Capítulo 1: Comienzos.

La plataforma 9 y ¾ se alejaba rápidamente ante la mirada preocupada de Albus Potter. Su padre le había dicho que el Sombrero Seleccionador lo había escuchado cuando había dicho que no quería ir a Slytherin, la primera vez que pisó Hogwarts, pero él no estaba seguro de que con él fuera a hacer lo mismo. Albus realmente quería quedar en Gryffindor, la casa a donde había pertenecido toda su familia y en donde su hermano estaba, y creía que todos se sentirían desilusionados si el Sombrero decidía que ese no era su lugar, y más aún si lo mandaba a Slytherin, la casa que había dado más magos tenebrosos en la historia. Así, que a pesar de tener tremendas ganas de ser un alumno de Hogwarts, la escuela de Magia y Hechicería, había algo que lo instaba a rezar porque aplazaran el inicio del curso escolar.

- Al, no podemos hacer todo el viaje aquí en el pasillo del tren. Incluso James vino a ver si estábamos bien – le devolvió a la realidad su prima Rose, que lo miraba desde que se habían cerrado las puertas del tren – James, ayúdame con esto – y señaló al baúl.

- Después que los deje en su compartimento, me voy a buscar a mis amigos – les comunicó el chico arrastrando el baúl de su prima por el pasillo.

- Se suponía que debías quedarte con nosotros. Me lo prometiste – lo regañó Rose – A tus padres no les gustaría saber que no cumples con tu palabra.

- Mira, el tren es seguro, no saldrá ningún dementor de debajo de un asiento, ni nada parecido. Nadie se va a meter con ustedes, porque saben que andan conmigo; y si alguien lo hace, tienes a Al para que te defienda – le respondió el muchacho que comenzaría su segundo curso en cuanto terminara su viaje – Además, mis amigos me esperan. No los he visto en todo el verano. Todo está bien, a no ser que Al tampoco quiera quedarse solo.

- No tengo miedo – lo desafió el chico picado.

- Bien, porque en Gryffindor no se aceptan cobardes – le dijo, sabiendo que eso lo molestaría aún más, mientras los dejaba en un compartimento vacio y se iba.

- No le hagas caso – trató de consolar la chica a su primo, al ver la cara de disgusto que había puesto – Sabes perfectamente que él más que nadie quiere que vayas a Gryffindor. Debería decirle a la tía Ginny que James nos ha dejado nada más ellos dar la espalda.

- Sé que James lo dice de boca para afuera, pero igual me molesta esta inseguridad que siento – le confesó Albus – Es lo mismo que deberías sentir tú si piensas en lo que dijo el tío Ron del tal Scorpius Malfoy, al que tienes que vencer en todas las materias. Todos tienen una expectativa sobre tu desempeño y me empiezo a preguntar qué pasa si fallas.

- Si no quedas en Gryffindor, nos extrañaría pero igual te seguiríamos queriendo – le dijo tranquilizadoramente la muchacha – Yo por mi parte, estoy segura de que quedaré en Gryffindor y que si no puedo ser mejor que el tal Scorpius, por lo menos seré un hueso duro de roer.

- Rose, solo lo puse como ejemplo, a la tía Hermione no le gustaría esa rivalidad – se animó Albus.

- No, si no es declarada. Yo solo me voy a esforzar en mis estudios y eso no molestará a mi madre para nada – se rió Rose.

No habían pasado cinco minutos desde que James los había dejado, cuando la puerta se abrió y en el umbral apareció una muchacha. A diferencia de Rose, a la que le caía su lacio pelo rojo por la espalda, la nueva chica tenía su cabello negro, sedoso y tan largo que a pesar de tenerlo semi-recogido todavía le llegaba hasta la cintura. Unas iluminaciones azules adornaban el pelo que le caía en las mejillas, bordeando unos ojos grises que parecían estar ardiendo en una llama helada. A diferencia de sus ojos fríos, sus labios eran de un rosa intenso y resaltaban sobre su piel pálida, dando la sensación de que podían llenar de vida a todo aquello que tocaran. Eso fue lo que pensó Albus cuando la vió: que había muerto y que solo podría respirar de nuevo el día que ese ángel lo besara.

- Hola, un poco más y me deja el tren. Llevo dando vueltas por el pasillo desde que salimos y aún no encuentro dónde quedarme. ¿Me puedo sentar? – dijo muy rápidamente y ambos chicos asintieron. Acomodó su equipaje y su gato negro comenzó a maullar mientras recorría el lugar mirando a la lechuza de Albus.

Pasó un buen rato de silencio, en el que Rose y Albus, esperaron que la chica se presentara. Mientras, ella se había sentado a leer un libro e ignoraba a sus acompañantes, que se miraban uno a otro sin saber si interrumpir. Albus se moría por saber quién era ella, pero no se atrevía a preguntar.

- Hola, mi nombre es Rose Weasley – se decidió al fin la chica. La trigueña apartó la vista de su libro y la miró con mucha atención – y este es… – pero no pudo decir quién era el, porque la otra muchacha interrumpió.

- ¿Weasley? ¿Eres familia de Ginevra Molly Weasley? – se entusiasmó la joven.

- Sí, es mi tía. Aunque ahora su nombre es Ginevra Molly Potter – le aclaró Rose – y es la madre de este joven aquí presente, Albus Potter.

- ¿En serio? Qué suerte la mía – les dijo, mirándolos alternativamente – Sabía que Hogwarts era una escuela maravillosa, pero nunca me imagine cuánto.

- Lo siento, no quiero que pienses que quiero interrumpir tu alegría, pero no estamos entendiendo nada – habló Albus, de una forma tan tímida que Rose le dirigió una mirada entre extrañada y divertida.

- Disculpen, es que soy una gran fanática de Ginny – les confesó la muchacha, que aún no se había presentado – Ya saben, de cuando jugaba de cazadora para las Hollyhead Harpies.

- Eso fue hace más de doce años. Tú no habías nacido – se asombró Rose.

- Es cierto, pero hace algunos años, encontré un periódico viejo en el que decía que abandonaría su importante carrera como jugadora para dedicarse a la maternidad y a otros trabajos que le dejaran más tiempo libre para dedicarle a su familia y eso me llenó de admiración, así que seguí buscando entre los periódicos viejos y al ver todo lo que había conseguido en esos seis años como jugadora y lo que estaba dispuesta a abandonar, me convertí en su mayor admiradora – les explicó la muchacha.

- Vaya, estoy seguro que a mamá le encantará saberlo – le dijo Albus – Por cierto, no es que este tan interesado, pero me gustaría saber tu nombre.

- Es cierto, soy una descuidada, mi nombre es Ozula – les sonrió – Ozula Langley.

Después de un impresionante viaje en bote, ya estaba en Hogwarts. Albus tenía el corazón acelerado y le costaba concentrarse en los comentarios que le hacía Rose a Ozula sobre el Gran Comedor del colegio. La tarde había pasado volando y de repente se había encontrado frente a la gran mole de Hagrid que llamaba a los alumnos de primero. Ahora estaba allí, a pocos pasos de enfrentarse a lo que tanto le había preocupado en esos últimos meses.

- Bien, yo soy el profesor Horace Slughorn y he venido a acompañarlos hasta el Gran Comedor – les dijo un hombre que parecía un morsa desde su prominente barriga hasta su extremadamente largo bigote – Antes de entrar quiero decirles que el Sombrero Seleccionador los ubicará en cada una de las cuatro casas que tiene el colegio y a partir de ese momento todas las cosas buenas que hagan le reportaran puntos a su casa, mientras que los errores que cometan serán penalizados. Al finalizar el año, la casa que logre acumular más puntos será recompensada con la copa de las casas. Espero que todos se esfuercen para lograrlo. Ahora, síganme.

Las puertas del Gran Comedor se abrieron para darle paso a un grupo de nerviosos estudiantes de primer año. Albus estaba demasiado aturdido, pudo ver en la mesa más alejada de la izquierda a su hermano James que lo saludaba, pero él le rehusó la mirada, no se sentía nada bien. El profesor Slughorn, colocó una banqueta frente a los alumnos y un desgastado sombrero rompió a cantar al siguiente segundo, pero el pobre Al no entendía nada, el estaba concentrado en mantenerse de pie durante toda la ceremonia.

- Andrews, Fiona – fue el primer nombre luego de que se apagaran los merecidos aplausos para la canción del Sombrero – Ravenclaw.

- Langley, Ozula – los anteriores alumnos habían ido a Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin. Ella sería la primera en ir a Gryffindor y al saberlo, Albus deseó con todas sus fuerzas poder acompañarla – Gryffindor.

Ozula caminó con paso firme y alegre hasta la mesa de Gryffindor, donde sus nuevos compañeros aplaudían con fuerza. Ella se sentó frente a un chico de pelo negro, bastante desordenado y unos ojos de color avellana y este la miró con interés. A Ozula, también le llamó la atención el muchacho, pues era un poco más alto que la media y de complexión fuerte, así que le dedicó una sonrisa abierta por eso, y porque estaba muy feliz de estar allí.

- Hola, soy James Potter – se presentó el, tomando la iniciativa.

- ¡Así que eres ese James! – exclamó ella.

- Sí, soy James Potter y si quieres puedo enseñarte todo el castillo una de estas noches, me lo conozco completo – continuó él, dándole a sus últimas palabras un toque seductor que estaba lejos de ser conveniente en ese momento.

- Gracias, James – le dijo Ozula, empleando un tono gélido que combinaba perfectamente con sus glaciares ojos – pero prefiero la luz del día. Es más fácil no tropezar con una piedra y distinguir el cristal del diamante.

- Si le tienes miedo a la oscuridad, lo entiendo – le respondió James, ignorando la invitación de la muchacha a mantener la boca cerrada – Y te prometo que te llevare al terminar alguna de nuestras clases, pero se perderá ese misterio que da la noche. Esas sorpresas que pueden producirse al no ver, ni ser visto. Como acabas de decir, a la luz del día se ve demasiado bien.

- Mejor, deja el papel de guía barato y atiende a la ceremonia – le dijo ella, que quería cortar ya ese intercambio de palabras. Aunque debía reconocer, que le había gustado encontrar una persona capaz de rebatir sus palabras. Un oponente digno de admirar – Ya pronto es el turno de Albus y sé que no le gustaría que su hermano no estuviera atendiendo cuando lo nombren Gryffindor.

- Guía, tal vez. Barato, nunca – le dijo James, antes de dirigir su atención nuevamente a la fila de alumnos que cada vez más se iba acortando.

- Malfoy, Scorpius – un muchacho rubio, delgado y de ojos azules, se sentó en el banco y sus ojos quedaron tapados por las alas del Sombrero – Slytherin – gritó, y el pequeño Scorpius no hizo el menor gesto de alivio. Él estaba seguro de lo que le esperaba.

- Potter, Albus – el corazón de Al quería salírsele por la boca. Había llegado el momento de la verdad. Con paso poco decidido, se acercó al Sombrero y vio que una profunda oscuridad se cernía sobre él, cuando se lo colocaron en la cabeza.

- Me tienes miedo – le dijo una voz – le temes a lo que yo pueda decir. ¿Crees que así mereces estar en Gryffindor?

- Aunque preferiría Gryffindor, estoy dispuesto a aceptar el lugar al que me mandes – le respondió Albus – Si fuera un cobarde te rogaría que me pusieras en Gryffindor, por temor a lo que pueda pasar. Antes de hablar contigo, es cierto que me intimidaba mucho la idea de venir aquí y que me dijeras a qué casa debía unirme, pero ya no es así. Ahora estoy seguro a dónde pertenezco.

- ¿Y si te digo que harías mejor papel en Slytherin? – lo desafió el Sombrero Seleccionador.

- Te diría que te equivocas – fue la respuesta – Pero si lo decides así, nada puedo hacer.

- Veo que tienes razón – le dijo el Sombrero – Me alegra saber que Gryffindor ha ganado un alumno tan bravo de corazón. Gryffindor – gritó el sombrero para todo el Gran Comedor.

Albus salió todavía un poco aturdido, pero muy feliz, y se dirigió rápido a la mesa de los leones. Tomó lugar junto a James, que lo abrazó y esperó a Rose, que se les unió al final de la ceremonia. La directora McGonagall, dijo algunas palabras sobre las reglas de disciplina, antes de comenzar el banquete, que estaba compuesto por una cantidad de manjares increíble y al verlo Albus comprendió que si su estómago rugía, era porque estaba ansioso por probarlo todo. Así, luego de llenarse hasta la garganta, todos se fueron a dormir, contentos de empezar, al día siguiente, su educación como magos.

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Saludos y gracias,

Katkat Bell.