Nota de autora: Este fic y sus personajes están basados en la saga de libros "Cazadores de sombras" de Cassandra Clare.
Se había preparado un baño de espuma a base de sales y aromas orientales. Una relajante música de fondo le hacía compañía y una copa de vino tinto le esperaba junto a la bañera ¿Había algo mejor después de un estresante día de trabajo? De hecho sí: compartir ese momento con Alec. Alexander Lightwood, su nefilim, su amante. Tenía ya una pierna dentro del agua cuando el sonido de su nuevo timbre le alertó interrumpiéndole su esperado momento de gloria. Se puso su batín de seda verde y se dirigió a la puerta de mala gana. Abrió.
-¿Campanas? ¿Quién tiene el sonido de campanas como timbre?- Fue el peculiar saludo de Jace.
-Pequeños hijos de los nefilims… curiosamente OTRA vez por aquí– ironizando- ¿Y qué deseáis ahora?-
-Necesitamos tu ayuda-.
-Eso ya lo sé, de lo contrario no estaríais aquí- y les barrió con la mirada en busca de su ángel de ojos azules.
-No hace falta que le busques, Alec no ha venido- puntualizó Jace entrando en el piso de Magnus Bane sin esperar que éste le invitara a pasar. Clary, Simon e Izzy le imitaron.
-Es una lástima: es lo único bueno de vuestras aburridas visitas- contestó descarado el brujo.
Cerró la puerta y se puso delante del sofá donde los jóvenes ya habían tomado asiento.
-¿En qué os puedo ayudar? Apresuraros tengo cosas mejores que hacer-.
-¿No vas a ofrecernos nada para beber o comer ¿Dónde está la legendaria hospitalidad del Gran Brujo de Brooklyn?- Le pidió Jace que era quien llevaba la voz cantante.
-No hace falta querido, la visita no durará mucho. De hecho tenéis un minuto para explicarme lo que sea que queráis- observándose las uñas con indiferencia.
-Necesitamos una llave de la Clave que Alec está custodiando- pidió amablemente Clary.
-Muy bien, pues pedírsela-.
-Eso ya lo hemos hecho. No nos la quiere dar- explicó Izzy.
-¿Y qué queréis que haga? Las regañinas entre hermanos no son mi especialidad, quizá deberíais buscar los servicios de un abogado. Lo siento pero esta vez no os puedo ayudar, o quizá sí…- empezó a usar un tono de burla- Esperad tengo una idea… decidle que si no os la da ya no le dejareis jugar más con vosotros, o no… mejor aún, decirle que si no os hace caso se lo diréis a vuestros padres y le van a castigar tres días sin postre ¿Os castigan sin postre a vosotros? ¿Qué clase de castigos imponen a los pequeños cazadores de sombras? Fijaos tantos siglos vivo y jamás antes me lo había preguntado-.
-Deja de hacerte el tonto Magnus, sabes perfectamente porque te lo estamos pidiendo: Alec y tú estáis saliendo- fue directo al grano Jace.
Magnus, que no sabía muy bien como reaccionar, acusó con la mirada a Isabelle que teóricamente debía ser la única en saberlo.
-¡Yo no he dicho nada!- Se defendió la benjamina de los Lightwood al sentirse juzgada por esos felinos ojos dorados.
-Entonces es cierto: el estirado de Alec está saliendo con Magnus- le cuchicheó Simon a Clary. –Magnus es un tío súper genial ¿Qué le habrá visto? Sí que es verdad que el hermano de Isabelle es guapo pero no tiene muy buen carácter…-
-Tú solo conoces la portada de lo que Alec es realmente, yo me estoy leyendo el libro, y créeme no tiene nada que ver con lo que aparenta: es dulce, adorable y encantador. Os agradecería que no hablarais mal de él en mi presencia- les regañó Bane. -¿Cómo sabes esto? Alec lo quería mantener en absoluto secreto-. Preguntó al rubio Herondale.
-No hace falta ser muy listo para darse cuenta. Alec está desapareciendo cada dos por tres del Instituto y constantemente vuelve repleto de purpurina y a veces sus ropas están manchadas de maquillaje. A él no le gustan las mujeres y no conozco otro hombre que use carmín de labios morado. A más a más huele a tu perfume y por si esto no fuera suficiente solo hace falta ver como os miráis cuando estáis juntos. Ah y la pista definitiva la tuve el día que le vi salir de tu portal a las siete de la mañana-.
-¿Espías a tu propio parabatai?- Le acusó Magnus arqueando la ceja derecha.
-No, simplemente me preocupo por él. Tenía un comportamiento un poco raro y quería asegurarme de que todo iba bien-.
-Que encanto de chico ¿Por qué no tendré yo también amigos así?- Sarcásticamente- Entonces queréis que hable con él y le pida la llave. Alec ya me comentó que la Clave le había hecho responsable-.
-No, eso no serviría de nada ya se la he pedido yo que soy su parabatai y no me la ha querido dar, evidentemente a ti tampoco te la dará. Se la tienes que robar-.
-¿Robarle? No pienso hacerlo, no contéis conmigo. A más rubito ¿Qué te hace pensar que no me escucharía? – El comentario anterior le había molestado. -Puedo ser muy persuasivo si quiero… y tengo ciertas técnicas infalibles– se señaló el cuerpo mientras le guiñaba un ojo.
-No, no y no. Te digo que no va a funcionar, créeme hace más años que tú que le conozco. Si ahora vas y le pides la llave sabrá que has hablado con nosotros y no te la querrá entregar. Tengo un plan-.
-No voy a robar a mi novio ¿Lo entiendes? ¿Qué abre esta llave que es tan importante?-
-Tal y como tu dijiste mi mente junto con mis habilidades se están desbloqueando – empezó a explicar Clary- y estoy empezando a soñar con cosas, con mensajes…Hace unas noches soñé que Valentine, desde otra dimensión, está reclutando un gran ejercito de demonios y repudiados y están planeando atacar a varios objetivos a la vez con la intención de que nadie pueda ir ayudar a nadie causando así el máximo daño posible. Todos estamos en peligro: nefilims, subterráneos y gente normal. Pero hay una runa capaz de sellar el acceso desde esa dimensión.-
-¿Y qué tiene que ver todo esto que me has contado con la llave?- Magnus era consciente de la gravedad de la situación y ya no bromeaba.
-La runa de la que te hablamos está en un libro que la Clave guarda junto a otros objetos de muchísimo valor en una habitación. La llave que está guardando Alec es la única manera de abrir esa puerta- explicó Izzy.
-Entiendo… ¿Le habéis explicado esta historia? Tiene que haber otra manera de conseguirla que no sea cometiendo un hurto-.
-Sí por supuesto, pero ya sabes como es mi hermano: siempre siguiendo las normas- resoplando con desesperación y echándose la larga melena hacia atrás- . No nos la quiere dar. Se lo hemos explicado una y otra vez pero dice que es su responsabilidad y su deber proteger esa llave y que no perderá la confianza de la Clave por un estúpido sueño, que no tenemos pruebas reales.-
-El encargado de custodiar la llave realmente es su padre, pero Robert tiene que ausentarse unos días así que tanto él como la Clave le han dejado la responsabilidad a Alec – continuó Jace- y bueno ya le conoces… es muy responsable con su deberes. Estos días la Clave le ha dejado a cargo del Instituto y la llave y se lo está tomando muy a pecho-.
-Mirar chicos entiendo la gravedad del problema pero no creo que sea una buena idea. Las cosas con Alec nos van muy bien, de hecho está pensando en hacer pública nuestra relación… y yo no quiero estropearlo-.
-No, está claro que no ves la gravedad del problema – le contestó Jace. –Si no conseguimos sellar esa dimensión no te va a presentar a nadie porque estaremos todos muertos. ¿No lo entiendes? No estamos preparados para defendernos de semejante ataque: moriremos todos. A más eso te haría sumar puntos, porque supongo que tienes claro que no les vas a gustar a Robert y Maryse Lightwood ¿No? ¿Pero qué pasaría si gracias a ti consiguiéramos detener a Valentine y su ejército?-
-Sí, eso es verdad. Entonces mis padres te mirarían con otros ojos- Isabelle apoyó la teoría de Jace.
-Tampoco me presentará a nadie si se enfada conmigo porque le he robado- les recordó el brujo.
-Se la devolveremos antes de que se dé cuenta de que ha desaparecido. La coges, nos la das, cogemos las cosas que necesitamos, sellamos la dimensión y la devolvemos a su sitio-.
-Por más que me queráis convencer la verdad es que no lo veo nada claro ¿Por qué tengo que hacerlo yo? Soy el único que no puede entrar en el Instituto sin un previo permiso: soy un subterráneo ¿Lo recordáis?-
-Pero sí que eres el único al que Alec dejará entrar en su habitación ¿O es que ya no recuerdas "esas técnicas" que tienes de las que nos has hablado?- Jace señaló el cuerpo de Bane como había hecho él mismo minutos antes.
-¿Quieres que me acueste con Alec para robarle? Eso me parece de lo más ruin-.
-Yo no he dicho nada de acostarse con nadie. Tan solo te pido que entres y consigas la llave. Está todo planeado para que os quedéis solos en el Instituto y así Alec se vea libre. Podrías quedarte a pasar la noche y cuando se duerma se la quitas-.
-¿Y si entráis vosotros en su dormitorio cuando esté despistado?-
-¿Te crees que no lo hemos pensado? Pero para poder abrir el baúl tan solo se puede usar la estela de Alec que desafortunadamente está siempre en su bolsillo del pantalón. Así que la única manera de quitársela es cuando no los lleve puestos… ¿Entiendes por donde voy?-
-Desgraciadamente entiendo perfectamente por donde vas. Dejadme que lo piense-.
El vaso estalló al tocar el suelo y pequeños fragmentos de cristal llegaron hasta la bota de Izzy.
-Alec ¡Por el Ángel! Ten más cuidado. Fíjate: has mojado toda la moqueta- le alertó su hermana.
Pero los reflejos del joven Lightwood, al igual que su capacidad para coordinar la mente con el habla, se habían bloqueado: acababa de sonar el timbre que advertía que el Gran Brujo de Brooklyn ya había llegado. Era la primera vez que Alec capitanearía un acto oficial como "responsable" del Instituto de Nueva York y lo haría ante los representantes del submundo neoyorkino y allí estaría él, el miembro quizá más influyente e importante del momento, el Gran Brujo Magnus Bane, que por más índole era su amante secreto. El acto se realizaría en una gran sala del Instituto llamada "el anfiteatro" que tenía la misma forma que dicho recinto. La parte que representaba la grada ya estaba llena de diferentes miembros del submundo y algún que otro nefilim (como por ejemplo su grupo de amigos) que ya estaban esperando que iniciara la asamblea y donde teóricamente tendría que estar el "escenario" había una gran mesa alargada donde se sentarían los representantes de los diferentes clanes del submundo. Todos ya estaban allí, tan solo faltaba él: el Gran Brujo de Brooklyn. Alec notaba que el corazón se le iba acelerando a medida que oía como las voces de Magnus y Hugo (un representante de la Clave) se iban acercando. Izzy, Jace y Clary se miraron al ver la reacción de su amigo al saber que Magnus había llegado y el positivismo les invadió: seguro que el plan sería un éxito.
-Buenas tardes- saludó el brujo al entrar.
-Buenas tardes Gran Brujo- le contestó Hodge mientras se levantaba para estrecharle la mano.
Pero Alec no se levantó de la silla sino que se quedó allí pasmado admirando a Bane. Estaba espectacular. Vestía unos pantalones tejanos que definían perfectamente sus piernas y glúteos. Llevaba una elegante camisa con un par de botones desabrochados que intuían un escultural torso y una chaqueta americana que resaltaba su bonito y bronceado color de piel que a su vez realzaban esas increíbles pupilas doradas de gato que, literalmente, le anulaban todas las facultades: le volvían loco. Por los susurros de los allí presentes advirtió que no fue el único en fijarse en lo atractivo que era el brujo.
-Y éste, señor Bane, es el responsable sustituto del Instituto: Alexander Lightwood- Hugo hizo las supuestas presentaciones.
Pero Alec no le había ni escuchado, fue Hodge quien le alertó con un disimulado codazo.
-Tienes que levantarte, saludarle y darle la bienvenida a la reunión- Hodge, fraternalmente, le susurró el protocolo a un pobre Alec que había olvidado todo lo que representaba que tenía que hacer un buen líder.
Alec obedeció y se levantó para estrechar la mano de Magnus no sin antes tirar de nuevo otra cosa al suelo: esta vez le tocó a la carpeta de incidencias.
-Bienvenido al Instituto de Nuevo York. Siéntate… quiero decir… si quiere se puede sentar aquí, Gran Brujo-.
Magnus no podía evitar que se le cayera la baba cada vez que veía a su joven nefilim. Tuvo que hacer uso de un gran autocontrol para no tirarse sobre Alec y besarle con desesperación. Mientras ellos dos intercambiaban miradas todos los representantes del submundo fueron tomando asiento en esa larga mesa de manera que hacía que todos mirasen hacia las "gradas". De izquierda a derecha esas eran sus posiciones: Bat para los licántropos, Rafael Santiago representaba a los vampiros, Magnus Bane a los brujos. A su lado y en la silla principal se sentaba un nervioso Alec. Al otro lado de éste Hodge, Hugo y finalmente Lara para representar a las Hadas.
-Tendrán que disculpar la inexperiencia de nuestro temporal director del Instituto- comentó Hugo a la multitud con un toque de desagrado y mirando los cristales del vaso que Alec había roto momentos antes. Evidentemente eso no gustó a los asistentes a la reunión: si de por si los nefilims ya no eran de su agrado, mucho menos lo sería un joven inexperto.
-Puede que sea la primera vez que el señor Lightwood preside una reunión pero no se dejen engañar por su juventud, está totalmente capacitado para tal labor- le defendió Hodge.
-No se preocupen, tenemos plena confianza en el nuevo responsable del Instituto. Señor Lightwood tiene el respeto del submundo- habló Magnus chaqueando los dedos y limpiando los cristales del vaso roto. El resto de subterráneos ni parpadeó: lo que decía el Gran Brujo de Brooklyn iba a misa.
Después de que Bane hablase todo el mundo guardó absoluto silencio y miraban a Alec a la espera de que empezase. El pobre muchacho, disimuladamente, respiró hondo e intentó guardar la compostura y controlar sus temblorosas manos pero el hecho de tener a Magnus a unos milímetros de distancia no le estaba ayudando. Ya ni se acordaba de cual era el primer punto a tratar, estaba empezando a pensar que no sería capaz de controlar la situación y su novio vería lo desastroso que era. Haría el ridículo delante de Magnus. Se quería morir.
-¿Por dónde empezamos?- Preguntó un impaciente Rafael Santiago.
Pero antes de que Alec pudiera contestar Magnus se le adelantó.
-Mi querido Rafael, pareces nuevo en esto. Sabes perfectamente como funciona. Primero se hace una pequeña introducción de los temas a tratar, luego pasaremos a los puntos de los diferentes clanes, los tienes aquí escritos en la página 4 del folleto ¿Es que no los ves? Una vez debatidos iremos a preguntas, comentarios y finalmente firmaremos-.
Alec se dio cuenta inmediatamente de lo que su novio estaba haciendo: Magnus sabía que la situación le estaba sobrepasando y con la excusa de "dar un toque de atención" a Rafael le estaba diciendo que es lo que tenía que hacer. Alec cogió las riendas de la situación y finalmente logró hacerlo. A más cada vez que se atascaba en alguna cuestión o había alguna pregunta que no sabía contestar Magnus se las ingeniaba para intervenir y solucionarle el problema.
Cuando al fin la reunión terminó todos los asistentes empezaron a irse y la sala se vacío rápidamente.
-Lo has hecho muy bien- le felicitó Hodge – ahora solo tienes que ir al despacho, archivar el acta y tú y uno de los representantes del submundo tenéis que firmar conforme hacéis este archivo-.
-Ya lo haré yo- se adelantó Bane antes de que otro líder de subterráneos se ofreciese.
-Tenemos que irnos- informó Jace a su parabatai – parece ser que hay un demonio suelto-.
-¿Queréis que os ayude? Puedo venir con vosotros- se ofreció Alec.
-¡No!- le dijeron Jace, Clary e Izzy al unísono.
-No hace falta, ya somos muchos. A más Simon nos está esperando y luego iremos a esa discoteca que a ti no te gusta. No vendremos hasta mañana por la mañana, tienes el Instituto para ti solito toda la noche- Izzy dejó de hablar cuando vio la mirada asesina de Jace. El rubio sabía que la chica hablaba demasiado y a menudo metía la pata.
Alec se quedó parado y pensativo sin contestar.
-¿Es qué te da miedo quedarte solo en el Instituto?- Le retó Jace.
-No, claro que no- se medio ofendió Alec.
Mientras Alec acababa de recoger todo el material Jace se acercó a Magnus y le alargó un papel con su número de teléfono y un extraño símbolo.
-Esta es la runa que tendrás que dibujar con la estela de Alec para poder abrir la caja donde está la llave. Llámanos cuando la tengas-.
-¿Pasa algo?- Quiso saber Alec curioso viendo que Jace le susurraba algo a Bane.
-No, todo bien. Nos vemos mañana Alec. Buenas noches-. Se despidió Jace.
Los dos parabatais se abrazaron y Magnus notó una punzada de celos ¿Por qué no podría él también abrazar a su novio así? Espontáneamente, delante de quien fuera, sin tener que vigilar que nadie los viera o sin tener que dar explicaciones.
Magnus, Alec, Hodge y Hugo fueron los últimos en abandonar el anfiteatro. Hodge cerró la puerta y las luces y se giró hacia su aprendiz.
-Pues si de todo este papeleo te encargas tú, yo ya me retiraré a mi zona. Me queda aún mucho trabajo por hacer. Buenas noches. Señor Bane ha sido un placer volver a tenerle en el Instituto. Gracias por su tiempo-.
Hodge y Hugo empezaron a marcharse en dirección contraria a la que habían cogido Magnus y Alec.
-¿Qué quería Jace?- Preguntó Alexander cuando ya nadie podía escucharles.
-Nada- quiso disimular Magnus- quería que les consiguiera entradas V.I.P con bebidas incluidas-.
La cara que puso su ángel le dio a entender que no se lo había creído del todo, pero por suerte suya ya no tuvo que seguir dando explicaciones porque ya habían llegado a su destino. Entraron en ese elegante despacho y Alec sacó una gruesa carpeta naranja de una de las estanterías. Ambos firmaron el acta de la reunión y la metieron dentro.
-Por fin- suspiró Alec aliviado.
-Lo has hecho muy bien- le felicitó el brujo acariciándole la mejilla. Deslizó esa misma mano hacia la nuca del nefilim y se la masajeó –Estoy muy orgulloso de ti-.
-Gracias por ayudarme, sin ti no hubiese podido hacerlo-.
-No tienes que agradecerme nada. Sabes que estoy aquí para lo que sea-.
Alec empujó suavemente a Bane hasta la mesa y le hizo medio sentar en ella haciendo que el brujo disminuyera unos centímetros y poder tener sus bocas a la misma altura. Le besó tan apasionadamente que Magnus dejó de masajearle para bajar sus manos hasta la cintura del chico y apretarle fuerte contra si.
-¿Ya se ha acabado mi masaje?- Protestó el nefilim.
Magnus le sonrió y le hizo dar media vuelta. Puso sus grandes y enjoyadas manos encima de los hombros de Alec y apretó haciendo que éste soltara un sonido de satisfacción.
-Has estado muy estresado ¿Verdad?- Comentó sin dejar de mover las manos- Mi niño… pobrecito ¿Te apetece un buen masaje?-
Alec contestó con un sonido parecido a "mmmm" y dejó que Magnus continuará unos segundos más. Paró las luces, cerró la puerta del despacho, cogió a su novio de la mano y empezó andar.
¿Me estás llevando dónde yo pienso que vamos?- Preguntó Bane en plan seductor ¿El responsable del Instituto de Nueva York llevará a un subterráneo a su habitación?-
Alec se giró y le dedicó una sonrisa que le estrujó el corazón.
-¿No será peligroso? Es decir, podría vernos alguien. No quiero ponerte en un aprieto- preocupado el Gran Brujo.
-No te preocupes- le aclaró el ojiazul- mis hermanos no vendrán en toda la noche y Hodge está literalmente en la otra punta del Instituto. Aunque nos atacaran diez demonios ni se enteraría de los gritos. A más si por casualidad viniera el nunca entraría sin llamar antes, es muy respetuoso con nuestra intimidad-.
Y siguieron andando hasta detenerse delante de una puerta.
La habitación del cazador de sombras simplemente era muy "Alec": una cama, un escritorio con sus respectivas sillas y estanterías repletas de libros, un armario, un baúl para las armas y una pequeña mesita de noche con una lámpara. Ese era todo el mobiliario que había, evidentemente de color marrón oscuro.
-Mi habitación es un poco más sencilla que la tuya- le comentó el nefilim al subterráneo como si le hubiera leído el pensamiento.
-Pero en está habitación hay algo precioso que la mía no tiene-.
-¿Así?- Miró a su alrededor buscando algo que pudiera ser "bonito".
-Tú- le aclaró el brujo mientras le tiraba del cinturón para acercarle.
Ambos se sonrieron y empezaron a besarse. Magnus le quitó la camiseta y le hizo tumbar en la cama. Se sentó encima de su trasero y con un chasquido de dedos hizo aparecer aceite aromático. Con mucho esmero empezó a masajearle la espalda. Del masaje pasaron a las caricias, de las caricias a los besos y una cosa llevo a la otra: acabaron haciendo el amor apasionadamente. Jace le hubiese felicitado por ese plan maestro pero de verdad que esa nunca fue la intención del brujo. Le ofreció hacerle aquel masaje porque realmente lo sentía: quería relajar a su novio y se dijo a si mismo que no se acostaría con Alec si después tenía que quitarle la llave pero con el nefilim siempre era así: les era imposible darse solamente un beso, y una vez empezaban a besarse ya no podían parar...
Quizá el sexo podía ser nuevo para Alec y sí que es verdad que carecía de experiencia, pero la atracción física y la química sexual que tenían solventaba todo lo demás. A más Magnus adoraba el hecho de ser el primero para su nefilim y encontraba de lo más encantador y excitante las pequeñas torpezas o preguntas que pudiera tener el joven.
Los dos estaban completamente desnudos tumbados en la cama, besándose exhaustos, sudados y con las pulsaciones del corazón disparadas.
-¿Te quedarás a dormir conmigo?- Ilusionado Alec.
-Claro que si mi amor- el brujo no se podía negar a tanta dulzura.
Ya lo había decidido: no iba a colaborar en ese estúpido plan de Jace y compañía, no robaría a su novio. Después de que le contaran esa historia algo en el interior de Magnus le resonó: su instinto le decía que era cierto y debían conseguir la llave. Generalmente siempre hacía caso de esa voz interior que había hecho que siguiera vivo después de tantas décadas, pero esta vez no lo haría: no podía traicionar a ese increíble hombre que ahora reposaba encima de su pecho. Se quedaron dormidos pero una extraña pesadilla hizo que Bane se despertara sobresaltado: eran Valentine, su estúpido ejército y esa sensación de que debía hacer caso a las profecías de Clary. Respiró profundamente un par de veces para calmarse y abrazó a Alec que seguía durmiendo plácidamente encima de su hombro. Le besó delicadamente la cabeza para no despertarle y se quedó admirando su belleza angelical. La luz de la luna entraba por la ventana y le daba un brillo especial a su cuerpo. Magnus se preguntaba si jamás volvería a ver un ser tan extremadamente hermoso como Alexander y el miedo volvió a recorrer su cuerpo ¿Y si resultaba que por no conseguir la llave Valentine acababa matando a Alec? Estaba convencido de que no podría vivir sabiendo que el nefilim murió porque él no hizo nada aún sabiendo que ese ataque era posible. Debía hacerlo, debía conseguir esa llave y acabar con cualquier posible amenaza que pusiera en peligro la vida de su cazador de sombras, y no sólo la de éste, la de muchas otras personas también.
Lo más sigilosa y cuidadosamente que pudo intentó levantarse pero como Alec estaba durmiendo, literalmente, encima de él no pudo evitar medio despertarle. Hizo un pequeño gruñido de molestia. Magnus se quedó inmóvil para no desvelarle más y le acarició muy cariñosamente el pelo para volver a dormirle. Segundos después el nefilim volvía a estar completamente k.O pero el brujo era consciente de su problema: los pantalones de Alec estaban en la otra punta de la habitación y no podía levantarse de la cama sin despertarle. Estaba entre la espada y la pared y tan solo veía una posible salida: hechizarle.
Había tres motivos por los que Magnus no era partidario de aplicar magia encima de personas si ellos personalmente no lo solicitaban. El primero era que él creía fervientemente que cada uno podía elegir que se hacía o no con su cuerpo. El segundo era que siempre había un pequeño riesgo al usar magia con un ser humano y el último y no por eso menos importante: la Clave no lo permitía. Pero hecha la ley hecha la trampa: todos los brujos siempre encontraban un vacío legal para poder saltarse esa regla de la Clave así que Magnus tan solo lo hacía en situaciones que él consideraba importantes o si podía ganar una generosa cantidad de dinero. Intentó encontrar un plan alternativo al de hechizar al pobre Alec pero no se le ocurría otra cosa y el tiempo tampoco estaba a su favor. No le quedaba otra opción que hacerlo, así que controlando al máximo sus poderes para no lastimar ni lo más mínimo a su amante le aplicó un hechizo del sueño. Con toda la delicadeza que le fue posible separó la cabeza del joven Lightwood de su torso y la colocó encima de la almohada, se levantó, cogió los pantalones de Alec y buscó su estela en el bolsillo. Tal y como los otros le habían informado la estela estaba allí. Se dirigió hacia la caja y la abrió utilizando la runa del papel que le había dado Jace. En parte se alegró de haber usado su magia sobre el cazador de demonios ya que la caja hacía un fuerte chirrido al abrirse: en condiciones normales el joven se hubiese despertado. La llave estaba allí. La cogió, se vistió rápidamente y salió de la habitación con su teléfono para llamar a Jace.
-¿Por qué has tardado tanto? Todo el tiempo que perdamos irá en nuestra contra- fue lo primero que le digo Jace al descolgar el teléfono.
-Tengo la llave-
-En diez minutos estoy allí-.
Efectivamente en menos de diez minutos ya lo tenía allí. Bane lo estaba esperando apoyado en el marco de la puerta. Esta estaba medio abierta.
"¿Qué estás haciendo?" Le preguntó Jace sin palabras, tan solo gesticulando con los brazos y la expresión facial.
-Tranquilo- le respondió el Gran Brujo de Brooklyn – no se despertará-.
-¿Es que lo has matado?-
-No idiota. Lo he anestesiado con magia-
-Fiuuuu- silbó Jace con admiración- te tomas tu trabajo muy en serio ¿Eh? ¡Chicos ya podéis salir, Alec está fuera de combate!-.
-¿Qué le has hecho a mi hermano?- Protestó Isabelle que de repente apareció desde la otra punta del pasillo junto a Simon y Clary.
-Lo ha dormido con magia- explicó el rubio.
-Vaya ¿Esto no es ilegal?- Se asombró la nefilim.
-¿Más ilegal que robarle a un trabajador de la Clave, traicionar a tu parabatai y engañar a tu hermano? No creo querida. – Les alargó la llave -Espabilad, la quiero de vuelta ¡Ya!- Ordenó con autoridad.
Clary cogió la llave de los largos dedos de Magnus y todo el grupo salió disparado ante la atenta mirada del brujo. Cuando les perdió de vista volvió a entrar a la habitación, devolvió la estela al bolsillo del pantalón de Alec y puso de nuevo la ropa al suelo intentando dejarla tal y como estaba antes. Se tumbó junto a su novio, le abrazó e intentó dormirse otra vez pero los remordimientos de conciencia no le dejaban tranquilo y lo que era peor aún: estaba tan preocupado por si Alec había sufrido daños por culpa del hechizo que no paraba de mirar en todo momento si las pulsaciones y la respiración del nefilim eran normales. Finalmente consiguió conciliar el sueño de nuevo.
Continuará en el capítulo 2
