La princesa de papá
Prólogo
La mañana había llegado como siempre desde que ella tenía memoria, oscura, silenciosa y fría, bañada esta vez de una suave brisa que empañaba los vidrios de su ventana, sus ojos del color del sol recorrieron su habitación esta vez con algo de melancolía, ya hacía rato que se había puesto en pie y ahora se encontraba frente a su enorme tocador, esperando que su mirada se reencontrase en el espejo frente a ella, cuando finalmente se echó un vistazo, un fuerte suspiro escapó de sus labios, de nuevo sus manos tomaban otro largo mechón de cabello negro y lo cepillaban con delicadeza, era su cumpleaños, y sería como cualquier otro pero no esta vez, pues la mayoría de edad había tocado finalmente las puertas de su vida y un pequeño deseo o mejor dicho petición rondaba su cabeza desde unos días atrás y hoy, justo hoy se atrevería a consultar con sus padres eso que tanto le emocionaba.
Terminó su labor, se puso de pie, sacudió el vestido que su madre le había obsequiado días atrás, y dándose un último vistazo salió de su habitación.
—x—
Caminar hacia el comedor que había compartido con sus progenitores desde que tenía memoria, jamás le había parecido tan largo y sofocante. Finalmente el salón se abrió paso ante ella y fue recibida por la misma estampa de todos los días desde su infancia, en silencio, tomó su lugar al lado izquierdo de su padre y se sirvió una humeante taza de café, tal vez para minimizar el nerviosismo evidente que hacía temblar sus manos.
—Buenos días… —dijo casi en un murmuro que salió suavemente.
Su madre, una mujer de cabellos negros y destellos purpura levantó su rostro de entre algunos papeles que leía mientras pasaba su desayuno y sonrió, estiró su mano hacia su esposo que ocupaba la punta de la mesa leyendo las noticias del día a día y acarició su antebrazo con suavidad indicándole que su hija al fin había llegado.
—Buenos días hermosa— saludó con aquella voz fuerte pero a la vez arrulladora su progenitor.
Ella sonrió, sus padres, a pesar del tiempo que había pasado seguían siendo los mismos, serios y entregados a su vida cotidiana, a su trabajo y a ella, inhaló y exhaló con fuerza y abrió su boca para ser callada por una reconocida voz que se abría paso al comedor con una larga comitiva.
—"Feliz cumpleaños… Feliz… ¡Feliz Cumpleaños a ti…!"
—Tío Minos… — murmuró, sintiéndose casi derrotada de su primer intento por hablar a sus padres, aun así no podía dejar de sonreír mientras su tío de cabellos platinados se abalanzaba sobre ella y la sacaba de la silla para alzarla en un fuerte abrazo.
— ¿Quién se ha convertido en una adulta en día de hoy? — soltó sin más el juez del inframundo bajando a la joven y besando su frente.
Wendy suspiró y asintió con lentitud viendo hacia su padre, quien había dejado de leer y ahora observaba la escena ante él con cierta incomodidad.
—Bueno, ya nuestra pequeña Wen es toda una mujer lista para afrontar sus responsabilidades ¿cierto? — Aiacos, el segundo juez se sentó a la mesa colocando un hermoso pastel color azul cielo con rosas negras, hizo señas a la joven y esta corrió a sus regazos— tu abuelo Hades manda a decir que tiene una sorpresa para ti, pero que los deberes del inframundo no le permitieron venir a verte esta mañana — le murmuró en el oído para luego besar su mejilla.
—Está bien Tío…—Wendy, se puso de pie y tomó de nuevo el lugar junto a su padre que mantenía su vista fija sobre sus dos hermanos, quienes ya se habían acomodado en la mesa y esperaban que la servidumbre cortara el pastel para celebrar.
—Que… linda sorpresa— dijo finalmente Radamanthys sirviéndose más café— les agradezco el detalle con mi hija pero saben que Wendy odia las fiestas…
La joven retorció sus ojos con fastidio viendo a sus tíos, para luego soltar una risita cuando ellos hicieron el mismo gesto, luego guardó silencio, tal vez, solo tal vez si hablaba con su padre en ese instante, no lo tomaría tan mal, y de paso tendría apoyo no solo de su madre, finalmente tomó valor, juntó sus manos y habló.
—Papá… — el silencio se hizo parte de la celebración y todos fijaron su vista en ella— hay algo que deseo comentarte…
—Dime… — el rubio, puso total atención en su hija, incluso tomó una de sus manos y sonrió de medio lado.
—Ya tengo la mayoría de edad…—comenzó, la tensión creció— y… pues, he estado leyendo libros sobre las cosas que suceden en la superficie… ya sabes, lugares, no solo el castillo de mamá… y
—Mi respuesta es no… —Radamanthys soltó su mano y regresó al desayuno — sabes que opino de que tu salgas al mundo exterior… es un lugar despreciable, aquí tienes todo lo que necesitas y…
—Lo que necesito es una vida…— Wendy habló entre dientes, con sus puños presionados sobre la mesa, con sus ojos llenos de furia y su vista fija sobre su taza.
— ¿Perdona?… — el juez de Caina regresó su vista a su hija que se mantenía cabizbaja— de que hablas… ¿una vida?
Minos y Aiacos se mantenían al margen, dispuestos a intervenir en cualquier momento, al igual que Pandora quien tomó la palabra inmediatamente.
— ¿Qué quieres decir con una vida hija? — su voz sonó pasiva, pero al mismo tiempo y como general de las tropas del inframundo fuerte y autoritaria.
—Mamá yo quiero estudiar, no quiero quedarme aquí como tu…—dijo, levantando su mirada hacia su madre con temor de haber ofendido más de la cuenta— lo que quiero decir es que me gustaría experimentar el mundo, quiero….
—Aquí tienes todos los profesores que necesitas… tu casa, tu habitación, tu padre es el juez de unos de las prisiones del inframundo más temidas… serás la heredera de mi suplier algún día… —murmuró entre dientes el rubio.
—Pero papá yo…
—Ella tiene razón…— Pandora se puso de pie, caminando hasta colocarse tras su esposo y dejar reposarle sus manos sobre los hombros— Wendy tiene derecho a ser feliz, a explorar y nosotros— enfatizó al sentir la tensión en el rubio— debemos apoyarla… por mi parte tienes mi permiso…
Silencio, mucho silencio fue la respuesta de todos, la joven aun no cabía del asombro que su madre aceptara tan rápido su propuesta, y una sonrisa se comenzó a ensanchar en su pálido rostro.
Radamanthys por su lado guardó silencio, la observó, como un padre observa a su pequeña, como si aún fuera una niña, una bebé, aun así dentro de él temía que ese día llegara y lo hizo, pero con una rapidez exagerada.
—Radamanthys…
La voz de Pandora lo hizo salir de sus cavilaciones, se mantuvo sereno, pensando que la tranquilidad de los demás solo podía significar una cosa.
—Todos ustedes sabían que Wendy me diría esto ¿cierto? — dijo finalmente casi en un susurro, con aquellas chispas que solían adornar sus orbes cada vez que se enojaba.
Los dos jueces que se mantenía en silencio fruncieron su entrecejo, y aparte soltaron una fuerte carcajada que hizo disparar el mal humor de su hermano, abriendo un debate que poco a poco subía de tono.
—Seamos honesto Rada… tu hija necesita salir a vivir… —dijo Minos.
—Tu que sabes de eso, no tienes hijos aún… —espetó el inglés cruzando su pierna.
—Yo si tengo hijos…—Aiacos se puso de pie— y ellos cumplen su mayoría de edad igual que Wendy y ellos irán a la universidad… de hecho permíteme arruinarle la sorpresa a tu hija, pero el señor Hades quiere que los chicos salgan y hagan una vida semi normal… ya no estamos en guerra Rada… ¡por el Averno! Solo deja que Wendy experimente… ¡estarás aquí si algo sale mal! ¡Estaremos aquí! — rectificó.
—x—x—
Dos meses después, Mundo exterior, campus universitario, algún lugar de Grecia.
La corbata le apretaba, el saco le producía comezón y sentía como las gotas de sudor resbalaban por su garganta hasta perderse entre el cuello de su camisa, aun así la incomodidad más grande no era su ropa en ese momento, ni el abrazador calor que mantenía a sus hermanos y esposa abanicándose con los panfletos de información que habían sido entregados antes de la gira obligatoria de los padres de primer ingreso, ni mucho menos el hecho de que, en un mundo tan enorme, su hija decidiera estudiar en las faldas de la diosa de la sabiduría, no, nada de eso le incomodaba, su corazón latía con fuerza viendo como su pequeña arrastraba tras de ella una enorme valija de ruedas donde cargaba la mayoría de sus pertenencias, ¿Por qué tanto? Se había preguntado cuando la observó empacar en casa, solo serán unos cuantos años y puede volver cuando quiera, se repetía una y otra vez, jamás se había separado de ella, y ahora sentía como si la vida se la arrebatara para no verla nunca más.
—Señor Wyvern… ¿Se encuentra usted bien?
La voz de una de las profesoras encargadas de la gira llamó su atención, haciendo que todos los acompañantes voltearan a verle su rostro.
—Todo está bien señorita… —contestó, soltando un poco el nudo de su corbata.
—Pierda cuidado señor, su hija está en buenas manos, preparamos profesionales para puedan debatir…
La voz de la mujer ser perdió, ¿buenas manos había dicho? Pero si buenas manos eran las de él, su padre, que la había cargado apenas saliendo del vientre de su madre, cortado su cordón umbilical, la buscó y la vio sonreír un poco más adelante, se veía radiante, tan idéntica a su esposa tan parecida a él en su carácter, cuando sus miradas chocaron ella le regaló una sonrisa aún más enorme, y un "gracias papá"
—Ya verá que nuestra universidad llenará todas sus expectativas…—sonrió la mujer, y aunque la mitad de su discurso fuese ignorado por el padre, ella siguió su camino hasta colocarse de nuevo adelante— por acá están los dormitorios…—dijo reanudando la caminata.
Pandora se quedó por un momento viendo a su esposo, como ese hombre de carácter tan indomable, su subordinado, su mano derecha y a veces el causante de sus rabias incontroladas, era ahora un padre abnegado y amoroso, se acercó y tomó su antebrazo para continuar tras los demás.
—Su concepto de expectativas debe ser muy amplio si de verdad piensa que estaré tranquilo… — dijo Radamanthys, presionando con suavidad la mano de su esposa. Ella sonrió, como solo ella sabía hacerlo para llenar su corazón que ahora rebordeaba de dudas, se agachó un poco y besó la comisura de sus labios— te amo…
—Lo sé—contestó Pandora— yo también te amo y nuestra hija aún más…
—x—
La despedida llegó tan rápido como menos se lo esperaban, Aiacos y su esposa ya había dicho adiós a sus hijos, un par de mellizos pelinegros y simpáticos muy parecidos a su madre, Valeria y Mess, Minos de igual forma había tenido tiempo de sobra para dar uno que otro consejo a sus sobrinos. Finalmente había llegado la oportunidad del juez de Caina con su hija.
Suspiró, y se acercó para tomar sus manos una vez que Pandora se había alejado, la observó y luego de besar su frente la abrazó.
—Sabes que puedes regresar cuando lo desees… —dijo en un murmullo.
—Lo sé papá— contestó ella, con suavidad en su voz, aferrándose al hombre que tantas noches le había arrullado aun siendo ya toda una señorita — si me siento mal regresaré tan rápido como pueda— sonrió.
—Te estaré esperando…—finalizó apartando a la joven para verla una vez más— si necesitas algo…
—Lo que sea, te buscaré lo prometo… — dijo Wendy apartándose de todos y despidiéndose una vez más antes de ingresar tras la puerta junto a sus primos.
—Estará bien… —murmuró Pandora, entrelazando sus dedos con los del rubio para regresar de nuevo a su hogar, el averno no podía pasar solo y entre más tiempo estuviesen ahí, ella sabía lo difícil que sería alejarse dejando a su hija atrás.
—x—
Una vez que se sintió sola, Wendy sonrió, no esperó más para regresar a su dormitorio, ese que según la profesora que les guio por todo el campus compartiría con tres chicas más, completas desconocidas que se convertirían en sus primeras compañeras de cuarto y tal vez de curso, no estaba segura, pero aun así la emoción le carcomía en cada centímetro de su piel, corrió lo más rápido que pudo hasta casi cansarse, tomó el ascensor, subió unas cuantas gradas y sin esperar más abrió la puerta de golpe topándose con las tres chicas que acababan de llegar.
—Hola…—saludó con emoción.
Las jóvenes guardaron silencio observando a su nueva compañera, casi en un escrutinio poco disimulado, finalmente y luego de unos minutos, una de ellas, de cabellera celeste y ojos azules se acercó con delicadeza.
—Hola… soy Alba Rosa ¿y tú eres? —dijo extendiendo su mano.
—Wendy… —sonrió la pelinegro tomando el saludo con cortesía y una gran sonrisa.
—Ellas son mis primas… ella es Alessa —dijo señalando a una cabellos azulados y ojos turquesa que movió sus dedos con lentitud — y aquella achinada es Nariko — terminó con una tímida rubia de ojos verdes— supongo que seremos compañeras de habitación por un largo tiempo linda…— su voz era sofisticada al igual que su imagen, con bucles en su cabellera y vestidos blancos sencillos pero que denotaban una clase muy alta.
—Genial —dijo Wendy— yo espero que seamos buenas amigas… —terminó entrando y cerrando tras de ella la puerta de su habitación.
—x—
Caina jamás le había parecido tan solitaria y silenciosa, la voz de su hija hacía falta en cada rincón del enorme lugar, Radamanthys se dirigió a su estudio, cerró las puertas y ventanas y se sentó con un trago de wisky entre sus manos.
—Sabes que desconfió de todos allá arriba verdad —dijo, sin fijar su vista en algún lugar específico.
—Lo sé mi señor… —contestó una voz familiar saliendo del más oscuro rincón de la habitación.
—Valentine… tú eres mi más leal subordinado…
— ¿Qué desea que haga?
—Que cuides de cerca a Wendy sin que ella lo note…
El espectro de Arpía sonrió y su figura se perdió de nuevo en la oscuridad de la habitación.
—x—
Tras la ventana, la sombra del espectro de arpía no había pasado desapercibida para la heraldo de Hades, entrecerró sus ojos y dio media vuelta con rapidez quedándose por un momento pensativa, cruzó sus brazos y sonrió, ella también tenía una carta bajo su manga.
—¡Cheshire!… — llamó a su más fiel servidor.
—Mi señora Pandora…—dijo el joven cabellos platinados.
—Necesito pedirte un Favor…
—Sabe que estoy para servirle… —respondió con su rodilla en el piso.
—Sigue a Valentine, no permitas que mi esposo mande al chipriota a la superficie, arruinará la experiencia de Wendy en la universidad.
—Si mi señora… ¿Cuándo quiere que parta?
—Ya mismo…
El joven hizo una reverencia con su cabeza, e inmediatamente desapareció entre los pasillos de Guidecca.
Continuará…
