Lucía iba caminando rumbo a su escritorio. Mientras tanto, pensaba en su proyecto y en qué dirían sus compañeras de trabajo al escucharlo "Tengo que pensar en cómo llegar a Marte. No es cosa fácil", pensaba.

Cuando llegó, Mara la saludó con un cabeceo y Rocío, entusiasmada, la saludó con la mano, casi saltando de su silla.

-¿Cómo están?- preguntó Lucía.

-Bien, bien. Estamos viendo cómo crear un propulsor para que el cohete funcione- contestó Rocío, más entusiasmada aún.

-¿En serio? Justo venía a contarles el nuevo proyecto. Me viene bárbaro que estén construyendo un cohete- contestó. "Aún así no debo contarles el resto del plan. No me ayudarían.", pensó.

De pronto, Rocío comenzó a moverse con una rapidez impresionante, arreglando todo el lugar.

-¿Qué le pasa?- preguntó Lucía.

-No sé. Ha estado así todo el día desde que tocamos el tema del cohete- contestó Mara.

Cuando todo estuvo ordenado, Rocío se paró en seco en el lugar donde estaba parada hacía cinco minutos. Luego caminó lentamente hacia su silla y se sentó. Lucía y Mara se miraron, intrigadas.

A la semana siguiente, el cohete estaba terminado. Rocío estaba aún más entusiasmada: prácticamente, había terminado el cohete ella sola. Al día siguiente el cohete despegaría. Ya se estaban encargando de pintarle el nombre: "A.S.", rezaba con letras rojas sobre la pintura blanca.

A Lucía le parecía un milagro que el cohete estuviera terminado: hacía dos meses, ella había descubierto el secreto de Rocío. Si les decía a sus compañeras, la misión se abortaría y Rocío… era incapaz de decirlo.

Lucía se fue caminando a su casa dándole vueltas al asunto, y pensando como resultaría el despegue.

-Diez, nueve, ocho, siete…- decía la voz de Eliana a través del parlante del cohete. -…Tres, dos, uno… ¡Despegue!-

Todo comenzó con una leve turbulencia que luego se incrementó más y más. De golpe, la turbulencia cesó y todas las luces se apagaron.

Una mano fría como el hierro se cerró en el cuello de Lucía.

-No, Rocío… ¡No!- . La vida de Lucía pasó frente a sus ojos: su niñez, su adolescencia y su etapa adulta… ella sabía que moriría.

De pronto se encendieron todas las luces de emergencia y Lucía pudo ver el rostro poseído de Mara, y a Rocío parada en un rincón, observando la escena con demasiada calma.

-Mátala- ordenó Rocío, con una expresión de otro planeta en el rostro.-Quiero volver a casa-.

Continuará... Tal vez