Dross era la clase de persona con la que, una vez entablada confianza, se podía hablar de casi cualquier cosa.

Tenía la mitad de una vida ya recorrida, éxito y millones de fans a los que, sin saberlo, había educado por años. Sí, Dross suplía figuras paternas a granel. También era de esos rarísimos ejemplares que no pierden altura ni estilo al soltar una palabrota, o más bien: un rosario de putas, coños, vergas, cabezas de huevo, sopla pijas y un larguísimo y grueso etcétera.

El reciente éxito de su primera novela mantenía a Dross en estado de gracia, más o menos como Santa Teresa, y el recorrido promocional a lo largo y ancho de Latinoamérica, en las ciudades principales, no hacía sino emocionarlo más y más en un sempiterno orgasmo mental.

Próxima ciudad: Medellín.

La emoción era doble, pues un buen amigo: el rubio youtuber, gamer, actor y escritor: el gran Dalas, de DalasReview, coincidía en la ciudad por unos días.

Lindo, inteligente, honesto, en la lista contaba también fama, dinero y una novia tan guapa como guapa puede ser cualquiera de las modelos en la casa Dior. Dalas era el chico bueno, MUY bueno, según sus seguidoras, las psicópatas que querían sodomizarlo con dildos de catorce pulgadas y sin lubricante. Los dos mantenían una amistad basada en correspondencia y ocasionales llamadas.

El primer día fue una locura, como siempre. Era la cuarta ciudad en la gira y Dross aún no se terminaba de acostumbrar al entusiasmo, el calor de la gente.

Por supuesto, recordaba que tenía cuentas pendientes en la ciudad. Se le pasó por la cabeza más de una vez qué hacer si alguno de los subnormales apareciera o hiciera algo, pero no le dio muchas vueltas, estaba ahí por un motivo: promocionar su libro.

Caía la noche y la fila para autógrafos se extendía a lo lejos. Casi no sentía la diestra y el bolígrafo estaba tan pegado a sus dedos, como pegados tenía los huevos a los muslos. Ser gamer no lo prepara a uno para situaciones como esa. A un juego se le puede dar pause para pararse, estirar las piernas y acomodarse las bolas, ir al servicio y luego a la cocina para buscar un refresco.

El chico de la editorial que hacía de asistente le comentó que solo faltaban diez para terminar la jornada y que repartirían números para la mañana siguiente. Se veía muy cansado también.

Dross hubiese querido prestar más atención a las caras de los últimos chicos que se le acercaban, pero la energía de la juventud había dejado hace años sus huesos, tal vez consecuencia de pasar todo el rato frente al pc, teléfono o cámara. Pensaba para sí que lo siguiente sería cenar en el hotel, tomar una ducha y luego a la cama, sí señor.

La gente se dispersó, decepcionada a medias. El último de la fila ya no pasaba por muchacho. Era un tipo alto, llegando casi al metro ochenta de altura, cabello largo y negro que le caía por mechones a los lados de la cara. Lentes rectangulares con marcos gruesos y negros, a juego con el cabello, ojos ligeramente rasgados, vaqueros grises y una playera de Septic Flesh. Los músculos se notaban, no como a alguien que va religiosamente al gimnasio, más bien como uno que trabaja diario con la fuerza de sus brazos.

Llevaba la mentada novela y se le acercó con una sonrisa de esas que pone la piel de gallina a cualquiera. No por causar temor, ni mucho menos, era algo complicado de explicar. Incluso hubiera podido alterar los nervios de Dross de haberla visto, pero estaba muy cansado para captar el detalle.

-¿A quién se la dedico? –preguntó.

-A Mateo.

-¿Mateo…? –preguntó con la sonrisa más cordial que le permitía el cansancio -¿Mateo qué?, carajo, ¡¿Mateo queeeé?!- Preguntó mentalmente.

-Para Mateo, ex admin de Pika Fap. Con mucho amor, si es posible.

Dross levantó la mirada y en efecto: carne de gallina por medio segundo.

-¿Pero tú estás de coña? –tras las gafas oscuras su expresión era un poema. No, no se lo creía y más aún, sintió genuinas ganas de soltar un coñazo en la cara del crío por hacer bromas estúpidas.

-Pues si no me crees, allá. ¿Me lo firmas o no?