La neblina cubría toda visión, el hombre tuvo que ajustarse la chaqueta hasta el cuello para que el aire frio no golpease su pecho. Miró a todos lados, pero no vio a nadie, ¿acaso la chica le había mentido? No, ella jamás le haría eso, se habían reencontrado después de tanto tiempo, él vio en sus ojos la felicidad y el brillo que le había regalado la noche en que ambos se entregaron el uno al otro, la noche en que se convirtieron en uno solo. Sus almas se habían fusionado, pero gracias a esa maldita maldición la había perdido.

Unos pasos hicieron que el moreno voltease, frente a él estaba un chico, alguien que no conocía. Su corazón comenzó a latir con fuerza, sabía que eso no era algo bueno; caminó colina abajo y se enfrentó al muchacho.

-¿Quién eres? –preguntó desafiante e hizo relucir su garfio para que el chico supiera que no estaba enfrentándose a cualquiera, aunque pensar que iba a atacarlo era demasiado exagerado.

-No me lastime, solo soy un mensajero, por favor –el joven se veía realmente asustado, incluso parecía que sus piernas estaban a punto de doblarse. El hombre de barba y ojos azules como el océano levantó una ceja y se llevó la mano al cabello.

-Habla ahora antes de que pierda la paciencia y use mi espada contigo. –Hook miró al muchacho mientras este asentía. Sabía que no eran buenas noticias y sobre todo no eran de parte de Ruby porque en ese caso habría venido ella misma a decirle las cosas, ¿no?

-El señor Gold me ha enviado para decirle que espera comprenda que no podía dejar lo de Belle así como así, aunque quizás Ruby no corra la misma suerte que la joven –dicho esto el chico vio como Hook se acercaba peligrosamente a él, se tiro de rodillas y puso las manos en su nuca-por favor, no me haga nada, mi familia está en manos de ese hombre, mi esposa, señor, por favor, estamos esperando un hijo, se lo ruego –lo único que el capitán hizo fue empujarlo y salió corriendo de ahí. Ese maldito de Gold se las pagaría y esta vez no tendría piedad de él, ni de ella.