Capitulo 1. Amiga.
- ¡Echaba de menos este calorcito! -exclamó Tamara estirándose sobre la hamaca. La playa estaba prácticamente desierta, algo anormal siendo el mes de julio. Ventajas de conocer la zona. Sólo unas cuantas parejas, ya avanzadas en edad, ocupaban porciones sueltas de los doscientos metros de arena dorada y ardiente.
- ¡Pues yo me estoy asando! -se quejó James que llevaba todo el verano sin salir de debajo de la sombrilla, excepto para darse un refrescante baño.
- No me extraña. Entre que eres de Green Bay y que vivimos en Londres... ¿hace cuanto que no estabas en bañador? -preguntó Tamara aguantándose la risa.
James Manning ignoró la pulla de su mujer y se resguardó, en lo que el consideraba un silencio digno. La verdad era que le encantaba ver a Tamara tan alegre y llena de vitalidad. Era como si el sol que irradiaba su hogar de Mallorca, hubiera provocado que el espíritu de su mujer retrocediera quince años, de vuelta a su adolescencia. Cogió su granizado de limón y bebió otro sorbo por la pajita de colores que había cogido en la heladería. Estaba contemplando ensimismado el cielo azul, cuando vio como Jessica buscaba con insistencia en el interior de la enorme bolsa para la playa que habían traído. James dejó que las gafas de sol le resbalaran por el puente de la nariz y observó con curiosidad y sorpresa, como Jessica extraía un cubo de plástico de color amarillo chillón.
- ¿Puedo preguntar para que quieres eso? -preguntó sin poder retener su ansia de saber.
- Es secreto. -respondió la chica con una media sonrisa.- Sólo puedo decir que ha sido idea de David.
- ¿Me afecta a mí? -Jessica alzó la vista. Su sonrisa se hizo más amplia y, al mismo tiempo, más burlona.
- Creo que... por ahora no. -respondió manteniendo el secretismo.
La chica salió corriendo hacia el mar, donde David la esperaba metido en el agua hasta el cuello. En cuanto llegó hasta el, los dos se giraron dándole la espalda y comenzaron a hablar y a reírse entre ellos. Tras unos minutos de tensa espera, James vio, con creciente desconcierto, como salían del agua con el cubo colgando de la mano derecha de su hijo y se dirigían sigilosamente hacia el cuerpo dormido de Tamara, que se había puesto boca abajo para que el sol bronceara su espalda. De repente, como si la sabiduría hubiera caído sobre él como un rayo, James entendió que David y Jessica iban a vaciar el cubo de agua sobre Tamara. Se quitó las gafas de sol para admirar el espectáculo y no pudo evitar retorcerse de risa en la toalla, viendo como su mujer perseguía a David y a Jess, mientras reía como una loca.
- ¡James, deja de hacer el vago y ayúdame a atrapar a estos dos gamberros! -gritó con la voz entrecortada por el agotamiento de la carrera.
James se levantó y aprovechó que David se había acercado para burlarse de su madre, para agarrarlo por la espalda y cogerlo en volandas como si fuera un saco de patatas.
- ¡James! ¡Déjamelo a mí! -exclamó Tamara.- ¡Quiero mi venganza! -este, sabiendo de sobra lo que pasaba por la mente de su mujer, sujetó de los brazos a David, dejándole las piernas libres para que las manos de Tamara, se cerraran como tenazas sobre los tobillos de su hijo.
Rápidamente, se introdujeron en el agua y empezaron a balancear a su hijo, con clara intención de soltarlo en el momento exacto.
- ¡Jess! ¡Ayuda! -exclamó David entre risas entrecortadas. James giró la cabeza y vio como Jessica estaba flotando boca arriba en el agua con los ojos cerrados, haciendo caso omiso a las peticiones de socorro de su amigo.
- Nadie puede salvarte ahora, pequeño. -dijo James con tono apocalíptico. Con un guiño de ojos, indicó a su mujer que era el momento; le balancearon una última vez con todas sus fuerzas y dejaron de agarrarle.
- ¡La madre...! -fue lo único que pudo decir David antes de caer a plomo contra el agua y salpicar en todas direcciones. El metamorfomago salió del agua rápidamente, dispuesto a vengarse de sus padres. Se tuvo que conformar con placar a su padre, antes de que consiguiera escapar hacia la orilla, y le tocó luchar con él, hasta que consiguió meterle la cabeza debajo del agua. Tras dejar en paz a su padre, se dirigió hacia donde flotaba Jess.
- Me quitas el sol. -se quejó la chica, al notar la repentina bajada del nivel de luz.
- Gracias por la ayuda. -ironizó David sentándose en el fondo arenoso.
- No me he perdido ni un detalle de lo que ha ocurrido. -dijo la chica.- Estaba muy atenta, preparada para echarte una mano si las cosas se descontrolaban.
- ¡Oh! ¡Entonces me quedo mucho más tranquilo! -continuo con la ironía.
- Ya sabes que siempre puedes confiar en mí. -apuntó Jessica, molestándole un poquito mas.
David se sintió mal al escuchar esta frase. A pesar de que sabía, que no tenía ningún doble sentido oculto, siempre que Jess comentaba algo relacionado con la confianza; algo dentro de él, le hacía ver que era un miserable por ocultarle lo que sabia. Daba igual cuantas veces, Hermione intentara convencerle de que era necesario; que, cuando todo acabara, Voldemort no existiera y el lo revelara, todos le entenderían y comprenderían. Esto último preocupaba especialmente a David. ¿Y si no conseguían derrotar a Voldemort? Sabia que él, Jess y sus padres podrían huir a Estados Unidos donde su tío les acogería; y que, tanto su madre como su padre podrían conseguir un trabajo fácilmente (o se lo podrían conseguir ellos a base de magia, si fuera necesario). Pero no creía que pudiera estar toda la vida ocultándole lo que sabía a Jess, si eso pasara.
El metamorfomago metió la cabeza bajo el agua y expulsó parte del aire que había acumulado en sus pulmones, para que su propio peso lo llevara al fondo. Tras un breve esfuerzo, consiguió enterrar esos pensamientos en su cabeza; sabía que regresarían en cualquier momento... pero, hasta que ocurriera de nuevo, no tenía porqué comerse el coco.
- Hacer los deberes de Historia de la Magia al sol... no esta mal, ¿verdad? -dijo Jess. David levantó la vista de su libro y echó una mirada de incredulidad a la chica. Esta sonrió. Sabía que David aborrecía Historia de la Magia. No por nada había suspendido este último curso. Recordó con cariño, el cabreo con el que salió del examen; la profunda resignación con la que vio, sin sorprenderse, el posterior suspenso; como su timbre de voz se llenaba de felicidad, cada vez que le contaba las múltiples formas con las que iba a destruir el libro, después de acabar el correspondiente TIMO. La encantaban esos pequeños detalles. David no era amigo de mostrar sus sentimientos así como así. Verle tan expresivo, la llenaba de felicidad.
Una fuerte ráfaga de aire se alzó repentinamente, provocando que las hojas volaran descontroladamente en todas direcciones. La mayoría fueron recogidas velozmente, pero una de ellas flotó por encima del seto y salió hacia la calle. David se dirigió a la salida, mosqueado por la situación, y atravesó la puerta en busca de la hoja rebelde. Mientras tanto, Jess se aseguraba de que todos los posibles folios sueltos, estuvieran convenientemente aplastados bajo los libros. Escuchó algo afuera. Reconoció la voz de David y una voz femenina que no había escuchado antes. Jess sabía que, debido al trabajo de sus padres y al poco tiempo que normalmente se quedaban, David no tenía amigos aquí. Era cierto que conocía prácticamente a todos los niños de los alrededores, pero no había una amistad real. Jess salió a la calle, teniendo cuidado de sujetar la puerta con un ladrillo para que no se cerrase.
- Toma, tu hoja. -dijo una chica mientras le entregaba el folio volador. Era una niña pelirroja, pero de un tono mas oscuro que los Weasley y muy morena, vestida con un fresco vestido azul de algodón.
- Revisa esa ultima parte, chico. Los duendes jamás se rebelarían por lo que has escrito. –dijo la chica en voz alta antes de girar la esquina. David se quedó con la boca abierta. Jess se acercó a él y el metamorfomago le contó lo que acababa de ocurrir.
- ¡Es una bruja! -exclamó Jess.
- A mi no me parece tan fea. -apuntó David tras quitar el ladrillo y dejar que la puerta se cerrara sola. Jess le echó una mirada asesina. - Era broma, sihaya... era broma.
- ¡Tenemos que saber quien es! -exclamó Jess con fuerza.
- ¿Por qué? -preguntó David, sorprendido por el interés de Jess.
- Podríamos tener una amiga... mágica. -David se dio cuenta de la tristeza con la que Jess había dicho la palabra "amiga" y como había bajado el tono de voz, justo en ese momento.
- ¿Por qué no me lo has dicho antes? -preguntó David pasándole el brazo sobre los hombros y acercándola a él. Jess le miró a los ojos con gesto triste.
- No quería molestarte. -respondió la chica.- Como no te hacía falta, no quería romper tu rutina.- David la estrechó más firmemente y la miró a los ojos. Esos ojos de vivos colores por los que, si hiciera falta, moriría y mataría.
- Queridísima sihaya, -Jess no pudo evitar sonreír tímidamente. - tu nunca me molestas. Si lo que quieres es buscarla, lo haremos; si quieres una amiga, la encontraremos... -David quería decirle que fuera sincera con él, sin reparos. Pero no podía hacerlo... no, mientras el no revelara su secreto. No era justo.
Tamara miraba a través de la ventana de la casa, semioculta tras las cortinas, la escena que se desarrollaba delante de sus ojos. No podía evitar sonreír. Se sentía feliz por su hijo. Ninguno de los dos les habían dicho nada; ni a ella, ni a James. Pero no la hacía falta. Desde el momento en que les vio salir por la barrera del anden nueve y tres cuartos, supo que algo había cambiado. El tiempo confirmó sus sospechas. Se giró al escuchar el sonido de la puerta de entrada y, sigilosamente, salió del salón para que no la pillaran.
- ¡Mama! -gritó David. Tamara salió por la puerta de la cocina que daba al pasillo.
- David, te tengo dicho que no grites. -replicó.
- Perdona, pero no sabía donde estabas. -se excusó.- Nos vamos a dar una vuelta, ¿vale?
- Muy bien, ¿queréis que os acompañe? -David miró a su madre con cara de incredulidad.
- ¡Mama! ¡No tenemos seis años! -se quejó el metamorfomago.
- Yo no estaría tan segura... -insinuó Jess sibilinamente. David la miró con cara de haber recibido una puñalada.
- Podéis ir a dar una vuelta. -accedió Tamara.- Impedirás que se meta en líos, ¿verdad Jessica? -la chica asintió con la cabeza.
- Tranquila Tamara. No permitiré que se aleje mucho de mí. -dijo Jess mientras agarraba a David de un moflete.
- No me cabe duda. -pensó Tamara.- Pero os quiero aquí a la hora de la cena, ¿entendido?
- De acuerdo, mamá. -respondió David, que ya salía por la puerta.
Salieron de casa de sus abuelos y tomaron la primera calle a la derecha que sabían que desembocaba en la playa. Empezaron su búsqueda de la chica misteriosa por allí, ya que Jess se había fijado, antes de que entraran en casa, que la chica llevaba puesto uno de esos bikinis que se anudaban en el cuello. El sol pegaba con sorprendente calma, lo que se reflejaba en menos personas en el agua y mas tomando el sol en sus toallas o tumbonas. Se descalzaron, guardaron las chanclas en la mochila y comenzaron a caminar por la arena.
La playa parecía una reunión de la ONU; múltiples idiomas llegaban a los oídos de los chicos. Español, inglés, alemán (el que predominaba), algo de japonés o chino... David traducía a Jessica, las conversaciones que escuchaba en español. Ambos chicos se quedaron sorprendidos de lo que se podía enterar uno, agudizando el oído, mientras dabas un simple paseo por la playa.
- ¿Dónde crees que puede estar? -le preguntó Jess a David.
- Es de aquí, seguro. -reflexionó David.
- ¿Cómo estas tan seguro? -preguntó sorprendida.
- Se nota. Su forma de andar, su forma de hablar, su color de piel...
- ¿Su color de piel? -preguntó con un ligerísimo toque de celos.
- Ese moreno no se consigue con un solo mes, tumbándose vuelta y vuelta al sol, como un pollo. Ese color sólo se obtiene con un suministro constante de sol. -respondió.
- ¡Vaya! ¡Qué vista! -exclamó Jess, sin poder evitar que David se diera cuenta de sus celos. El chico se paró y miró al rostro de Jess, sin poder evitar soltar una carcajada al darse cuenta de ello.
- Jess, a pesar de que me sorprende gratamente escuchar tus celos, no debes preocuparte. Si te llamo sihaya, no es por capricho o porque me haya dado por ahí. Cuando leí por primera vez Dune, y comprendí lo que significaba esa palabra; me prometí a mi mismo que, si en algún momento encontraba a esa persona especial en mi vida, la llamaría así. -dijo David con suavidad.- No es un nombre que usaría a la ligera. Recuérdalo siempre Jess, sólo tu eres mi sihaya, nadie más. -la chica no pudo evitar emocionarse y besar con dulzura al metamorfomago.
David aprovechó para alargar el contacto todo lo que pudiera. Entre que tenían que andar con cuidado para que sus padres no les descubrieran, y que no tenían esa necesidad imperiosa de demostrarse con gestos visibles, lo que se querían; los besos no eran especialmente comunes.
- ¡Qué escena tan tierna! -dijo una voz cerca de ellos. Los dos chicos se giraron y vieron a la chica de esta mañana de pie a su lado.- Pensaba que erais hermanos.
- Hola. -saludó David en español. Jess estaba demasiado avergonzada para hablar.
- ¿Cambiaste lo que te dije? -preguntó la chica.
- No, pero lo tendré en cuenta. -respondió el metamorfomago.- Creo que no nos hemos presentado. Me llamo David y ella es Jessica. -Jess saludó levemente con la mano.
- No seas vergonzosa, Jessica. -dijo la chica.- Yo soy Marta.
- No es vergonzosa. -explicó David.- Es que no te entiende.
- ¿No sabe español? -preguntó la chica. David negó con la cabeza.- ¿Y cómo es que tu si sabes, viviendo en la misma casa?
- Mi madre es española y mi padre norteamericano. Los padres de Jess eran ambos ingleses. -respondió David.
- ¡Ah claro! -dijo riéndose.- Sois una pareja curiosa. -Jess se giró hacia David y le habló al oído. El chico le respondió en inglés. -Tranquila Jessica, también se hablar en inglés, no tan bien como vosotros... pero me defiendo. -Jessica abrió los ojos sorprendida.
- Eres bruja, ¿no? -preguntó Jess.
- Si claro. -respondió Marta.- Hubiera sido difícil darle pistas a David, acerca de su redacción sobre las rebeliones de los duendes, si no lo fuera.
- ¿De dónde eres? -continuó Jessica.
- ¿Con todo el mundo es así de curiosa? -se extrañó Marta. David se limitó a alzar los hombros. -Soy de aquí, de Mallorca. Mi padre y mi hermana son magos y mi madre es muggle.
- ¿También usáis el termino muggle aquí? -preguntó David interesado.
- Si, esta extendido por todo el mundo. O eso es lo que me ha comentado mi padre. -respondió Marta.
Las siguientes dos horas, se convirtieron para Marta en un interrogatorio al estilo policial. David y Jess se enteraron que la educación mágica en España era muy distinta de la inglesa. Aquí, los niños conseguían su primera varita a los siete años, con la que controlan la magia accidental y, a partir de ese momento, compaginan el colegio muggle con el aprendizaje de la magia, en horario extraescolar y a menudo los fines de semana. Para ello, disponen de varios Magisterium de Magia repartidos por todo el país. Pasan al menos un mes, cada verano, en campamentos en los Picos de Europa, donde conviven con los demás niños peninsulares y completan su formación básica. Marta acababa de regresar del suyo, cinco días atrás.
Después de completar su formación básica, realizaban algún tipo de formación adicional en Scholas (que son como universidades) en Coímbra, Salamanca y Toledo. Y algo que a Jessica le pareció muy curioso, es que cursaban asignaturas en facultades muggles si son importantes para su carrera mágica.
David se dio cuenta de que, a pesar de ser un método de enseñanza mas completo, era mucho más exigente que el suyo. Cuando Marta empezó a contarles como era la sociedad mágica, hubo algo que provocó grandes risas en ambos chicos, la red glu. La chica comentaba que, como en España, cada vez había menos casas con chimenea; habían creado una red de comunicaciones parecida a la red flu inglesa (que también había en España), pero que iba por las tuberías de la calefacción. Se quejaba que, debido a los frecuentes golpes cuando giraban en los codos de las cañerías, era un sistema un poco incómodo.
Aquella noche, durante la cena, Jessica no dejaba de hablar emocionada sobre lo que había ocurrido durante toda la tarde. David la miraba complacido entre cucharada y cucharada de gazpacho. No la había visto tan feliz desde hacia mucho tiempo. Se sentía un poco culpable por no haberse dado cuenta de la necesidad de amistad de Jess.
La ultima mañana en Mallorca se alzó tan resplandeciente como siempre. David y Jess salieron pronto de casa para poder quedar por ultima vez con Marta y despedirse de ella hasta la próxima vez que se encontraran. Desde que Marta y Jess se habían hecho intimas amigas, David no podía esperar a agradecerle a la chica todo lo que había hecho por su sihaya. Parecía que la sonrisa de Jess nunca desaparecería de su rostro. Llegaron más rápido que ningún día a la pequeña porción de playa que habían convertido en su fortín, gracias a la ayuda de la hermana mayor de Marta, Miriam. Esta, había realizado un pequeño hechizo anti-muggles en aquella zona, impidiendo que nadie la ocupara.
- Hola Marta. -saludó a voz en grito Jessica.
- Hola Jessica. -respondió la chica dándola un gran abrazo.
- ¿Y tu hermana? -preguntó David.
- Esta con su novio. -respondió poniendo una mueca de asco en su cara.- ¡Dios! No se como no se quedan pegados... todo el día dándose besos. -David y Jess se miraron y se echaron a reír escandalosamente. Marta les miró sorprendida pero siguió hablando. -Por eso, me gustáis los dos como pareja. No sois nada empalagosos.
- ¿Esto era un halago? -preguntó Jess.
- Creo que si, Jess. -respondió David.
- Vamos a dejarlo. -dijo Marta mientras giraba la cabeza en un claro gesto de derrota. De repente, salió corriendo hacia el agua. -¡Quién llegue el último es una boñiga de dragón!
Los dos chicos se despojaron de las prendas de vestir que cubrían sus bañadores y salieron disparados hacia el agua. Como había pasado los últimos días, David llegó el último.
- Y con esta derrota, David ha conseguido ser boñiga de dragón, cinco veces consecutivas. -dijo Marta mirando a Jess.- Eso se merece una recompensa acorde a tan magno logro.
De repente, David vio como las dos chicas se abalanzaban sobre él y le hundían la cabeza bajo el agua. No se resistió. Sabía que si hubiera querido, podría haber escapado fácilmente de su agarre; dentro del agua era resbaladizo como una anguila y se retorcía como una serpiente. Tras unos segundos de cortesía, David estiró el cuerpo y empezó a girar sobre su eje, impulsándose sobre las piernas para escapar fácilmente de ellas. Sonriendo, se dio la vuelta bajo el agua, cogió de las piernas a ambas chicas y salió del agua tirando con fuerza. Jess y Marta perdieron el equilibrio y cayeron de espaldas. En cuanto se recuperaron de la impresión, salieron tras el metamorfomago que corría, partiéndose de la risa, a lo largo de la playa.
- Se que tenéis que iros. -dijo Marta tras secarse el pelo. Jess la miró con cara de tristeza. -Pero os puedo acompañar a casa.
Tardaron todo el tiempo del mundo en recorrer la distancia entre la playa y la casa de los abuelos de David. Durante el paseo, recordaban las anécdotas de las tres semanas que habían pasado juntos. Al llegar a la puerta de casa, se detuvieron.
- Creo que es momento de despedirse. -dijo Marta con los ojos brillantes. Jess se acercó a ella y la abrazó.
- Te voy a echar de menos. -dijo Jess con la misma mirada lacrimosa. Marta se quitó la mochila de la espalda, buscó dentro y sacó algo que escondió dentro de su puño; cogió la mano de Jessica y lo depositó en ella.
- Esto es para que me recuerdes y para que sepas, que aquí tienes una amiga que te quiere. -dijo Marta cerrándole la mano. -No lo mires hasta que me vaya, ¿vale? -Jess apretó mas el puño y asintió con la cabeza. La chica se giró hacia David. -Para ti, no tengo nada.
- No te preocupes. -dijo David quitándole importancia y acercándose para darla un abrazo. Aprovechando la cercanía, inclinó la cabeza y le susurro en la oreja. -Cualquier cosa que haga feliz a Jess, me lo hace a mí. Gracias por el regalo. -Marta le miró cariñosamente y le acarició la mejilla.
David se retiró dentro de casa para dejar a las dos chicas solas. Tras cinco minutos de espera, Jess entró por la puerta y se dirigió a la mesa del jardín, donde David la esperaba sentado. El metamorfomago se fijó en el regalo que le había dado Marta. Era un colgante de acero negro compuesto por dos circunferencias unidas por una barra.
- Es bonito. -dijo David señalando.
- ¿Te gusta? -preguntó Jess quitándoselo del cuello y entregándoselo al chico.
- Lo importante es que te guste a ti, sihaya. -respondió David mientras lo hacia girar entre sus dedos.
- No te escabullas y responde. -dijo Jess sonriente.
- Sin duda es original y -David se acercó a Jess y se lo puso alrededor del cuello.- te queda bien.
- ¿A que no sabes lo que me ha dicho Marta sobre tí? -preguntó con una sonrisa traviesa.
- La verdad... -dijo David alzando las cejas.- No se si debería saberlo.
- No seas tonto. -replicó Jess.- ¿Quieres o no?
- Depende de ti, Jess. Para eso te lo ha dicho a ti y no a mí. -respondió David pausadamente.
- Pues te quedas sin saberlo. -intentó picarle Jess para que se lo pidiera.
- De acuerdo. -respondió David, sin caer en la trampa, mientras bajaba la cabeza para mirar su reloj.- Jess, creo que deberíamos empezar a hacer las maletas. Nuestro vuelo sale mañana temprano y creo que es mejor que las tengamos preparadas ya.
David subió las escaleras en dirección hacia la habitación con Jessica y su cara contrariada al ver como David no caía en su trampa, detrás de él. Entró en la habitación y se dirigió directamente a su armario para empezar a colocar toda la ropa en la maleta. Se giró para dejar todas las prendas encima de la cama, cuando vio a Jess apoyada en la puerta con gesto torcido.
- ¿Qué te pasa? -preguntó.
- ¿De verdad no quieres saber lo que me ha dicho Marta? -insistió la chica.
- Ya he dicho que es decisión tuya. -contestó David siguiendo con la estrategia. De repente, el gesto torcido de la chica cambio hacia otro mucho más inquietante, que al metamorfomago no le gustó nada. Jess se acercó a David lentamente y le dio un beso con tal intensidad, que dejó al metamorfomago sin aliento.
- ¿Y esto? -preguntó David con las mejillas y el pelo coloreados de un intenso rojo. No había tenido tiempo para asimilarla situación, pero quería que se volviera a repetir.
- Si quieres otro, ya sabes lo que tienes que hacer. -explicó la chica pasando por su lado en dirección a su armario. David dio un paso, la cogió de la cintura y preguntó:
- ¿Qué te dijo Marta?
- Que tenia suerte de tenerte a mi lado. -respondió Jess, sabiendo que había encontrado otra arma para derrotarle. David sintió una intensa sensación de agradecimiento hacia Marta cuando lo escuchó.
Comentarios.
Hola a todos. Empieza el cuarto año y como en el libro empieza lo serio. Este capitulo me ha costado la vida escribirlo. El bloqueo era del tamaño del Canal de Panama.
Debo hacer una aclaracion, todo lo referente a la sociedad magica española no es idea mia. Todo viene de la estupenda expansion potteriana a nuestra peninsula hecha por Sorg-esp ( u/1209931/Sorg-esp). Los meritos a ella.
Y ahora agradecimientos:
- A Kristy SR, RochiiR.C.R y javi815 por sus reviews.
Un bratzo a todos, xotug.
