Todos los personajes que aparecen en esta historia son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi y hago uso de ellos sin ninguna intención de lucro.
En el aroma de la tinta oscura
Capítulo I
Alma gemela
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Una pequeña se encontraba arrellanada en la esquina de un inmenso sofá de piel oscura, jugando con la muñeca que había traído consigo de su casa; la hacía sentir que no estaba sola con esa señora, que aunque ya la conocía de otras sesiones anteriores, le seguía teniendo muchísima desconfianza.
Preguntaba muchas cosas extrañas y no le gustaba. Quería irse de ahí… pero tampoco quería volver con sus padres.
Frente a ella, en un sillón idéntico, se hallaba esa mujer: de edad avanzada, cabello castaño recogido en un chongo y gruesas gafas, pero la menor no le ponía la menor atención.
—¿Kaori? —Habló la psicóloga infantil, Uchida Hana, inclinándose sobre su asiento para acortar la distancia con la pequeña—. ¿Te gustaría hablarme de lo que pasó esta mañana con tu hermanita?
La chiquilla de cinco años, negó con la cabeza, abrazando con más fuerza a su muñeca.
—Tu papi está muy preocupado por ti —Le incitó la mayor—. Puedes contarme. Te prometo que no se lo diré a nadie.
La chiquilla de ojos marrones y cabello azulado, la miró con total desconfianza.
—Ella se robó a mi "Teddy" —Habló muy bajito, con la barbilla hundida en su pecho y sus labios curvados en un puchero—. Es mi peluche favorito y Akane lo tomó sin permiso; ella tiene a "Bubú". No es justo.
—¿Por qué no se lo pediste? —Cuestionó la mujer, evitando cualquier atisbo de regaño—. Akane es una buena niña, estoy segura de que te lo habría regresado inmediatamente.
—Estaba muy enojada —Sus ojos oscuros se llenaron de odio por un momento, mas luego volvió a refundirse en su esquina del sillón—. Yo no agarro sus juguetes.
—¿Qué hiciste cuando descubriste que Teddy no estaba en tu baúl?
—Me metí en el armario de mamá—. Susurró la niña.
—¿Por qué no fuiste a decirle a papá o a mamá lo que hizo tu hermanita?
—Porque… se iban a enojar conmigo —Mencionó, triste—. Papi y mami quieren más a mis hermanas y a Akane, que a mí.
—¿Por qué dices eso? —Se interesó la mujer—. ¿Tomaste también, algo del cuarto de Akane?
La pequeña negó con la cabeza y evitó mirar al frente.
—Estaba enojada —Repitió la niña.
—¿Le dijiste cosas feas a Akane? —Insistió Uchida—. Si ella se disculpa por tomar a Teddy, y tú te disculpas por decirle algo malo, nadie se va a molestar.
—N-no le dije nada malo —Contestó, aún negándose a ver a la mayor—. Akane me hizo llorar y me escondí en el armario de mamá a llorar… y y-yo…
—¿Qué pasó ahí dentro?
—Me pellizqué mucho —Sollozó, señalándose los brazos y las piernitas—. Papi y mami lo saben y por eso están enojados conmigo.
—Ellos no están enojados —Uchida trató de calmarla—. Sólo están preocupados por ti y Akane.
—E-es Akane—. Susurró.
—¿Qué pasa con ella?—. Pidió saber la psicóloga.
—Me pellizqué mucho, mucho—. Hizo más evidente el llanto que comenzaba a emanar de sus ojitos.
—¿Por qué te pellizcas?—. Intrigó a la mujer.
—P-porque… porque a ella le duele cuando lo hago—. Musitó la niña.
—¿Se pone triste porque te lastimes?—. Inquirió, tratando de entender la mente infantil de la chiquilla.
—N-no… Creo que puedo herirla —Retuvo un suspiro melancólico—. Akane me tiene miedo; mi familia me tiene miedo…
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El día qué Kimiko entró en labor de parto, fue uno de los días más felices y emocionantes para su esposo, un joven Soun Tendo. Por supuesto que había sentido esa misma felicidad en el nacimiento de sus otras dos hijas: Kasumi y Nabiki, pero esta vez, flotaba en el ambiente algo muy especial.
No fue una bebé la que nació esa tarde, a principios de mayo, sino dos hermosas niñas, idénticas en todos sus rasgos. Una doble razón de dicha a las que ellos llamaron Akane y Kaori.
Akane, nacida pocos minutos después que su hermana, era un verdadero remolino, y sus padres tenían qué sujetarla fuertemente para que no se cayera de sus brazos mientras la cargaban. La niña amaba comer y dormir largas siestas.
Kaori era lo opuesto: tenía el voraz apetito de Akane, pero ella era toda la calma de lo que la otra carecía. Dormía apenas los límites naturales de un bebé y pasaba el resto del tiempo observando la algarabía a su alrededor.
Muchos meses después, y con la energía que la caracterizaba, a nadie le asombró que fuera la gemela menor quien hiciera los primeros de caminar, y además, lo consiguiera sin mucha dificultad.
Eso alentaría a los orgullosos padres para que su otra hija hiciera lo mismo, pero aquello no haría sino empezar una cadena de eventos desafortunados, siendo Soun el primero en notarlo.
Cada vez que Kaori caía en alguno de sus intentos por mantenerse erguida, hacía un puchero y poco más, antes de levantarse y seguir tratando de dar pasitos, como si nada hubiera pasado.
A ambos padres se les iluminaba la mirada al tener una verdadera guerrera por hija, hasta que comenzó a notar qué, donde Kaori se lastimaba al caer, a Akane le salían moretones y enrojecimientos en la piel.
El padre trató de pasar esos detalles por alto, pero se fueron haciendo tan constantes, que terminó por dar inicio a la descabellada idea de vigilar a Akane, deseando con todo su corazón por ver un indicio de que sus marcas fueran naturales a sus propios movimientos, sin embargo, nunca encontró la prueba que anhelaba.
Cuando su esposa se enteró de lo que pasaba, no tardaron en llevar a las dos pequeñas con un médico, porque no sabían qué más hacer; eso jamás les había ocurrido con sus otras dos hijas.
"Nada" Las dos estaban perfectamente bien de salud, no obstante, el extraño fenómeno jamás desapareció.
El verdadero problema se desencadenó cuando Akane fue consciente de lo que su hermana provocaba en ella y comenzó a alejarse cada vez más de su hermana, y refugiándose en los brazos de su madre. Por otro lado, Kaori fue tomando plena consciencia de lo que podía hacer, y el nivel de su alcance fue creciendo, a medida que la envidia aumentaba por la cercanía de su madre y su hermanita.
No lo hacía por una maldad absoluta. Como toda niña, se peleaba por los juguetes con su hermana, sin importar que sus padres se esmeraran en comprarles los mismos, justamente para evitar las discusiones.
Akane solía ganar por fuerza, pero entonces, la mayor iba a un rincón y se pellizcaba fuertemente. Su piel se mantenía intacta y su dolor era apenas un pequeño escozor, comparado con los estragos que causaba en su hermana, quien terminaba con la piel amoratada al poco rato.
Los padres no podían permitir que siguiera sucediendo eso, y dado que los médicos no se encontraban explicación alguna, decidieron que era hora de intentar otra solución, la llevarían con una consejera infantil.
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—Pienso que la niña está bajo mucho estrés —Le informó la psicóloga Uchida a los padres de la chiquilla, luego de llevarla tras uno de sus episodios de coraje—. Es la solución que más se aplica en este caso. Kaori se libera del coraje mediante el daño a su propio cuerpo, imaginando que es Akane y, si trajeran a la otra pequeña, estoy segura de que resultaría en que inconscientemente su cuerpo reacciona a las auto agresiones de su hermana.
—No parece algo descabellado —Kimiko aceptó la idea de la especialista—. Creo que debemos traer a Akane también.
—¡Mis pobres bebés! —Se soltó a llorar el padre—. ¡¿Por qué tienen qué pasar por esto?!
—Señor Tendo, es necesario que se calme —Sugirió la consejera, dirigiéndose a ambos padres—. Que las niñas los vean preocupados, sólo empeorará la situación.
Los tres salieron del consultorio y se encontraron con la chiquilla, esperando pacientemente sentada en la sala de espera.
En cuanto los vio salir, se pescó de la pierna de su madre, muy alegre.
—Mami, ¿ya podemos irnos? —Preguntó con la misma sonrisa—. Mi amiga Hana dice que soy una buena niña y que me van a comprar un helado gigante y una hamburguesa con papas.
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Querido diario:
Ya pasó un año desde que comencé a visitar a mi amiga Hana. Creo que ella es la única que me entiende.
Estoy muy triste.
Ella me dijo que no me lastimara más los brazos y las piernas para que mi hermana no se pusiera mala, y lo he cumplido, pero aún así, nadie me quiere ni me cree.
Kasumi y Nabiki juegan mucho conmigo, pero mis papás no quieren que me acerque a Akane.
Ella se cae sola. Yo no tengo la culpa. ¡Y me pegó la tos y la sarampeón y nadie la regañó a ella!
… Papi y mami no quieren darse cuenta, pero, creo que se está volviendo como yo.
Cuando Akane se le caen los dientes, mi boca se corta y sale sangre de mis dientes…
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Querido diario:
A escondidas de mi mami, mi papi me llevó con una señora rara. Su casa era muy fea y tenía una gallina colgada de un mecate.
Tuve mucho miedo y la señora me miraba muy feo.
Mi papi no sabe que los escuché, pero esa mujer le dijo que yo era mala y que no podía curarme.
No sé de qué, pero estoy enferma… por eso no me quieren.
Siguen sin creer que ella también me lastima.
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Querido diario:
¡Akane es malvada! ¡No es justo! ¡No es justo!
¡Ella no quiere que mi mami esté conmigo!
Yo corté una flor para mi mami por su cumpleaños y ella estaba muy feliz. Me dijo que le gustaba mucho y que la pondría en un jarrón para mirarla todos los días.
… Y luego escuchó llorar a mi hermana porque se rompió el palito de su rosa y fue con ella a decirle que no estuviera triste.
Mi mami la abrazó y le dijo que arreglarían el palito para que siguiera siendo una flor bonita.
Pero se le olvidó juntar la mía.
Es muy mala.
Estoy enojada con mi hermana. La odio mucho.
Ya no quiero verla. Ojalá se fuera muy lejos de aquí.
Me las va a pagar.
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—¡Hay qué llevarla a un hospital, ahora!—. Gritó Soun, apartando a su esposa de donde el cuerpo de la pequeña Akane se hallaba tirado.
—¡¿Qué fue lo qué pasó?!—. Exclamó la madre, tratando de coger a su hija en brazos, mas Soun se lo impidió. Si Kimiko sentía el cuerpo herido de la niña, no habría alma humana que la separara de su hija.
—Seguro que se tropezó con las escaleras —Dedujo Nabiki, quien lloraba al ver a su hermanita tendida en el piso, con la pierna doblada de forma imposible—. Siempre baja corriendo y no se fija.
—¡Nabiki, por favor!—. Suspiró Kasumi, haciendo grandes esfuerzos por controlar las lágrimas.
—¡No hay tiempo qué perder! —Ordenó Soun—. Kasumi, mamá y yo iremos con Akane. Por favor, cuida de tus hermanitas. ¿Puedes hacer eso por nosotros?
Ella asintió y sus padres salieron corriendo con la más pequeña en brazos.
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—Nadie me miró—. La pequeña arrastró las palabras, distribuyendo con dificultad el poco aire en sus pulmones.
No lo había pensado mucho. Miró a Akane dirigiéndose al primer piso, y sin pensar en las consecuencias, la empujó, peldaños abajo. El ser idéntico a ella rodó por las escaleras en lo que parecieron instantes, hasta que terminó postrada en el piso y un alboroto se inició en la casa.
Kaori vio el charco de sangre que se formaba bajo el cuerpo de su hermana, y ajena a las consecuencias de sus actos, frunció sus labios en un intento por emular un gesto de alegría, pero no lo sintió así.
Se sintió avergonzada por creer que en su fantasía risueña, un hilo de saliva se había escapado de sus labios. Se talló la boca con la mano, no obstante, su brazo desnudo quedó impregnado de un rastro húmedo y rojo, sin embargo, ella estaba demasiado asustada con su fechoría para darse cuenta de que era sangre.
—¡Papá, mamá, Akane se ha caído de las escaleras!—. Kasumi entró por la puerta de la cocina y miró a su hermana, yaciendo en el suelo; volteó hacia el piso superior sin descubrir a Kaori, quien ya había huido de ahí.
No entendía por qué su cuerpecito dolía tanto. Sabía que le dolería un poco; últimamente dolía más, pero esto ya no lo aguantaba.
¡Dolía mucho!
Antes de que la regañaran, iría a esconderse al armario de mamá.
Seguro que nadie se daría cuenta y no la castigarían.
Avanzó a paso lento, sosteniéndose el brazo derecho con el otro, a la vez que arrastraba su pie, que se torcía de forma antinatural a cada paso.
—No van a querer darme medicina —Comenzó a llorar, ya oculta en la oscuridad de su eterno refugio—. Van a estar muy enojados conmigo cuando me encuentren.
El dolor se fue volviendo inaguantable y dentro de su llanto, se quedó dormida.
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El ver el pequeño cuerpo de su hermanita en un oasis de sangre, dejó muy impresionada a Nabiki, y Kasumi, haciendo acopio de toda la fortaleza de la que un par de años más la dotaban, la guió del primer escalón, donde Nabiki se había postrado, hasta la cocina.
Allí puso la tetera a hervir y le sirvió a su hermana una taza de té para que se relajara.
Creía que, por ser ya de noche, Kaori estaría dormida en su habitación, y cuando pasó a revisarla, creyó mirar las cobijas abultadas en la cama.
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Soun y Kimiko volvieron a la mañana siguiente, con una Akane desbordando energía, a pesar de traer yeso en un brazo y una pierna, y múltiples golpes en su cuerpo; sin recordar nada de lo sucedido.
Los padres llamaron a las demás niñas para desayunar y darles la buena noticia, pero Kaori nunca bajó.
Todos pensaban que se levantó muy temprano, y al no encontrar a sus padres ni a su pequeña hermana, se había asustado y habría corrido a esconderse.
Al ver que no se hallaba en su habitación, inmediatamente comenzaron a buscarla.
Al abrir el armario, se horrorizaron al mirar que Kaori se hallaba hecha un diminuto ovillo, con sus ojitos cerrados y su piel sin vida y ligeramente amoratada. Bajo ella, las toallas manchadas de sangre sobre las que se encontraba recostada, habían absorbido toda la esencia que había salido del cuerpo de la chiquilla.
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La señora Tendo no lo resistió y murió de tristeza, muy poco tiempo después, y Soun decidió ir con la bruja en busca de un brebaje que tranquilizara su corazón de la extraña desgracia que se había ceñido en su familia.
Lo que nunca supo, es que la vieja prepararía un brebaje para él y sus hijas, que dejaría a Kaori en un recuerdo nubloso.
Ella creía que era lo mejor.
Merecían descansar de tanta desdicha.
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