LO QUE TRAJO LA NAVIDAD
¡Para Lena! ¡Que lo disfrutes! ¡Feliz regalo de Navidad..., sigue siendo Navidad en nuestros corazones!
Cap I Holmes & Watson
...
Navidad, por fin Navidad. No había sido fácil, pero John Watson ya estaba en segundo de medicina. Y Sherlock... Pobre secretario de la facultad.
Precisamente allí le había conocido John.
Una mañana más calurosa de lo normal para las fechas de comienzo de clases, cuando John se disponía a hacer algunos cambios en la matrícula —le encantaba Internet, pero la plataforma de la universidad no era su mejor amiga— fue a dar con una cola de personas que llegaba hasta el final de las escaleras. Preguntó al chico delante de él si era el último y ahí, cuando sus ojos azulados se giraron, comenzó todo.
—Sherlock Holmes —se presentó el joven a John.
—John Watson —contestó enseguida el mayor alzando la mano. El moreno dudó, pero finalmente se la estrechó, no sin conjeturas por parte del rubio. —¿Enfadado con el ordenador?
Sherlock se pasó la mano por la nuca y dio un paso avanzando en la cola, seguido por John.
—El ordenador tuvo un incidente con la ventana... a través de ella.
...
La cola se hizo más corta saltando de un tema a otro en esa charla improvisada con risas estruendosas.
Una conexión había sido creada. John lo sabía, Sherlock lo sabía. Ninguno lo diría, todavía. En cambio, las preguntas surgieron necesarias.
—¿Qué hace un exmilitar como tú en un sitio como éste? —quiso saber Sherlock. —¿Aburrido tras tres años sin novia?
John se quedó perplejo. ¿Cómo sabía ese chico que era exmilitar? ¿Llevaba algo...? —se pasó la mirada por encima.
—No busques, no encontrarás —continuó el más alto. —¿Acerté? —preguntó sin ocultar su satisfacción.
—No fue por el tema "novias" —respondió John entre toses. —Apostaría que eres de primero por tus aires de sabelotodo.
—No, los aires, como tú les llamas, vienen de cuna —se mordió el labio el menor. —¿Entonces novios? —John se pasó la mano por la frente para pensar la respuesta, y fue salvado por la llamada del secretariado universitario.
...
Al salir de secretaría, en cambio, el diálogo se volvió regaño.
—¿Tenías que mencionarle su aventura con el conserje al secretario?
—Dudó de mis habilidades informáticas.
—Te dijo desastre, Sherlock. Desastre de hombre, concretamente.
—Pues eso.
—Igual que indicarle todos los lugares de la facultad en los que, según tú, y cito textualmente, "llegaste a su próstata con protección", refiriéndote al conserje, claro, no a ti, digo... —recitó John nervioso.
—Tengo una base para decirlo, él no. ¿Por qué tartamudeas? —el mayor suspiró por vencido.
—Por nada —tan inteligente para unas cosas y tan tonto para otras, bufó mentalmente. —¿Tomamos algo en cafetería o tienes clase? —preguntó sacando la cartera del bolsillo.
—¡Clase! ¿Qué hora es? —exclamó exaltado Sherlock. —¡Tengo que ver un experimento! ¡No, eso era hace media hora! ¡No, me voy! ¡Nos vemos luego! —y se marchó corriendo hacia las aulas.
—¿Luego cuándo? —gritó John viéndole marchar. —Y dónde —musitó.
No obtuvo respuesta.
Con gesto desconcertado decidió tomar algo. Aún le quedaba una hora para entrar a clase y el chico nuevo no daba la impresión de volver en breve, así que se pidió un sándwich: nada fuera del alcance de su economía, escasa como un clásico estudiante. Vivía con sus padres, pero el dinero no escapaba por las ventanas de su domicilio.
Tal vez debería mudarme, pensó mientras daba un bocado al pollo del interior del pan. Todos los chicos y chicas de la cafetería, los pasillos, secretaría... todos parecían libres y sin tener que reportarse a casa cada vez que quisieran hacer algo. Libertad.
La idea de una casa propia, aunque fuese compartida, empezaba a ganar terreno en la mente de John.
...
—Las cinco menos cuarto. ¿Dónde estás, Sherlock apellido desconocido? —decía John al aire, subiendo y bajando las escaleras.
No sabía si Sherlock compartiría alguna clase con él, ni siquiera sabía qué estaba estudiando, su conversación había girado en torno a todo menos a Sherlock, si es que ése era su verdadero nombre.
Una hora dando vueltas con la gente mirándole curiosa. ¿Qué miran?, se preguntaba John. ¿Es que nunca han visto a un chico esperar por alguien?
Las cinco. Tenía que entrar a clase. Ya aparecerá. Si lo hizo una vez, ¿por qué no otra?, y cruzó el umbral del aula.
Tras recibir la mirada de reprobación del profesor por llegar tarde, tres minutos, ¿no eran cinco de cortesía?, se sentó en un sitio libre en la esquina.
—Disculpa —dijo al chico que había sentado a su lado— ¿ha dicho algo importante?
El joven se giró y le sonrió. Era él de nuevo, esa cara era inconfundible. John le dio un puñetazo en el hombro y acomodó su material, asintiendo mientras se mordía el labio.
—¿Por qué me pegas?
—Porque llevo esperándote en las escaleras desde que acabé de comer. ¿Es que no podías decirme que venías a esta clase? —se volvió para decirle.
Sherlock enarcó una ceja.
—¿Las chicas no te hacen caso, no? Tiene que ser frustrante para ti, tan galán... —John levantó un dedo acusador, pero el profesor lo tenía levantado primero.
—¡Caballeros! ¡Sí, ustedes, los que se están mirando! ¿Quieren compartir con nosotros tan interesante conversación?
—No lo creo, profesor. Mejor dedíquese a dar clase —contestó Sherlock, esquivando la mano de John bajo la mesa que intentaba hacerle callar a manotazos.
—Pasen luego por mi despacho si no les importa —sentenció el letrado herido en su orgullo. —Señoras y señores, continuemos con la clase.
—No te puedes quedar callado, ¿verdad? —se quejó John por lo bajo.
—Recoge tus cosas —susurró Sherlock —vamos.
Sin preguntar, John metió su material en la mochila. Sherlock guardó las suyas y le tomó por la muñeca, empujándole para que se levantara y saliera a las escaleras del lateral de la clase. Y siguió empujándole hasta que salieron de ella mientras los desocupados alumnos y el entrometido docente les seguían con la mirada.
—¿Dónde vamos? ¿A enfrentar a otro profesor? —dijo John zafándose de la mano del moreno.
—A secretaría.
—Ya no estamos en período de alteración de matrícula. ¿Es que no lo escuchaste cuando nos lo dijeron esta mañana?
—Tú me ayudarás —su mirada era sabia, clara y misteriosa al mismo tiempo. Cómo negarse a tal piedra preciosa.
Continuará...
