Disclaimer: Si Inuyasha fuese mío, seguramente habría tenido muchos más dramas amorosos. Y triángulos, cuadrados, ¡Octágonos a lo Marmalade Boy! (Ok, no); pero no, son de Rumiko "La emperatriz del Manga" Takahashi. Yo solo uso los personajes para darle vida a esta historia (que sí es mía) nacida de la actividad del increíble foro ¡Siéntate! Aquí mismo (¡Si!) en Fanfiction.
El link del foro está en mi perfil (como dice la sensual de Agatha, es un pecado que te guste Inuyasha y no pasarte por ahí) ¡Así que ya sabes! Siempre estamos reclutando piratas.
La frase que tome para este fic saldrá en el siguiente capítulo. Aún no sé si será un Two-shot o un Three-shot. Habrá que ver qué tanto me fustiga la musa (?)
Mis especiales agradecimientos a la sensualísima de bruxi que hizo una labor espectacular como beta ¡Gracias, guapa!
Sin más, disfruten.
"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto y, de pronto, toda nuestra vida se concentra en un solo instante." —Oscar Wilde
#Capítulo uno: Caja de Pandora
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—"Finalmente esta Navidad aléjate del pescado; te puede causar malos villancicos".
Kagome arrugó apenas la punta de su nariz mientras alejaba ligeramente los palillos de sus labios. Esbozó una sonrisa fastidiada cuando alzó la vista a su amiga, sentada en su banco con el torso girado y su almuerzo sobre la mesa.
Diablos, y aún le quedaba la mitad del sushi.
—¿Será para todos o sólo para los Géminis?— rio Sango, alzando sus propios palillos a la izquierda de la joven para luego robarle un trozo de salmón.
—Bueno, espero que también afecte a los Escorpiones. —Kagome le sacó un poco la lengua en forma de burla, pero Ayame bufó, inflando apenas sus mejillas.
—No es justo. Incluso si es solo para mí, arruinaron mi plan de cena navideña.
—Vamos, no puedes creerte en serio esas cosas.
—¿Y por qué no, Kagome? No quiero andar yéndome por el baño antes de las luces de las nueve.
—¡Estás exagerando!—exclamó, conteniendo una risita al tiempo que Sango soltaba una carcajada. Considerando que Ayame era una chica sumamente femenina y obsesionada con el aseo, imaginarla en esa situación parecía fuera de este mundo.
—¿Ah, sí? Pues déjame ver el tuyo. —La joven pelirroja volvió a hundir su rostro en la última hoja del periódico—. "Piscis: Esta Navidad retornarás a los viejos juegos. Perdona. No seas egoísta y salva la Navidad de un desconocido".
Su rostro se contrajo en una mueca de simpática incredulidad. Sango aprovechó de sacarle otro trozo de salmón, sonriendo entretenida.
—¿Este año irás con el grupo solidario de la escuela al comedor público?
—Me llama más la atención el tal desconocido. —Ayame le guiñó un ojo, risueña—. Encontrar el amor en Navidad, ¿a qué te suena?
—A cliché—respondió con la boca un poco llena, limpiándose los labios con una servilleta. Tragó y las observó, aún incrédula—. ¿En serio creen esas cosas? ¡Sango, el tuyo dice que comerás pavo!
—Sí, tienes razón—suspiró, echando un poco el torso hacia atrás despreocupadamente, dando cuenta de lo estilizado y atlético de su figura—. Me tocó el más aburrido.
—¡Me refiero a que eres vegetariana! ¿Ves que es completamente ridículo?
—¡Nada es ridículo o imposible, Kagome!—rebatió la joven alzando uno de sus dedos como todo un conocedor de la materia—. Yo soy capaz de volver a comer cadáveres con tal de que te consigas novio. Mírate, claramente no te haría nada mal.
—¡Eres una grosera!—rio la chica esta vez con fuerza, acompañada de Ayame que cerró el periódico para dejarlo sobre su banco—. Todo porque ahora sales con Miroku. Antes no te molestaba que fuésemos unas solteronas.
—¡Por favor, qué dices!—Ayame frunció el ceño, entre preocupada y fingiendo estar ofendida—, apenas tenemos dieciséis. No es tiempo de pensar en morir sola rodeada de gatos.
—Y comida por esos gatos—agregó Sango, aún con un adorable brillo en sus ojos que aparecía cada vez que se mencionaba a su novio—. Nos descubrirán por el olor. No lo olvides.
—¿Ya vas a empezar con eso de nuevo? Es asqueroso.
—Venga, yo debería ofenderme—intervino Kagome, risueña—. Buyo es todo un glotón. Seguro se demora menos de una semana en comerme.
—¿Cómo pasamos de tú enamorándote a terminar comida por tu gato?
—No voy a enamorarme, eso es para las películas. Voy a tener una Navidad como cualquier otra: mi familia, Buyo y la comida de mamá, es todo. —Dio un sorbo a su bebida, distraída mirando por la ventana, pensativa—. Quizás vaya al cementerio un rato, pero no sé si…
De pronto un ruido la interrumpió, rasgando el ambiente en forma de dos gritos que se seguían subiendo en intensidad junto a la proclamación de varios estudiantes, como la seguidilla de una ola que, inevitablemente, llegaba a su salón de clases que todo lo inundó como un estruendoso desastre.
—¡Ven acá y enfréntame, cobarde!
—¡¿A quién dices cobarde, perro sarnoso?!
Las dos figuras protagonistas, iluminadas como faros del centro de una turbulenta función, fueron perfectamente visibles para las tres chicas cuando voltearon sus cabezas como todos para observar una escena que ya era cotidiana.
—¿Otra vez?—Ayame suspiró con fastidio, apenas siendo posible escucharla entre los gritos de la pelea y la gente emocionada dividida por bandos—. Creí que serían capaces de hacer las paces en Navidad.
—¿Estamos hablando de los mismos Inuyasha y Kôga?—le dijo Sango cerca de su oído, frunciendo el ceño al darse cuenta de que el desastre que iba a quedar en el salón era inevitable—. Estos dos no dejarían de pelear ni aunque sus vidas dependieran de ello.
Una de las alumnas del salón chilló cuando Inuyasha, un chico alto y de contextura atlética, dio un salto sobre su banco y se quedó de pie ahí, mirando con sus ojos claros desde las alturas a los azules de su moreno contrincante.
—¡Sarnosa tu vieja! —Las chicas no podían verlo mientras le daba la espalda a la mitad de los que se hallaban en el fondo del salón, pero sabían que estaba sonriendo de medio lado, con esa prepotencia que lo caracterizaba como uno de los buscapleitos más grandes de la escuela—. Ven a buscarme si eres tan valiente, lobo de pacotilla.
—¡¿Cómo te atreves?!—el joven, un chico alto de hebras azabaches, se abalanzó hacia el banco, pero no alcanzó a agarrar al muchacho que se apresuró en dar un ágil salto hacia atrás, quedando a una mesa de distancia de Kôga y, al mismo tiempo, una mesa más cercana a ellas.
—Creo que deberíamos… —comenzó a decir la pelirroja enfocando sus ojos verdes en los chicos que ya no saltaban, sino que prácticamente corrían sobre las mesas. Sango se adelantó a sus palabras, tomándola firmemente de un brazo y tirándola hacia ella, lejos de los bancos y de lo que parecía ser el forzoso aterrizaje de un par de pelmazos.
Y atinó demasiado tarde a darse cuenta, con la vista borrosa por los cabellos rojos que se lanzaron sobre su cara, que su otra amiga apenas se había movido, levantándose lentamente como perdida en sus pensamientos, algo muy usual en ella, pero ahora completamente inapropiado cuando Kôga terminaba de poner los pies sobre la mesa de Ayame y, en consecuencia, Inuyasha la de…
—¡Kagome!
La joven pelinegra pareció reaccionar de golpe, alzando sus brazos para protegerse el rostro, haciendo el atisbo de cerrar los ojos con fuerza en el momento justo en que Inuyasha, al escuchar el grito de Sango, desvió la cabeza hacia atrás, perdiendo el equilibro.
Fueron segundos que pasaron rápido, pero muy lentos al mismo tiempo en que ambas miradas, castaña y miel, se cruzaban en el aire que acortaba cada vez más sus distancias. La chica no se sintió capaz de cerrar los ojos, ofuscada por la tan violenta cercanía; por el momento de rutina, tan cuidadosamente armado con el paso de los años, que se quebraba en mil esquirlas que hacían abrir estruendosamente una caja de Pandora en su cabeza. Y la caja, resquebrajada en variadas líneas brillantes como ramas, recitaba al ritmo de una enérgica voz:
"¡Lista o no allá voy!"
De su boca rosada escapó un quejido involuntario cuando todo el peso del chico cayó sobre su cuerpo, frágil y menudo. Sintió que algo la envolvía y que el suelo se encontraba con su piel de una manera dura y dolorosa, causándole una eléctrica punzada que se extendió por toda su columna. Hizo el ademán de encogerse sobre sí misma, pero un cuerpo cálido la interrumpía, sobre el suyo como un saco de patatas que era el centro de atención de todas las miradas, ya lejos de estar envueltas en furiosos vítores.
Sólo reinaba el silencio, incómodo como una marea que no dejaba de hacerla dar vueltas mientras seguía envuelta en sus recuerdos, en el olor a saúco que podía percibir perfectamente a la corta distancia de su cuello. Sus cabellos cosquilleaban contra su nariz, se entremezclaban como una gran masa azabache que se le antojaba terriblemente familiar, inevitablemente cómoda. Se atrevió lentamente a descubrir sus ojos castaños, viendo al instante la cercanía de su rostro y sus ojos miel observarla con las cejas alzadas y lo que parecía debatirse entre la sorpresa y la confusión.
Parecían ventanas, logró pensar entre tantos recuerdos que la acribillaban sin descaso.
"¡Frío, frío! ¡Nunca me vas a encontrar!"
—¡Kagome! ¿Estás bien?—La potente voz de Sango fue la primera en rasgar el expectante silencio de un modo preocupado que velozmente evolucionó a una notoria molestia—. ¡Sal de encima, Inuyasha!
Ella parpadeó, aún confundida mientras se perdía en sus ojos, los cuales se entrecerraron en un instante y frunció el ceño. Lo sintió alejarse y el agarre contra su cuerpo aflojarse, provocándole que el resto de su cuerpo cayese sin ninguna delicadeza al suelo y se golpeara el trasero.
¡Auch!
—Feh, estúpida. —Lo escuchó mascullar ya de pie mientras ella continuaba en el suelo sobándose las piernas, adolorida—, ¿por qué demonios te quedaste ahí parada como imbécil?
Como siempre, Inuyasha demostraba ser el especialista en arruinar cualquier momento con la más inmadura torpeza. Kagome no pudo evitar apretar los puños y tensar su cuerpo por completo ¡Qué coraje!
—¿Qué?—exclamó mientras se ponía de pie de un salto, sintiendo que sus mejillas estaban rojas por la rabia, sí, pero más por la vergüenza—. ¡Tú fuiste quien…!
—¡Oye, perro subnormal, ten más respeto!—la interrumpió Kôga con un tono atronador que asemejó mucho a un ladrido. Ella alzó las cejas cuando vio al chico darse vuelta y tomarle las manos, muy cerca de ella—. Querida Kagome, jamás permitiría que te lastimaran. Me siento tan culpable que yo…
—¿Cómo te atreves?—gritó el chico de largo cabello azabache frunciendo el ceño y también ligeramente sonrojado. Su forma de mirar a su usual enemigo era más agresiva que de costumbre— ¡Vuelve a llamarme así, imbé-!
—¡¿Qué sucede aquí?!
Se quedaron silenciosos, prácticamente congelados, apenas volteando sus cabezas para observar la figura de la profesora entrando en el salón.
»¡Taishô y Honshû, ustedes dos de nuevo causando problemas! —los ojos de la mujer, como fieras farolas oscuras, parecieron azotar el alma de los jóvenes en un eléctrico vaivén. Kagome pudo escuchar a Inuyasha mascullar un "tsk" y ver la espalda de Kôga tensarse mientras soltaba sus manos con rapidez—. Se van a inspectoría ya. Espero que esta vez sepan hacer algo útil con ustedes, aunque conociendo lo efectivo del sistema seguramente terminan convenientemente suspendidos para después de Navidad.
El ágil chico de ojos azules luchó por no sonreír y lo logró con una eficiencia que sacó suspiros de sus compañeras. El de mirada miel, en cambio, puso una mueca agria y se enfiló sin mayor peripecia hacia la puerta, dándole la espalda a la profesora quien volvió a alzar la voz luego de unos segundos.
»Oí que pasarás la Navidad solo, Taishô, ¿es eso cierto?
Kôga continuó caminando, pero se detuvo al ver que su rival se había quedado de pie unos instantes, con los ojos perdidos en el frente con una frialdad que, de no ser por su extrema arrogancia, habría hecho al famoso "chico lobo" tragar duro.
—Feh. —Fue el único sonido que salió de sus labios antes de continuar caminando, lanzándole a sus compañeros una mirada glacial que contribuyó a apagar cualquier fuego de pelea y chismorreo antes provocado.
Y la voz de la maestra fue perfectamente perceptible para la joven de cabellos azabaches, no pudiendo evitar fruncir el ceño en una mueca de preocupación mientras su vista, ente traicionero, seguía el rastro del gamberro tan cruelmente apodado "perro de calle".
—No me extraña.
Bajó la vista cuando dejó de verlo, aunque estaba segura de que sería capaz incluso de sentir el ruido de sus pasos si se esforzaba en ello. Se forzó a tragar duro y a dedicarle a Sango una sonrisa cuando le puso una mano en el hombro, conciliadora y hablando cosas sobre lo imbéciles que podían ser los hombres empalados por la pubertad.
Respiró hondo cuando volvió a sentarse, buscando prestar atención a la clase por sobre el discreto cuchicheo de sus amigas sobre los adornos de Navidad, ropas y demases.
—Me pregunto si esta vez papá me dejará poner en la mesa un pavo de soya—dijo Sango—. Así nos ahorraríamos una buena riña.
Kagome soltó un suspiro y se llevó una mano a la cara, apesadumbrada. Le bastaron algunos minutos más de los normales, pero logró retomar su usual compostura relajada y amena, con la sonrisa fácil y los ojos brillantes de alegría permanente. Después de todo, era una mueca sencilla de hacer después de tantos años practicándola.
Supo cuando vino el recuerdo de su padre que no iba a poder prestar realmente atención a todo el resto de la clase; no cuando podía sentir la calidez de su mano, grande y protectora, sobre la suya al compás de una caminata tranquila y risueña.
Y un poco más atrás, con los pies firmes sobre la hierba, estaba ese otro tan guardado en su pequeña caja de Pandora agitando su brazo con tanta energía como su voz cargada de alegría.
"¡Nos vemos mañana, Kagome!"
Continuará...
Notas finales del capítulo:
1. Navidad no es un día feriado en Japón y, basándome en la demás información que busque, en el caso de los estudiantes no tendría por qué ser un día alejado de las clases como en "vacaciones" (Si hay algo que corregir de ello acepto cualquier clase de comentarios)
2. Honshû (la palabra que elegí como apellido para Kôga) es una raza de lobo exclusiva de Japón ya extinta.
3. Quienes ya me han leído en más de una ocasión podrán notar que el mito de Pandora es usado más de una vez. Es mi historia favorita de la mitología griega, seguida por cerca de la de Cronos, Perséfone, Orfeo y Psique entre muchas, muchas otras.
¡Muchas gracias por leer! Espero de corazón que les haya gustado (: ¡Cualquier crítica, comentario, tomatazo y abrazo lunático se adoran con el alma!
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