¡Hola, holita, vecinitos!
¿Qué tal todo? Soy lo peor, soy lo peor, lo sé. Tengo varios fics empezados y ahora salgo con esto¡pero no he podido evitarlo! Lo últimos días de clase todavía me atreví a ir a alguna hora de clase (más porque mi padre conocía al susodicho profesor que por otra cosa) y como no hacíamos nada empecé un fic. Mirad lo que pasa u.u
Serán sólo tres capítulos, los justos y necesarios para contar esta historia corta cuyo principio me gusta y final no está escrito aún, aunque sé cómo acabará. Espero que os guste :) prometo que lo acabo de colgar antes del día 29 (vamos, antes de irme de viaje) si me dejáis muchos reviews¿ok?
Espero vuestros comments. ¡Nos vemos!
Jane
1 – Jueves de San Valentín
Cuando me desperté aquella mañana no me esperaba, para nada, un día como ése. No es que fuera raro, no… es que pecó de desconcertante. Sólo por cómo comenzó, ya debería haber sospechado (a veces me encanta el instinto que tengo…)
Para empezar, no me despertaron los gritos de una Lily despotricando contra mí por seguir durmiendo para luego hacerlas llegar tarde, ni los almohadazos usuales de una Abby al borde de la histeria por la prueba de Transformaciones a segunda hora. De hecho, me desperté yo sola. ¡Sola¡YO!
Bien, quizás para vosotros no signifique gran cosa, pero he de deciros que la última vez que eso sucedió… no, disculpad, eso no ha sucedido nunca antes, olvidadlo. Perdón. El caso es que ellas aún estaban dormidas y yo, por no sentirme sola y que no me diese miedo la oscuridad, toqué diana con la varita y las saqué de la cama, Ahí está el segundo hecho extraño del día: sigo viva para contarlo.
Y como sigo viva y no sé cuánto durará eso, presentaré a mis dos especimenes femeninos de compañía.
Abigail Jamieson, más conocida como Abby para que la pobre no coja complejo de abuela, es la encarnación del espíritu de Einstein. Pero en mágico. Nunca, jamás, hasta que la conocí en Hogwarts, había sabido lo que era una enciclopedia con piernas. Lo sabe todo. TODO (con mayúsculas). El día que le haga una consulta y no sepa responderme yo le haré caso a mi hermano en cualquiera de sus sugerencias (incluyendo las que me "recomiendan" con amabilidad que el lago está cerca y yo no nado muy bien). Abby es bajita, de pelo castaño, rizado y largo, y tiene unos ojos azules y almendrados preciosos. Su cuerpo es delgado, propio de una bailarina de ballet, aunque ella nunca haya hecho danza. Está demasiado ocupada aprendiendo más y más de cualquier cosa.
Lily Evans es la prefecta de Gryffindor. Pelirroja, de ojos verdes y con un cuerpo muy bien torneado fruto de unos genes afortunados, es el sueño erótico de medio alumnado masculino (y quizás de algún que otro individuo del femenino también). Las hay con suerte… el caso es que (para que no me diga luego que siempre la juzgan por el físico) tiene unas notas brillantes, en constante competencia con otros cuatro alumnos: la propia Abby, Severus Snape (un tío friki de pelo guarro de Slytherin), Sirius Black (¿sabéis lo que es un galán de culebrón?) y James Potter (esto os lo explicaré más adelante, porque merece párrafos aparte). Para terminar de resumir un poco, Lily es una persona inteligente, guapa, aterradora cuando se enfada y pura miel si le interesa. Vamos, que hasta que la ves recién levantada, puedes llegar a pensar que es perfecta.
Y yo… Bueno, a mí ya me iréis conociendo. De momento, sólo os daré mi nombre: Alyson. Aunque prefiero Lys. Y a quien se meta con él, que se vaya largando, que yo lo encuentro tremendamente sexy y me encanta¿clarito? Eso espero…
-Buenos días, Lys – suspiró Lily esa mañana, prácticamente flotando hacia el baño.
-Sí, buenos días, pequeño caos – añadió Abby, siguiéndola en el mismo plan.
Las miré con el entrecejo fruncido, puse los ojos en blanco y decidí bajar al Gran Comedor antes de que se percatasen de que acababa de cargarme el tubo de pasta de dientes y estaba todo salpicado.
Allí abajo la cosa ya estaba más animada: en mi mesa, casi la mitad de mi casa (Gryffindor, por supuesto, y orgullosos de ella) estaba ya desayunando entre risas y charlas animadas. De hecho, ahora que lo pienso, toda la sala parecía alborotada, pero como mi capacidad de percepción es prácticamente nula los viernes e inexistente el resto del año, pues no me di cuenta. Yo me senté y empecé a engullir tostadas con mermelada de arándanos en cantidades industriales. Hasta que un suspiro colectivo hizo que se me quitase el apetito (y no es fácil).
Cuidado, el terror de las nenas acababa de hacer aparición. Ellos, los inigualables… capullos amigos de mi hermano (ser incluido). Cuatro de los entes más agobiantes y detestables del planeta que llegaron a la mesa… y se instalaron justo conmigo. Mi hermano pasó por mi lado y se sentó a mi derecha. Me dio un beso en la mejilla a modo de buenos días.
-¡Arghhh! Odio que hagas eso – dije, frotándome la zona en cuestión con la manga de la camisa.
-Yo también te quiero, Lys – replicó él, echándome más leche en la taza y sirviéndose él.
Vamos a ver, en el fondo, mi hermano es un cielo. Pero es tan sobre protector conmigo que es materialmente imposible que nos llevemos bien. Y supongo que ya tendréis ganas de saber quién demonios es.
-Deja de echarme más comida, Remus. Ya he desayunado – añadí.
Sí, señoras y señores, Remus Lupin, uno de los cuatro capullos arrogantes que integran los Merodeadores, aunque no el más capullo de todos, eso desde luego. Es alto, delgado, de pelo castaño y ojos ambarinos y brillantes, siempre con aspecto cansado, quizás por ese pequeño problemilla suyo que ahora no viene al caso y ya os comentaré (si me acuerdo…). Es muy inteligente, el cerebro tras los atentados terroristas de esta banda de pequeños asesinos serbocroatas, y el más sensible de los cuatro, por lo que, al menos, no es del todo mal aceptado entre mis amigos, con los que simpatiza bastante… cuando está solo.
Recibí otro beso en la otra mejilla y me giré, furiosa. A mi otro lado, James Potter me observaba sonriente desde detrás de sus gafas. Esta es la "cosa" con la que Lily pelea por las notas… y por otras cosas. No, no están saliendo. Y sí, a James le gustaría. Lástima que mi pelirroja amiga antes prefiriese cortarse los brazos que acercarse a él. A mí James no me cae particularmente mal, aunque hay veces que de verdad no le soporto. Es chulo, arrogante, fanfarrón, un ligón empedernido… Mejor lo dejo que me embalo. Pero, por otro lado, es inteligente, listo como el hambre y un cielo de chaval cuando quiere. Se parece mucho a Lily. Quizás ella se ve tan reflejada en él que por eso no quiere ni tenerlo cerca. Puede que lo considere narcisista incluso… No sé, no quiero descifrar los pensamientos de esa ojiverde chiflada.
El caso es que, de normal, no me habría importado ese gesto por parte del gafitas, pero esa mañana, no sé por qué, estaba yo particularmente susceptible.
-Estate quieto – le ladré.
La sonrisa de James pasó a ser burlona.
-Vaya humores… - comentó, bebiendo algo de zumo.
-¿Te pasa algo? – me preguntó el tercero del grupo, un chico bajito y regordete llamado Peter Pettigrew. Ese chaval es majo, aunque un tanto despistado. Me cae bien, pero no le confiaría el cuidado de mis hijos si los tuviera.
-No, no pasa nada – contesté, tratando de ser amable con él pero recelosa con los demás todavía.
-Ten cuidado, no vaya a morderte.
Ahí estaba. Tenía que abrir la boca, porque, si no, reventaba. Él era el único de la pandilla al que, ni susceptible ni no, no podía soportar. Era superior a mis fuerzas. Su ego era superior a cualquier cosa. Sirius "OMG-qué-bueno-estoy" Black, el mejor amigo de Potter. Mi Anticristo personal. Y lo mejor de todo es que no tengo ni idea de por qué no podía soportarle, porque era ególatra a más no poder, pero tampoco se alejaba mucho de James en carácter y él me caía bien.
Sirius era atractivo y carismático con las mujeres a partes iguales. Hubo incluso una temporada en la que consideré seriamente pertenecer al otro sexo sin darme cuenta porque todas las chicas babeaban por él y yo sólo podía ver a un chaval de mi misma edad o bien haciendo guarradas con alguna chica por las esquinas (guarradas que, por cierto, yo también he hecho pero con otros chicos) o bien payasadas en medio del pasillo, para no variar. La verdad es que guapo, quizás mucho, pero en cuestión de originalidad…
El caso es que no podía y no puedo con él. Muchos de vosotros pensaréis "Ya, seguro… pero ¿a que al final de todo este rollo acabáis juntos?" ¡Pues no! Eso ya os lo adelanto. Antes muerta que con un Black… Dios, qué horror.
Aunque no acabar con alguien, no significa que el camino no sea interesante, así que no os vayáis tan pronto que os estoy viendo.
Pero volvamos a la escena, que me desvío.
-Black, si quisiera tu opinión… No, nunca querré tu opinión – le repliqué, con falsa calma.
-Vamos, nena, todas las chicas de este colegio querrían mi opinión – dijo él, con esa media sonrisa que tenía encandilado a medio colegio.
-No todas. Mi hermana es lista – intervino Remus, desinteresadamente. Lily y Abby carraspearon sin dejar de hacer sus cosas. – Perdón: y sus amigas también.
-Gracias – respondieron las dos a coro, sin mirarle esta vez tampoco.
Suspiré. Un día más en Hogwarts.
Justo en ese momento, ese "día más" se vio invadido por una bandada de lechuzas desbocadas, rebosantes de cartas, paquetes y flores. Las aves planearon por todo el comedor, dejando algo para todos. En nuestra mesa, una centena de lechuzas se posaron delante de mi hermano y sus amigos, que felices de la vida se dedicaron a recoger su correspondencia con una sonrisa en la boca.
Miré a mis amigas, que también recibían con los brazos abiertos regalos y cartas, sobre todo la pelirroja, que no daba abasto con tanta lechuza desplumada cerca. E incluso cuando me giré y vi que en el suelo tras de mí había una hilera considerable de bichos alados esperando a que me dignase a hacerles caso, todavía me costó conectar mis dos neuronas y darme cuenta de que ese "día más" era San Valentín.
Abby me dio un pequeño golpe para que regresase al mundo terrenal y me ocupase de los pájaros.
Quince minutos más tarde, el comedor quedaba libre de aves para todos, y dejaba a un montón de adolescentes hormonalmente inestables que revisaban con entusiasmo su correo. Como no podía ser de otra forma, el insoportable de Black había coleccionado tal cantidad de pergamino que seguramente hubiéramos podido envolver a Pettigrew con él. Bufé y miré a Remus y Abby, que tampoco parecían muy interesados en su correspondencia. Me giré hacia Lily y James. Ahí si encontré entretenimiento.
-Espero que alguno de los sobres sea tuyo – dijo James, sonriéndole a la ojiverde.
-Pues sigue esperando – replicó ella, dándole un sorbo a su café y terminando de leer una de sus cartas. Después soltó un suspiro ridículo - ¡Qué mono!
-¿Quién? – preguntamos Abby y yo, interesadas.
-No lo sé, es ese anónimo de todos los años – contestó ella – Cada vez está mejor – añadió – Lástima que este año terminemos el colegio.
-Sabrá dónde encontrarte el año que viene, estoy segura – dije yo, muy convencida, aunque en realidad no tenía ni idea de quién era el Shakespeare de mi amiga.
La pelirroja se encogió de hombros y se levantó para irse a su clase de Transformaciones avanzadas. Todas sus asignaturas son avanzadas, como las de Abby y mi hermano. Todos tan trabajadores, e inteligentes, preocupados por sus notas y… Bueno, básicamente, hacen todo lo que yo no debería, que no pego palo al agua y no es que vaya mal… es que voy peor. Pero no se lo digáis a mis padres.
Sus dos compañeros de andaduras avanzadas se pusieron en pie también. Los tres juntos se despidieron y luego desaparecieron llevándose todas sus cartas y a una pelirroja emocionalmente saturada.
Rodé los ojos y terminé de comerme mis tostadas con huevo frito, cosa que algunos consideran una guarrada para desayunar pero que para mí es delicatessen… basura, pero delicatessen al fin y al cabo. James hizo un ruidito extraño con la boca y levanté la mirada. Tanto Black como él estaban demasiado ocupados leyendo sus pergaminos como para seguir comiendo.
Yo, personalmente, siempre he considerado más importante la comida. Las cartas no se enfrían si esperas para leerlas.
-¿Pasa algo? – le pregunté al gafitas.
-¡Ni uno sólo es de Lily! – exclamó él, decepcionado - ¿Crees que habla en serio cuando dice que no me quiere?
-A ver, tres años de acoso algún tipo de vínculo crean, pero no creo que ella te profese afecto especialmente – traté de explicarle con calma.
-Vamos, que no te quiere ver ni en pintura, macho – aclaró Sirius, de forma bastante menos delicada. Lo fulminé con la mirada.
-¿De verdad sigues pensando que esa… cosa es tu mejor amiga?
-A veces se me plantean serias dudas – contestó James, haciéndome sonreír - ¿Qué tal te ha ido? – me preguntó, señalando mi pila de cartas.
-Ni idea, todavía no las he mirado.
-¿Puedo?
-Tú mismo, yo estoy comiendo.
Creo que le vi reírse mientras cogía mis cosas.
-Diggory… Abbot, Jones, Shakelbot… - murmuró, pasando carta tras carta - ¡Zabini! – exclamó de pronto. Sacudió la cabeza, confundido, y continuó con la inspección. Y yo, mientras, le robé una magdalena – Corner… Longbottom… Black… - un momento - ¡BLACK! – gritó de pronto. Su amiguísimo del alma se encogió en el asiento cuando tanto James como yo giramos tan bruscamente el cuello hacia él que casi nos lo dislocamos.
-¿Tú? – gemí, con horror, mirándole.
-Fue una obra caritativa, no creí que nadie te fuese a enviar nada – se justificó, mintiendo bastante mal, él.
-Seh, seguro… - masculló James.
Increíble, Black me había enviado una felicitación de San Valentín. Si cuando yo digo que un día es raro…
-Bueno, pues obviamente, no ha sido así, así que podrías habértela ahorrado – repuse yo, de malos modos. ¿Por qué de repente tenía la sensación de que mis mejillas estaban ardiendo?
-¡Oh, Merlín¡Te has sonrojado! – exclamó James, señalándome, triunfal. – A veces tengo la sensación de que soy el último en enterarme de todo – terminó farfullando, con cara de pena.
Pobrecillo. Si en el fondo es que es inevitable: sabes que no hay por dónde cogerlo, pero esa carita sigue derribando barreras incluso en las más fuertes. Véase… ¿yo? Porque Lily no cuenta… de momento. Quiero pensar que James acabará usando todo su ingenio y lográndolo. He apostado por ello doce galeones, que no me joda ahora…
Total, que Black y yo intercambiamos miradas incómodas y luego las desviamos a favor de disminuir nuestra vergüenza. Yo, aunque jamás lo admitiré delante de él, me moría por saber qué ponía su carta, aunque tenía una idea preconcebida bastante clara: una retahíla de todos los tópicos que se ponen cuando no se sabe qué otra cosa más poner. En el fondo, me daba un poco igual. El caso es que, por algún extraño motivo, yo tenía una felicitación de San Valentín de uno de los (suspiro resignado) sex symbols del colegio, cosa que pocas podrían decir. Ah, sí, y luego estaba ese punto de… "Sirius Black me hace más caso de lo normal, pero yo soy una tía lista y paso de él." (NOTA: decir esta frase con tono de dura).
Ni que decir tiene, que el día no había hecho más que empezar.
ºoºoºoºoº
Cuando llegó la tarde, el castillo ya era un hervidero de cotilleos: parejas recién formadas, parejas deshechas, peleas, desamores… Vamos, una telenovela en versión mágica. Lily (que había recibido 32 cartas de las cuales 24 eran de Potter) y James (que se había pasado todo el día insistiéndole a la pelirroja para ir juntos a la próxima salida al pueblo sin éxito), premios anuales, se pasaron todo el día controlando a sacos de hormonas andantes cuya mente no les daba para más que meterse en disputas. Las generaciones venideras no prometían mucho en cuanto a sutileza.
Las clases no fueron un problema a la hora de posponer la lectura de las cartas recibidas… de normal ya no hacía nada, así que ¿por qué empezar entonces? Y, la primera que abrí, fue la de Black. Tanta intriga, tanta intriga…
Hola nena (insertar un bufido por mi parte que me valió una mirada chunga de la McGonagall):
Sé que nunca hemos tenido grandes momentos juntos porque todavía no has comprobado el encanto de persona que soy, pero quisiera una oportunidad para que lo vieses. No hace falta que le comentes a tu hermanito Remus el contenido de la carta, ni el remitente ni nada. De hecho, te agradecería que no hablaseis de mí, nos ahorraríamos muchos problemas.
¿Qué te parece que quedemos este sábado, en la salida a Hogsmeade?
Te recojo a las cuatro en el hall. No te arrepentirás.
Sirius
Hice verdaderos esfuerzos por no poner los ojos en blanco, pero los milagros son sólo cosa de dioses.
-¡Lupin! – chilló McGony, qué mala leche tiene cuando quiere - ¿Se puede saber qué la molesta tanto de mis explicaciones¿Quiere subirse usted a la tarima y dar la lección por mí?
-No, profesora McGonagall – contesté, con tono serio y aburrido.
Ella me lanzó una última mirada airada y continuó con lo suyo. Me giré hacia Black, no tengo muy claro por qué, y él me guiñó un ojo. Un escalofrío recorrió mi espalda. Qué cosas más siniestras podían pasar un jueves por la mañana…
