Disclaimers: Ni Code Lyoko ni Avatar me pertenecen, si el primero me perteneciera Ulrich mandaría a Yumi por un cable y se iría con Odd, uso los personajes de uno y el mundo del otro para mi fic, que es por diversión.
La Leyenda de Ulrich
Prólogo: El Fin de una Era
Aire… Agua… Tierra… Fuego… Desde Tiempos Inmemoriales, el Avatar ha mantenido la armonía entre las Naciones, entre el Mundo Terrenal con el Espiritual. Pero ahora, el Avatar debe enfrentar posiblemente la mayor de las amenazas…
Una mujer pelirrosa, de ojos verde claro, que vestía una túnica verde con bordes amarillos, ceñida con un listón café, en el que descansaban un par de abanicos, sobre una camisa café de manga corta y cuello amarillo mostaza y unos pantalones cafés, y cuyos pies iban descalzos, peleabea contra tres oponentes. No sabía cómo había llegado a ésa situación, en un momento celebraba junto a su esposo y su hija una fiesta en su honor, y al otro luchaba por su vida y por la del pueblo en que se encontraba.
El primero era un anciano, de pelo blanco largo y desarreglado, cejas blancas y pobladas y una larga barba de chivo, la piel pálida y demacrada, ojos azules, y fríos, y de hecho el globo ocular era de un insano color amarillento, y largas uñas, tenía una marca negra en su frente y otra atravesándole el ojo. Vestía una túnica azul oscuro con azul rey.
El segundo era un hombre joven, gordo, con el pelo castaño y ojos cafés, y un curita en la mejilla. Vestía un pantalón holgado verde, ceñído con una cuerda, una camisa verde con borde amarillo, que llevaba abierta, mostrando su panza, y guanteletes de color amarillo mostaza, y como la mujer pelirrosa iba descalzo.
El tercer hombre era de piel morena, ojos negros y calvo, que usaba una túnica naranja oscuro, ceñida con una faja amarilla, pantalones naranja oscuro, calcetas blancas, guantes y zapatillas negras, además de lucir un tatuaje con forma de flecha, que abarcaba desde su frente y se perdía por su nuca.
Lo increíble no era la pelea en si, sino cómo combatían: mientras el anciano de pelo blanco, haciendo movimientos fluidos, controlaba y usaba agua como arma, el hombre castaño, pisando con fuerza la tierra, levantaba grandes rocas, que casi inmediatamente lanzaba contra su oponente, y el hombre calvo, haciendo movimientos rápidos con las manos, atacaba con ráfagas de aire. Los tres hombres eran tres poderosos Maestros Agua, Tierra y Aire.
No obstante, ni los tres juntos representaban una amenaza para la mujer de pelo rosa: cuando el anciano le arrojaba una bala de agua, ella la atrapaba y se la devolvía con mayor fuerza, cuando una de las rocas del hombre gordo iba a golpearla, ella, poniendo una postura fuerte protegiendose el rostro con los brazos, volvía arena la piedra sólida, antes de levantar una propia y lanzarsela al gordo, y cuando el hombre del tatuaje lanzaba una fuerte ráfaga de aire en su contra, ella la esquivaba y respondia con otra de igual intensidad.
A ninguno de los tres hombres les sorprendía que la mujer pudiera usar los tres elementos, cuando era evidente que era una Maestra Tierra. El motivo era que no era una Maestra Tierra cualquiera: la mujer era Anthea Schaeffer, el Avatar Anthea.
-Saben, caballeros, no esperaba que hubiera alguien tan audaz para venir a desafiar al Avatar-dijo Anthea con una sonrisa, antes de poner semblante serio-pero ya siendo serios, vayanse ahora y olvidaré que se atrevieran a atacarnos a mí y a mí familia-afirmó entre decidida y severa.
-Ah, ¿si? ¿y qué nos harás si nos rehusamos a irnos?-preguntó el hombre joven desafiante.
-Si ustedes desean verlo-dijo la pelirrosa, mientras sus ojos empezaban a brillar con una intensa luz blanca, mientras una corriente que parecía solo soplar para Anthea levantó ligeramente su cabello. Los tres hombres sabían que pasaba: Anthea había entrado en el poderoso Estado Avatar.
Anthea, en Estado Avatar, utilizó una poderosa ráfaga de aire para derribar a los tres hombres y luego, con Tierra Control, los aprosionó contra el suelo con grilletes de piedra, neutralizándolos terminantemente. Una vez inmobilizados sus oponentes, Anthea salió del Estado Avatar y se acercó al Maestro Aire, quien era el más cercano a ella.
-Muy bien, exijo una explicación, ¿por qué atacaron esta aldea? ¿era precisamente para atacarme a mí?-preguntó con exigencia. El Nómada del Aire sonrió con siniestra amabilidad.
-¿Aún no lo entiende, joven Avatar?-preguntó el hombre con calma. Anthea no entendió el comentario.
-¿De qué está hablando? ¿Entender qué?-quizo saber la mujer. El anciano de pelo blanco se encargó de responder.
-He aquí un Maestro Agua, un Maestro Tierra y un Maestro Aire, ¿no cree que consideramos que para ser una amenaza para el Avatar reclutaríamos también a un Maestro Fuego?-preguntó retóricamente.
-¿Y dónde está su Maestro Fuego? ¿huyo acaso?-preguntó Anthea, empezando a perder la paciencia.
-Estoy aquí, Avatar Anthea-dijo una voz femenina a espaldas de la pelirrosa.
Al voltearse, Anthea vio algo que le heló la sangre: una mujer, al parecer de unos 70 años, pero todavía esbelta y poderosa, con un elegante kimono que mezclaba el rojo y el negro, con el dibujo de un dragón rojo a lo largo, un largo cabello plateado que le bajaba en cascada, y ocultando su rostro en una máscara completamente lisa, tenía firmemente agarrada a una niña de apenas un año, de hecho con aspecto de recién haber empezado a caminar, de ojos verdes y cabello rosa y esponjado. Lo que más le espantó a Anthea, era que la Maestra Fuego amenazaba a la niña con un dedo, del cual brotaba una llama de fuego azul.
-¡Aelita!-dijo la mujer espantada, antes de poner una expresión furiosa, mientras sus ojos empezaban a brillar, cosa que la mujer enmascarada esperaba.
-Siquiera lo intentas, Avatar, y tu hija necesitará una máscara como la mía-amenazó la mujer, acercando su dedo aún más al rostro de la niña.
Anthea, al ver que la mujer enmascarada la tenía en jaque, bajó los brazos mientras cerraba los ojos, los cuales dejaron de brillar. La mujer de la máscara aprovechó la baja de guardia de la Avatar y, tras arrojar a la niña al suelo, le disparó un relámpago en el pecho. Con Anthea derribada, la mujer de la máscara, lanzando rápidas dagas de fuego, libero a sus compañeros de sus grilletes, y empezó a avanzar hacia la pelirrosa, solo deteniéndose para mirar con frialdad a la niña a sus espaldas.
-Ya vencí a tu madre, ahora largate, niña, no querrás ver lo que le pasará a tu mami-le dijo con crueldad y frialdad, y la niña, a punto de romper en llanto, se levantó y salió corriendo.
Con la niña ya fuera de escena, la mujer siguió acercándose al Avatar caída, mientras sus tres colegas también se acercaban. Los tres hombres tenían una maliciosa sonrisa truinfante, viendo a la mujer enmascarada.
-Por fin, tras años de espera, podré llevar a cabo lo que he estado planeando, desde antes de ser desterrada-declaró la mujer con malicia y orgullo-los Espíritus han sido unos tontos, y más tonto ha sido el Espíritu del Avatar, encarnando y reencarnando en pusilanimes indispuestos a hacer lo necesario para mantener el equilibrio del mundo, solo yo he comprendido la verdad: para que el mundo se mantenga en equilibrio, para lograr una paz completa, el Avatar debe gobernarlo con puño de hierro, y como la actual Avatar, al igual que todos los que la precedieron, carece de las agallas para eso, es hora de tomar el asunto en mis manos-declaró la mujer, llenando a sus tres colegas de oscura excitación.
-Obligando al Espíritu del Avatar a ligarse con usted, convirtiéndola a usted misma en el Avatar-dijo el Nómada Aire con orgullo en la voz.
-Un Avatar dispuesto a callar todo intento de guerra, asegurarse a toda costa que halla paz en el mundo-secundó el Maestro Agua.
-Y como, dado que usted ya está entre nosotros, no podemos simplemente matar al Avatar Anthea y esperar que reencarne en usted…-empezó el joven Maestro Tierra.
-Obligaremos al Espíritu del Avatar a desligarse a ella, y fusionarse conmigo-completó la Maestra Fuego, antes de ver a la mujer inconsciente a sus pies-no sobrevivirá, por su puesto, pero su sacrificio no será en vano, porque con su muerte nacerá un mundo verdaderamente en paz-declaró suavemente.
Dichas estas palabras, cada uno se alistó para el ritual: el Nómada del Aire creó una esfera de aire, el Maestro Agua una de agua, el Maestro Tierra una esfera de tierra y piedras, y la mujer de la máscara creó una de fuego azul. La luz que emanaba del fuego azul le daba a la mujer un aspecto aterrador.
-He aquí los Cuatro Elementos: Aire, Agua, Tierra y Fuego, que en conjunto y unión, romperán el nexo del Espíritu del Avatar con éste contenedor, para unirlo a uno nuevo, que se convertirá en el nuevo Avatar-citó la mujer, mientras las esferas empezaban a girar, formando un circulo que se cerraba más y más, mientras Anthea se retorcía en clara señal de dolor.
Los tres hombres veían como el ritual se realizaba, y como el Avatar se retorcía de dolor, sin saber si era por la herida que el relámpago que la enmascarada le lanzó o por el ritual en sí. Para su sorpresa, lentamente Anthea fue dejando de forcejear, hasta que finalmente dejó de moverse. Algo no andaba bien. Las esferas de fuego y aire se disolvieron en el aire, mientras que las de agua y tierra se disolvieron, y sus componentes cayeron al piso, el Maestro Aire se acercó a Anthea y le tomó la muñeca, antes de mirar a la enmascarada.
-Lo siento, Majestad, falleció, seguramente por el rayo que usted le disparó-anunció el hombre.
-¿Y? ¿Ahora usted es el Avatar?-preguntó el joven Maestro Tierra.
-¿No oíste? Murió por el rayo, significa que murió antes de completar el ritual-le contestó la mujer con brusquedad. Era evidente que no estaba contenta.
-¿Y qué se supone que haremos ahora?-preguntó el Maestro Agua.
-Esperar, señor Wong, esperar-declaró la mujer-serán años de espera, dieciseis para ser exactos, pero la identidad del próximo Avatar se sabrá, y yo estaré ahí para tomar lo que por derecho me pertenece-declaró la mujer, antes de emprender la retirada junto a sus compañeros.
Los días siguientes serían luctuosos no solo para el Reino Tierra, sino por todo el mundo, pues la muerte tan prematura del Avatar Anthea fue un golpe duro para las Cinco Naciones, más ya que ella desempeñó su papel de Avatar tan solamente 10 años luego de que su identidad se supiera.
Se organizó una gran ceremonía, en la cual asistieron personas de las Tribus Agua, del Reino Tierra, de la Nación del Fuego, de los Nómadas Aire y de la República Unida de Naciones, todos reunidos para despedir a la joven Avatar. Varias personas se acercaron para darle el pésame al viudo, el Dr. Waldo Schaeffer, y para desearle bienestar a su hija, quien ya casi no sonreía desde el fatídico día. En el monumento hecho en nombre de Anthea, donde descansarían sus restos mortales, se puso una inscripción:
"Aquí yace el Avatar Anthea, una de los Avatares más nobles y valientes que hubo, y tristemente la más joven en dejar este mundo".
(N/a: tenía pensado ponerlo en chino, como habrán visto que es el lenguaje escrito en Avatar, pero como dudo que el formato lo acepte, pues ya qué, traduscanlo ustedes).
Antes de todo esto, incluso mientras el Avatar Anthea moría en manos de la mujer enmascarada, en una pequeña ciudad de la Nación del Fuego, en la casa de un joven pero prometedor abogado, la mujer de éste se hallaba en labor de parto.
Finalmente, tras siete difíciles horas de labor de parto, finalmense te escuchó el llanto de un bebé, señal de que la criatura al fin había nacido. La partera salió, y quitándose el cubrebocas sonrió al esposo de la mujer.
-Felicidades, señor Stern, es un varón-dijo la sanadora con una sonrisa-si quiere, puede pasar a verlo-agregó con dulzura.
El hombre asintió, y acto seguido entró a la habitación que compartía con su esposa, donde yacía la mujer, que al verlo sonrió dulcemente, cargando un pequeño bultito envuelto en una manta roja. Al acercarse, el hombre vio que, en efecto, era un varón, de piel pálida, con ojos color ambar, y una pelucita de pelo café. El infante, al ver a su padre, le dio una sonrisa desdentada que conmovió a su padre (N/a: Walter Stern conmovido, ver para creer).
Walter y Úrsula Stern no lo sabían aún, pero su hijo había nacido justo en el momento en que Anthea Schaeffer exhalaba su último aliento. Tampoco sabrían hasta pasados unos días del fallecimiento del Avatar, ni que había pasado el mismo día en que Ulrich nació, aunque eso haría que no se sorprendieran cuando, al cumplir Ulrich los 4 años, los Sabios del Fuego lo llevarían a él y a todos los niños y niñas que nacieron el mismo día al Templo del Fuego en la Isla Luna Creciente. Lo que si les sorpendería sería que, finalmente, sería Ulrich quien eligiera precisamente las Cuatro Reliquias del Avatar, pues eso marcaría el destino de Ulrich, y tal vez de todo el mundo…
Continuara…
Con este marco el que espero sea mi segundo cescendo, ojala les guste y dejen centenar de reviews.
