Hola como están!!
No soy escritora sin embargo existía ya tiene tiempo una historia que me habían encantado en cine (y posteriormente busque el libro de la genial escritora Jane Austen….. jeje)… era Sense and Sencibility..
La pareja de Kate y Alan me encanto y su interpretación me llego tanto que hube querido una continuación, sin embargo al no ser esto posible y no ver tantos fics de esta pareja, pues me lance…
Ahora bien, esta historia que les presento será cortita y es lo que me hubiera gustado sucediera después de la boda de Marianne y Christopher y un poquito mas allá.
(Espero no herir sentimientos en cuanto a desarrollar la idea más allá en situaciones y personajes agregados según mi imaginación).
Repito, desafortunadamente no soy escritora, así que me estoy esforzando en crear la historia y que mi elocuencia y ortografía no se vean tan fatales (una disculpa por estos errores que seguro sucederán)… acepto críticas constructivas y sugerencias.
Quiero agradecer en esta primera parte a Malinalli quien me apoyo en el primer desarrollo de la historia, fue mi beta pero por sus ocupaciones con las historias que desarrolla ya no le fue posible ayudarme (pero sus historias son geniales!! y ojala se me pegara un poquito más su manera de desarrollar los personajes… pero seguiré en mi esfuerzo y ahorita busque otra beta también muy buena pero también está ocupada con sus historias…que puedo decirles, procuro apoyarme en las mejores jijijiji sin embargo comprendo que primero están sus fics) … así que en lo demás…los tomatazos son bien recibidos…
Cabe aclarar que los personajes no son míos… solo los tome prestados para la historia.
Saludos :D
Detrás de los sentimientos
Desesperadamente se ve avanzar un jinete; su larga y obscura capa flotaba muy ligera en el raudo viento tanto como su avance. atravesaba esa verde colina como si fuese un simple llano despejado, no quería pensar, avanzaba muy veloz sin prestar atención a su alrededor por lo empañado de sus ojos debido al llanto que el mismo no se permitía dejar salir, quería huir de todo sin pensar más en lo que estaba dejando detrás de él. Esa tarde la luz del sol ocasionalmente se dejaba ver provocando cierto contrastante con ciertas nubes obscuras, como los sentimientos que seguramente estaban dentro de él. Su rostro reflejaba dolor, la tensión que generaba el agarre de su lazo dejaba percibir su frustración e impotencia, Galopaba como si de ello dependiera su vida y pareciera fuera presuroso al encuentro con su amada, pero, a decir verdad, esta idea distaba mucho de ello; en realidad se encontraba alejándose, huyendo de lo que sus ojos y su corazón acababan de presenciar. Llevaba una estaca clavada en su pecho, ocasionando una herida que seguramente nunca sanaría, iba destrozado, quisiera en ese momento perder lo que llamaba vida, a fin de terminar con su agonía. Acababa de ser testigo de un terrible evento que lo lanzaba a la más profunda miseria: La boda de su amada Marianne Dashwood a la cual había dejado abandonada y con el corazón destrozado, pensarían algunos… algo que durante muchos meses el mismo llego a pensar.
Para él serian tan solo unos meses atrás, aunque en realidad habían pasado dos años, años de desconsuelo y amor, años de perderse en los placeres terrenales y vicios, todo por culpa de una herencia; una cuantiosa suma de la que era poseedora la familia Grey, misma que lo había sacado de una vergonzosa y pública ruina. Willoughby raudo avanzaba permitiendo que la velocidad disipara sus pensamientos, no quería seguir recreando en su mente esas felices imágenes que asaltaban su cabeza hiriendo inmisericordes su ya débil corazón. No! Esas hermosas sonrisas dedicadas a otro hombre debieron haber sido suyas! El brillo en los ojos de la hermosa mujer por quien su corazón latía debía pertenecerle solo a él! Y sentía que ese miserable le había robado!
De pronto una voz interna, esa misma a la que llamamos conciencia, se tornó en su propio juez descubriendo el terrible veredicto: Tuvo que aceptar con pesar, que él había sido el único y absoluto culpable de no ser quien gozara de esa dicha y de que esa no haya sido su boda. Willoughby en su mente recreaba esa misma escena anhelando haber sido él quien hubo tenido esa dicha de caminar orgulloso a lado de esa mujer y no otro hombre quien la llevara del brazo, deseo con toda el alma y con todas las fuerzas de su corazón verse reflejando en los ojos de su amada Marianne, ver y estar seguro que ella seria quien lo haría feliz el resto de su vida.
Avanzaba renuente hacia a lo que era su hogar (si lo podía llamar de alguna manera) desde hace algunos meses y donde desde un ventanal a lo alto era esperado por su flamante y bella esposa. Ella miraba impaciente desde aquel grande y transparente ventanal aguardando cualquier indicio de la llegada de su hombre; lo llamaba suyo ya que aunque sabía que si bien no era poseedora de su corazón, aun así era de ella y de nadie más debido a que con su posición tanto social y mayormente económica se había ganado ese derecho sobre él.
Se sentía impaciente pues, le habían llegado rumores de la boda de la anterior enamorada de su ahora esposo, a la cual, ella sabía que de alguna manera, iría a buscar. Su temor principal era que su esposo Willoughby realizara algún acto descabellado y desesperado que la colocara en boca de todos y arruinara su reputación y su buen nombre. Se trataba de una mujer muy superficial que se había desposado con Willoughby sobre todo por su apariencia: Un hombre buen mozo, exquisitamente atractivo y absolutamente encantador. Si bien conocía su muy notoria fama de mujeriego y ambicioso, era mejor opción que cualquier otro viejo conde o duque al que hubiese sido presentada previamente con el mismo propósito de matrimonio. Así que ella, esperaba en un profundo silencio, confiaba en la avaricia y materialismo de su supuesto amado. Los "atributos" de su esposo la mantenían segura y confiada: Si antes no lo hizo mucho menos ahora. Willoughby no cambiaria el acomodado estilo de vida que llevaba gracias a su arreglado matrimonio.
A lo lejos lo vio venir: El hombre guiaba su caballo con paso irresoluto. Pareciera que gozaba torturándose con la imagen de la mujer amada en brazos ajenos. La sola idea de imaginarla entregando sus virginales placeres a otro que no fuera él lo agobiaba al punto de desear regresar y arrebatarle al miserable ladronzuelo el tesoro más grande de su vida. Cabalgaba cabizbajo, tratando de esconder los tormentos de su interior. Aunque un profundo dolor se había apoderado de él, Willoughby evitó que las lágrimas lo traicionaran.
Su esposa contempló complacida cómo el hombre bajó del caballo para después conducirlo hacia las caballerizas. Observaba ya más tranquila y segura que sus pensamientos y temores habían quedado únicamente en eso, en pensamientos.
Pasaron únicamente unos minutos cuando repentinamente y con un fuerte golpe se abrió la puerta de la habitación donde se encontraba su flamante esposa.
-Has llegado- lo saludó con aire de triunfo mientras se retiraba lentamente del enorme ventanal. Su voz sonaba demasiado segura.
Sin emitir palabra alguna, él se acercó a ella; aunque la miraba fijamente sus ojos parecían ausentes. Estaba despechado y precisaba poner remedio a su sufrimiento. Sujetó a su esposa fuertemente de la cintura de una manera brusca sin desviar la mirada de su presa, como si sus ojos fueran el azor que, hambriento, rapiña. Ella se dejó llevar emocionada. Los brazos fuertes que la rodeaban eran el lugar justo para la dama. La besó. Le entregó un beso pasional pero a la vez cargado de despecho y dolor. Con fuerza introdujo su lengua en la boca de su esposa para recorrerla posesivamente; no hubo dulzura, no hubo palabras de amor, ni promesas que exaltaran tan íntimo intercambio. El hombre deseaba desesperadamente saciar sus deseos naturales solamente. Sin pronunciar una sola palabra la tomó entre sus brazos y la llevó hacia su lecho donde a partir de ese momento comenzaría un ritual de pasión y dolor en aras de olvidar lo que hace unos minutos había presenciado. Con cada beso arrancaría el dolor de saber a su amada en brazos de otro, con cada caricia ahogaría el sufrimiento de no ser a ella a quien en ese momento haría suya y tratando a su vez de olvidar que en ese mismo día y esa misma noche, Marianne, su amada Marianne, dejaría de ser suya para volverse la mujer de otro hombre. Para convertirse en la señora del coronel Christopher Brandon.
