Un baño de agua tibia.
Cuando Belle sintió el agua de la regadera, con sus gotas frescas acariciando sus curvas moldeadas por su embarazo de ocho meses y semanas, ella sintió un alivio profundo. Su pequeña niña, ellos ya sabían la respuesta a esa pregunta incluso antes de que el Dr. Whale diera confirmación, se movía impaciente de un lado a otro, mientras sus pequeños pies se marcaban en la frágil piel que le servía como abrigo. Belle la acarició en in intento de tranquilizarla.

- Estas muy inquieta hoy, Lucy, yo sé que ya quieres venir al mundo, pero me parece que tenemos que ser pacientes. Un poco más cielo, mientras tanto, deja a tu madre dormir un poco.

Mientras el agua la cubría, aliviando el intenso calor que el embarazo le hacía sentir por las noches; Belle se perdió en la sensación hasta que escuchó la voz de Rumplestiltskin, quien la llamaba desde la puerta del baño.

-¿Todo bien cariño?

-¡ah,sí, amor! Lucy tiene mucha energía hoy y no quiere quedarse quieta, ya empieza a parecerse a ti.

Con una sonrisa, Gold entró al baño y se sentó para observarla. Su esposa hacía digno honor a su nombre en este estado tan pleno de la femineidad. Su bella y joven esposa, mostraba la belleza resplandeciente que solo se da durante el embarazo; con las mejillas redondas, los senos más llenos y las preciosas curvas que se acentuaban aún más con el peso que había ganado a partir de sus exquisitos y extravagantes antojos de comida a media noche.

Su pequeña niña aún en el vientre, mostraba la curiosidad innata de su madre por las situaciones del mundo que la hacían responder con entusiasmo, para gusto y tenue incomodidad de su madre, con "bailes" de vientre ante la música, la lectura y la risas de sus dos padres. Un misterio la vida dentro del vientre, pero incluso antes de nacer, su hija ya se parecía a ambos.

Cuando Belle sintió la mirada de su esposo recorrer su cuerpo con amor y discreto deseo, sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Lo extrañaba. No la cercanía, sino, esa intimidad que se da cuando dos personas se encuentran profundamente enlazadas y que llena el alma de la más absoluta calidez y felicidad sincera. Sin embargo, tras el octavo mes, la preciosa montaña que formaba su vientre y su niña le hacía complicado no solo dormir cómodamente, sino también caminar grandes distancias sin cansarse y por supuesto, hacer el amor a su esposo libremente. Ambos se contentaban con las caricias, los besos y mantenerse cerca por las noches; pero sin duda la pequeña espera les hacía extrañarse mutuamente siendo que su amor, aún era apasionado como al principio.

Con una sonrisa tímida, Belle le extendió la mano invitándolo a acercarse y compartir la ducha fresca con ella. Con alegría de niño él se quitó el pijama tan rápido como le era posible, y en un abrazo desde la espalda, beso el cuello de su esposa.

Cuando el agua tocó su piel cálida, él tembló en escalofrió - ¡está helada, Belle! – le dijo, mientras la abrazó en busca de un poco de calor. Ella se rió para si – ¡dile a tu hija!- le respondió, mientras intentó nivelar la llave hasta obtener un temperatura más agradable para ambos.

Perdidos en el abrazo, la tranquilidad del sueño en el vientre y los susurros de deseos compartidos para quien pronto sería su primera hija, los tres dejaron que el agua los cubriera en un momento de intimidad compartida.