Se me escapó un suspiro. Y desencadenó algunos más.

Buscar las soluciones de su vida en los libros era fácil. Demasiado fácil. ¿Sería así siempre?

Hermione tenía un extraño sueño. Y no consistía en el clásico noviazgo, para después boda, con un joven guapo, popular y rico. Llena de niños y en un chalé.

Mi sueño iba más allá.

Yo soñaba con viajar. Ser independiente. Tener un empleo que me diera libertad económica, poseer un lugar propio… ¿Por qué en todas esas ensoñaciones nadie me acompañaba? Siempre me veía sola.

Miré a mi alrededor, y encontré la respuesta casi enseguida. No parecía haber gente como ella, o al menos no con tales aspiraciones. Ni siquiera sabía si había alguien capaz de soportarme.

El quinto suspiro. El quinto en aquella tarde de jueves en la gran biblioteca.

¿Por qué la miraban raro, si ella sólo quería soñar? ¿Tan malo era eso?

Y últimamente, era lo único que le apetecía hacer. Jamás descuidaba mis estudios, pero no había podido evitar lanzarse a la lectura de novelas.

No quise replantearme por qué tipo de novela me inclinaba. Bien sabía que la mayoría de la gente leía sobre lo que carecía en la vida real.

¡Pero eran tan atractivos aquellos libros con romances de película…!

Sacudí la cabeza con vehemencia.

«Sólo espero una señal…»

Miré hacia la ventana, al lado de mi asiento, para admirar la luz del bello atardecer.

-Hermione…

Al principio fue un murmullo, pero luego consiguió sacarme de la ensoñación y del libro.

Era Ginny.

-Hermione, ¿dónde tienes la cabeza?-me preguntó Ginny con desparpajo-. Bueno, no te robaré mucho tiempo… sólo quería que me explicaras esta página de pociones. Luego nos vamos a cenar, ¿te parece?

-No hay problema, aunque no se que dificultad encuentras en esto.

Ginny me miró con cara de pocos amigos, mientras me recriminaba que era físicamente imposible que yo encontrara dificultades en algo.

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El tintineo de los cubiertos chocando en la porcelana nos envolvió al entrar al Gran Comedor.

-¡Oh, mira! Allí están Harry y Ron. Nos han guardado un asiento.

-¡Hola!-exclamó Harry cuando nos acercamos, con un muslo de pollo en la mano.

-¿Cómo estáis? No os he visto en toda la tarde-dije mientras veía caer, hipnotizada y asqueada, el hilo de aceite que caía de la barbilla de Harry.

-Entrenamiento-contestó simplemente Harry.

Miré la ropa sucia y llena de barro de Ginny, de la cual no me había percatado antes.

-Parece como si no quisiera parar de llover- murmuró Ginny lanzando una mirada afligida al techo conjurado del Gran Comedor-, esto baja los ánimos a cualquiera.

Me volví hacia Ron, quien engullía como nadie.

-¡Ey! Cuanfo habeiz lledado?-preguntó con la boca llena. Intento tragarlo todo de una sola vez, y empezó a ponerse rojo.

Con rapidez, alargué mi varita y apunté a su garganta.

-¡Resbalius!

Ron recuperó poco a poco su color natural.

-¿Qué haría yo sin ti, Herm?- dijo con una sonrisa agradecida.

-Por lo pronto, ahogarte-dije, devolviéndole la sonrisa.

Harry y Ginny se rieron.

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«Maldición»

Draco Malfoy andaba con buen paso por el pasillo hacia su sala común. Volvía de la biblioteca, en busca de un libro para terminar el trabajo mandado por McGonagall.

«Algún desgraciado lo ha cogido antes» murmuró para sí con rabia.

Vio como la gente se apartaba rápido a su paso. En su estado, eran pocos los que se atrevían a enfrentársele.

Y es que, además de haber tenido que buscar nuevamente un libro adecuado y luego escribir la redacción, se había perdido la cena.

Ahora su estómago era un caldero de bilis furiosa y burbujeante.

Llegó a su sala común. Su gesto era frío y sereno, sin embargo, sus ojos delataban su disgusto.

-¿Tenéis una cerveza?-preguntó a Pansy.

-Queda una, aunque algo caliente.

Draco se la llevó a la boca y la vació en un momento.

Sentados en su rincón habitual preferente, el grupo más popular de la escuela miraba a Draco, sopesando su estado emocional mirando bajo esa capa de hielo y escarcha.

Pansy Parkinson, Blaise Zabini, Theodore Nott y Daphne Greengrass lo miraban.

-Chaval, tienes una cara de mala leche…-murmuró Blaise con una sonrisa.

-Cualquiera diría que te han nombrado capitán este año-siguió Nott.

-Un mal día, nada más-dijo Draco dándoles su habitual media sonrisa.

-Espero que no hayas matado a nadie en un arrebato-dijo con soltura Daphne.

-Claro, que no importaría-dijo Pansy, y ambas rieron.

Recostándose en un sillón negro de cuero, Draco odió su suerte.

¿Aspiraciones? Él no podía tener de eso. Todo su mundo estaba planeado. Su vida se había convertido en un gran horario que seguir más tarde o más temprano.

«Una señal… » pidió cerrando los ojos, simulando un gesto de fastidio.

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Sonó el timbre. Y Hermione no estaba lo que se dice cerca de clase. Corría por llegar a transformaciones a tiempo.

De pronto, choque con algo. Me encontré en el suelo, totalmente repatingada de mala manera. Me apresuré a levantarme y disculparme.

-Deberías tener más cuidado, Granger-dijo Malfoy.

-Me he disculpado-dije fríamente, recogí mi mochila lo más dignamente que pude, evitando mirarle y seguí mi camino, pensando que jamás me habría disculpado de haber sabido con quién me había chocado.

Draco aun no salía de su asombro. ¿Cómo era posible que una chica con unas piernas semejantes se ocultara bajo un montón de ropa ancha? Frunció el ceño, todavía desconcertado al haber descubierto las piernas de Granger tras la caída.

«Endemoniadamente inexplicable»

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Al menos, la suerte hoy no pretendía ser muy dura conmigo, porque sorprendentemente, llegué antes que la profesora.

El hecho de que Malfoy no me hubiera insultado constituía algo insólito. Y, supongo, un logro para él.

Al cabo de un rato la profesora llegó apurada, con el moño que se le caía y en zapatillas de cuadros escocesas, que provocó más de una risa.

Las clases del día pasaron rápidas. La comida pasó, las clases de la tarde pasaron… y volví a encontrarme en la biblioteca, en la fría, solitaria y silenciosa biblioteca.

Me encantaba aquel lugar. Perderme allí del mundo era fácil. Allí nadie se metía con mi ropa ancha, con mi pelo agarrado en una coleta…nadie se percataba de mi aspecto descuidado. Nadie lo hacía porque prácticamente no había nadie.

Me levanté en busca de un libro sobre encantamientos. Lo vi en la estantería, a la altura de mis ojos. Lo agarré satisfecha y me dispuse a sacarlo de su lugar, pero alguien hacía fuerza por el otro lado de la estantería, tratando de sacar el mismo libro.

Agarré con fuerza el libro y tiré de el hacia mí, sin éxito. La persona del otro lado obviamente era mucho más fuerte que yo, ya que había conseguido sacarlo. Me quedé algo impactada por unos ojos grises profundos, que me miraban burlones a través del hueco y que solo eran de una persona.

Me dirigí indignada hacia él.

-¡Eh! ¡Ese libro lo había visto yo antes!- me pareció una frase realmente infantil por mi parte, pero decidí ignorarlo.

-¿Enserio? Una pena, ya que fui yo quien lo cogí- dijo Draco alzando las cejas en un deje falsamente sorprendido.

Entrecerré los ojos hasta que se convirtieron en rendijas. ¿Quién se creía aquel niñato prepotente?

-¡Tardaras un siglo en leerlo!- grité con los puños cerrados a ambos lados de mi cuerpo.

-¿Si te lo devuelvo en media hora, te callaras?

Y sin una palabra más, ignorándome por completo, se dirigió a su mesa con el libro.

«Demonios»

Maldije a todos los ancestros Malfoy a la vez. ¿Cómo podía una persona llegar a ser tan idiota?

Desesperanzada y con los nervios crispados, cogí Romeo y Julieta y me senté en una mesa solitaria y, lo mas importante, lejana a la de Malfoy.

Al cabo de lo que fue media hora, tal vez cinco o diez minutos más, Draco llegó por detrás de Hermione, y le arrebató la novela bruscamente de las manos.

-¡eh! ¿Qué crees que haces?

-Interesante…-murmuró él mientras ojeaba MI libro y desdeñaba mi mano con facilidad que intentaba alcanzar el libro-. ¿Interesada en amores imposibles, Granger? ¿O simplemente en amores?-murmuró frío pero con malicia.

-¡No te importa en lo mas mínimo! Devuélveme el libro –dije, con ganas de estrellarle contra la pared.

Con una elegante floritura, mantuvo el libro delante de mi hasta que lo agarré en un gesto nada delicado.

-Vaya, así que el gran Draco Malfoy a estado dedicándose a estudiar algo por una vez en su vida-dije con burla.

-Tranquila, no estaré confinado aquí todos los días… no tienes que preocuparte de que alguien te quite el puesto de ratón de biblioteca.

-Mejor-dije con voz fría-, menos escoria andando por aquí.

Con una última mirada de superioridad, Draco Malfoy salió de la biblioteca.

Con un resoplido, respirando hondo y contando hasta diez, volví a mi trabajo, detestando a aquel chico rubio de voz aterciopelada.

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Draco Malfoy caminaba con paso elegante y envolvente. Cada vez estaba más desconcertado.

Se había parado a mirar a Granger más detenidamente, algo que no había hecho nunca. No entendía porque ella se empeñaba en ocultarse a la gente. Porque era eso justamente lo que hacía.

« Si se hiciera algo en el pelo y usara ropa de su talla…»

Sacudió la cabeza. Demonios, no era fea ni mucho menos. Y a su edad, cualquier chica tenia la cabeza llena de moda y preocupadas por su aspecto.

De repente se paró en mitad del pasillo. ¿Era su imaginación, o estaba pensando que la sangre sucia no era tan fea?

Definitivamente, la idea de darse un baño en el baño de los prefectos se había convertido en una bendición.

-Burbujas azules- susurró la contraseña.

Ya dentro y desvestido, se deslizó por la gran bañera, sumergiéndose en el agua y dejando su mente en blanco.

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Llegué a la sala común respirando entrecortadamente. Definitivamente, tenía que hacer algún deporte.

-¿Qué ocurre?-pregunté agitada a Ginny. -Me ha dicho Dean en el pasillo que hay notificaciones sobre sucesos importantes en el tablón de anuncios.-al ver que Ginny arqueaba las cejas, dije: si, esas han sido sus palabras textuales.

-Si, bueno, es un rumor que se ha extendido hoy en todo el día. Se supone que Dumbledore lo dirá durante la cena-dijo mientras pasaba las páginas de una revista-, supongo que será un baile de navidad o algo así.

-Es lo más probable-dijo Ron, que jugaba con Harry al ajedrez-. ¡Aja! Jaque mate-murmuró satisfecho con una sonrisa.

Harry se hundió en la silla, derrumbado.

-Creo que empiezo a aceptar que no lograré ganarte a esto-murmuró decaído.

-¿En serio?-dijo Ron, levantando una ceja, escéptico.

-¡Por supuesto que no! ¡Quiero la revancha!- dijo Harry con renovadas energías.

-Por cierto, Hermione… ¿no tienes calor con toda esa ropa?-preguntó Ginny.

-Para nada. ¿Tú sabes el frío que hace fuera de la sala común?

-Hermione, te veo rara –le dijo Harry-, ¿ocurre algo?

-Nada, solo Malfoy, que consigue que pierda los nervios.

-No te habrá hecho nada, ¿verdad?-preguntó de pronto Ron mirándome con una seriedad poco propia de él.

-No, para nada, los huroncitos como el no me asustan.

Todos sonrieron ante el apodo de Malfoy, y satisfechos de la contestación.

Pero, ciertamente, yo estaba más que aterrada. Aquel idiota acabaría por volverme loca, de una forma u otra, y yo ya era consciente de ello.