LO QUE VEÍAN TUS OJOS

Zick siempre había querido ser más normal, pero cuando había tendo la oportunidad de serlo lo había odiado por cada segundo que sufrió sin poder ver a los monstruos.

Había Maldecido haber caído en la trampa de Magnacat, logrando pensar que jamás volvería a ser un domador.

Le había molestado no poder ver lo que antes veía, se había sentido extraño. Pero al menos sí había podido sacar algo bueno al haber perdido sus poderes por ese corto periodo de tiempo. Algo de lo que seguramente de otra manera no lo hubiera notado. Elena.

Su amiga hasta ahora se las había tenido que arreglar sin ver a los monstruos, y él a pesar de ya saberlo, no sabía que tanto miedo daba estar sobre algo invisible hasta que le tocó experimentarlo.

Ella siempre le había sonreído y seguido sin ningún titubeo, pero hasta que él no se encontró parado en el aire, donde antes estaba la ciudad de monstruos, pues no hubiera sabido sobre todo el nerviosismo que una persona puede llegar a sentir al estar frente a algo que no ves.

Debía agradecerle a ella, siempre se había quedado a su lado, apoyándolo, inclusive sino sabía lo que ocurría. Ella siempre había estado allí, incluso salvándolo y siendo valiente a pesar no poder ver lo que él sí.

Incluso en ese entonces, que era él quien estaba sin poder ver, era ella quien se quedaba a su lado, animándolo, aunque muy a su manera. Pero gracias al hecho de no haber visto a los monstruos había podido ver con claridad a su amiga.

Y aunque eso era algo que jamás diría en voz alta, agradecía a Magnacat por ello.