Era una noche despejada en Konoha. Ni una sola nube en todo el cielo, destacando solamente una inmensa y preciosa luna llena de color plateado, como sus ojos. Esos ojos que por fuera mostraban una seguridad pero por dentro tenían muchas dudas.
La joven promesa del clan Hyuuga miraba el cielo pensando en que lo que le estaba pasando no era normal, y más en un clan tan respetable como el suyo. Para colmo, era su prima, lo que tenía más delito si cabe.
Una voz masculina indicó a un Neji ya adulto que debía bajar a cenar con su familia. Al entrar en el salón-comedor, vió a su prima, tan guapa como siempre. Al mirarle, se sonrojó y bajo la cabeza mientras su largo pelo negro ocultaba una pequeña sonrisa de vergüenza. Neji fue el único que se dio cuenta de ello y sonrió para sus adentros, pero unos segundos después cambió su expresión. Era algo que no debía suceder.
La cena continuó sin ningún problema, a excepción de los continuos desplantes de su tío para Hinata y para él, ya que le echaba la culpa de no hacer que Hinata alcanzara los resultados esperados por su clan.
Disculpándose con una reverencia y alegando dolor de cabeza, Neji se retiró a su cuarto. Varios minutos después, desde su cama oyó los pasos de su prima ir hacia su habitación. Tras oírla como trasteaba en su cuarto, seguramente poniéndose el pijama, pensaba en todo lo que le pasaba por su atolondrada cabeza. Al oír silencio, supuso que su prima ya estaba dormida. Sintió un repentino deseo de asomarse a su habitación a ver como dormía. Por una parte si quería, pero la otra se negaba en rotundo.
Finalmente, los impulsos de su corazón fueron escuchados y se aventuró por la ventana. Al llegar vió que estaba abierta, así que sin pensárselo dos veces entró y se sentó al lado de su prima sin hacer ruido.
Hinata notaba una presencia cercana a ella y, con recelo, se preparó para asestarle un puñetazo al intruso. Su mano se paró a escasos milímetros de la cara de Neji. Las caras de ambos se tornaron a un color rojizo que no pasó desapercibido por ninguno de los dos.
Poco a poco sus caras se iban juntando, pero cuando estaban rozando sus labios, ambos se separaron.
-Esto no está bien- dijeron al unísono.
Al oír lo estúpido que quedaba en boca del otro, volvieron a acercarse y se besaron lentamente, disfrutando cada segundo.
Varios meses después, no fue sorpresa para ninguno de los dos oír al padre de Hinata diciendo que tenían que casarse para conservar la pureza del clan, es más… Fue la mejor noticia de sus vidas.
