Disclaimer: Si Harry Potter me perteneciera hubiera dedicado todo un libro a mis queridas serpientes ponzoñosas…
DAPHNE
-Huyamos- dijo Theodore sin más. Hace 30 segundos me estaba besando con ternura inusual en él, ahora me proponía que huyésemos… - Daphne, será nuestra única oportunidad, la cena con tus padres será perfecta. Mi padre estará en la Mansión Malfoy, y tus padres no tienen la mínima idea.
-¿Y Astoria?- pregunté sabiendo que él ya tendría una respuesta planeada.
-No estará en peligro, es muy joven, no intentarán reclutarla. No ha cumplido los 15, así que un matrimonio forzado tampoco será algo de qué preocuparse- respondió viéndome suplicante directamente a los ojos. Tomó mis manos entre las suyas y se las llevó a los labios.
Mientras tanto, yo me encontraba en un estado de completo miedo. Miedo a huir. Miedo a dejar a Astoria, mi pequeña hermana, sola. Miedo a la guerra. O a que alguien nos estuviese oyendo en ese momento.
Esta última posibilidad hizo mis manos temblar, en un estremecimiento involuntario que derrochaba una debilidad no digna de los Greengrass.- No podré hacerlo- dije sin pensar demasiado- Ellos culparán a mis padres si se enteran (y sé que lo harán), se desquitarán con Astoria… No puedo dejar que eso ocurra…
-Es seguro que lo sabrán- dijo volviendo a un semblante taciturno, soltando mis manos, pero manteniéndose tan cerca como antes- El punto es que tardarán demasiado en enterarse- continuó casi en un susurro, recargando su cabeza contra la pared. Hace una inclinación, indicándome que cierre las cortinas que rodeaban la cama. El castillo en esos tiempos no era seguro, aún menos en las heladas mazmorras de Slytherin. Tomó su varita y lanzó algunos hechizos que no pude oír. Volvió a su posición anterior, antes de que mi llanto lo hiciera corromper su perfecta frialdad. Antes de que le confesara que mis padres habían arreglado un matrimonio con el idiota de Adrian Pucey, sólo para calmar a los mortífagos.
Segura de que él no me observaba, limpié el último rastro de lágrimas. Para mi mala suerte (y su aparente diversión) Theodore tenía puesta toda su atención en mí. En su rostro había un gesto gracioso, casi como si mi dolor le causara risa, aun así, la media sonrisa de sus labios, no llegaba a sus ojos, conscientes y realmente acordes a l situación.
-¿Qué ves, Nott?- respondí cortante.
-Nunca creí vivir para ver a Daphne Greengrass llorar- dijo mientras me hacía espacio a su lado.
-La situación lo amerita- respondí colocando mi cabeza en su hombro. Estaba más que acostumbrada a esa posición, varias veces en ese año, Theodore Nott había intentado consolarme (muchas veces sin éxito), haciendo que su cama de edredón verde esmeralda, y almohadas plateadas, se convirtiera en un refugio para mí.
No dijo nada durante unos minutos, yo tampoco quise romper el silencio, hasta que por fin se decidió a hablar.
-Cuando llegues a King's Cross, al regreso de las vacaciones de invierno. Sube al tren inmediatamente. Antes de que los Carrow puedan detenerte, o siquiera vean que ya te encuentras allí, deja tus cosas y baja del tren, huye a la estación muggle- dijo todo con gran resolución, seguramente intentando que el plan en sí, pareciera una obra maestra, tan fácil como atrapar un bowtruckle.
-Astoria lo notara…- repliqué mostrándole una de las tantas lagunas de su plan. El baja la cabeza y medita unos segundos. A pesar de que lo mejor hubiera sido ayudarlo a atar cabos y descubrir otras posibles soluciones a las debilidades de su plan, me limité a observarlo, dedicar toda mi atención a su ceño fruncido y mirada azul, gélida, concentrados en hacer todo lo posible, para huir de una vez por todas.
-Entraré al tren contigo, nos reuniremos con Malfoy, Astoria no confía en él, seguramente correrá con sus amigas. Convenceré a mi padre de pasar las Navidades en la Mansión Greengrass, el estará con los Malfoy, no creo que le importe mucho dejar a la abuela sola con los elfos; con suerte aún no sabe nada del compromiso…
-¿El compromiso?- pregunté intentando encontrar la posible relación entre su padre y mi arreglado matrimonio.
-Él sabe de lo nuestro, está enterado de la situación de tu padre. También sabe que el Señor Tenebroso tenía planes para ti, él mismo le propuso que fuera yo, en lugar de Pucey, quien participara en el matrimonio, el problema fue que yo…
-No eres un mortífago- completé pronunciando con asco la última palabra.
-Exacto- continuó - Al menos no aun… Pucey se unió a las filas apenas y terminó Hogwarts, según mi padre no es muy útil, y al Señor Tenebroso no le importó bendecir su matrimonio con la hija de un traidor- lo que dijo hubiera sonado como un insulto en los labios de cualquier otra persona, pero la forma en la que lo dijo, fue simplemente… triste, casi arrepentido, pero con extremo pesar. Sacudió la mano para quitarle importancia y continuó –Lo importante aquí es que convenza a mi padre de ir con tu familia en Navidades, podremos planear el resto fácilmente.
-¿A dónde iremos, Theodore? – pregunte con poca seriedad, sin hacer mucho caso a la última frase. El suspiró desplomándose dramáticamente sobre la cabecera. Sólo había visto ese gesto una sola vez anteriormente, y fue la ocasión en la que por fin me había invitado a Hogsmade en tercer año, seguramente él no sabía que yo había notado ese gesto, porque vio intrigado mí diversión. Añoré los días en que todo era más fácil, que la guerra parecía un recuerdo borroso y una posibilidad lejana.
-Al mundo muggle… tal vez fuera de Inglaterra- respondió analizando mentalmente todas las posibilidades que teníamos. Seguramente pensando en cuál de ellas sería menos posible que nos topáramos con los mortífagos en caso de perder la guerra. Yo misma creaba una lista de todos los países europeos y si su gobierno sería lo suficientemente fuerte para controlar una invasión del Señor Tenebroso.
El silencio pensativo que se había instalado, se prolongó un poco más de lo necesario. Si a Nott le ocurría lo mismo que a mí, ambos nos habíamos ahogado en nuestros pensamientos, a tal punto de olvidar por un segundo… solo un segundo… la horrible opresión que se instauraba dentro y fuera del castillo de Hogwarts. En un momento pensaba en mis vacaciones en las playas Españolas, y lo hermoso que sería quedarse allí de por vida con Theodore.
-¿Recuerdas cuando viajamos a una de esas regiones nórdicas, donde las personas tienen acento extraño?- preguntó mientras yo recordaba esas vacaciones. Los Parkinson y nuestras familias (excluimos a los Malfoy, por su típica habilidad de menospreciar y criticar cuanto pusieras frente a sus narices), habían entablado negocios con un banco del norte. De hecho, sólo los Parkinson habían ido por cuestiones de trabajo, el resto había sido invitado por los primeros, para presumir de sus variadas conexiones y amistades internacionales, sin mencionar explícitamente (nótese el sarcasmo) lo que el trato significaba para su fortuna en Gringotts.
-Fue meses antes de que todo comenzara- dije con una fría sonrisa, demasiadas ilusiones y sueños felices para un día, no debemos alejarnos tanto de la realidad. Mientras más alto estés, más duele la caída… -Éramos críos felices en esos tiempos…
-Teníamos 15 años- dijo alzando una ceja a la mención de la palabra críos. No quise corregir, sólo por no admitir que Nott había madurado antes que yo –Y ya sabíamos lo que pasaría, después de los mundiales de quidditch, el siguiente paso era obvio, no había nada de que sorprenderse…
-Deja de amargarte, Theodore- dije tumbándome en una almohada a su lado, el no tardó mucho en seguirme – ¿Cuál es tu punto?- pregunté mientras veía como tomaba una respiración profunda y colocaba su antebrazo sobre sus ojos, un gesto típico de él, pretendiendo quitarle importancia al asunto, y no revelar lo asustado que estaba.
-Creo que es nuestra mejor opción- comentó en apenas un susurro, sin moverse. Comenzó a explicar que esos gobiernos tenían sus propios problemas como para dejar que la guerra a punto de librarse en Reino Unido les afectase. A penas y lo escuchaba, no estaba muy interesada en la política, el punto era que en el norte estaríamos seguros… o al menos esa era nuestra esperanza. Sabía que Theodore nunca se dejaría ver asustado ni vulnerable, y era una cualidad que admirada de él. Siempre con su andar frío y sus comentarios sarcásticos de serpiente, nadie sospechaba del poco interés que tenía por los mortífagos. Aun así, era desesperante la forma en que, como ahora estaba recostado, tapándose el rostro con el brazo, y haciendo gestos con su mano libre para restarle importancia a todo. Incluso su voz, no revelaba un ápice de interés en demasía. Era exasperante.
-Espera- lo interrumpí cuando comenzó a desviarse del tema- No creo que sea tan fácil atravesar el país y llegar al norte sin que nadie se dé cuenta- resalté rodando hasta quedar acostada sobre mi codo.
-¡No lo harán!- dijo con una alegría que no llegó a sus ojos- Somos slytherin, los Carrow pensarán que estamos trabajando para el Señor Tenebroso- dijo mientras reía amargamente- Son tan estúpidos que pasarán días antes de que se les ocurra preguntar- y mientras hablaba había tomado mi posición, recostado sobre su codo frente a mí, intentando mostrar más confianza de la que sentía. Pero no podía engañarme.
-Aún no creo que sea buena idea- resumí mientras cedía ante la mirada escéptica de sus ojos, anhelando la respuesta que esperaba- Hagámoslo, pero sí…
No me dejó continuar mi discurso de todos lo que podía ir mal. Tomó mi rostro entre sus manos y me besó como si nada hubiera pasado, como si hubiéramos estado hablando de que habría para la cena…
-Eso es todo lo que quería oír- dijo tirando de su agarre para hacerme terminar en su regazo. Hace tiempo, me exasperaba la manera en que los Nott, no sólo Theodore, cambiaban de tema y de humor con agilidad, dando saltos de la euforia a la depresión. Sin embardo, no podía hacer nada más que acostumbrarme, y seguirle el juego.
No había pasado siquiera cinco minutos cuando oímos abrirse la puerta, como siempre yo ya estaba acomodando mi ropa, y Theodore apenas había dado muestras de percatarse que alguien entraba a su habitación.
-Lo que sea que estén haciendo, déjenlo- escuchamos la amarga voz de Zabini. ¿Cómo rayos nos había escuchado? ¿En qué momento Nott quitó los encantamientos sobre la cama? Perdí valioso tiempo mirándolo interrogativamente, valioso tiempo que pude usar intentando bajar de él, así Zabini no hubiera recibido la vista que tuvo de mis piernas cuando abrió la cortina que nos rodeaba- Nott, te he dicho que no traigas zorras a nuestro cuarto, dejan la peste de perfume barato…-
-Cuida tu boca, Blaise- respondí entre dientes dedicándole mi mejor mirada asesina.
-Tan encantadora como siempre, Greengrass- respondió con un tono falsamente empalagoso- Pero aclaro que lo que salga de mi deseable boca, no te concierne-
-Me concierne cuando me llamas zorra- contesté bajando mi falda y sentándome en una posición donde pudiera defender mi ego con más comodidad. Zabini estaba abriendo la boca para replicar cuando Nott gritó en un susurró.
-¡Pueden callarse!- dijo incorporándose a mi lado- Espero que tengas una buena excusa, Zabini, no estoy de humor…- continuó abriendo por completo las cortinas, para dejar entrar un poco de luz en la penumbra en la que estábamos unos momentos antes.
-¿Enserio? Me dio la impresión de que te encontrabas en un muy buen humor- dijo mientras se recargaba en uno de los postes y sonreía con una picardía insoportable.- Pero de hecho no vine aquí a ser testigo de cómo te follas a Greengrass, aunque te sorprenda. Hay una reunión en la Sala Común, parece que después del descanso las reglas cambiarán un poco…
Y con esto, se alejó dando pasos de espaldas y sonriendo de una manera que me hizo tensarme, lo último que necesitábamos era que la guerra ahora también influyera en Hogwarts… ya era suficiente tener a dos mortífagos con poco más de dos neuronas, cuyo único pasatiempo era torturar a mestizos y niños de primer año..
Sólo el estruendo que se produjo cuando azotó la puerta, me sacó de mis pensamientos. Theodore ya se había terminado de poner lo zapatos, aunque no parecía importarle salir a la Sala Común con la camisa desabotonada y el cabello insinuantemente despeinado. Zabini se encargaría de contarle a todos lo que estábamos haciendo cuando entró, así que yo tampoco vi el punto de acomodar mi uniforme para que luciera medianamente decente.
-¿Qué crees que sea?- le cuestioné después de que me tendiera la mano para salir de la cama.
-No lo sé, pero más vale averiguarlo…- contestó guiándome sin mucho entusiasmo hasta la puerta.
