N/A: No puedo creer que esté haciendo esto... pero no voy a mentir ¡fue endemoniadamente divertido!

¡Espero que lo disfruten!


—¡MÁS FUERTE BLASTOISE! Quiero ver perforado ese glaciar antes de que anochezca, ¡HIDROBOMBA!

—¡BLAAAASH!—

Mi Blastoise volvió a disparar sus potentes chorros de agua contra el bloque de hielo frente a nosotros, el cual seguía resistiéndose al poder de mi pokémon inicial, negándose a caer.

—¡MÁS POTENCIA!— Ordené alzando la voz.

Blastoise, aunque agotado, continuaba lanzando su ataque hacia su objetivo de forma implacable. No le había permitido descansar desde que comenzamos a entrenar en la mañana, ni siquiera nos habíamos detenido a comer y eso se veía reflejado ahora que sus cañones no eran capaces de propulsar sus ataques con la fuerza suficiente para atravesar la muralla de hielo (cosa que si había logrado horas antes contra un muro de piedra).

Siguió lanzando hidrobomba a este muro durante un par de horas más, hasta que finalmente mi pobre pokémon terminó desplomándose completamente acabado sobre el piso frío de aquella caverna en la que nos encontrábamos.

—¿Pero qué estás haciendo? YO NO DIJE QUE PODÍAS DESCANSAR, ¡LEVÁNTATE!— Exclamé frustrado al notar que a pesar de los ataques que habíamos estado realizando incesantemente por horas, no habían logrado hacer mas que una pequeña grieta en el glaciar.

Apreté mi mandíbula con rabia, tratando de no ceder ante la desesperación.

"Mis pokémon son débiles... por eso perdí la liga." Pensé, clavando la mirada en el Blastoise que ahora yacía en el suelo, derrotado.

Volví a recordar el momento en el que Nidoking había sido apaleado por el Golem de Melissa, y cómo aquello habia marcado mi fin en la liga... lo peor fue que él lo había visto todo. Recordé la mirada en su rostro al ver el tablero que anunciaba mi derrota; ese semblante lleno de lástima... y como si eso no hubiera sido suficientemente humillante, después tuvo el descaro de querer ir a consolarme... ¡CONSOLARME A MÍ!

Cerré los ojos tratando de huir de aquel doloroso recuerdo.

—Blaas... toise...Blaaa...— Gemía Blastoise, girando su cabeza hacia mi, suplicante. Estaba claro que quería rendirse. Pero yo no.

—¿Te quejas ahora? Primero pierdes contra Melissa y ahora contra una pared... Yo te prometí que te haría el pokémon más fuerte y pienso cumplirlo, o mi nombre no es Gary Oak. ¡LEVÁNTATE DIJE!—

Como si la concha y los cañones que llevaba sobre su espalda hubieran multiplicado su peso por diez, Blastoise luchó por ponerse de pie, haciendo un esfuerzo descomunal para no volver a caer. Noté como le temblaban las extremidades y entrecerraba los ojos probablemente debido al mareo que también estaba provocando que se tambaleara de un lado al otro, incapaz de mantenerse firme. A pesar de que era claro que mi pokemon estaba sufriendo, yo estaba endurecido por la reciente derrota y cegado por la cólera. Me negué a mostrarme compasivo.

Estaba empeñado en hacer trizas ese muro, no por necedad, sino porque ahora veía en aquella barrera reflejados todos los obstáculos que me impedían llegar a mi objetivo. Si mis pokémon no eran capaces de derribarla, entonces no había manera de que pudieran vencer algo más grande.

—¡HIDROBOMBA!— Le ordené, señalando a la infame pared de hielo con mi dedo índice.

Blastoise se puso en posición, e inclinando la cabeza con pesadez se las apañó para apuntar sus enormes cañones hacia el glaciar una vez más. Ya ni si quiera tuvo la energía de emitir su grito característico, en su lugar dejó escapar algo más parecido a un sollozo.

Comprimiendo su rostro dejando en evidencia una profunda agonía, mi pokemon liberó su ataque.

Aquello más que una "hidrobomba" parecía una "pistola de agua" mal lograda, que no había sido siquiera capaz de tocar la superficie de la pared de hielo. Sólo unas gotas habían logrado salpicarle.

La frente comenzó a arderme. Mis puños que caían hacia mis costados estaban cerrados con tal fuerza que podía sentir mis uñas clavándose en las palmas de mis manos, aminorando con el dolor las tremendas ganas de echarme a llorar.

"Los campeones no lloran" Pensé. En lugar de eso, hice algo que ningún entrenador respetable debería hacer jamás: dirigí toda mi ira y frustración contra mi fiel compañero, quien a duras penas seguía en pie.

—¡INÚTIL! NO PUEDO CREER QUE TE HAYA ELEGIDO A TÍ EN LUGAR DE CHARMANDER, ¡ERES UN PERDEDOR COMO TODOS LO QUE ME RODEAN! vas a usar hidrobomba contra aquella pared ¡HASTA QUE LA DERRIBES! ¡HIDROBOM...—

—¡YA BASTA!— Gritó una voz conocida detrás de mi.

Sin poder librarme aún de la furia que me invadía la razón, voltee para encontrarme con el perdedor de pueblo paleta y los dos líderes de gimnasio más débiles de Kanto, quienes corrían apresurados a mi encuentro.

La chica de la coleta (Misty, creo que se llamaba) socorría al pobre Blastoise, quien había caído sobre sus rodillas y parecía estar al borde del desmayo. El moreno de ojos rasgados (cuyo nombre no recuerdo) estaba a su lado, dándole de comer una baya que yo nunca había visto. Yo era muy precavido con la dieta de mis pokémon y no permitía que comieran nada que comprometiera su desempeño, por lo que me apresuré a arrebatársela de su mano.

—¡¿Qué crees que haces?! ¡Nadie le da nada a mis pokemon a menos que yo lo diga!—

El sujeto arqueó sus cejas.

—Creo que ya es un poco tarde para mostrar interés por el bienestar de tu Blastoise.— Dijo sacando otra baya de su bolsillo. Mi pokémon la tragó con trabajo, no sin antes dirigirme una mirada de aflicción como diciéndome "lo siento".

—Yo sabía que eras odioso, pero nunca creí que también fueras cruel.— Exclamó la chica del pelo naranja, secundada por un grito del togepi en sus brazos. Poniendo al pokémon bebé en el suelo, se inclinó junto a Blastoise y acarició su cabeza mientras le dirigía palabras de aliento. Mi compañero parecía receptivo a las caricias, pues al poco tiempo cerró los ojos cediendo finalmente al agotamiento. —¡¿Cómo te atreves a obligarlo a derribar una pared de cuarzo?! ¿Tienes idea de lo duro que es?—

"¿Cuarzo?"

Una punzada de culpa me atravesó el pecho. Ahora que la ira se había disipado podía ver con claridad que me había estado comportado como un verdadero idiota... aunque Blastoise hubiera estado en un estado óptimo habría tenido problemas para perforar aquel muro.

Puse una mano en mi frente, y estaba a punto de disculparme con mi pobre compañero cuando...

—Gary—

Finalmente, el perdedor del pueblo había hablado después de haber permanecido quieto y en silencio durante toda la conmoción. Si había alguien que no deseaba que me viera así era él, mi eterno rival. No podía permitir que me viera derrotado, o mucho menos arrepentido.

—Déjame en paz perdedor. No hay necesidad de que digas nada, es obvio que me sobrepasé con el entrenamiento.—

—¿¡SOBREPASARSE?! Gary, esto no es "sobrepasarse".— Respondió con la mirada oculta por la sombra de la solapa de su gorra. Tenía los ojos fijos en el Blastoise tembloroso, tendido frente a él. —Pudiste haberlo matado.—

La simple idea me hizo sentir un escalofrío correr por mi espalda. ¿Cómo se atreve a insinuar que sería capaz de hacer algo así?

— Tranquilízate Ash, esto no es más que un entrenamiento de un nivel más avanzado que el que tú acostumbras hacer; después de todo un niño que ni siquiera permite que su Pikachu evolucione no va a ser capaz de comprender los sacrificios que implica ser un entrenador competente.—

Cuatro pares de ojos furiosos (incluyendo los del Pikachu de mi rival) se clavaron en mí haciéndome estremecer. Era claro que estaba caminando sobre hielo delgado y por supuesto lo más sensato hubiera sido admitir mi culpa, regresar a Blastoise a su pokeball y salir de la caverna directo al centro Pokemon llevándome algo de mi dignidad conmigo; pero en ese entonces era orgulloso y bastante más soberbio que ahora. No iba a reconocer mi falta aunque mi vida dependiera de ello.

—¿Qué estas tratando de demostrar?— Preguntó el líder de gimnasio de tipo roca, en tono severo.

—Yo no tengo que demostrar nada a nadie, menos a entrenadores mediocres como ustedes.— Respondí despectivamente mirándolos por las esquinas de mis ojos, levantando el mentón.

Ash alzó su rostro y pude percatarme de que estaba muy cabreado; mi comentario le había servido como detonante final.

Comenzó a caminar hacia mí con un semblante muy serio, como nunca lo había visto antes. Debo admitir que verlo así me intimidó al punto que retrocedí un par de pasos de manera casi instintiva, pero aquello no impidió que el bastardo me sujetara por la solapa de mi sudadera, acercando mi rostro hacia el suyo. Un tenue rubor recorrió mis mejillas... nunca había estado tan cerca de él.

—Escúchame bien Gary— Su voz era otra, más gruesa y varonil, como si hubiera madurado en cuestión de segundos. Luchaba por mostrarme impávido, pero esos penetrantes ojos marrones lo hacían difícil.— Puedes mofarte de mi, humillarme y llamarme con todos los nombres que quieras, pero si vuelvo a verte abusando de un pokémon juro que haré que te arrepientas.— Rugió, mientras que con desprecio liberaba el cuello de mi ropa, empujándome hacia atrás.

Impactado por la amenaza de mi siempre infantil, torpe y bondadoso rival, me quedé unos segundos en completo silencio con los ojos abiertos de par en par y con la cara roja debido a la indignación y... por alguna otra razón que aún no tenía clara.

El par de líderes de gimnasio ahora observaban a su amigo con atención, quizá igual de desconcertados por su súbito cambio de actitud.

Toda la atmósfera la envolvió un silencio ía que apurarme a hacer o decir algo, o los demás pensarían que las palabras de aquel idiota me habían afectado (lo cuál era verdad, pero de ninguna manera permitiría que ellos se dieran cuenta). No fue hasta que Ash me dio la espalda que fui capaz de moverme otra vez, como si me hubiera liberado de un ataque de parálisis. La ira volvió a dominarme y con apenas consciencia de lo que estaba haciendo, arremetí contra mi odioso vecino como un Tauros usando placaje, derribándolo en el piso y tratando de alcanzar su rostro con mis puños.

—¡TÚ NO VAS A DECIRME CÓMO ENTRENAR A MIS POKEMON, FRACASADO!— Grité colérico, mientras que rodando por el suelo intercambiábamos puñetazos, rasguños e incluso mordiscos. Parecíamos un par de Rattatas de nivel 3 luchando por un pedazo de pan.

Los amigos de Ash gritaban algo con tono de alarma, pero yo estaba tan absorto en mi tarea que no puse atención; pronto me daría cuenta de que estaban tratando de advertirnos sobre la fosa hacia la cual nos estábamos dirigiendo en medio de aquel forcejeo.

Para cuando me percaté de esto ya era tarde, pues a los pocos segundos estábamos cayendo en picada hacia las profundidades de aquella gruta, sin oportunidad siquiera de llamar a nuestros pokémon para salvarnos.

—¡PIKA!—Gritó el pikachu de Ash al tiempo que nos perdíamos en las penumbras de aquella fosa.