Capítulo 1 – Elegidos para Rey y Reina.

—¡Ronald, date prisa! —Le gritaba Ginny desde las escaleras. Llevaba veinticinco minutos en su cuarto, colocándose el uniforme y arreglando su pelirrojo cabello que no tenía por donde arreglarse. Desistió de su intento cuando escuchó los aullidos de su hermana menor que le alegaba a su madre, pero que esta le justificaba todo. Ron sonrió con malicia, eso era lo bueno de ser el mejor estudiante en su familia.

Bajó los escalones de dos en dos. Ginny seguía alegando que llegarían tarde mientras le lanzaba una manzana roja a Ron para que se la comiera por el camino.

—No se vayan peleando, sean los buenos hermanitos de siempre.

Su madre beso a ambos de sus hijos en las mejillas. Molly Weasley era una señora bajita, rechoncha pero de cara amable. Cuidaba y protegía a sus dos únicos hijos como si fueran el mejor oro del mundo.

Ginny salió primero por la puerta y Ron le siguió los talones. Quiso esconderse dentro de su mochila cuando vio que el autobús que los llevaría a la escuela se iba, y Ginny se daba media vuelta para mirarlo con furia.

—¿Ves? ¡Y después mamá dice que no alegue! ¡Que te den!

Mordió su manzana, haciendo caso omiso a su hermana. Suspiró resignado, tendrían que caminar muchísimo para llegar a la escuela. Donde ellos vivían quedaba demasiado lejos, de hecho, quedaba demasiado lejos para todo, para la ciudad incluso. La Madriguera era una especie de casita enorme de casi cuatro pisos que su padre había construido cuando eran niños, estaba instalada en medio de un campo lleno de árboles, y no podían sentirse menos campesinos, su madre solía criar y comprar cerdos y gallinas para comer.

Pasaron algunos minutos y los pies de Ron ya no podían con tanta caminata. A su lado, Ginny replicaba que estaba aburridísima de vivir en La madriguera y que no esperaba el día en que se mudase a la ciudad, cosa que le disgustaría bastante a sus padres, por ellos que los dos vivieran en la casa para siempre.

Un ruido sordo los hizo levantar la cabeza del suelo y vieron a lo lejos algo oscuro acercarse a toda velocidad.

—Mira, un mercedes… se parece mucho a…

—…Al de Cormac —Terminó por decir Ron. Lanzó lo que le restaba de manzana y aminoró el paso junto a Ginny.

Un mercedes gris de último modelo se estacionaba delante de los chicos y bajaba la ventanilla del auto. Y efectivamente, Cormac sonreía audazmente y algo alcoholizado. Ginny miró a Ron como si eso fuera lo peor que les pudiera terminar de pasar en el día, en el poco tiempo que empezaba de día.

—¿Cómo les va, eh, chicos? ¿A la escuela los pequeños? Podría llevarlos… van a demorar mucho caminando.

Ron miró a Ginny, esta negó con la cabeza.

—Si nos vamos caminando llegaron a la hora de almuerzo.

Su hermana no dijo nada, luego de unos segundos aceptó a regañadientes.

Cuando se subieron al auto, Ginny resoplaba por todas partes, indispuesta y sobretodo insegura por haber aceptado subirse al auto.

—Todo esto es por tu culpa, Ronald, ¿no puedes levantarte temprano como cualquier otro ciudadano? Un día de estos vas a terminar cansándome y me iré sin ti, ¿sabes? Mamá se disgustaría pero allá ella, me aburres.

Cormac reía minuciosamente delante, mirando por el espejo retrovisor a los pelirrojos.

—¿Pelea de hermanitos? Oh, vamos, Ginevra, que el chico no es tan malo.

La sangre de Ginny hervía. Si había algo que la disgustara y la enfadara de verdad, esa era que le llamaran por su verdadero nombre.

—Ginny, Cormac, Ginny, y si no quieres que te muela a palos mejor será que aceleres para la escuela.

Cormac hizo lo que Ginny decía. Algo hacía la chica para que todos le temieran cuando se enojaba.

Diez minutos más tarde, Cormac se estacionó en la entrada de la escuela. Ginny se bajó resoplando, agradeciéndole de todos modos a Cormac y Ron se despidió de la mano y un fuerte apretón en el brazo.

Caminaron juntos por el pasillo. Las chicas comenzaron a mirar a Ron de inmediato. Cuchilleaban, sonreían, soltaban risitas tontas y chillonas y Ginny casi se pone a vomitar ahí mismo. Ron sonrió, satisfecho.

—En serio, cualquier día se bajan los pantalones para enseñarte su…

—Ginny, cállate.

—Para enseñarte sus bragas, que mal pensado eres, Ronald.

Ambos se rieron, Ginny llegó a la escalinata y se despidió de Ron con un golpe en el estómago. Eso era ya conocido por Ron y no sabía cómo todavía caía en su broma.

Divisó a Harry correr a toda velocidad. Se veía agotado, cansado. Cuando llegó a su lugar miró en ambas direcciones, y suspiró.

—Cinco minutos antes para la próxima. Aunque… hoy estaba como el demonio, Harry. Estuvo riñéndome todo el camino, ¿cómo es que te gusta?

—Bueno, será porque no es hermana mía y no podría sentir nada por ella.

—Bien, tienes razón, pero igual… es extraño que mi mejor amigo este como un loco porque le tiene ganas a mi hermana ¿no crees?

—Ya, Ron, lo he captado.

Subieron por la escalera. Las chicas pasaban susurrando nerviosas porque Ronald Weasley se acercaba o les rozaba el brazo. Harry sacudía la cabeza y se burlaba de su amigo por la situación, a Ron le divertía, pero más le agradaba que fuesen así con ellos, porque se daba cuenta que el Ron famoso quedaba, aunque sea solo un poco. La segunda escalera estaba atestada de chicas, todas con mini faldas y con una paleta rosa en la boca, miraban a Ron de pies a cabeza, a punto de comérselo con los ojos, Harry estuvo casi inspirado a tirarse encima de su amigo para protegerlo.

Cuando llegaron a la tercera escalera y terminaron de subirla, Ron comenzó a bufar, su rostro se contrajo, apretó los puños y abandonó la sonrisa de galán que tenía para las demás chicas, y Harry… él sabía por qué.

—Hey, no hemos entrado al salón y ya estás de mal humor.

Ron apretó aún más fuerte los puños.

—¡No puedo controlarlo!

—Solo ignórala, Ron —Se lo repetía mil veces y siempre sentía que se lo decía porque ella le siguiera el juego pero la verdad era que Ron la fastidiaba y ella terminaba enfadada, irritada y comenzaban a insultarse, a tratarse mal, pero era cosas de minutos, ellos se miraban y se hervían, se cruzaban y los ojos llameaban. Era… algo… inquietante y sorprendente a la vez.

—Claro, es muy fácil decirlo cuando tú le hablas como si nada.

—¿Qué? ¿Te vas a enojar conmigo? Pero si a mí me cae muy bien.

—¡¿Por qué a todo el mundo le cae bien esa arpía!?

Harry suspiró, era lo de siempre.

—Si te acercaras a ella… si te interesara por lo menos conocerla un poco… Ron, ¡es la leche! Es muy simpática, la verdad. Pero tú no quieres ver eso porque le picaste lo malo al tiro, no la soportaste desde el primer día porque sientes que te quito algo que te pertenece, pero nunca te has molestado en hablarle, jamás han hablado con coherencia, siempre insultándose.

Ronald sacudía la cabeza, disgustado, miró a Harry con los ojos llenos de furia.

—Ni en mis peores pesadillas me acercaría a ella, Harry, tenlo por seguro.

Harry se encogió de hombros, entraron al salón y todo comenzó de nuevo.

Allí estaba Hermione, conversando con un grupo y siendo tan agradable como Harry la encontraba, pero fastidiosa como la encontraba Ron.

Dejaron sus cosas en dos asientos vacíos y se acercaron al grupo de varones que se encontraba en un rincón del salón, riendo y jugando con una pelota de pin pon.

—¡Eh! ¿Qué tal, Harry? ¿Ron?

Harry respondió pero Ron estaba metido en sus propios pensamientos. Fue Seamus, un compañero, quien lo hizo volverlo a la tierra.

—Te nos fuiste por un momento…

—Esa chica te tiene trastornado, Weasley, no hayas la hora de darle la revancha.

Ron sonrió con malicia, satisfecho.

—No se imaginan cuánto.

.

Cuando el profesor Flinn les dio tarea y algunos ejercicios de matemáticas, todos parecían contentos y animados para el recreo. Y cómo no, si en el primer recreo se anunciaría a la reina que invocará en el aniversario del colegio. Cuyos resultados eran de los votos que los alumnos escribieron en un papel y enviaron a la cajuela central del pasillo primario, donde esperaban ansiosos y esperanzados.

Ron parecía satisfecho. Él ya era elegido rey este año, los votantes solo debían elegir a la reina. Y obviamente era Lavender. De todas formas, la tensión era evidente, siempre era emocionante que se nombrara a la reina, más por la cantidad de votantes que por la elegida.

Lavender se levantó de su asiento, luciendo tan espectacular como siempre. Su largo cabello rubio, liso y brillante le pegó en la cara a Parvati, que se quejaba mientras tosía. Ron miró todos los movimientos de Lavender. Le encantaba. Más que encantarle, le encantaban sus movimientos sensuales, su mirada caliente y fresca, era como si siempre quisiera coger con alguien. Todo el salón moría por Lavender, pero esta solo tenía ojos para el pelirrojo de Ronald, y él no podía sentirse más afortunado.

Caminó con un lápiz en la boca y meneando las caderas. Se acercó al grupo de Ron, que rápidamente y sin disimulo, empujaron su espalda para molestarlo. La rubia se inclinó y prácticamente dejó al descubierto todo su muslo, cosa que los chicos agradecieron porque estaban más que pendientes de la parte de atrás de Lavender que en lo que ella pensaba decirle a Ronald.

—¿Preparado para los resultado, Ro-Ro?

Ron la miró de pies a cabeza, sonriendo de lado como todo un seductor.

—Por supuesto, como todos los años…

Ella emitió una risilla chillona y dejó de inclinarse, haciendo que los demás bufaran de enfado. Habían tenido una buena vista durante unos cuantos segundos.

Lavender volvió a su puesto, no sin antes mirar con cierta repugnancia a la mesa de Hermione, y Ron pensó, por un momento, que si Lavender no hubiera pasado por tantos hombres, entonces la amaría.

Hermione no se había percatado de Lavender y siguió resolviendo los ejercicios de matemáticas. Katie Bell, su compañera de banco y amiga, comparaba respuestas con la chica y fue ella quien le dijo a Hermione lo de Lavender, pero Granger simplemente se encogió de hombros.

—Pueden salir… —Anunció el profesor y todos se levantaron entusiasmados. La única que se levantó con el cuaderno en el aire fue Hermione, que se daba prisa para alcanzar al profesor Flinn.

—Uh, la sabelotodo, como siempre —Bufó Ron, guardando su cuaderno con los ejercicios terminados, había estado a punto de mostrárselas al profesor, pero la chica se le había adelantado y no tenía ánimos para seguir al profesor con ella, y menos acercarse a ella.

—¡Lav! ¡Los resultados! —Chillaba Parvati en la otra esquina del salón— ¡Date prisa! ¡Vamos!

Todo el colegio se reunió en el pasillo donde se encontraba la cajuela. El director de Hogwarts, Albus Dumbledore aún no llegaba, por lo que no podían anunciar los resultados. Lavender llegó junto a Parvati, Padma y Cho, que lucían entusiasmadas y emocionadas, como si ellas fueran a ser elegidas y no su amiga.

Más al fondo, Katie Bell y Hermione se unían al montón, que comentaban como serían las pruebas para el rey y la reina este año.

—Bailes, beso, preguntas y actividades fuera del colegio. El año pasado tenían que hacerlo por su cuenta, reina sola, rey solo, pero este año es compartido. Es decir… pasarán largos ratos juntos, cuidando de un huevo.

—¿Un huevo dices? Guau, ¿Cuánto hacen durar el aniversario?

—Tres semanas —Le respondió Hannah a una Hermione tan sorprendida como confundida.

—¿Por quién votaron, chicas? ¿Lavender? —Una chica de pelo rizado se había acercado a ellas, si Hermione no se olvidaba, su nombre era Raquel.

Katie, Hannah y Victoria la miraron entornando los ojos. Katie fue la que comentó:

—¡¿Estás loca?! ¡Ni en broma!

Hermione no había votado. Le habían dicho que como todos los años, Lavender siempre era la elegida y ella no le caía demasiado bien la chica, por lo que votar sería un desperdicio.

—Voté por alguien mejor —Comentó Hannah, sonriendo y dando saltitos.

De pronto, un chico se estrelló contra Katie haciéndola tambalear, se trataba de Neville.

—Oh, lo siento mucho, Katie. Me he tropezado —La chica hizo ademán de que no había problema— Hey, ¿han visto a Luna?

.

En la otra punta del pasillo, Ginny y Luna corrían a toda prisa para no perderse el resultado de los votantes. Estaban segurísimas de que Lavender no ganaría esta vez porque durante diez meses se había ganado una gran cantidad de enemigas, y eso era gracias a ellas dos, que hablaban pestes de la rubia.

Se apretujaron con dos pelirrojos que solían reírse mientras un chico de básica se retorcía de dolor porque le había llegado una pelota.

—Fred, George, les tengo mucho aprecio pero… ¿podrían apartar sus cuerpos virginales, por favor?

Ambos pelirrojos se apartaron, dejando a Ginny y Luna en medio.

—Vaya, prima, ¿cómo sabes nuestra vida sexual?

—Bueno, Fred, por lo menos Ginevra sabe que es bastante penosa.

Fred hacía cara de estar agobiado por el asunto y dos segundos después estallaron en carcajadas los cuatro.

—Vuelvan a decirme por mi nombre y les juro que dejan de ser vírgenes los dos.

Las risas volvieron a envolver el aire, y pronto fueron reducidas cuando el director de Hogwarts, Dumbledore y la subdirectora, Minerva McGonagall, apartaron a los alumnos para entrar en el círculo y estuvieran siendo observados por todos.

Todo el mundo se puso en tensión. Menos Lavender, menos Ron.

Ambos sonreían, triunfantes por el veredicto, dichosos de saber lo que vendría a continuación. Ginny miraba de reojo a Ron y casi estuvo a punto de sacar a la bruja de Lavender y enterrarla viva. ¡Odiaba que su hermano estuviera con ella, odiaba que se le acercara, que sonrieran juntos! Ella siempre fue muy posesiva con su hermano, celosa de todas las mujeres que se le acercaban pero con Lavender… era una cosa distinta, mucho más poderosa, algo de lo que ella podía reclamar como de su propiedad, como si ella fuese ese alguien especial de Ron que reclamaba lo que era suyo, celándolo por ella, protegiéndolo por ella hasta que se dignara a encontrarlo.

Bastante cursi, pensó la pelirroja, pero ella así creía las cosas.

Dumbledore se aclaró la garganta y Minerva sacó una llave brillante de su bolsillo, todos humearon temerosos.

—Queridos alumnos… la profesora Minerva y yo, hemos estado contando los votos cada uno durante la mitad del día de ayer. Los resultados ya están más que listos, y aquí tenemos la prueba.

McGonagall introdujo la llave en la cajuela y abrió la tapa, produciendo chillidos y murmuraciones de todos. Dumbledore sacó una pequeña cajita desde dentro y la abrió, sacando un pequeño papel en blanco.

—Queremos primero aclarar —Comenzó la profesora— Que este año, rey y reina trabajaran en conjunto. Si por algún motivo, el profesor Dumbledore y yo vemos que no están cumpliendo las reglas… el aniversario será cancelado sin reclamos y sin justificaciones.

Todo el mundo bufó, sorprendido, las reglas estaban más que estrictas.

—Como ya ustedes saben… el señor Ronald Weasley es el rey de nuestro colegio, y él será el acompañante de la señorita que nombre a continuación.

Ron sonrió seductoramente cuando todas las chicas se voltearon a mirarlo. Él estaba apoyando su espalda en la pared mientras Lavender se cruzaba de brazos, sonriendo.

—La reina elegida por… 766 votos del colegio, solo por los alumnos, es… la señorita….

Tensión, a pesar de todo, a pesar de que sabían el nombre, todo el mundo cruzó los dedos.

—Hermione Granger.

Lavender alzó los brazos con una sonrisa radiante. Avanzó por el pasillo para ganarse al lado del director y fue entonces cuando las palabras de él le calaron hondo en su cabeza, había dicho… él… no había dicho su nombre… había dicho…

—¡¿QUÉ?! —Chilló desconcertada, ella y Ron se sobresaltaron al mismo tiempo y buscaron a Hermione con la mirada.

Ésta estaba tan asombrada como ellos. No podía ser, nadie podía haber votado por ella. ¡Ni siquiera ella había votado!

—¡Sí! ¡Sabía que ganaría Hermione! —Saltaba Hannah y Katie le seguía. Hermione les miró con incredulidad.

—¿Cómo? ¿Es que se unieron y no me dijeron nada?

Katie se encogió de hombros

—Era una sorpresa…

Al otro lado del pasillo, Ginny y Luna no cabían de felicidad. Los gemelos estaban sorprendidos y no podían esperar para burlarse de Ron… es que… ¡Con Hermione Granger!

—¿Señorita Granger? —La llamó el profesor y Hermione, notoriamente sonrojada, apareció por entre la multitud y se ganó al lado de él.

Ron estaba rojo como un tomate, enrabiado, enfurecido.

"¡No puede ser! ¡Maldita sea, no puede ser! Esa sabelotodo no puede ser la reina del aniversario ¡Simplemente no puede!"

Quería gritar, golpear a alguien, irse, renunciar…

—¿Señor Weasley? Por favor, ¿nos haría el honor de venir?

Ronald se acercó, con los puños apretados y miró con un odio enorme a Hermione, que le hizo un desprecio y apartó el rostro. La chica se cruzó de brazos, enfadada.

—Estos son las etiquetas de Rey y Reina, por favor… Señor, Weasley, proceda…

Eso era lo peor. El colegio acostumbraba a que el Rey colocara a la Reina la etiqueta en el pecho, y viceversa.

Todo el mundo estaba expectante. Todos sabían el odio que se tenían esos dos, y parecía que iban a reventar en jugo de tomate.

Ron tomó la etiqueta a regañadientes y se acercó a Hermione. Ella lo ignoró, miró a la multitud y esperó a que Ron le terminara de poner la etiqueta. Cuando hubo terminado, este se alejó rápidamente.

El profesor Dumbledore le entregó a Hermione la etiqueta de Rey y ella, sin ningún ánimo aparte, se acercó a Ron y le colocó rápidamente la etiqueta, luego se alejó, cruzándose de brazos y dándole la espalda.

—Muy bien, queridos alumnos… la ceremonia del veredicto ha terminado. ¡Un aplauso para el Rey y la Reina! ¡Al Señor Weasley y la Señorita Granger!

El colegio explotó en aplausos. Ron no miró a Hermione y ella tampoco lo miró a él. Luego se fueron a sus respectivos lugares. Las amigas de Hermione gritaban y saltaban de felicidad, mientras que en el grupo de Ron… los chicos se burlaban de él, incluso Harry, y Lavender… ella estaba que reventaba de furia.

—¡Maldita seas, Granger! —Gritaba a los vientos, enfurecida.