Notas del capítulo:

No estoy muy contenta con como me ha quedado este primer capi, pero bueno... aqui va... Como soy novatilla aprobecho para disculparme por todos los errores que pueda tener y prometo arreglarlos en cuanto los vea y sepa como T.T Ninguno de los presonajes es mio, ojala... haría con ellos cosas mas interesantes...

CAPITULO 1; LA HUIDA

Su vida era oscura, lo sabía, pero no siempre había sido así. Hubo un tiempo en el que las ideas de su padre aun no le habían tocado, no muy profundamente al menos. Recordaba nebulosamente las caras de sus cuidadoras, aunque no sus nombres, probablemente era demasiado pequeño. Eran buenas con él, y dulces, como si de verdad le quisieran. Puede que nunca hubiera sido realmente así, pero le gustaba pensar que para ellas fue algo más que un trabajo que cumplir. Porque un niño no puede ser oscuro, ¿verdad?

De todas formas, aquellos tiempos en los que vivía casi apartado de todo lo malo ya pasaron. No duraron mucho. Ahora podía notar como la oscuridad se le iba colando dentro, poco a poco, acechando, pudriendo todo lo bueno que podría haber crecido en su interior. Carcomiendo su alma y llenándola de negrura, como un virus que le hubieran inyectado directo al corazón, un virus hecho de prejuicios y odio sin sentido que se estaba extendiendo por todo su cuerpo sin que pudiera hacer nada por evitarlo.

Mucha gente le veía y pensaba que era tan malo, mezquino y cruel como su padre. De tal palo tal astilla. Él sabía que no era así, aunque el parecido físico era innegable, los mismos ojos de un frío color gris, el mismo cabello rubio, la misma piel suave y pálida... Cuando se miraba en el espejo estas similitudes le atormentaban, pero cuando se concentraba en su mirada, tantas veces llena de dolor y otras tantas completamente vacía, no podía evitar el escalofrío que le recorría la espalda, ni el miedo que le atenazaba el estómago al pensar en lo diferentes que realmente eran y en lo atrapado que él estaba.

Se sentía solo, total, absoluta e irremediablemente solo. El mundo que le rodeaba era controlado por su padre hasta tal punto que podía notar como se quedaba sin aire, como se ahogaba sin que nadie se diera cuenta, o sin que a nadie le importara. No tenía ninguna oportunidad de huir porque no la merecía, no merecía ser salvado. Ya era tarde.

Eso era lo que le había llevado a la situación en la que se encontraba. Esa necesidad de encontrar una vía de escape para todo el dolor, para toda la angustia. Conseguir huir de su destino y sentirse vivo por fin, aunque fuera sólo unos minutos antes de morir. Sentado en el suelo del baño de prefectos, frente al alto espejo de cuerpo entero, con las piernas cruzadas y con una brillante navaja en la mano derecha analizaba su vida. Su oscura vida. Había llegado el momento de llenarla de luz.

En el fondo dudaba de que alguien le fuera a echar de menos. No tenía verdaderos amigos, no creía en el amor de unos padres que no desearon su nacimiento más allá de la pura fachada y estaba seguro del desprecio que su apellido provocaba en los demás, sus miradas se lo dejaban claro. Bueno, no sólo era por el apellido. Él también se lo había buscado con todos los insultos, la arrogancia y la superioridad con la que trataba a todo el mundo. Al final, las ideas de su padre sí que habían conseguido tocarle. Pero ya no había vuelta atrás. Nadie iba a llorar por él y por fin podría parar y descansar. Acabar con una vida que no era tal dejando sólo una carcasa vacía, un muñeco roto que nadie querría arreglar.

Con dolor fijó su vista en el espejo, vio las lágrimas rodando por sus mejillas enrojecidas, los labios mordidos hasta casi sangrar, el pelo húmedo pegado a su frente y una decisión en sus ojos. Se vio a sí mismo como el niño que fue, demasiado asustado, demasiado preocupado por agradar a un padre tan amado como temido que nunca tenía suficiente. Un niño triste que sólo pedía amor y que nunca lo tuvo porque nadie fue capaz de ver lo horriblemente necesitado que se encontraba. Nadie lo escuchó llorar.

Despacio, con cuidado, casi como el amante que nunca iba a llegar a tener, el joven rubio comenzó a arremangarse la camisa. Podía notar las cálidas lágrimas deslizarse pero no se permitió sollozar, necesitaba tener el pulso firme. El primer corte fue como una caricia, punzante pero suave...morir cuesta muy poco. Esto le animó a continuar, dos cortes más en el brazo izquierdo y cambió la navaja de mano. El filo lanzó un destello rojizo que se reflejó en sus ojos, ya ligeramente nublados. La sangre manchaba su blanca camisa y comenzaba a formar un charco a su alrededor. Los cortes eran profundos. Le costaba sostener el mango con la mano izquierda, estaba resbaladizo y él se comenzaba a encontrar débil, aun así consiguió abrirse una herida más en el antebrazo derecho.

Se dejó caer hacia atrás, no tuvo el valor para mirar de nuevo su reflejo, no quería verse morir. Cada vez le costaba más respirar, estaba tan cansado que ya no lloraba. Le pareció oír un leve crujido y ver un brillante destello verde que le recordó el brillo de la navaja, pero ya sólo era consciente del frío suelo contra su espalda contrastando con el calor del líquido que le cubría. Una sola lágrima cayó mientras un susurro escapaba de sus labios...

- Mamá...

Notas finales:

Bueno....aqui esta.... cualquier crítica o comentario no solo sera bien recibido si no que ademas me hara muchiiiisima ilusión¡¡¡ GRACIAS