NA: Esta historia está ligeramente inspirada en otra historia de otro autor que podéis encontrar en esta web. El caso es que empecé a leer esa historia y observé varios detalles que no me gustaron como estaban abordados, por lo que empecé a pensar en la solución para ver aquella historia en un concepto que a mi personalmente me pareciera mejor. A medida que pensaba en qué cosas cambiaría de aquella historia, me di cuenta que confeccioné una historia totalmente diferente que me apetecía escribir, que en su reducto es esta que aquí subo. Es evidente, si alguien se dedica a comparar la historia de este otro autor y la mía que se encontraran algunas similitudes, pero mientras que en aquella se muestra un concepto muy idealizado, yo intento hacer una historia que parezca potencialmente algo más realista, incluso probablemente con un trasfondo profundamente desagradable de la socidad. Y dicho todo esto, me enrollo más que las persianas, dejo aquí el primer capitulo de mi historia. Los personajes no me pertenecen y bla bla bla.

Sugawara Koshi llamó al timbre de aquella casa familiar de dos pisos. Lo hizo alargando el brazo por debajo de la manta en la que un niño de 5 años iba envuelto. Acurrucado y con la cabeza apoyada sobre el hombro de este, la cabeza pelirroja de Shoyo reposaba dormido. Esperó sosteniendo el peso y fijó su vista hacía el entramado de rayas que configuraban aquella manta. Hacía frio pero aún no habían empezado las nevadas. Solo estaban a finales de Octubre.

Había aparcado el coche a varias manzanas, lo cual dificultaría el descargar las maletas pero era demasiado tarde como para darle preferencia a aquella tarea. La luz del recibidor de la casa se encendió, filtrandose por el cristal tintado que se hallaba a la derecha de la puerta.

— Estebamos a punto de irnos a dormir — dijo Asahi tras abrir la puerta delantera. Extendió los brazos agarrando al niño.

—Me lo imagino, pero no podía quedarme más en aquella casa… — Sugawara apretó los labios tras decir aquello, reteniendo un poco de aire que solo soltó tras ver como su amigo subía las escaleras al piso de arriba con su hijo en los brazos.

Kiyoko no tardó en aparecer. Con rictus serio, le agarró la mano y tiró de él dentro de la casa.

—Tienes que contárnoslo todo— dijo sin esperar a que Sugawara cerrara la puerta de la casa. Aquello lo hizo Asahi, que bajó las escaleras habiendo dejado al niño dormido arriba y siguió a los otros dos hacía el comedor.

Koshi se miró los pies, viendo como pisaba el tatami con los zapatos de la calle hasta llegar a la cocina, donde se iniciaban diversas racholas de mármol.

— N-no es tan malo, solo es que… — Asahi le sujetó por los hombros acompañandole a sentarse sobre una de las sillas de madera, del mismo modo de Kiyoko había hecho.

—No te precupes por los zapatos, es una estupidez pensar en eso ahora — dijo Kiyoko y levantó la mirada hacía su esposo.

Asahi leyó aquella mirada y enseguida puso a hervir la tetera con un poco de té verde. Sugawara se sentía profundamente atolondrado, como si le hubieran golpeado con algo en la cabeza. Evidentemente si se había llevado algún tipo de golpe, pero era completamente metafórico y no físico.

—Ya llevábamos meses mal, pero el problema ya no es la relación, el problema es que no puedo dejarlo solo con Shoyo— Sugawara suspiró profundamente y notó de nuevo el contacto de las manos de Kiyoko sobre las suyas. Las relaciones pasan por baches, turbulencias que no necesariamente acaban con un avión estrellándose contra las rocas.

Soltó la mano de su amiga y se cubrió el rostro con las manos. No tenía ni idea de cómo habían acabado las cosas de aquel modo. Si bien era cierto que la gente primero tiende a acabar la universidad, después casarse y finalmente irse a vivir juntos, Oikawa y él lo habían hecho todo al revés. Pero la vida no se planeaba, la vida te sucedía y en cierto modo aquello era lo que había intentado aceptar todo el tiempo.

Primero se habían ido a vivir juntos, después habían tenido un hijo, acabado la universidad y cuando parecía que era el momento de casarse… Bueno, era evidente que aquello no iba a ocurrir. No porque las bodas gays no fueran legales en japón, si no porque simplemente no iban ni ha hacer la pantomima que lo simulara.

—Pero ¿Qué es lo que ha ocurrido? — Asahi le sirvió una taza de té para cada uno y se sentó al otro lado de la mesa.

—Ni siquiera sé como decirlo para que parezca creíble— dijo Koshi rodeando con los dedos la taza y notando el calor de esta sobre su piel—. Simplemente dejó al niño solo toda la semana que estuve en Hokaido, a un niño de cinco años, y aún no sé me ocurre por qué o cómo. No es el mismo Oikawa del que todas las chicas estaban prendadas, no es el tipo del que yo me enamoré, tendrá un tumor o no lo sé.

Empezó a reírse por no llorar, completamente frustrado y sin comprender nada de aquella situación.

Kiyoko se levantó y agarró una libreta y un bolígrafo ente los dedos antes de volver a sentarse.

—Sería adecuado apuntarlo todo, para reclamar una custodia completa — dijo ella pensando en los detalles que serían más importantes si llegaba a celebrarse un juicio al respecto.

—No, no es necesario, la custodia es solo mía — contestó Sugawara. Y era tal como él decía—. Solo es que no sé que diablos tengo que hacer ahora.

Cuando habían decidido tener a aquel chiquillo, había sido fruto del azar. Una compañera de la universidad se había quedado embarazada, Sin posibilidades de viajar a EEUU para un aborto legal, antes de que el embarazo llegara a termino, la locura invadió a Oikawa. Segurisimo de que quería un crío había repetido la idea de quedárselo ellos mil veces antes del parto. Koshi no se podía mentir, él también había perdido la cabeza en aquel sentido, y simplemente lo intentaron adoptar juntos. Pero la burocracia de la adopción dejaba bastante claro que era imposible que los dos se hicieran cargo como padres siendo ambos hombres, siendo él solo el que se haría cargo legal del bebé.

—Puedes quedarte con nosotros hasta que se te aclaren las ideas — Asahi tomó su taza de té y tomó un sorbo después de decir aquello sin apartar la mirada del su mejor amigo.

Koshi se pasó las manos por el pelo, apartandose de la cara y fijando los ojos en el agua verdosa de su taza. Se sentía profundamente confundido, herido y roto. Él estaba seguro que a pesar de pasar por un bache, la relación con Oikawa no se había ido tanto de las manos… Él estaba seguro, que a pesar de todo aún le amaba de algún modo. Dejó escapar un suspiro. Sabía que Oikawa había pasado toda la semana fuera por que estaba con otro tipo, y aunque asimilaba aquello como un factor secundario, también era perturbador ¿Era él el responsable por aceptar tantos trabajos que le llevaban fuera de Tokio? Si bien sabía que ningún reportero que acabara de terminar la universidad podía permitirse elegir los reportajes que hacía, se suponía que ahora empezarían a poder vivir bien. Ahora que había terminado los estudios y tenía un trabajo de verdad y no de camarero a tiempo parcial.

—No sé cuanto tiempo será eso — dijo dibujando una sonrisa amarga—, además tendré que buscar un psicoterapeuta para Shoyo y hasta que no vendamos el piso de Tokio yo no podré buscar la manera de mantenernos a los dos y…

—Puedes quedarte con nosotros hasta que tengamos tres hijos y necesitemos la habitación que ocupas con Shoyo — completó su propia frase Asahi.

—Y puedes dar por hecho que o vienen quintillizos de una sola o eso no va a ocurrir jamás — añadió Kiyoko. Asahi la miró observando su mirada seria al decir aquello y empezó a reírse haciendo que los otros dos también empezaran a reírse de aquel comentario—. Mañana buscaremos una escuela más cercana para el bicho y un terapeuta.

Kiyoko se levantó y retiró las tazas de té, aun a medio tomar.

— Vamos a dormir y mañana será otro día — dijo ella para después besar en la frente a Sugawara. Koshi asintió, levantándose de la mesa y sin tener muy claro eso de poder dormir.