿y qué tal Alexander?

- Wenk.

- ¿Christopher?

- Wenk.

- ¿Egbert?

- Wenk.

- ¿Alphonso?

- Wenk.

- ¿Vladimir?

- Wenk.

- ¿Sasha?

- ¡Wenk!

Se quedo en silencio pensando, todos esos eran bueno y bonitos nombres… ¿tal vez no le gustaban porque no le recordaba el helado? Bueno, el era un Rey, tal vez quería algo de más de clase como su nombre.

- ¡Günter! ¿Qué tal Günter? ¿No te parece un bonito nombre?

El pingüino lo miro indeciso.

- Mmm y que tal… ¿Gunther?

No hubo respuesta.

- ¿Gunter?

Todos lo pingüinos pararon de caminar sin aviso provocando que se cayera en la nieve.

- Auch – Miro a su nuevos amigos, solo con el que se había tropezado estaba en el suelo, los demás se habían movido a tiempo y ahora ayudaban a los dos a levantarse.

- Gunter, ¿ese les gusta?

- ¡Wen, wuenk, we-wek! – Con una sonrisa se levanto.

- Muy bien, ¡Gunter será! Vamos, no falta mucho para llegar.

Los Gunters sin embargo, no avanzaron.

- ¿Qué pasa?

- ¿Wenk?

- ¿Mi nombre? Oh, claro, me había olvidado de eso, jeje. ¡Yo soy el gran y poderoso Rey Helado, soberano de estas tierras y poseedor de los secretos del hielo y la nieve!

Los Gunters aplaudieron ante su presentación y el solitario rey que ya no era tan solitario, les respondió con una sonrisa. Ese día los golems y muñecos de nieve recibieron a su rey y a un gran numero de criaturas blancas y negras.


NA: Un nombre varía su pronunciación de acuerdo al idioma y como esta escrito, a los pingüinos obviamente les gusta Gunter :P De todos modos y para los curiosos, si buscan Gunter (o Gunther, ambos funcionan realmente) descubrirán que es una leyenda germánica, mientras por otro lado Simon ha estado en muchos lados, por eso todos los variados nombres para niños varones, solo tienen que buscar una versión más clara del periódico donde sale con el Enchiridion y lo verán :D Jaja, ni idea porque pongo esto xd

En fin, tengo planeado dos capítulos más para este fic, pero en realidad no se si continuarlo, así que, si les interesa saber lo que me queda por escribir deja un comentario. Bye!