Ok... sooooo...

nop, no estoy renunciando a mis otras historias y síp, sí he estado trabajando en ellas. Pero dado el tiempo que ha pasado, decidí escribir episodios especiales para cada una de ellas y por ende, me están tomando más tiempo del que preví. Además del trabajo y dos niños pequeños (uno de ellos apenas una beba) revoloteando alrededor de mi lap y haciendo destrozos...

así que necesito de repente desconectarme y atender a la inspiración por los caminos que me llama y sacar de la cabeza historias que se desgarran las palabras por escribirse. Y esta en particular me dominaba bastante.

No es precisamente un one shot. Es algo un poco más compuesto que eso...

DISCLAIMER: La historia es mía, los personajes son de TK.


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"Parte I - cese."

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Kuchiki Rukia dio un largo suspiro tras bajarse del tren. Llevaba cerca de diez minutos de retraso aunque no importaba mucho. A pesar del aire frío, el suéter largo de casshemire que llevaba puesto era más que suficiente para brindarle calor. Por otro lado, todavía era relativamente temprano. Pasaban de las tres de la tarde y aunque tenía que llegar a instalarse, sabía con certeza que la familia de Ichigo no se molestaría por el ligero retraso que llevaba encima.

-Moshi, moshi, Yuzu?

Sin embargo, no era una inconsiderada, Byakuya le había enseñado más que eso.

-Eh, todo bien. Pero voy a demorarme un poco, necesito comprar un par de cosas, todos encargos de tu hermano.

Así que comenzó a andar mientras hablaba por teléfono con la menor de los Kurosaki. Todo el tiempo, en su rostro había una sonrisa. Con los años, la confianza y la amistad entre ambas chicas fue creciendo hasta sentirse casi como prácticamente hermanas. Incluida desde luego que también Karin. Para Rukia era reconfortante saber que podía tener una compañera para cada una de sus facetas. Para las gemelas era refrescante saberse de alguien que las entendiese a ambas. Siendo tan diferentes resultaba difícil tener una mejor amiga en común.

Rukia era el pilar de ambas.

La risa cantarina de Rukia, atrajo la atención de algunos transeúntes. Los tacones de sus botines haciendo eco en los adoquines de la concurrida plaza. Sobra decir que Rukia en su forma humana, había crecido para ser una hermosa jovencita; había logrado alcanzar de menos, la misma estatura que su difunta hermana Hisana y todavía tenía dos años más para crecer; siempre y claro fuese eso cierto de que se alcanza la estatura máxima hasta los veinte. El pelo lo llevaba todavía corto, pero un poco más largo al frente, aunque el mechón rebelde seguía ahí entre ceja y ceja. Y aunque no era tan curva en cuanto al pecho, no era inexistente. Sus piernas largas y su trasero griego le sumaban los puntos faltantes por el busto.

-De acuerdo. ¿Quieres que lleve algo para tí? Sabes que no me molesta hacer encargos.

Se rió de nuevo, respondiendo a un comentario al fondo que sin duda debió de haber sido Karin. Había llegado al pequeño supermercado y se había detenido a dos pasos de la entrada.

-De acuerdo, entonces nos veremos en alrededor de dos horas -informó mirando el reloj en su muñeca. En el fondo había una foto de ella con Hisana. -Descuida sólo traigo un bolso, tomaré un taxi en cuanto termine.

Se adentró a la tienda, todavía sonriendo. La promesa de las fiestas de invierno, le entibiaba el corazón lo suficiente como para permanecer en un estado continuo de bliss. Caminando entre los pasillos de comida, se hizo de una canasta y comenzó a llenarla con unos cuantos víveres. Estaba por tomar una manzana cuando su celular vibró dentro de su bolsillo. Dejó salir una risilla ladina al leer el mensaje. No era otro más que Ichigo.

Rodó los ojos antes de contestar y volvió a guardar el celular para olvidarse de éste, mientras tarareaba una canción. Al tomar la manzana, inevitablemente evocó un recuerdo.

La navidad de hacía un año.

Las mejillas se le tiñeron casi del mismo rojo que del de la manzana que sostenía. La mirada nublada por la ensoñación de aquél íntimo recuerdo. Era difícil asimilar que llevaban cerca de cuatro años juntos. Junto con todos sus cambios y debía dar gracias de que a Urahara se le hubiese ocurrido la genial idea de hacer el cuerpo de Rukia dos años más joven que el de Ichigo; además de que éste último había dejado de crecer en altura desde los diecisiete o de otro modo ella y sus tacones del 12 estarían en serios apuros...

Arrugó el gesto y decidió mejor no llevar manzanas. Era temporada de fresas. Mejor, se dijo, que el pay fuera de fresas.

Al avanzar de regreso hacia los cajeros, el estómago se le contrajo y un fuerte dolor punzante le atravesó el pecho; se llevó las manos al vientre por inercia, intentando contener los espasmos de dolor. Su cuerpo se movió solo, encorvándose, por la periferia pudo observar que dentro del área de pruebas gratis estaban ofreciendo una especie de budín caliente; el vaho se elevaba por el aire dispersándose hasta llenarle los sentidos; nublándole la mente. Sintió que la cabeza le daba vueltas y a punto estuvo de soltar la canasta.

Corrió hasta llegar al cajero.

-Por favor, cóbreme esto, en seguida vuelvo.

Y salió en dirección hacia los baños.

Tan pronto como entró, se dirigió hacia el retrete más cercano y vomitó con fuerza. El estómago se le vació al punto de vomitar únicamente saliva, ácido, sangre. Los ojos se le abrieron en alarma y el cuerpo le tembló mientras las mejillas se le mojaban por las lágrimas que aquél espasmo había provocado. Sudó frío durante medio minuto y cuando se hubo calmado, sacó el celular llamando a la única persona capaz de explicar aquello.

-¿moshi, moshi?

-¿Urahara san? Hay algo malo con mi gigai.

...

-Gracias por su compra.

Minutos después, Kuchiki Rukia abandonaba la tienda con aire contrito. No había ni un solo remanente del buen humor que la había acompañado antes. Sus tacones ya no hacían clap, clap, clap... sino más bien un lento tap... tap... tap... Tenía los ojos ligeramente rojos por las lágrimas que había derramado durante y después de su llamada al sombrerero. Con el bolso colgado de forma que le atravesara el pecho, dos bolsas de plástico en su mano derecha y el celular en la izquierda, Rukia se halló caminando por las calles del centro de la ciudad de Karakura, la cual había crecido bastante en los últimos años y aparentaba incluso un Tokyo chiquito y joven. Bajo las luces nocturnas, de pronto se detuvo. Dándose cuenta al fin de que el sol se estaba ocultando.

Ya llevaba una hora extra de retraso. Se quedó mirando hacia la nada, con los hombros caídos. Con el eco de lo dicho instantes atrás.

-¿Qué quieres decir con que es mi culpa? No he hecho nada que pueda afectarlo.

-No he dicho que lo sea Kuchiki san. Solamente dije que el gigai está en perfectas condiciones, no hay nada anormal en el registro que llevo de éste.

-¿Entonces soy yo? ¿Es mi alma? ¿Es el Hogyoku? -había contestado desesperada, en contraste con el tono serio y calmado del rubio.

-Probablemente ambas. Quizá sea un rechazo.

El corazón a Rukia se le había detenido por un angustioso segundo.

-Sabíamos los riesgos Kuchiki san. Sabíamos que ésto podía pasar.

Lo sabía. Pero no había esperado que fuese tan pronto. La promesa de una vida entera con su nakama, se estaba desvaneciendo frente a sus ojos. Y todo porque su estúpida alma era incapaz de aplacar al Hogyoku.

El celular comenzó a sonar con insistencia, semi despertando a la morena de su trance. Levantó la mano para mirar el nombre de quien llamaba en la pantalla, había dos posibles llamadas a contestar, la primera era de Yuzu, seguramente preocupada por el repentino retraso. La segunda era de su nii sama.

El cuerpo le comenzó a temblar, los ojos se le empezaron a llenar de nuevas lágrimas y el aire comenzó a ser insuficiente tras el excesivo palpitar de su corazón acelerado. Se estaba hiperventilando.

"Tan pronto como esto deje de funcionar, Rukia. Deberás volver a la sociedad de almas. A la mansión Kuchiki. No olvides que esto es sólo temporal."

Rukia se llevó las manos a la cabeza, sujetándosela. El pecho le subía y bajaba y su cuerpo se encorvó hacia el frente.

-Oye niña, ¿estás bien? -preguntó una anciana que se acercó preocupada al verla.

"No importa el tiempo que sea Rukia. Será el suficiente para que tengas una vida conmigo."

Rukia negó con la cabeza varias veces. Llorando. Viendo el rostro del hombre al que amaba sonriendo.

-No... -Balbuceó. Dejándose atender por la extraña. -No... -repitió.

"Este gigai te hará humana. Envejecerás igual que uno. Aunque ciertas funciones estarán limitadas."

La visión se le nubló, el aire se fue disminuyendo, volviéndose pesado. La expresión agradecida de Urahara dibujándose al último.

"Nadie más puede albergar al Hogyoku sin corromperlo, ahora que Aizen está muerto."

Una fuerte exclamación se dejó escuchar, al ser soltada por varios transeúntes que veían la escena. La imagen inconsciente de la joven de piel blanca como la nieve y cabellos negros como la noche, yaciendo en medio del camino de la banqueta de adoquines. Rukia se había desmayado, había un ligero hilillo de sangre escurriendo por uno de los poros de su nariz.

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"Parte II - hide."

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Isshin tamborileó los dedos sobre la mesa de la cocina. Karin y Yuzu estaban ahí con él, todavía esperando a Rukia.

-¿Y dices que te dijo que llegaría hace una hora? -inquirió pensativo.

Yuzu asintió igualmente preocupada.

-Sí, aunque en realidad ya lleva cerca de dos retrasada.

-Esto no es usual en Rukia nee -añadió Karin -Ella no es débil y puede cuidarse sola pero, sin su habilidad como shinigami y con el Hogyoku activo dentro de ella, no tiene muchas oportunidades que digamos.

Los demás asintieron. Isshin siguió dándole vueltas al asunto en su cabeza. Si aquello era cierto, y sabía que lo era, en teoría no debería de preocuparse mucho. Desde el final de la guerra santa el Hogyoku no había dado mayor problema, ¿por qué darlo ahora? Pero por otro lado, quedaba evidente que los tres tenían ese mal presentimiento que tiene la familia entre sí cuando presiente el peligro para algunos de sus miembros.

Al final, Isshin dejó salir el aire rendido.

-Me temo que solamente podemos esperar.

Entonces el teléfono sonó, atrayendo la atención de los presentes; Yuzu levantó la bocina.

-Clínica Kurosaki. -Los ojos de la joven se abrieron como platos.

Mientras los demás escuchaban atentos. Y sus expresiones cambiaban igual que las de ella.

-Sí. Es mi hermana señor... No, es la prometida de mi hermano.

Isshin se levantó al instante, poniéndose su bata de médico y dirigiéndose hacia la salida sin despegar la vista de Yuzu y Karin comenzó a llamar a Urahara por su celular.

-Entre la novena y décima, cerca del parque de juegos, entendido -repitió, pasando el mensaje silencioso a su padre, con la pura mirada, colgando después el teléfono.

El hombre salió con Karin pisándole los talones.

-Escucha, sombrero y sandalias, tenemos una emergencia.

...

Isshin esperaba afuera de la habitación de Ichigo, con los brazos cruzados y los párpados apretados. Urahara estaba adentro con Rukia, revisando el estado de su gigai y el hogyoku dentro de ella.

Había sido el inicio de una noche caótica. Y de momento sólo esperaba el que todo estuviese bien. Los ecos de lo que había acontecido horas atrás, todavía le ensordecían los oídos. Deseaba borrar la imagen de una desvanecida Rukia.

"Tiene el pulso acelerado y la presión baja papá."

"¿Qué fue lo que le ocurrió?"

"No sabemos con exactitud. Sencillamente se desmayó."

"Kisuke!"

"Descuida Isshin, sus signos vitales están estables. Pero es mejor trasladarla a la clínica. Sólo allí puedo darte un diagnóstico completo."

"A partir de ahora nos haremos cargo. La llevaremos a nuestra clínica."

"Entendido señor, sólo firme la siguiente alta por favor."

La puerta se abrió de pronto, dejando salir al ex capitán del doceavo escuadrón. Isshin abrió los ojos en seguido, irguiéndose también en el acto; la preocupación bailaba en sus pupilas.

-¿Cómo se encuentra?

Urahara dejó salir un leve suspiro, algo cansado, pero sonreía levemente.

-Físicamente exhausta, pero nada verdaderamente grave -aseguró, dejando que su compañero suspirara en alivio. -Sin embargo, el Hogyoku está desprendiendo una gran cantidad de energía -advirtió, el moreno le miró preocupado y serio -Me temo que no podrá abandonar la casa hasta que regrese Ichigo. Es lo mejor, sólo así estará a salvo.

-Entonces, ¿la razón? -inquirió ansioso.

Urahara dejó caer los hombros, extendiendo un poco la sonrisa cansada.

-Estabas en lo cierto, viejo amigo. Aunque no sé cómo se lo esté tomando ella, está muy asustada. Creo que es seguro decir que eres mucho más apropiado que yo para consolarla. Dado que eres el padre de quien ella ama.

Siendo honestos, Isshin no sabía exactamente qué sentir o qué estaba sintiendo más bien. Por un lado estaba preocupado, por el otro estaba agradecido. Pero lo que quedaba claro era que no había reaccionado como había previsto con anterioridad en el respecto a ese asunto.

Quería a Rukia como a una hija. Tenía una gran deuda con ella. No iba a dejarla sola ahora.

-Entiendo. Muchas gracias Kisuke.

El aludido se retiró en cuanto el moreno entró en la habitación. Ya informaría a las gemelas del resultado del diagnóstico hecho a Rukia, para luego retirarse hacia su tienda. De momento, no había nada más que él pudiera hacer.

-¿Rukia chan?

Cuando Isshin entró en la habitación, lo primero que notó fue lo pequeña que se veía Rukia oculta bajo las cobijas de aquella cama; lo extraña que se veía en la habitación de un chico que no fuera otro más que su hijo y, al mismo tiempo, como embonaba dentro de todo ese cuadro ajeno. Lo segundo que notó, fue que la morena estaba dormitando.

Suspiró.

Pasó cerca de una hora, durante la cual las gemelas habían hecho acto de presencia. Yuzu, incluso, había dejado una bandeja con sopa de miso y jugo de uva servido en vaso grande con hielo. Al final se había ido a dormir, dejando al hombre solo con la tercera hija. Isshin se sentó a un lado de la cama y esperó. No pasó mucho tiempo tras haber hecho aquello, que Rukia finalmente abrió los ojos.

Para ella había sido tan sólo como un parpadeo. Un limbo en el que oía y sentía todo incluso si no podía moverse, si no podía abrir los ojos. Así que no resultó sorpresa el encontrarse con la imagen del hombre a su lado.

-Isshin san

El hombre le sonreía con ternura.

-¿Cómo te sientes Rukia?

Ella inhaló y exhaló antes de responder, sintiendo la confianza envolverla hasta hacerla sentir cómoda.

-Como si un millar de hollows me hubiesen pasado encima -bromeó, logrando atraer una sonrisa divertida a los labios del hombre. Un poco más seria prosiguió. -Me retumba la cabeza y el estómago lo siento hecho tripas.

-Es normal dado el estado en el que te encuentras.

Aquello fue como una espina en el corazón de ella. Se sentía débil, y de una muy mala manera. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

-Lo lamento... -sollozó.

Isshin le envolvió la mano con las suyas propias al instante, con preocupación y amor reflejados en toda la expresión de su cuerpo.

-Oh Rukia chan! No hay nada de qué disculparse. Siempre supimos que esto era posible, incluso si no lo reconocíamos.

Rukia siguió llorando.

-Pero no seré capaz de sobrellevarlo, el Hogyoku me rechazará y Niisama querrá que regrese de inmediato. E Ichigo... ¡Oh Dios mío, Ichigo! Él... él...

Isshin besó los nudillos de la mano de Rukia. El corazón se le había entibiado al verla tan desesperada y abrumada.

-Él siempre estará contigo Rukia chan. No importa el resultado.

-Pero la promesa de una vida juntos...!

-La tendrán -le aseguró interrumpiéndola -Esto no es algo que vaya a separarlos. Al contrario; los unirá aún más mi niña. Y sé que Byakuya opinará lo mismo. Tengo mucho que agradecerte Rukia chan... No has parado ni un sólo momento, de traer felicidad a esta familia. Especialmente ahora.

Rukia no dijo nada más. Completamente conmovida por las palabras del hombre que siempre la había hecho sentir como familia, se había dejado caer en dirección a éste, que la recibió en un fuerte y cálido abrazo. Rukia se dejó envolver, escondiéndose en el pecho de él mientras lloraba en el alivio de sus emociones.

-Arigatou... Isshin san.

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"Parte III - inocencia."

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Inoue Orihime estiró ambos brazos por encima de su cabeza, dejando salir un gran bostezo. La universidad había sido particularmente agobiante el día de hoy. Keioo después de todo era una de las más estrictas y reconocidas, casi al mismo nivel que Todai. Sus manos descansaron en su cabeza y comenzó a masajearse con las yemas el cuero cabelludo. La escuela de enfermería era pesada durante exámenes de práctica.

-Estuviste asombrosa Inoue.

La aludida salió de la sala de práctica seguida de una de sus compañeras de la escuela de enfermería; una rubia casi de la misma altura y complexión que ella.

-Gracias Ino chan. Por un momento pensé que no dejaría de temblar.

-Nos pasa a todos supongo. Aunque por fortuna nada grave, creo que todos pasamos.

Caminaban por los pasillos de la facultad hasta salir a la explanada de la misma, dispuestas a retirarse tras dar por concluido un estresante día de estudios.

-¡Qué alegría! Ahora sí puedo irme a festejar con Tatsuki chan y los demás.

-Es admirable que mantengas una amistad de tantos años.

-Bueno es fácil dado que-

-¡Inoue!

Ambas se pararon en seco, volteando a ver al intruso.

-Kurosaki kun -reconoció la aludida.

Ichigo avanzó hasta quedar en frente de ella, se veía algo apenado y a la vez con prisa.

-Perdona la molestia, pero ¿traerás tu cargador por casualidad? Olvidé el mío en el dormitorio y necesito hablar a mi casa con urgencia. -Explicó, rascándose distraidamente la nuca con una mano.

Orihime parpadeó, antes de decidirse a sacar su propio celular de su bolso.

-¿Por qué no te llevas mi celular? -ofreció.

Él enarcó una ceja algo inseguro.

-¿no lo ocuparás?

Ella dejó caer los hombros restándole importancia.

-Ya estoy libre. Además verás a Ishida kun en tu siguiente examen, ¿cierto?- él asintió. -Puedes entregárselo a él, vendrá con nosotros después de todo a recibir a Tatsuki chan y a Sado kun.

-Está arreglado entonces. Muchas gracias Inoue. -Sonrió agradecido, tomando el teléfono que ella le ofrecía y luego hizo una corta reverencia a ambas.-Con permiso.

-Pasa.

Volvieron a empezar a caminar. Hasta que después de unos cuantos pasos, Orihime sintió insoportable la mirada que le estaba dando su compañera.

-¿Qué ocurre? -cuestionó algo nerviosa.

-Pensaba en lo extraño que es -respondió ésta, con la mano en la barbilla en gesto pensativo.

-¿Qué cosa?

-El que ustedes dos no sean novios.

Orihime casi se cae al suelo.

-¡¿Qué?! ¡Pero qué dices!

Ino por el contrario, no perdió la seriedad de su expresión y se apresuró a explicar toda emocionada.

-Piénsalo mujer, ambos son atractivos, se conocen desde la secundaria y ambos están estudiando en el campo de la medicina. ¡Es la historia de amor perfecta! -Declaró, con los ojos llenos de estrellas.

Orihime, ya recuperada, negó con la cabeza de un lado a otro. Si tan sólo ella supiera, se dijo.

-No. Te equivocas. La historia de amor perfecta es la que él tiene con su prometida.

Ino se quedó perpleja.

-¿Prometida? No me digas que está por casarse.

-Lo está. -Sonrió.

La rubia le miró intentando ver si en el semblante de su amiga había el más mínimo atisbo de celos o tristeza. No encontró ninguno, pero igual presionó.

-Igual podrías robárselo.

Orihime dejó salir una risa cantarina.

-Créeme es imposible para mí hacer eso. Ella es una de mis más preciadas amigas y la única capaz de hacerlo verdaderamente feliz. Además... él está muy enamorado de ella.

...

Orihime llegó a su casa media hora después, dado que vivía en un pequeño departamento cerca de la universidad de Keio, cortesía de Yoruichi, mismo que compartía con Tatsuki. En cuanto llegó, se fue directo al sillón de la sala, dejando salir un largo suspiro.

"Harían la pareja perfecta"

No era la primera vez que escuchaba eso. Pero si la primera desde el inicio del semestre, cuando Ichigo y Rukia se comprometieron. Hubo un tiempo en el que ella también creía en esas palabras. En la posibilidad de tener algo significativo con el shinigami sustituto.

A pesar de los eventos ocurridos durante la guerra contra los Quincies, a pesar de lo mucho que se había demostrado la fortaleza del lazo de Ichigo y Rukia, e incluso con la inminente amenaza de que Ichigo no volvería al mundo de los vivos; se había permitido soñar con la posibilidad de que el muchacho aceptara y devolviera sus sentimientos.

Orihime negó con la cabeza recordando aquello. Había sido tan ingenua.

Entonces, estaban todos reunidos en la Sociedad de Almas, tras haber sido expulsados de la pelea. Todos estaban esperando el desenlace de ésta. Renji, Byakuya, Rukia e Ichigo seguían en la dimensión zero junto con Aizen y Yuwach. Cuando se informó que habían regresado victoriosos, Orihime había corrido a curar las heridas de los cuatro, sin embargo, sólo Renji y Byakuya estaban ahí.

"Ellos dos volverán más tarde." Había dicho Byakuya. Y nadie le discutió.

Una semana después, en el mundo humano, de nuevo estaban reunidos todos, esta vez donde Urahara. Ichigo regresaría. Y aunque algunos en el mundo humano seguían con el deseo de comprobar que Rukia estaba bien igual que el resto, Orihime sabía que Ichigo no volvería a menos que dicha joven estuviese a salvo. Así que no habría de qué preocuparse, ya vería después a Rukia.

Las puertas del senkaimon se habían abierto entonces, y el rostro de Orihime se había iluminado con una amplia sonrisa abierta que llegaba hasta sus irises grises. Frente a ella salía el shinigami daiko en perfecto estado.

-Kurosaki k...!

Sin embargo, la expresión cambió en cuanto sus ojos descubrieron la figura que venía detrás de él, casi como si estuviese resguardánose bajo la figura de éste, y sorprendentemente de la mano con él.

Era Rukia.

Pero había algo diferente en ella. Vestía una yukata blanca con un obi rosa palo y su clásica melena suelta ligeramente larga, su expresión había cambiado un poco, todo en ella denotaba cambio, incluso se veía más alta. Y fue entonces que lo percibió. El poder del Hogyoku latiendo con fuerza en el centro del alma de la morena. Ya no era una shinigami, ni tampoco un alma del Sereitei, ni mucho menos un alma errante mortal o un hollow. Salvo por la falta de la cadena, era un alma humana. Viva.

E Ichigo estaba a su lado, protegiéndola. Donde siempre y como siempre había estado. Pero había algo diferente también en el modo en el que la protegía, casi como a una cría. No. Como a una amante.

Los hombros de Orihime cayeron al entender de qué iba el cambio.

"Kuchiki san ha vuelto a resguardar el Hogyoku en su interior. Al ser la única que no pediría nada de éste, es la más apropiada en resguardarlo." Había explicado Urahara tras las respectivas bienvenidas. -Le daré el mismo gigai diseñado para que el hogyoku termine por volverla humana, cuando esa vida termine aquí, el Hogyoku desaparecerá con ella. Es lo mejor.

Orihime observó a la pareja. Ichigo se veía preocupado, pero no había forma de negar el amor que refulgía en sus orbes cuando miraba a Rukia. Sin embargo, Rukia había permanecido cabizbaja, no se veía feliz, sino lo contrario.

¿Qué estaba pasando?

...

"Tengo miedo Inoue", le había dicho la morena. "Hay tantas cosas que pueden salir mal. No dejo de entrometerme en la vida de Ichigo además. Y mi Niisama..."

Orihime lo había pensado detenidamente. Y fue entonces que decidió honrar sus sentimientos por Ichigo haciendo feliz al objeto de su afecto.

"Kuchiki san", le llamo sonriendo. "Kurosaki kun siempre fue feliz al lado de su madre. Lo sé porque Tatsuki chan me lo dijo. Pero como pasaron las cosas acabó por perder la felicidad y la luz en su camino. Entonces llegaste tú, como luz en medio de una tormentosa noche hasta transformarlo."

Rukia le miraba perpleja, Orihime le sonrió aún más conmovida. Sí, estaba haciendo lo correcto, se dijo.

"Como yo lo veo Kuchiki san, Kurosaki kun volvió a ser feliz gracias a ti." Orihime casi fue capaz de sentir la nube abrumadora de sentimientos que envolvió a Rukia entonces, ahora era tan claro leerla. "Tu hermano también, se puede ver que te ama demasiado. Por ende, ninguno va a obligarte a hacer nada, ni siquiera Urahara. Incluso el mismo Isshin san sería el primero en abogar por ti. Lo que quiero decir es, que puedes decir que no quieres esto. Pero puedo ver que lo quieres. Lo deseas."

La morena agachó la cabeza, contrita. Orihime le levantó el rostro de la misma forma en que Rukia había hecho con ella con anterioridad.

"Y sé que todos ellos son capaces de verlo también, porque todos y cada uno de ellos desean que seas feliz Rukia. En especial Kurosaki kun" La voz se le quebró entonces. "Que se nota lo mucho que desea tenerte en su vida para siempre."

"Inoue."

"Muchas cosas pueden salir mal Kuchiki san. Pero cuando ustedes dos están juntos, todo siempre es para mejorar."

De eso ya hacían cuatro años, recordó. El cuerpo de Rukia había resultado ser, en edad humana, tres años más joven que el del resto. Byakuya había deseado darle a Rukia los medios para que viviera sola, pero Isshin se había negado rotundamente y había sido apoyado por sus hijas, quienes adoraban a Rukia.

"Es mi tercera hija", había dicho. Y había sido suficiente. Además, Ichigo se había ido a Tokyo junto con el resto, (después, claro, de un año sabático que empleó para viajar con la morena) mientras Rukia había tenido que quedarse atrás en Karakura. Apenas este último año habían vuelto a juntarse en la misma ciudad y ya estaban comprometidos.

E incluso aún ahora, todavía podía recordar las palabras dichas entonces por ambos y cómo de alguna manera, eran las mismas que ella tenía atoradas en el pecho. Cómo ambos confesaron haber sentido lo mismo durante aquellos dieciocho meses negros...

"Cada vez que pienso en ti, mi cuerpo no responde, no puedo moverme. Mi corazón late más rápido, me duele el pecho. Y sólo pude suprimirlo."

"Traté de olvidar. Muchas veces, una y otra vez. Y sin embargo, todavía te extrañé."

Cómo era lo que ella sintió durante incluso mucho tiempo después de darse por vencida.

"La persona a la que le sonríe Kurosaki kun no soy yo."

Hacía mucho de aquello, pero había ratos en los que todavía dolía un poco, de forma intermitente, pero sólo un poco.

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"Parte IV - love."

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Kurosaki Ichigo nunca fue un muchacho cursi. Jamás le interesó si quiera la sola idea de compartir su vida con alguien más, sencillamente porque no quería compartir y punto. Siendo más francos, porque dentro del trauma de culpa en el que estaba hundido, la idea de la felicidad estaba prohibida para él.

Hasta que llegó Rukia.

No hasta que la conoció. No. Siendo francos, dudaba el que ella misma se conociera por completo. Así que, ¿cómo podría él saberlo? Lo que sí, quedaba claro, era que nadie la conocía tanto como él. A veces pecaba de negar lo anterior diciendose que la conocía más de lo que ella se conocía así misma. Pero sabía que era un camino de ida y vuelta y que, por tanto, ella lo conocía a él más de lo que se conocía a sí mismo.

Eran una extraña paradoja.

Más que amigos. Menos que amantes.

Los términos "mejores amigos" y "almas gemelas" jamás les harían justicia. No eran para nada iguales y aún así se asemejaban bastante. Eran más bien el complemento del otro. Dos caras de una misma moneda. Ying y Yang. E Ichigo veía esto como una especie de ley natural, para nada cursi. Sencillamente algo que es. Porque él no era cursi. No era un "novio pegajoso" al pendiente exageradamente sobreprotector sobre su novia.

Al menos en su cabeza así era.

Era por eso quizá, que no le daba importancia al hecho de que Rukia no regresase siempre sus llamadas, ni sus mails o sus mensajes. A veces él también pecaba de olvidarse de contestarle. Era normal.

Hasta que dejaba de serlo.

Y todo era parte de ese lazo que compartía con ella. Sabía, con seguridad, cuándo había que preocuparse.

-¿Qué quieres decir con que no puede contestarme Yuzu?

-Ya te lo dije oniichan, Rukia neechan está dormida.

Y ahora mismo, era ése cuándo.

Ichigo se masajeó las sienes, tratando de calmarse los nervios para no enfadarse al teléfono.

-Escucha Yuzu, estoy preocupado. Se supone llegó desde ayer por la tarde a Karakura, lo sé porque ella me lo dijo por mensaje, pero no ha vuelto a comunicarse conmigo desde entonces y el día casi se acaba. -Expresó sin poder evitar el que la desesperación se reflejara en sus palabras. -Todas las veces que he llamado ha estado dormida y su celular ha estado apagado desde ayer por la noche.

-No entiendo qué quieres decir oniichan.

"¡Argh!", gritó mentalmente, con ganas de arrancarse los cabellos. -Quiero decir, que o bien está evitándome por una razón que obviamente no sé o que le pasa algo muy malo.

La línea se quedó en silencio un instante, un instante en el que el corazón de Ichigo palpitó con preocupación. ¿Y si había una especie de nueva amenaza? ¿Un nuevo enemigo quizá? Al final Yuzu suspiró.

-No voy a darte razones oniichan, pero está evitándote.

Por alguna extraña razón, Ichigo sintió ganas de querer estrellarse el rostro contra la pared, una y otra vez. Hasta ahora caía en cuenta de que la amenaza era más fácil de lidiar a que una enfadada Rukia. Dejó salir el aire con frustración.

-Está bien Yuzu no te pondré en el medio. Sólo dile que mañana regreso a Karakura.

-¡¿Tan pronto?!

Ichigo enarcó una ceja, extrañado de la alarma en la voz de su hermana.

-Es sólo un día antes de lo previsto Yuzu. No es la gran cosa.

-Bueno, no. Es sólo que... queríamos pasar más tiempo con Rukia neechan. Pero está bien oniichan, te veremos mañana.

Tuuut... Tuuut... Tuuut.

Ichigo puso los ojos en blanco. Perplejo. Miró la pantalla del celular de Inoue todavía incrédulo. Su hermana le había colgado.

Ahora sí estaba seguro de que algo extraño y por de más grave estaba pasando, sobre todo si sus hermanas estaban involucradas en el asunto. Porque donde metía la pata Yuzu, se jalaba a Karin con ella.

Maldijo el tener que quedarse un día más en Tokyo.

...

La lluvia incesante continuo durante toda la mañana, se había desatado desde la madrugada y se negaba a ceder. Rukia miraba recargada en la ventana, las gotas de lluvia que resbalaban pegadas al cristal. Sentada en la cama, hecha una bolita, las piernas recogidas, sostenidas por ambos brazos y el rostro descansando por la barbilla sobre las rodillas.

En la habitación tan carente de sonido propio, sólo rejurgía el murmullo de la lluvia.

Sin poder hacer nada más que hundirse, perderse en los recuerdos. Su mente viajó hacia una tarde muy parecida a ésta. Aunque el frío quizá no tan intenso...

Era verano entonces y ella e Ichigo habían decidido ir a Kyoto durante las épocas de festivales. Ichigo seguía deseoso de cumplir su promesa de enseñarle a Rukia el mundo y todo lo que éste tenía por ofrecerle; y qué mejor que empezar por Japón. Tenían una vida juntos y ya después podrían seguir con el resto de los países.

Habían pasado el día en la playa, desde tempranas horas de la mañana. Felices vagando de aquí a allá, de puesto en puesto. Brincando, discutiendo, peleando y riendo.

Hasta que la lluvia los atrapó cuando ni siquiera habían reservado un lugar dónde quedarse.

-¿No hiciste reservación?

-La habría hecho si no hubieses corrido como loca por todo el pueblo.

-No trates de echarme la culpa a mí bakamono.

Se gritaban mientras corrían debajo de la lluvia por las calles de Kyoto, tratando de hallar una posada con habitaciones vacías en época de vacaciones.

Algo difícil en realidad.

-Una habitación por favor.

Aunque no imposible.

Ichigo tomó la llave, agradeciendo tras dar un adelanto del cobro y dirigiéndose con Rukia a su lado hacia la habitación. Los ojos de Rukia se abrieron como platos al ver el objeto en manos de él.

-¿Sólo una?

Ichigo enarcó una ceja, ambos entrando al ascensor.

-¿Cuál es el problema?

-Ichigo no estamos casados, no es correcto compartir cuarto, ya no digamos un futón.

Él rodó los ojos con fastidio. El descaro de ella, se dijo.

-Pues no te importó cuando tuviste que dormir en mi clóset.

-¡Eso es totalmente diferente! -exclamó al instante. Las puertas del ascensor abriéndose para dejarlos en el tercer piso.

-Fallo en ver dicha diferencia. -Murmuró a pasos ya de la habitación que les tocaba.

-¡Porque eres un idiota! Si mi Niisama se entera.

-¿Qué? -Le encaró. La seriedad y el desafío en los ojos de él terminaron por callarla. Ichigo se veía molesto, pero de una manera enteramente diferente. -Anda, dime, ¿qué es lo que va a hacerme?

Rukia pasó saliva compungida, mas no dijo nada y entró después de él en la habitación. Ichigo cerró la puerta tras ellos.

...

Una hora más tarde, ambos estaban secos, tras haberse dado una ducha por separado, he de hacer notar. Ichigo al final, por supuesto. Cuando salió del baño, la morena estaba sentada cabizbaja en un lado de la cama.

-Estás terriblemente callada. -Notó. Ella siguió igual. Su mirada se fijó en la cama matrimonial y entonces entendió un poco de qué iba aquello, aunque no lo captaba del todo. Trató de restarle seriedad con una broma. -Puedes amarrarme si lo deseas. -Una mala broma. -Rukia. -Presionó, ella siguió sin hablar, sin mirarlo siquiera. -O...k

Suspiró cansado. Y cuando estaba por darse la vuelta, ella le habló tenuemente.

-¿Es que no te causo ni el más mínimo atisbo de emoción?

Así que eso era, comprendió al fin. Eran pareja ahora y esa era la diferencia. Antes, no tenían que preocuparse porque algo fuera a pasar, encerrados en el más y el menos, en el nakama, no tenían que pensar en lo que significaba un gesto tan íntimo para una pareja el dormir juntos.

Ichigo avanzó hacia ella, parándose frente a ésta. Su mano derecha resbaló con lentitud por el largo del brazo izquierdo de ella, usando sólo los nudillos, le acarició desde el hombro hasta la muñeca.

-No tienes... idea. -Susurró con voz ahogada. -Rukia -Le tomó el rostro con ambas manos.

-Ichigo -susurró justo antes de que él le aprisionara la boca con la suya.

Fue un beso largo, labio con labio, el aire aún entrando a sus pulmones, pero la respiración cada vez más entrecortada. Las manos de Rukia se hallaron en el pecho de Ichigo, arrugando la playera limpia, su cuerpo se irguió intentando embonar en el de él. Ichigo la recibió abrazándola, pasando las manos de su rostro hacia su espalda, hasta instalarse en sus caderas.

Cayendo sobre el colchón. La levantó y la acomodó, besándola una y otra vez. Aquí y allá.

-Ichigo -gimió, intentando separarse.

-Lo sé. -respondió éste. Sosteniéndose sobre los brazos para no aplastarla con su cuerpo. Y respirando hondo para calmarse las ganas. La miró a los ojos.-Tenemos una vida juntos Rukia. Puedo esperar. Pero no olvides, que desde ya tu vida me pertenece. Así como a ti te pertenece la mía.

¡Oh, cómo habían pasado aquella noche! Envueltos en el calor del abrazo del otro, en medio de caricias, besos y promesas. Con el golpeteo de la lluvia sobre el cristal de las ventanas.

La puerta se abrió entonces, las gemelas asomándose por ésta. Yuzu llevaba un plato en sus manos cubiertas por guantes de cocina y Karin llevaba una jarra, junto con tes vasos, de vidrio con jugo de uva en hielo.

-Oneechan, ¿podemos pasar? Trajimos el almuerzo.

Rukia se despegó de la ventana para mirarlas y sonrió. Reacomodándose en la cama y reprochándose no llevar nada más que un suéter holgado de lana por encima de su ropa interior; aunque sabía que a ellas poco les importaba. La querían de igual manera.

-Claro. Me estoy muriendo de hambre.

-Y de aburrimiento -le recordó Karin, entrando junto con su hermana, ambas sonriendo.

-Lo sé. -Concedió Rukia -en especial, desde que tengo prohibido hablar con Ichigo.

-Querrás decir fastidiarlo -corrigió Karin.

-Es lo mismo -respondió ella.

Las tres rieron y se dedicaron a almorzar. En algún punto la conversación volvió al punto presente y Yuzu no pudo evitar mirar contrita a Rukia.

-Lo siento onechan. Oniichan regresará temprano a la noche el día de hoy.

Rukia suspiró sonriéndole con ternura.

-Descuida Yuzu, no es como que se haya adelantado mucho. Además... no creo que pueda prolongar por más tiempo esta charla, incluso si lo deseo.

Karin hizo una mueca, aunque se notaba que también estaba preocupada por ella.

-Todo saldrá bien. Papá te lo dijo. Te preocupas demasiado.

-Quizá. -Concedió, cruzándose de brazos y haciendo la misma mueca.

Fue entonces que el movimiento terminó haciendo que la luz cayera sobre un pequeño objeto en el dedo anular izquierdo de Rukia. Un anillo sencillo de compromiso. Tal resplandor, captó de inmediato la atención de Yuzu.

-Oye oneechan -le habló con timidez. -¿pudieras decirme algo?

-¿Sobre qué?

-Bueno, me gustaría saber más sobre mi hermano y tú. -Dijo, nerviosa.

-¿Qué exactamente?

Yuzu se sonrojo sobremanera. Rukia la miró confusa parpadeando. Karin rodó los ojos fastidiada y soltó.

-¿Cuándo fue que empezaron a follar como conejos?

-¿Q-qué?!

-¡Karin chan! -le regañó la rubia, mientras Rukia intentaba componerse.

-Era broma. El ambiente tenso y cursi me fastidia, tenía que romper el hielo.

-Pero no de esa forma. -Reprochó -Lo lamento mucho onechan

-Está bien Yuzu. -Sonrió, luego miró a Karin -Supongo que tú también quieres saber.

La aludida sacudió los hombros.

-Necesito material para chantajear a mi hermano. Descuida, tú estás a salvo. -Aseguró, guiñándole un ojo.

Rukia rió divertida.

-De acuerdo, ¿qué quieren saber?

-¡Su primer beso! -Gritó Yuzu entusiasmada.

-Mejor el inicio, ¿cómo fue que mi estúpido hermano se te declaró? -cuestionó, cruzando los brazos.

Rukia miró a una y luego a otra, todavía sonriendo. Ninguna de las dos fallaba a las expectativas de lo que era una amistad entre chicas.

-En realidad, ambas ocurrieron al mismo tiempo. -Confesó.

Yuzu y Karin la miraron confusas.

Y así la historia empezó.

"Date prisa enana."

Era el principio de la primavera, hacía cuatro años, el inicio de un nuevo ciclo con el calor ya en el aire. Los amigos de Ichigo habían decidido ir a la playa a despedirlos a ambos, puesto que en dos días más, partirían en su viaje por Japón en ese año sabático que el pelinaranjo había decidido tomar. Y era raro que Rukia se retrasara tanto.

"No me digas enana, zanahoria parlante." -respondió ésta desde el segundo piso.

Cuando comenzó a bajar las escaleras, Ichigo la miró con reproche, listo para soltar otro de sus sarcásticos comentarios. Pero al verla, sencillamente se quedó mudo.

Un ligero vestido de playa de colores tierra (rojo, café oscuro y beige) a rayas, le cubría el cuerpo, a medio muslo y de cuello halter. Con un sombrero grande y su bolsa de chappy playera. Rukia enarcó una ceja, al notar el sonroje en las mejillas del chico.

"¿Qué te ocurre?"

Él se espabiló al oírla.

"Nada. Vámonos ya." Contestó queriendo sonar molesto y terminando sonando nervioso.

Rukia lo dejó estar, permitiendo que la tomara de la mano, como llevaba haciéndolo desde que regresaran al mundo humano esta vez, para quedarse.

Había sido un día muy divertido, recordó Rukia. Desde jugar en el agua, hasta romper sandías y hacer una pequeña competencia de voley ball playero. Terminando por la fogata en la arena.

Sin saber cómo, se hallaron separados del grupo, cerca del arrecife.

No paraban de hablar. Y Rukia no podía dejar de reír en ciertos momentos. Era la primera vez que compartían de aquella manera. Con la luna ya puesta en el cielo, todavía algo distante bajo el fuerte resplandor del atardecer sobre el rugir de las olas chocando en la arena, contra las rocas. Compartiendo miradas y roces no intencionados. Caminando cada vez más cerca del otro. Contando anécdotas, compartiendo las cosas que no habían sido compartidas antes.

Sentados en algún punto. La luz del atardecer desvaneciéndose, las farolas del muelle encendiéndose. Las sonrisas todavía en sus labios mientras seguían conversando. Silenciosa y distraidamente, sus manos acercándose la una a la otra sobre la arena. Meñiques encontrándose y enredándose el uno en el otro. Ichigo hablando sin detenerse, dedicándole miradas de vez en vez, mientras Rukia escuchaba entretenida y feliz; ambos desentendidos de las intenciones ocultas en sus movimientos, las manos amoldándose en su contacto hasta posarse una sobre la otra. La luz del sol muriendo al tiempo en que ambas miradas se clavaron en la otra, con el agarre de sus manos haciendo sincronización. Los ojos cerrándose y los rostros atrayéndose mutuamente, inclinándose hasta lograr que los belfos de ambos se tocasen en un casto beso.

Y las olas volvieron a golpear las rocas, levantándose en el acto, salpicando, saltando en el aire. La luna brillando intensamente en el cielo, entera, blanca y muda testigo de aquél intercambio de afecto. Un instante que en su momento había parecido ser eterno, sin ruido y al mismo tiempo captando toda la música a su alrededor, el sonido del viento, el mar, la sal, el calor, el frío...

Terminó el contacto. Y las frente se tocaron, las miradas agachadas. Lentamente volvieron a erguirse hasta mirarse. En ese intercambio de miradas, nada se dijo y todo se supo. Habían terminado siendo mucho más que amigos y un poco más que simples amantes.

Sonrieron y luego, poco a poco, terminaron riendo, cada vez con más fuerza. Y se besaron de nuevo.

Una y otra vez.

Volvieron con el grupo, tomados de la mano como ya era costumbre. Y como era una marca clásica en ellos, los demás se dieron cuenta del cambio.

Siguieron discutiendo después, sobre lo que eso había significado y sobre lo que no. Mientras se besaban entre comentarios sarcásticos.

Había sido el inicio de su larga relación. Y contrario a lo que se hubiese esperado, Ichigo había sido el que había buscado a Byakuya pidiendo audiencia para pedir derecho a cortejar a la hermana del mismo. Un año después se hicieron los trámites para fijar su compromiso, incluso sin Rukia saberlo sino hasta un año más después de que dicho trámite empezara.

-Hm, eso es bastante soso. -Comentó Karin un tanto decepcionada, una vez terminó el relato.

Yuzu le miró airada.

-Claro que no Karin, por el contrario es bastante romántico.

La morena bufó, Rukia les miraba perpleja pero sonriendo.

-¿Te molesta si me lo explicas?

-¿No lo ves? -exclamó en tono de fangirl -¿Qué más romántico puede ser que el hecho de que no tengas que poner nada en palabras?, Oniichan y Oneechan están íntimamente conectados.

Una gota de sudor resbaló por la frente de Rukia.

-Yo no lo vería tan así.

Karin sin embargo la ignoró, pensando detenidamente con la mano en su barbilla y un brillo malvado en su mirada.

-Hmmm, supongo que puedo usar eso en su contra.

Rukia dejó salir una risa cantarina.

-Me alegra que te haya podido ayudar.

Karin sonrió con malicia.

-Oh sólo espera a que llegue Ichinii.

Y las tres soltaron amplias carcajadas tras ese comentario.

...

Horas más tarde, Rukia se encontraba de nuevo sola en la habitación. Tras haber tomado una ducha y bebido un poco más de jugo de uva, intentando calmar sus nervios. La hora en que Ichigo llegaría estaba cada vez más cerca. El cielo todavía cubierto de nubes, a pesar de que hacía rato que había dejado de llover. Y de nuevo se encontraba pegada a la ventana, sentada en la cama; salvo que esta vez, el vestido de algodón rosa, no le permitía estar hecha un ovillo, sus piernas envueltas en medias negras, estaban dobladas hacia un lado, y su rostro descansaba sobre su mano derecha.

Había pasado la tarde recordando su tiempo con Ichigo, como si estuviese segura de que una larga despedida estaba cerca, incluso si no era así. Pero el hecho de que Yuzu se fijara en la argolla que llevaba en su dedo anular izquierdo, hizo que sus recuerdos viraran hacia esa dirección.

Hacia la promesa de una vida juntos.

Recordaba bastante bien aquél "día blanco", cuando el muchacho le había entregado aquella sortija, un mes después de un terrible catorce de febrero, cuando se había enterado de su matrimonio arreglado con el shinigami sustituto por boca de Renji. Había estado furiosa, sintiendose en la oscuridad de algo que debió de haber sabido desde el principio. Incluso si al final había entendido el porqué Ichigo había hecho las cosas así. En el mundo humano había muchas más libertades dentro de una relación de noviazgo y era evidente que él no quería pasar tanto tiempo separado de ella, por un estúpido viejo protocolo de una familia noble. Y sin embargo, la amaba tanto que había aceptado hacerlo, incluso antes de tener el valor de pedírselo a ella de frente. Y entendía al fin porqué su hermano había accedido a dejar que ella se quedara en la casa de los Kurosaki.

Había sido un mes tenso y sin embargo, el chico no había desistido, ni siquiera un segundo del plan que había forjado desde un inicio. Incluso si al final, ella no le había dado chocolates por los que tuviera que pagar en aquél día frío.

La había atrapado en su habitación, obligado practicamente a que arreglaran las cosas, a que de menos hablara con él. Ella había cedido sin mucha opción de vía de escape.

"Lo dije en serio Rukia. Quiero pasar mi vida entera contigo."

Y algo en su mirada la había hecho ceder, aunque sabía que tenía que ver un poco más con el lazo que compartían.

"He tratado de escribir la canción perfecta, pero cada que lo hago siento que está mal escrita... He tratado de hallar las palabras perfectas y sigo buscando las que te mereces."

Con la energía de su reiatsu acariciando el suyo, cantándole...

"Y no sé si alguín día encontraré la perfecta forma de decirte..."

Mientras lentamente fue acercándose a ella, sus ojos ambarinos en los zafiro de ella.

"Es difícil apagar una emoción cuando todavía estoy cayendo, pero aún no he golpeado el suelo. Pero espero que puedas entender, todo lo que estoy tratando de decir en la mejor manera que puedo... Y no creo encontrar algún día la forma de decirte porqué cada vez que trato..."

Quedando de pie frente a ella, compartiendo ambos el mismo palpitar. Él le sonreía mientras hablaba, nervioso aún y sin embargo, cada vez más seguro.

"Estoy de regreso a nuestra primera cita, y el primer beso que no pudo esperar, porque cada momento significó mucho, que no lo pude dejar pasar. Estoy de regreso al punto en el que me encontraba cuando por primera vez supe que siempre te amaría y tú sabes que nunca miré hacia atrás."

Ella había tenido la vista pegada a su rostro, que no había notado el que Ichigo había sacado una pequeña cajita del bolsillo de su pantalón, sino hasta que el muchacho había tomado la mano de ella en las suyas propias, levantándole la palma para depositar la cajita en ella.

"Y cada vez que trato de decirte cómo me siento..."

Los ojos de Rukia se abrieron como platos, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas, al momento en que él abrió la caja aún sobre la pequeña mano de ella, revelando el sencillo anillo de oro blanco con una lágrima de diamante.

"Me siento justo así."

Rukia sonrió todavía conmovida por aquél recuerdo, mirando de pronto el anillo en su dedo. Recordando cómo se habían abrazado, cómo se habían besado mientras él le ponía el anillo. Cómo habían caído sobre ésa misma cama y habían hecho el amor.

Apretó los ojos con fuerza.

-Ichigo -susurró.

Preocupada por lo que sucedería a partir de ahora. Preocupada porque no volviera para cumplir dicha promesa.

.

"Parte V - Decisivo."

.

Eran cerca de las tres de la tarde, cuando Kurosaki Ichigo estaba haciendo las maletas. Rukia seguía sin contestarle el teléfono y su ansiedad estaba acabando con él. Necesitaba saber que ella estaba bien, que entre ellos estaban las cosas bien.

Cuando terminó, echó una mirada a la habitación compartida una última vez, para luego dirigirse a la estación. Durante todo el camino desde que salió del campus, pasando por el tranvía, tomando un taxi, hasta luego llegar a la estación de trenes de Tokyo, su mente estuvo en Rukia. Divagando entre las posibles razones para su reciente comportamiento, llegando a la conclusión de que quizá tenía algo que ver con el hogyoku y deseando a la vez que no fuera así.

Mientras avanzaba en la fila para comprar su boleto, su mirada paseó por los pasillos concurridos de gente, en su mayoría estudiantes, probablemente regresando para pasar las fiestas de fin de año con sus respectivas familias. Se halló a sí mismo sonriendo sin quererlo.

-Un boleto de ida a Karakura por favor.

Pagó la tarifa tras recibir su boleto y se dirigió a esperar el tren en las bancas frente a los rieles. Sus maletas a sus pies. A penas un par de minutos después, el tren hacía su entrada, justo cuando el aire se había vuelto mucho más frío. Subió y se sentó al fondo del vagón, en una fila en solitario, para poder mirar por la ventanilla sin tener que tener compañeros no deseados a su lado. Al mismo tiempo en que fue incapaz de vagar la mirada entre los pasajeros. Observando detenidamente a las parejas enamoradas, permitiéndoles a éstas el que sus pequeños actos de afecto despertaran recuerdos en su mente.

El tren había empezado su marcha, justo después de que abordara un matrimonio relativamente joven. Ichigo había observado cómo el hombre admiraba a su mujer mientras ésta tomaba asiento. Preguntándose a sí mismo si él resultaría ser tan obvio como aquél hombre cuando se dedicaba a admirar a Rukia.

"¿Qué estás mirando idiota"

"A ti."

Paralizado, se sintió inesperadamente atrapado en la luz que la envolvía. Sintiendo como que ella ya sabía lo que le estaba haciendo a él.

"De verdad, te estás volviendo un cursi"

"Lo mismo va para ti"

"Cierra la boca."

Respiró una risa, sonriendo de medio lado, y desviando la vista de vuelta a la ventana. Su mente conjurando el recuerdo perfecto que contestaría a su pregunta; cuando él se había quedado embobado al verla en aquél sencillo vestido vaporoso de satín rojo, de tirantes gruesos que caían de sus hombros, estilizando aún más su cuello y su melena negra. Hacía ya, dentro de tres días más, exactamente un año de aquél recuerdo. La primera vez que su familia pasaría Navidad con él, incluso habían hecho la reservación en el hotel para que pasaran el resto de las vacaciones con él.

"Una mirada y me congelo y pierdo noción del tiempo", pensó para sí, "es como si te movieras en cámara lenta y no puedo cerrar mis ojos, robas toda mi atención pero no quiero que dejes de hacerlo... mantenme mirándote... Rukia"

Sin embargo, la nieve había caído con fuerza durante la víspera navideña, haciendo imposibles los viajes en tren, su familia llegaría pasada la noche buena. Rukia había logrado salvarse de quedarse atrapada en Karakura al ver decidido ir desde una semana antes, aprovechando desde luego la ausencia del compañero de cuarto de Ichigo en la universidad.

Y no queriendo dejar que la noche se estropeara, la había llevado de tour por la ciudad resplandeciente en las luces navideñas.

"Esta noche fue perfecta."

Caminaban de regreso, rumbo al hotel, decidiendo aprovechar la reservación y disfrutar del servicio al cuarto y la cena. Ambos estaban ya algo cansados, habían salido desde temprano al departamento que Inoue compartía con Chad, en donde una fiesta navideña todavía seguía en curso. Cerca de las 10 sin embargo, Ichigo había sacado a Rukia a pasear por las calles de Tokyo hasta llegar a una pista de patinaje.

Recordaba la risa de Rukia mientras daban vueltas con el resto de la gente a su alrededor. La calidez de sus manos sosteniendo las suyas propias, el aliento en vapor que escapaba de su boca al reír. El brillo en sus ojos.

"Al borde de lo que pudiera pasar, eres una línea que me mantiene colgado, cada palabra me deja queriendo más." Siguió pensando mientras la recordaba, envuelta en sus brazos. "Sólo tú me mantienes perdido en el fuego, eres un color como ningún otro que jamás haya visto antes."

"Lamento que al final mi familia no haya estado para la cena"

"No importa. Estamos juntos y es lo único que cuenta, además..."

Estaban ya en la habitación de hotel, cerca de las doce de la noche, a minutos de la noche buena, con las luces apagadas y las cortinas descorridas del amplio ventanal con vista a la plaza central de Tokyo.

Uno frente al otro. Tomados de las manos y su reiatsu dando conforte al otro, bailando al compás del nerviosismo en los corazones de ambos.

Ichigo miraba atento a su compañera, esperando que continuara. Cuando Rukia levantó el semblante, se quedó sin aliento.

"Te amo Ichigo"

Los ojos de él se abrieron como platos, sus manos sosteniendo de inmediato entre ellas el rostro de Rukia, sus ojos buscando en los de ella señales de que lo que había oído era correcto.

"¿Qué dijiste?", susurró, con el nerviosismo reflejado en cada una de sus cuerdas vocales.

Rukia puso sus manos sobre las de él, sonriendo, con los ojos llenos de amor y pequeños atizbos de lágrimas.

"Dije que te amo... Ichigo"

El corazón del muchacho voló alto, junto con el rugir de los fuegos artificiales que reventaban en el cielo fuera de aquella habitación; mientras reclamaba la boca de su compañera, envolviéndola con el calor de su reiatsu y a su vez dejando que ella se amoldara al de él. Entendiendo a través de ese significativo enlace, lo mucho que ella estaba lista para él.

Cómo el vestido había resbalado de su cuerpo cayendo como una pesada nube sobre el suelo. Cómo sus pequeñas manos le habían abierto la camisa hasta despojarlo de ésta. Siguiendo la silueta de ambos resaltada por las luces que venían de la calle. Saboreando cómo el sudor de aquél encuentro era diferente de cualquiera de sus sesiones de besos anteriores. La rápidez en moción lenta pero con prisa, de sus manos desarmando el broche de su cinturón para desvestirse de los molestos pantalones...

"No puedo alejar mi mente de ti", había pensado en ese momento.

Envuelto de no sentir nada más que a sí mismo y a ella, sincronizandose cada vez más a través de las caricias y el aliento acelerado, saliendo en jadeos y gemidos. Con los sentidos amplificados, todo lo que era capaz de percibir era ella. Sólo ella.

Enredados bajos las sábanas, rodando sobre el colchón. Acariciando todo cuanto pudiese tocar, besando, mordiendo, chupando, arañando. Y al final...

"Perdido no puedo dejar de pensar en ti."

Un instante inmóvil, con el pulso acelerado, detenidos mientras se miraban con ansiedad, buscando ambos en los ojos del otro las palabras que no había necesidad de hablar.

Levantándole las caderas, posicionado entre sus piernas, con las miradas enlazadas... penetrándola.

Los ojos de ambos cerrándose casi al instante. La espalda de ella arqueándose por debajo del cuerpo de él.

Ichigo apretó los ojos, con la frente recargada sobre el cristal reviviendo la primera vez que había hecho el amor con Rukia. Lo natural que había sido para aquellos entonces, y el suave sabor a noción de que aquella noche, había sido una noche de bodas.

Respiró hondo, dejando entrar y salir el aire con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, tragando saliva, intentando contener la fuerza de aquella emoción, del sentimiento que seguía invadiendolo cada que pensaba en ella.

Amaría a Rukia por siempre.

...

-¿Es en serio?

Ichigo miró molesto el mensaje en su celular. Su padre dejandole saber que no pasaría por él a la estación y recomendándole que mejor sería que tomara un taxi para evitar enfermarse bajo el terrible frío de esa noche.

Bufó molesto guardando el celular en el bolsillo de su chamarra, tenía el presentimiento de que su padre no quería dejar a Rukia y eso lo dejaba aún más ansioso de lo que ya estaba.

-Al mal tiempo, darle prisa -se dijo, intentando parar un taxi en la concurrida calle.

...

Las gemelas estaban de pie frente a la entrada de su casa, Isshin frente a ellas, y una camioneta llena de varias de sus amigas estacionada sobre la calle, esperándolas.

-¿Cuidarás de ella papá?

-Claro que sí Yuzu, no dejaré que el estúpido de su hermano hiera los sentimientos de mi preciosa tercera hija -le aseguró sonriendo.

Karin bufó al lado de su hermana.

-Sólo no te pases del límite vieja cabra, no lo preocupes más de lo necesario. -Inquirió refiriéndose a Ichigo, ganándose un gesto dramático por parte del hombre, que acabó llevándose la mano al pecho.

-Hieres mis sentimientos Karin, ¿por quién me tomas?

-Ya sabes por quién. -Gruñó, cortando la actuación de su padre.

-Avísanos cómo resultan las cosas. -Intervino Yuzu todavía preocupada.

-Lo haré aunque no veo porqué deban de preocuparse.

-Papá tiene razón Yuzu, será mejor que nos vayamos. -Dijo Karin, comenzando a jalar a su hermana rumbo a la camioneta.

-Nos vemos mañana.

Se despidieron y la camioneta arrancó.

...

Rukia las había visto partir a través del que fuera ahora su lugar favorito, la ventana del cuarto de Ichigo. Suspiró una vez más, decidiendose a tomar el té de hierba buena que Yuzu le había dejado antes de marcharse, con un delicioso pan tostado con mantequilla y azúcar. Pasando las pastillas que Urahara le había dejado el día anterior, hechas para controlar la descarga de reishi del hogyoku.

-Rukia chan

Minutos después la puerta se abrió revelando a Isshin. Rukia levantó la vista de su lectura y le miró atenta, cerrando el libro y dejándolo sobre la cama. Abrió la boca para decir algo, pero entonces el flujo del reiatsu de Ichigo acabó por envolverla, se sentía ansioso y terriblemente preocupado, se mordió el labio sintiéndose culpable.

El ex capitán de la décima división fue capaz de percibirlo.

-Todo estará bien. No debes temer. -Le dijo él, sonriendo hasta conseguir que ella también lo hiciera. Exhaló con fuerza. -Bien, iré a recibir a mi estúpido hijo.

-Isshin san -le habló antes de que él desapareciera tras la puerta, el hombre la miró por encima de su hombro. -No seas muy duro con él. -Pidió.

La sonrisa de él creció de medio lado.

...

Ichigo se acababa de quitar el abrigo, tras soltar las maletas, cuando su padre se hizo presente en la sala. Habiendo notado los cambios en el ambiente, Ichigo decidió saltarse las bienvenidas.

-Hey ojaji, ¿dónde están Yuzu y Karin?

-Tuvieron una pijamada, volverán mañana temprano. -Respondió, optando por tomar la misma seriedad con que su hijo le miraba. -Rukia está arriba en tu cuarto.

Ichigo inhaló y exhaló con fuerza.

-¿Qué es lo que ocurre papá? ¿Por qué es que la casa está protegida con un campo de reishi? A penas y puedo sentir el pulso de Rukia.

Isshin no demostró ningún cambio en su expresión, sin moverse siquiera un ápice.

-Tendrás que preguntárselo directamente a ella.

El peli naranjo bufó.

-Si es que quiere hablar conmigo.

-Ichigo. -Le reprendió su padre, obligándolo a verlo sin atisbos de sarcasmos. -Hay un momento en la vida de todo hombre, en el que tiene que dejar de lado ciertas expectativas por el bien de quien ama. Tú has elegido a Rukia. Quiero saber si te mantienes firme en tu decisión.

Ichigo arrugó el semblante de inmediato, sintiéndose ofendido.

-Por supuesto que sí, ¿qué clase de pregunta es ésa? -reclamó subiendo la voz una octava. El pulso se aceleró.

-¿Incluso si tienes que renunciar a tu vida humana? -Inquirió su padre, cada vez más serio, logrando asustarle. -¿O quizá a tu parte shinigami?

-¿De qué va todo esto? -cuestionó, con el corazón en la boca.

Isshin agachó la mirada, dejando ver por fin algo más que seriedad en sus pupilas ónix.

-Ocurrió un cambio en el cuerpo de Rukia, el cambio sigue avanzando sin detenerse. -Comenzó a explicar, Ichigo comenzó a sudar frío, era justo lo que no deseaba escuchar. -No sabemos si lo soportará debido al poder del Hogyoku, su vida corre peligro por el pulso del poder del mismo. Por eso la casa está protegida por el campo de reishi, cortesía de Urahara. Sin mencionar que Rukia no podrá abandonar la casa hasta que el hogyoku se estabilice. ¿Entiendes lo que digo? -cuestionó, mirándolo de nuevo.

Ichigo inspiró hondo, lo entendía perfectamente salvo una cosa.

-¿Cuál fue el cambio?

-Eso, como ya te dije, tendrás que preguntárselo a ella. -Contestó, para fastidio de él. -Pero por favor Ichigo, cuida tu labia, no la presiones... Deja que ella se asincere por sí sola.

...

Ichigo se paró nervioso afuera de la puerta de su habitación. El flujo de Rukia se sentía tan perturbado como el suyo. Tenía las manos heladas, sudando frío todavía, respirando con ligera dificultad y bailando en incertidumbre e inseguridad. Respiró hondo antes de tomar el picaporte en su mano y abrir la puerta para entrar.

-¿Rukia? -Le habló, cerrando la puerta tras de sí. La habitación estaba en silencio. Rukia estaba sentada en su cama, con las piernas envueltas en sus brazos, el rostro escondido sobre sus rodillas.

El corazón de Ichigo se apretujó. Y avanzó hacia ella de inmediato -Hey -le acarició la melena, agachándose para quedar a su altura. Rukia levantó el rostro para verlo y a él la respiración casi se le corta al verle los ojos rojos por las lágrimas, pero vivos y llenos de emoción. -¿Qué ocurre? -murmuró.

Su voz apenas un susurrro.

Rukia desvió la vista sintiendose inquieta. Su reiatsu brincando entre olas de desesperación y tristeza.

-Ya sabes que hay un problema Ichigo, no mientas.

-Sé que el hogyoku está activo, pero no sé la razón. -Confesó, sin subir la voz. -Me gustaría que me la dijeras. Has ignorado mis llamadas desde entonces según sé. ¿Fue por causa mía?

Ella le miró de nuevo. Quebrándose en cuanto clavó la vista en sus orbes ambarinas. Apretándose más a sí misma, las lágrimas resbalaron como lluvia por sus mejillas. Mordiéndose los labios para no sollozar.

-¡Rukia! -Los ojos de Ichigo se abrieron en alarma, el corazón le latió pesado en el pecho pero acelerado al mismo tiempo. -¿Qué ocurre? -Cuestionó con voz ahogada, el reiatsu de él disparado para controlar el de ella.

La morena se cubrió el rostro con las manos.

-Perdóname, lo lamento tanto.

Él le miró sin entender.

-¿De qué hablas?

-Siempre estoy alejándote de todas las cosas que quieres hacer... nunca puedo darte algo completo, nunca puedo cumplir de lleno mis promesas

-No entiendo Rukia. -Le dijo, tomándola por las muñecas, intentando ver su rostro. -Si alguien ha fallado he sido yo.

-No, no es así. -Sollozó ella con los ojos apretados.

-Incluso si no lo fuera Rukia. No hay nada que no podamos superar, estoy seguro de podremos arreglar este problema. -Intentó sonreír pero ella seguía negando con la cabeza sin dejar de llorar. -¿Por qué lo niegas?

-Porque no quiero arreglar el problema Ichigo, por lo que significaría. -Confesó soltándose del agarre de él y recostándose sobre la cama, dándole la espalda, hecha un ovillo.

-Pero Rukia-!

La voz se le cortó, bajando la vista ahí a donde su mano la había tocado, el mismo movimiento que había pretendido para girarla hacia él. Levantó ligeramente su mano por encima de aquél lugar bajo la cintura de ella. Como si estuviese sintiéndolo con las yemas de los dedos. Y Rukia sabía que así era, mientras respiraba nerviosa, sintiendo lo mismo que él sentía, aunque de forma diferente.

-Rukia... -Exhaló el aire maravillado bajo la sensación de aquél reiatsu que se desprendía intermitente como una especie de remolino. Suave, pero fuerte. Era su propio reiatsu combinado con el de ella, podía sentirlo como parte de ambos y, al mismo tiempo, como una energía enteramente diferente.

El corazón le aleteó en el pecho.

-No te haré elegir.. -Hasta que claro, ella habló de nuevo, atrayendo de nueva cuenta su atención. -Me quedaré encerrada aquí Ichigo. Incluso si mi cuerpo no lo resiste, inclusi si, niisama viniera por mí, no pienso irme y yo...

La voz se le perdió al sentir la furia en el reiatsu de Ichigo. Éste la giró entonces con brusquedad.

-¡Rukia! ¡Me ofendes! -levantó la voz obligandola a mirarlo, un tanto asustada. -Te lo dije antes y te lo vuelvo a repetir.

Ella tembló cerrando los ojos. Él volvió a provocarla con su reiatsu, tomándola por la barbilla incitandola y consiguiendo que volviera a mirarle.

-Quiero una vida contigo. Demonios, quiero más que eso. -Expresó y ella fue capaz de sentir su frustración, el lazo mucho más claro que antes, más unido.-Y ahora Rukia... -Sonrió -...quiero aún más!

-Pero y tus sueños Ichigo...?

-Siempre has sido tú Rukia, siempre. -Le cortó. -Ahora más que nunca. Entiéndelo. Grábatelo en esa cabeza dura que tienes. -le dijo, tomándole el rostro con ambas manos. -Yo siempre te elegiré a ti. Siempre.

Instantes pasaron mientras intercambiaban miradas. Rukia buscando alguna señal de duda, algún sentimiento oculto de inseguridad en él, no hallando ninguno. Ichigo la miraba con fuego en los ojos, con una determinación completamente nueva.

Al fin, el reiatsu de Rukia comenzó a calmarse, para volver a levantarse en busca del de su compañero, para cantar ambos energías. Sin ser conscientes de que estaban logrando aplacar el golpe acelerado del remolino de reishi en el vientre de Rukia, lo suficiente para que el hogyoku dejara de resonar.

-Resolveremos esto juntos, renunciaré a mi poder de shinigami de ser necesario. -Aseguró sonriendole conmovido y seguro hasta la médula. -Usaré mi reiatsu para aplacar al hogyoku, no importa.

-Ichigo.

Las lágrimas que cayeron esta vez, eran cálidas...

Eran un consuelo.

Un conforte.

-Así que dime, pronto a ser Kurosaki Rukia, ¿todavía quieres una vida conmigo?

Rukia ahogó un gemido, apretando los ojos para desprenderse de las lágrimas que dieron paso a otras más. Pero estaba clara la sonrisa de felicidad en sus labios cuando asintió con su cabeza.

-Sí... -gimió. -Ahora más que nunca.

Ichigo respiró en alivio, todavía sosteniendo el rostro de ella en sus manos, la atrajo hacia él hasta besarla.

Sus reiatsus volviéndose uno sólo... en el palpitar del pequeño corazoncito que crecía en medio del remolino de reishi en el vientre de Rukia.

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"CHILD"

¿Fin?


Hope you enjoyed the story. Love you guys! Algunos pensamientos de Ichigo son de keep me watching y I feel like that de Jason Walker. El verdadero título de la historia es NIÑO en inglés. Child. Cada capítulo empieza con las respectivas letras de esta palabra en orden en que se escriben.

Y una vez más, déjenme saber lo que piensan. ;P