Fénix.

― ¿Qué?—dijo Katniss, luego de que el rubio hablara y que ella no entendiera el significado.

― Que me recuerdas a un Fénix, Katniss.

Ella clavó sus ojos grises, que eran de una tonalidad parecida a la del plomo, en los del otro, que eran de un azul profundo y pacífico como el mar calmado. Esa noche, El Sinsajo no estuvo nada bien. Normalmente tenía pesadillas sobre la guerra, el caos destrozando familias y hogares. Como la suya. Su familia ya había estado rajada, pero la guerra fue la gota que colmó el vaso. Su hermana falleció y su madre se fue al igual que su mejor amigo.

Todas las noches, ella solía tener pesadillas. No tan terribles como en los primeros años, pero en esos había dejado de despertarse gritando o pataleando mientras suplicaba…hasta esa noche. Su sueño había sido tan vivido como cuando habían elegido a Prim para la cosecha. Ella, una vez despierta, se rompió a llorar.

Ella volvió los ojos hacía la comida que estaba preparando. Su dedo índice no se encontraba muy lejos de la hoja del cuchillo. Ella suspiró y apartó la mano, dejando a un lado el cuchillo.

― ¿Qué es eso?-le preguntó, su voz parecía estrangulada.

― Una criatura mitológica. Un ave—ella frunció el ceño— No lo digo por el Sinsajo—ella arqueó levemente las cejas— ¿Sabes qué los hacía especial? Revivían. Al morir, su cuerpo se quemaba, y de las cenizas volvía a nacer. Por eso me recuerda a ti, Katniss. Después de perder tantas cosas, después de quemarte, renaciste de las cenizas. Eres alguien muy fuerte. Tú puedes con esto.

Ella se acercó a él y lo abrazó lo más que pudo, ya que su vientre había crecido mucho en esos últimos seis meses.