Hola! Bueno es mi primer fanfic Yuri! Y es una historia que tenia en mente desde hace tanto tiempo pero ahora la quise implementar al mundo vocaloid.

Espero el sumary sea lo mas entendible posible. La historia será desde el punto de vista tanto de Rin como de Miku. La primera será una chica del pueblo vecino a la Villa Hatsune, en la cual vivirá Miku, la cual es hija de personas muy adineradas. Pero no puedo decir más o se arruina (hehe)

Sin más espero le den una oportunidad a la historia, todo será muy drama Queen y romantico. Gracias por leer.

¿Más que compañía?


Primer vistazo

POV Miku

El sol pegó de lleno en mi rostro y sentí el calor quemar mi piel. Me levante pesadamente e hice las sábanas aún lado. Coloque mis pies descalzos en el frío suelo y un escalofrío me invadió. Me dirigí hacia la ventana, la abrí dejando pasar toda la luz, hacia un buen día cómo para salir a montar o para jugar tenis. Sería un bien día, si no fuera porque hoy se marcharía Suki mi mucama o como me gustaba verla mi nana. Aquella dulce mujer que me había acompañado a lo largo de toda mi vida, había cuidado de mi con tanto amor y dedicación como si fuera de su sangre. Y ahora, a petición de sus hijos y mis padres era momento de dejar que se jubilara y pasará sus días descansando. No podía sentirme peor. Suspire resignada y me dirigí al cuarto de baño. Cuando la enorme tina estuvo llena de agua tibia deje entrar mi cuerpo y me sumergí escapando de la realidad.

Una vez que estuve limpia, salí encontrándome a Suki esperando fuera, en mi habitación. En sus manos tenía un vestido color agua. Estaba por saludarla hasta que note que no usaba su habitual vestimenta. Aquel vestido negro con encaje blanco tan típico del las mucamas pero que ella siempre había usado tan recatadamente por debajo de las rodillas. Los ojos se me inundaron de lágrimas porque no volvería a despertar sabiendo que ella estaría para mí esperando cada mañana. Suki se acercó en silencio adivinando el pesar que había en mi corazón, con cariño me condujo hasta hacerme sentar en el borde de la cama. Delicadamente comenzó a cepillar mi cabellera que con cada año requería más tiempo ya que mi cabello verde agua me llegaba casi a la cintura. Hacía tiempo que Suki había dejado de hacerme mis coletas ahora solo mantenía el cabello suelto. Cuando finalizó me ayudó a ponerme el hermoso vestido. Suki permaneció sin decir palabra alguna hasta avisarme que pronto estaría el desayuno yo solo asentí obediente.

Acostumbraba siempre a desayunar con en la cocina solo para no sentirme sola en el enorme comedor. Al entrar siempre me invadía el dulce olor a panqueques recién hechos y café.

- Espero que en mi ausencia sigas comiendo bien - dijo Suki a la vez que colocaba un plato repleto de comida frente mío.

Mis ojos viajaron de mi plato a Suki, a sus bellos y un poco cansados pero siempre alegres ojos marrones. Su cabellera antes color chocolate ahora estaba salpicada de mechones blancos. Suki siempre había sido hermosa y los años no habían hecho estragos.

- Me portare bien- respondí, esbozado una pequeña sonrisa.

- También se amable con la nueva persona que cuide de ti.- dijo acariciando mi cabeza, a lo que solo respondí asintiendo seriamente.

La mañana siguió tranquila, pase horas tomando café en el salón con Suki tratando de aprovechar cada momento. Hablamos de todo, de mi reciente viaje al extranjero, de que hacía unos meses era una una estudiante universitaria y ahora pronto trabajaría en la compañía de mis padres, de lo mucho que extrañaba a mis amigas y que sin ella pasaría los días aburridos estando en esta enorme villa sola y lejos de la ciudad. Ella prometió visitarme y yo hice lo mismo. Pero todo sería diferente, en la noche llegaría la nueva señora que se encargaría de ocupar su lugar.

Al medio día llegó mi madre y corrí a recibirla. Ella siempre llegaba temprano para revisar que todo estuviera en orden, y estar un rato conmigo.

- ¿Cómo te fue?- pregunte a la vez que caminaba a su lado.

Ella giro su vista a mí y comenzó a contarme su día, cada palabra que salía de sus delgados labios me fascinaba, todo lo referente al crecimiento de la compañía atrapaba mi total interés. Sabía que en algunas semanas, me obligarían a tomar mi lugar en un alto puesto de trabajo dentro de ella, y a pesar de mi amor por la administración, yo había deseado y luchado porque me permitieran tomar experiencia en otro lugar en el extranjero lejos de sus influencias y ascender por mis propios medios. Pero como siempre mi padre se había negado, alegando que no era correcto y que no valía la pena que sufriera y perdiera tiempo si podía ejercer dentro de nuestra compañía. Siempre bajo su protección.

Debía esperar a que la comida estuviera lista, y mi madre tenía ocupada a Suki, tal vez también despidiéndose de ella, por lo que me hicieron a un lado y nuevamente volví a caer en el aburrimiento. Camine hacia los jardines, pensando que tal vez sería buena idea pedir que ensillaran mi caballo, la Villa Hatsune contaba con establos y hectáreas de pastizales donde poder andar.

Anduve varios metros hasta llegar al establo. Albergábamos unos siete ejemplares, todos campeones. Su cuidador era un hombre de edad mayor llamado Johnny. ¿Qué pasaría cuando el también tuviera que irse?

- Buenos días señorita Hatsune.- saludo cordialmente.

- Bueno días.- respondí esbozando una pequeña sonrisa.

- ¿Quiere su caballo?- pregunto y solo asentí.

En pocos minutos Johnny con manos hábiles había ensillado y preparado a mi yegua Luna. Apenas me subí la hice correr lo más veloz que podían sus patas, buscando dejar atrás la Villa, y perdiéndome en la pradera. El viento soplaba fuerte contra mi rostro, y mis cabellos se movían rebeldes. Solo en ese estado podía sentirme libre y viva. Apreté fuertemente las riendas y cerré los ojos furiosa. No quería que Suki se fuera. ¿Por qué debía irse mi mejor amiga? No era tan antisocial, pero en el mundo en que vivía no podía confiar en nadie. Todos siempre querían algo.

Me detuve porque debía darle un descanso a Luna. Gire en dirección contraria, y aun podía ver la Villa Hatsune. Metros de una magnifica construcción, perfectamente cuidada y administrada por tan tas personas que día a día dedicaban horas a su limpieza y mantenimiento. Contábamos con más de veinte habitaciones, comedores, alberca, canchas, jardines, salones de baile, y claro, nuestro establo donde mi padre tenía a los mejores especímenes. Toda esa belleza arquitectónica, a la espera de nuestros próximos invitados. Pero mientras el día llegaba, yo debía esperar sola. Porque era demasiado perezosa para ir a la ciudad, y sentía que el pueblo no tenía nada por ofrecer.

Mire el sol y el cielo, note que el magnífico día se comenzaba a llenar de nubes grises, que solo podían indicar que la lluvia se acercaba. Suspire resignaba, debía volver, tal vez otro día podría montar mas allá, y alejarme todo lo posible, y llegar a las plantaciones de trigo, pero hoy no.

Antes de entrar tuve que limpiarme porque estaba llena de fango y podría molestar a mamá. En el comedor ya se encontraban mis padres charlando. Al ver a mi padre corrí a abrazarlo y me recibió alegre y con brazos abiertos, ya que casi no nos veíamos. La comida transcurrió tranquila, y en silencio. Evitaba a toda costa temas incómodos, pero mi padre lo arruino.

- Creo que te gustara la nueva oficina que he preparado para ti.- dijo mirándome con una gran sonrisa.

- ¿Oficina?- dije abriendo mucho los ojos.- ¿No crees que es muy pronto?

- Para nada, el puesto que tendrá lo amerita. - Solo permanecí en silencio, mire a mi madre que trato de tranquilizarme con la mirada y después volví mi atención al hombre a mi lado.

- Sabes que preferiría no tener esa clase de privilegios.- respondí secamente.

- Miku.- dijo irritado.- Eres una Hatsune, la empresa algún día será tuya y debes saber imponer tu poder y dirigir a los empleados.

- Lo sé.- respondí resignada.- Solo quisiera que no me lo pusieran tan fácil.- finalice haciendo un lado mi plato.- Si me disculpan, no tengo apetito.

La tarde cayo y con ella la lluvia finalmente. Había llegado la hora de que Suki se fuera, sus hijos esperaban abajo. Creí que si me despedía de ella dentro de mi habitación seria menos dolorosa e incomodo, pero no fue así. Permanecí largos minutos de pie mirándola con los ojos llenos de lágrimas. Ella también lloraba pero su rostro lucia tranquilo. Sin más corrí a abrazarla y ella me envolvió con sus cálidos brazos.

- Mi pequeña, no llores. – susurro.- Eres una chica fuerte.

- No es verdad.- dije entre sollozos.

- Miku escúchame.- dijo empujándome levemente para verme al rostro.- Te esperan cosas maravillosas y yo espero de tu mucha grandeza. Algo me dice que tu y la nueva chica se llevaran de maravilla.

- No es verdad.- dije negando con la cabeza y ocultando nuevamente mi rostro en su hombro.

Suki me abrazo y acaricio mis cabellos hasta caer dormida. Odiaba eso de mi, siempre que lloraba quedaba rendida como si drenara mis energías. Cuando abrí nuevamente los ojos Suki se había ido, imaginaba que se había quedado conmigo un buen rato e incluso me había recostado en mi cama, pero al final de cuentas se había tenido que marchar y había dejado un gran vacío en mi vida.

Me levante de la cama, dispuesta a dirigirme al baño, pero un pequeño sobre puesto en mi mesa de noche me sorprendió. Rápidamente lo mete y leí el reverso. Para mi pequeña Miku. Era el último recuerdo que Suki me había dejado. Lo apreté fuertemente a mi pecho y unas lagrimas escaparon de mi rostro.

- Miku.- era mi madre que había entrado sin pedir permiso.- Miku ya llego la nueva chica.

- ¿Tan pronto?- pregunte, y mi voz carecía de emoción.

- Sí, bueno, dormiste varias horas.- dijo en tono preocupada.

- Ya bajo.- respondí secamente, sin dirigirle mirada alguna.

Había llegado, aquella persona que creía poder ocupar un lugar en mi vida. Imposible, nadie lo haría. A pesar de mis suplicas mis padres habían insistido en buscarme otra mucama, alguien que cuidara de mi las 24 horas. Y yo había declarado que ya era lo suficientemente grande para cuidarme y atenderme, ¿Pero no acaba de llorar por mi Nana? Era una pequeña vergüenza. Pero no dejaría que la otra chica se quedara, no importaría como, pero la fastidiaría hasta que decidiera irse. Camine hacia el cuarto de baño, me enjuague las lágrimas y endurecí mi mirada. No iba a doblegarme.

Mientras caminaba hacia el vestíbulo, podía escuchar voces provenientes de una de las habitaciones, ambas femeninas, mi madre y la chica. Estaba por abrir la puerta y enfrentarlas cuando alguien me tomo el brazo e hizo que me girara.

- Miku.- era mi padre.- Se gentil con la nueva chica.

- No te preocupes.- trate de sonar sincera.

- Pensé que sería buena idea, que trataras con alguien de tu edad.- dijo levemente nervioso.

- ¿Mi edad?- pregunte sorprendida. Se suponía que debía cuidarme, por lo tanto debía ser mucho mayor que yo.

- Entra y conócela.- dijo seguro de sí mismo.

Al entrar la voz de ambas se detuvo, levante mi vista y a la primera en ver fue a mi madre. Sus ojos reflejaban seguridad y tranquilidad. Detrás de ella se encontraba otra persona, mucho más bajita porque mi madre me impedía verla.

La persona salió de espaladas de mi madre, y la luz que entraba por uno de los ventanales la ilumino. No era lo que esperaba. Era una pequeña criatura, una chica de visiblemente más joven que yo. Tenía los cabellos rubios, que en reflejo a la luz parecían dorados. Su rostro era como el marfil, pálido y constataba perfectamente con sus iris azules puestos en los enormes y bonitos ojos que me miraban a través de los mechones que caían por su frente, su cabello estaba muy corto, pero no parecía menos femenina, ya que su rostro era bonito y dulce, pero reflejaba una gran seguridad. Era muy menuda, y más bajita que yo. Así permanecí estática en mi lugar contemplándola.

- Miku, te presento a Rin Kagamine.


Gracias a quienes leyeron hasta el final, dejen muchos comentarios y opiniones para saber si les gusta o que ondas (haha) Besos hasta pronto.