Mi tesoro más preciado

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One-Shot

En sus recuerdos, todo es demasiado brillante. Onoda mira hacia atrás y el pecho se le contrae, antes de que el mundo pierda su equilibrio y él despierte entre temblores.

Tal vez, pienso por unos momentos, tal vez nunca sea capaz de terminar esa escalada.


Disclaimer: Yowamushi Pedal y sus personajes, así como la canción que dio inspiración a este fic, no me pertecen. Este es un trabajo sin fines de lucro y no recibo ninguna clase de compensación monetaria por ello. Habiendo dicho eso, ¡muchas gracias por leer!


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« Si las puntas de mi ropa se mojan, sólo puedo esperar hasta que se sequen.
Haciendo sonidos en el agua, salté.
Me has enseñado mucho, nunca más volveré a estar asustada.

Tengo que dejar de lado tus manos que me sostenían... »

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— ¡Manami-kun, Manami-kun!

— Lo siento, no puede pasar más lejos de aquí.

— ¡Manami-kun!

Soltando su mano, vio como su figura desaparecía detrás de unas pesadas puertas blancas, rodeado por los doctores y enfermeras que los habían recibido en Urgencias. Onoda-kun vio como se lo llevaban, entre gritos y órdenes, entre los intentos de reanimación de un corazón inmóvil.

No podía ser cierto, ¿verdad?


"Ahora mismo…Toudou-senpai y Makishima-san deben de estar compitiendo cabeza con cabeza.

Es una batalla en la montaña entre dos escaladores. Se llevarán al límite y lucharán hasta que no les quede nada, ¡es imposible que no se estén divirtiendo! Ahora no podemos, pero un día espero que nosotros hagamos lo mismo en el Interescolar. Espero que tengamos un duelo… que nos haga luchar hasta el último aliento."

"¡Sí!"

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En ese momento, Onoda no le hizo caso a la extraña mirada de dolor que había en la cara de Manami-kun. Sólo la vio un momento, lo suficiente para creer que había sido una confusión. Fue lo mismo que se repitió durante todo el tiempo en que la luz del cartel "En cirugía" estuvo encendida.

Fue lo mismo que trató de decirse cuando el doctor finalmente salió a darle las noticias.

Ese fue el eco que escuchó mientras su cerebro trataba de procesar las noticias.

Escuchaba el llanto de una mujer en la lejanía acompañado del de una chica más joven, pero era como si todo estuviera demasiado lejos. Sus rodillas le dolían y cuando miró hacia abajo descubrió el suelo mucho más cerca de lo que creía. Alguien lo trataba de levantar, pero él no tenía fuerzas.

Que extraño, sentía como si hubiera estado en aquel pasillo por años, pero todo su cuerpo le gritaba que ni siquiera mil años bastarían para recuperarse de su cansancio.

Recordó la cuesta, el punto más alto, a punto de llegar. La imagen contenía demasiado luz, aún en sus recuerdos, tanta que cegaba casi todo. Él estiraba la mano, con la sonrisa en el rostro, los ojos entornados, cansado, pero feliz. Y cuando miraba hacia atrás, toda la luz desaparecía y su mundo temblaba.

Esa escalada era una que no iba a ser capaz de terminar.


Las estrellabas estaban brillando cuando alzó la mirada. Luego la bajaba y veía a la gente pasar a su lado, entrando y saliendo del hospital en varios niveles de cansancio. Para él, ambas vistas se sentían exactamente como lo mismo.

Alguien soltaba el agarre sobre su codo y él se tambaleaba, inseguro de cómo permanecer en pie.

Se miró las manos. No sabía que le había pasado a sus guantes, ya no los tenía. Tampoco sabía porque, en tal caso, estaban tan manchadas. Se tocó las palmas, y algo cayó en ellas. Una gota… no, una lágrima, seguida de otra y otra más. Cuando trató de limpiarlas sólo se ensuciaron más.

Era la tierra del camino que llevaba en ellas y en su rostro. No sabía cómo tenía el rostro. Tal vez como sus manos. No solo estaban sucias y húmedas, estaban llenas de heridas y temblorosas, como si no fueran a soportar mucho más.

Trató de recordar que había estado haciendo. La luz que era demasiado cegadora, el cansancio que desgarraba sus músculos, y otra cosa. Un dolor en su pecho más profundo, sus pulmones negándose a respirar.

¿Qué había estado haciendo?

— Onoda.

— ¿Eh?

Ahí estaba. Era Imaizumi-kun. Le estaba diciendo más, pero no podía entenderle. Se acercó a limpiarle las lágrimas, pero cuando se dio cuenta de que era inútil, lo dejó en paz y comenzó a arrastrarlo hasta una camioneta.

Todos estaban ahí, sus senpais graduados y los que ya estaban en tercer año, sus compañeros, amigos…

— Onoda-kun…

— Creo que sigue en shock.

Unos ojos chocolate lo miraban desde el asiento del copiloto, y unas pequeñas manos tomaron las suyas.

— Todo estará bien, ¿sí? Todos estamos aquí para ti, no lo olvides, Onoda-kun.

— Kanzaki-san…

— ¿Sí?

Pero no pudo decir más, porque su sonrisa era cálida y amable. Le recordaba a otra.

"Sakamichi-kun."

Sí, le recordaba a la de él.

Y le dolía recordarlo. Dolía tanto que por un momento quiso gritar, así que sólo se aferró más fuerte a esas manos, porque sentía como si estuviera a punto de caer por esa montaña.

— Onoda-kun…

Lloró como un niño pequeño, sin callarse ningún sollozo ni grito entre lágrimas. mientras unos brazos que no identificaba lo rodeaban, hasta que dejaron de ser solo un par y era rodeado por dos, tres, y las manos se posaban en sus brazos y cabeza, mientras lo sostenían. Y él lloraba mientras dejaba que todos lo sostuvieran antes de seguir cayendo. Porque eran su equipo, y para eso estaban.

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« No importa si estoy sola, aún si se ve doloroso,
Nunca olvidaré el sueño que he compartido con todos.
Me alegro de estar con ustedes,
Me alegro de haber estado con todo el mundo.

Pero cuando desperté en la mañana, ya no había nadie... »


Sus piernas se sentían como plomo, su corazón parecía como si fuera a estallar y sus brazos temblaban negándose a ejercer más fuerza. Había estado corriendo con todo lo que tenía sin bajar la cadencia desde el inicio de la montaña, y no se sentía capaz de continuar.

"¿Te sirve pokari?"

Pero siempre que eso sucedía, tomaba la botella que se encontraba entre sus piernas y una vez más, bajo el sol abrasador, sentía una suave brisa soplando tras de sí, y por un momento creía ver plumas blancas a su alrededor.

"Me llamo Sangaku Manami. Cuando veo sufrir a alguien en la montaña, tengo que ayudarlo."

Seguiría. Correría. Hasta llegar a la cima. Hasta el punto más alto. Más cerca de él...

"Hasta la vista"...

— ¡Manami-kun!

Y aunque le faltara el aliento siempre lograba gritar su nombre, aún si no tenía las fuerzas para detener el llanto.


"Eres de la preparatorio Sohoku de Chiba y además estás en el club de ciclismo. He venido a observarlos. Pero sólo mirar es aburrido, ¿no crees? Pensé que ya que estaba en el CSC, podía correr un poco. Además, tienen montañas. Por la mañana se puede entrar por detrás.

¿No te dije que era de la Academia Hakone?

Soy miembro del club de ciclismo que ganó el año pasado el Interescolar, la Academia Hakone de Kanagawa. Aunque como estoy en primer año, no sé qué pasó el año pasado.

¿Participarás en el interescolar de este año?

Pensé que sería divertido correr los dos juntos en el interescolar. ¡Corramos hasta la cima de esta colina!"


— ¡Manami-kun!

Él quería que corrieran juntos. Él también había disfrutado todo este tiempo. Encontrarse con él, practicar con él, hablar con él, verse con él. ¡Él también había sido feliz! Entonces ¿por qué...?

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« Incluso si miro hacia atrás, ninguna sombra está allí,
Sólo un pequeño charco que brillaba.

Vivir es lo mismo que luchar,
Si he entendido esto, entonces necesito el valor para dar un paso hacia adelante... »

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¿Por qué tuvo que irse?

El sol cegaba su vista y hacía que todo el aire se sintiera más pesado con su calor. Por supuesto que sus piernas estaban cansadas, y sus brazos, y la cara, y todo el cuerpo. ¡Estaba tan cansado! Pero había sido tan feliz... y sabía que Manami-kun también lo había sido, se lo dijo. Lo mucho que disfrutaba de la escalada, aún más que él. Lo vivo que se sentía.

Por eso es que todavía no podía creerlo. La cima había estado tan cerca que se sintió capaz de alcanzarla con la mano y sólo quiso compartir ese momento en una mirada con Manami-kun, así que miró a su lado, pero no estaba.

Así que miró hacia atrás, lejos del sol.

Las ruedas de su bicicleta todavía estaban girando, pero ya no se encontraban luchando contra el peso de la gravedad sobre el asfalto. Manami-kun ya no tenía control sobre ellas, y en lugar de estar en sus manubrios, ambas manos se aferraban con desesperación a su pecho. En lugar de estar sonriendo, tenía una expresión llena de dolor en el rostro. La gente corría para ver que le sucedía, algunos gritaban órdenes y que se alejarán, pero Onoda no hizo caso y apartó a todos hasta que llegó junto a él.

Cuando trató de moverlo, Manami-kun lo miró. Trató de sonreír, pero era claro que todavía sentía mucho dolor. Trató de decirle que todo estaría bien, aunque ya sentía como las lágrimas resbalaban por sus mejillas. ¡No era momento de llorar, que idiota!

"Sakamichi-kun..."

No quiso escuchar lo que fuera que quisiera decirle. Negó y se rehusó hasta que llegó la ambulancia y dejó de poder pensar. No podía entender lo que le decían las personas, se negó a separarse de su lado, y todo ese tiempo, las palabras que trató de decirle Manami-kun se quedaron en un oscuro rincón de su mente. Él no quería escucharlas, no había sentido en ellas, porque Manami-kun...

— Lo siento mucho, hicimos todo lo que estuvo en nuestro poder para salvarlo, pero lamentablemente... su hijo Sangaku-kun ha fallecido.

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« Podré ir a cualquier lugar, con todo lo que aprendí de ti,
Te demostraré que puedo cumplir mi sueño de llegar a ser feliz...

Aún si estoy separada de todos, no importa lo lejos que sea,
Naceré de nuevo todos cada día, sólo para estar con todos.»

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— ¡Aaaahhh! —un grito desgarró su garganta mientras volvía a acelerar su cadencia, dejando que las lágrimas corrieran casi horizontalmente por su rostro.

"Sakamichi-kun, llega a la cima conmigo... con mi bici."


"¿Puedo ver tu bici, Manami-kun?"

"¡Claro!"

Era una bici preciosa, un blanco deslumbrante. Aunque no era más que un novato en cuanto a bicicletas se trataba, podía sentir todo el cuidado y amor que se le daba. Le recordaba a Manami-kun de alguna manera, en la manera en que era tan perfecta para alguien como él.

Cuando Manami-kun se fue, dejando a Onoda sintiéndose más pesado que momentos antes, pensó en lo bien que se veía montado sobre ella.

Pensó en lo mucho que e gustaba verlo correr con ella.


Y ahí estaba otra vez, la cima. Ese punto tan alto que había resultado inalcanzable para ambos.

"¡Manami-kun! Por mucho tiempo, yo simplemente no podía montar una bicicleta. Tenía miedo. Miedo de que nunca más volviera a ver tu figura frente a mí, al girar en una vuelta. Tenía miedo de enfrentarme a la realidad. Yo no quería verlo. Así que simplemente huí, a mundos donde nunca exististe, donde se suponía que yo no podría encontrarte, ¡pero era mentira! ¡Todo lo que intentaba hacer era una mentira, porque tú estabas en cada recuerdo!

Viendo anime conmigo, o cada vez que veía desaparecer el paisaje por el tren, cómo si estuviéramos corriendo juntos. A veces simplemente soplaba una brisa, y creía que si me daba la vuelta, tú estarías detrás de mí..."

"¡Yo- yo- yo no puedo tenerla!"

"¡Por favor! Es lo que él hubiera querido. Él siempre hablaba de ella y lo mucho que te gustaba."

No pudo evitar sonrojarse, apartando la mirada de aquella amiga de la infancia de Manami-kun. A ella también le dolía. No lucía mucho mejor que él, con grandes ojeras detrás de sus lentes. Cuando pensó en lo difícil que debía ser para ella desprenderse de un recuerdo tan preciado como esa bicicleta, simplemente porque "sabía" que ese era su deseo, tragó.

"Es- está bien."

Un gran viento sopló desde sus espaldas. De repente el sol que ya no deslumbraba y podía ver todo el paisaje a plenitud. Sus piernas siguieron girando como impulsadas por una fuerza mayor y diferente. Sus músculos dejaron de doler, tan sólo un instante. Ese instante en que puedes observar todo desde la cima y hasta el aire es diferente.

Pero así como de pronto llegó, así de repente se fue, y sus brazos, que había alzado inconscientemente, cayeron a sus costados, y sus piernas dejaron de pedalear. No cayó por muy poco, pero se apresuró a bajar de la bicicleta y colocarle el freno. Las piernas le temblaban y casi no se tenía en pie. Con mucho cuidado de no dejarla caer llegó hasta la orilla y ahí la dejó, acostándose de espaldas frente a ella.

Su cuerpo parecía que ya no le iba a responder en un buen rato, así que sólo se dedicó a mirarla. Tan maravillosa, toda blanca y deslumbrante...

— Llegué, Sangaku-kun... llegamos, a la cima.

Y aunque estuviera cansado y sintiera como todo su cuerpo se hiciera pedazos, todavía tenía la fuerza para llorar por él una última vez al mismo tiempo que sonreía.

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« ¡No importa si estoy sola! Voy a continuar, incluso si quiero morir.
Puedo oír tu voz, que me decía que no debía morir.

¡Incluso si es difícil! Aunque esté atrapada en la oscuridad
En lo profundo de mi corazón, una luz sigue brillando.

Dando vueltas y vueltas, el tiempo siempre cambia,
No puedo recordar lo que sucedió al principio, pero...

Si me esfuerzo y cierro mis ojos, puedo escuchar a alguien riendo.
Por alguna razón, ahora es mi tesoro más preciado.»


Notas Finales:

Este fic fue levemente editado...

Sólo para que se viera mejor. Aunque en este momento me arrepiento de haber agregado recuerdos y lyric's de igual manera, ugh— ¿en qué estaba pensando? Ah, sí, en lo mucho que me fascinó la canción para ellos. (?) Espero que les haya gustado, y muchas gracias a los que me han dejado comentarios hasta ahora, me alegra que les conmoviera.