La esperanza está hecha de futuro.

Summary: El amor es algo muy frágil y no siempre sabemos cuidar de él. Los finales son posibilidades de nuevos comienzos. Ella siempre estaba recapacitando acerca de lo que estaba perdiendo, cuando en realidad todo lo que necesitaba para ser feliz estaba allí, mordiéndole de la mano.

Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. No recibo beneficios con esta historia.

"No existe amor en paz. Siempre viene acompañado de agonías, éxtasis, alegrías intensas y tristezas profundas".

Capítulo 1: La medida del dolor.

El follaje de los árboles danzaba al compás del viento y se dejaba envolver con irregulares movimientos en forma de zig-zag. La hierba crecida le aguijoneaba los tobillos, mientras que las ramas debajo de sus pies crujían sin cesar. Los últimos rayos de Sol se colaban entre las ramificaciones y el cielo comenzaba a teñirse de tonos rojizos y anaranjados. Kagome avanzaba entre la espesura del bosque a tientas, en varias ocasiones se llevaba algún que otro sobresalto con el chirrido estridente de las aves que revoloteaban por encima de ella. Sus intentos por querer alejarse y mantener la poca dignidad que le quedaba fueron fallidos, sabía perfectamente que un simple reproche y una huida no serían suficientes para Inuyasha. El iría tras de Kikyo de todas formas.

Constantemente ocurría lo mismo, ella siempre permaneció en los momentos más cruciales y peligrosos de su vida, incluso lo rescató de una muerte segura. Pero cuando se trataba de aquella sacerdotisa Inuyasha no se lo pensaba dos veces, no le importaba en absoluto el daño que le causaba a Kagome. La joven de cabellos azabaches caminaba fastidiada hacia cualquier dirección, esta vez estaba decidida a permanecer lejos. No podía permitirse eso a sí misma, quedarse de brazos cruzados observando como la persona que había jurado protegerla con su vida corría detrás de un montón de huesos y barro.

El entorno a su alrededor era tan lúgubre como su estado de ánimo. La muchacha dio dos zancadas y se hundió en la superficie como si ésta se hubiese abierto debajo de sus pies. Un gigantesco charco de lodo la había recubierto de pies a cabeza y resbalaba insistentemente hasta que por fin pudo reincorporarse de un salto en el suelo firme.

- Asqueroso lugar, maldito Inuyasha. Estúpida Kikyo.- Protestaba una y otra vez mientras que se quitaba los restos de fango del uniforme escolar.

A lo lejos pudo oír el sonido del agua fluyendo por un arroyo. Esta vez caminó lentamente y con más cautela. La sangre le hervía con una rabia incontenible, respiró hondo y se dejó caer sobre la hierba fresca. El sonido del agua discurriendo por su camino le proporcionaba un estado más sereno y tranquilo. Su mente liberaba todos los malos pensamientos y vivencias para apaciguarla. Se aferró a sus piernas con ambos brazos y tomó una bocanada de aire para luego dejarlo salir.

- Debo regresar, de lo contrario ellos se preocuparán mucho por mí.- Se dijo a si misma recordando a Sango, Miroku y Shippo.

La joven se puso de pie rápidamente y sacudió un poco la falda de su atuendo para quitarle la suciedad. Con cuidado ascendió por la colina que desembocaba a las reconocibles arboledas y nuevamente se encaminó hacia la aldea. Habiendo reflexionado reconoció que sus actos habían sido de lo más infantiles, preocupar a sus amigos y huir de la nada eran acciones bastante inmaduras. Un estruendoso sonido la devolvió al mundo real y se detuvo en seco. Varios repiqueteos se oían en la superficie y quejidos de dolor llamaron su atención de inmediato. Kagome se volvió rápidamente tratando de guiarse mediante el sonido de aquella voz, que la condujo hacia el estrecho arroyo en donde había estado anteriormente.

- Resiste! iré a ayudarte en…- Pero su frase quedó inconclusa y su rostro empalideció en ese instante.

A un lado del riachuelo, postrado sobre la superficie, se hallaba el líder de los siete guerreros. Su rostro desprendía una rabia incontenible, tenía múltiples heridas en el pecho y ambos brazos y observaba a la muchacha con ofensa mientras que trataba de ponerse de pie sosteniendo su alabarda. El corazón le dio un vuelco, su cuerpo se había paralizado, no sabía que hacer exactamente. Acaso huiría? Después de todo estaba en un grave riesgo y aquel guerrero era uno de sus más letales enemigos. Sacudió la cabeza en forma negativa. No, él no podía hacerle daño. Su estado era demasiado delicado como para poder dañarla en aquel momento.

El joven líder frunció el seño y estudió aquel rostro familiar por unos instantes. Por supuesto, como no recordarla? Era la mujer que acompañaba a Inuyasha, capas de detectar los fragmentos de la perla, la rencarnación de aquella sacerdotisa llamada Kikyo.

- Acaso eres estúpida? Estas buscando una muerte sencilla? Será mejor que huyas, podría matarte fácilmente.- Le aseveró el guerrero empuñando su espada.

Kagome simplemente le devolvió una mirada llena de desdén y se marchó a paso ligero. No iba a quedarse discutiendo con aquel ser tan despreciable pero tampoco le hablaría a Inuyasha sobre su encuentro, ya que sería capas de aprovecharse de su estado. "No, Inuyasha jamás haría algo así. Lo dudo mucho" Recapacitó. Kagome continuó con su largo recorrido adentrándose en la maleza, ya había oscurecido y rondar por el bosque a esas horas no era algo conveniente para nadie. Y en ese momento sintió un minúsculo remordimiento al percatarse de que había dejado sola a una persona malherida.

Sacudió la cabeza, "por supuesto que no lo ayudaré, él es el enemigo." Continuó con su caminata dando grandes zancadas y postrando una mueca de desaprobación en su rostro, pero la culpa la carcomía por haber dejado al muchacho allí, a su suerte con aquellas heridas. Se mordió el labio inferior angustiada, Que tal si moría? Por supuesto que no, era alguien muy fuerte como para no resistir. Y que tal si alguien venía y tomaba sus fragmentos? Eso era algo más factible de creer. La joven tomó una bocanada de aire y caminó en sentido contrario. "Después de todo es un humano"

El joven mercenario se aferraba desesperadamente a Banryuu, haciendo el inútil esfuerzo por ponerse de pie. Sus heridas se abrían a medida que forzaba a sus músculos. Un dolor agobiante le recorrió el pecho y profiriendo un grito de molestia cayó de lleno al piso. Pero alguien lo sostuvo entre sus brazos y lo recostó boca arriba.

- Qué haces aquí, no fui lo suficientemente claro sacerdotisa?- Amenazó observando a Kagome con desprecio.

- Deja de hacerte el invencible, no creo que puedas tocarme un pelo en este estado.- Le respondió ella con una mueca de desaprobación, casi regañando al muchacho.

El abrió los ojos como platos, acaso le estaban dando algún tipo de ordenanza? Su rostro se crispó de furia. Tal vez venía por los fragmentos, y si así fuera? No tendría oportunidad alguna. Estaba siendo humillado por una mujer débil, inútil y arrogante. Y como si fuese poco, ella era el enemigo!

- Maldición, ya suéltame o te aniquilaré en este instante.- Kagome estudió sus heridas por un instante, se puso de pie y se adentró en los arbustos cercanos sin darle importancia.

Bankotsu elevó su espalda y se sentó sobre la superficie incomprendido. Miró a su alrededor y suspiró con un profundo pesar algo tranquilizado. Pero cuando pensó que se había deshecho de ella, la vio llegar con varios brebajes extraños de hierbas que desprendían un olor desagradable.

- Espera, que estás…-

- Tendré que quitarte esto.- Lo interrumpió mientras que se deshacía de la parte superior de su traje de combate y lo dejaba a un lado, dejando al descubierto las heridas del sanguinario combatiente.

La muchacha esparció el brebaje alrededor de sus heridas, soportando algún que otro quejido o maldición del guerrero hacia ella. Luego lo recubrió con varios vendajes que llevaba consigo por si acaso y volvió a recostarlo sobre el suelo.

- Por qué estas haciendo esto? Nosotros somos contrincantes, recuerdas? Acaso vienes por los fragmentos? Porque no te los entregaré si eso quieres.- La interrogó algo molesto. Ella agachó la cabeza y sonrió con amargura. Realmente había considerado la opción de quitarle los fragmentos en un principio, de esa manera sus problemas acabarían. Pero no era su manera de hacer las cosas, ella no se aprovecharía de alguien en esas condiciones, y mucho menos lo dejaría a la intemperie de esa manera.

- Porque aun así eres humano. Espero que en algún momento valores más tu vida.-

Kagome se puso de pie fríamente y se retiró de su lado, dando por finalizada su labor. El joven líder la observó desconcertado mientras se alejaba.


Los primeros rayos de Sol podían observarse en el este, mientras que una exhausta y debilitada muchacha regresaba a la aldea arrastrando los pies. Su ánimo no había mejorado en lo absoluto, el simple hecho de recordar la ausencia de Inuyasha le ponía los nervios de punta. Sango aguardaba fuera de la choza de la anciana Kaede, mientras que Kirara y Shippo reconocían su aroma e iban tras de ella.

- Kagome, estas bien? En donde estuviste todo este tiempo? Nos preocupamos mucho por tí!- La regañó el pequeño con el rostro lleno de lágrimas.

- Lo siento.- Se disculpó ella con una débil sonrisa en la comisura de sus labios. Sango la observó en silencio y no se tomó el trabajo de sermonearla en lo absoluto, ya que sabía exactamente el motivo de su huida.

- Se vé algo… sucia.- Le mencionó Kohaku contemplando el grotesco aspecto de la sacerdotisa.

- Te ves muy cansada. Por qué no te das un baño y duermes un poco?- Kagome asintió con la cabeza y observó a la exterminadora con algo de felicidad. A pesar de no tener a sus amigas de la secundaria junto a ella podía contar con Sango para lo que fuera, y eso era un lujo que no muchas personas podían darse.

La joven se deshizo de su ennegrecido traje colegial y dejó que el agua le quitara los restos de lodo y sangre del cuerpo. Enjuagó su rostro una vez más y refregó su cabello con entusiasmo para quitarle el desagradable aroma a suciedad de encima. Luego del perdurable baño se recostó sobre su bolsa de dormir, a un lado de la hoguera y dejó que el sueño le ganara la batalla.


Desplegó sus párpados con molestia ante el contacto de una fornida y robusta tela contra su rostro, el atuendo rojizo del joven mitad bestia le nublaba la vista. Al parecer él tampoco se había percatado de su desvelo. Estudió su rostro con algo de tristeza y se encaminó hacia afuera de la choza. La muchacha abrió los ojos con sorpresa, la noche había caído tan rápidamente? Eso aseguraba que estaba realmente exhausta cuando se había dormido. Se sentó sobre la hierba fresca para oír el arrullador sonido de grillos en la noche. Varias luciérnagas destellaban su diminuta luz a lo lejos y la luna podía reflejarse en una estrecha laguna. "Hubiera sido un bonito paisaje si tan solo acompañara a mi estado de ánimo" Pensó para sí misma algo amargada.

Inuyasha se depositó a su lado y guardó silencio durante unos instantes, tal vez por que quería darle un espacio a ella o tal vez por el simple hecho de no saber que decir. Esta última opción fue la más accesible para Kagome, quien lo observaba de soslayo pero no despegaba el rostro del suelo.

El joven híbrido miraba en todas las direcciones y se rascaba la cabeza, incapaz de encontrar una buena justificación a su ausencia. Pero ella ya lo sabía todo, Kagome había sabido desde un principio que él había ido tras Kikyo, después de todo siempre ocurría lo mismo. Como no saberlo? Luego de que ella se hubiese encargado de retirar el fragmento del cuerpo de Kohaku y purificar su alma para que no se desprendiera de éste desapareció sin decir una palabra, sin aguardar a recibir las gracias de su hermana, quien conmovida sollozaba de felicidad junto al pequeño.

- Acaso no vas a decirme nada?- Ella se puso de pie furiosa y lo miró directamente a los ojos, con la energía de la indignación en su rostro.

- Kagome, yo...-

- Porqué nunca me dices nada? Porqué siempre este silencio? Acaso no eres capas de aceptarlo delante de mí, de decirme la verdad Inuyasha?- Lo interrumpió la joven sacerdotisa.

- Eso no es verdad! Sabes perfectamente que Kikyo… ella está en peligro en estos momentos, Naraku desea aniquilarla a como dé lugar y debo protegerla.-

- Prometiste protegerme.- El hanyou abrió los ojos y recordó su firme promesa hacia ella. Se volvió hacia la muchacha en ese instante, pero Kagome ya se había adentrado en la cabaña y se quedó en silencio, con la fría convicción de haberle roto el corazón una vez más.


Bueno acá les traigo el primer capítulo de esta historia. La verdad quería probar algo nuevo y espero tener algo de éxito El siguiente capítulo va a ser más largo, espero que alguien lea y comente para recibir críticas y saber si continúo con mi historia o no. Me haría muy feliz :)