Disclaimer: Todo lo reconocible de Harry Potter es de JotaKá.

Aviso: Este fic participa en el Amigo Invisible de San Valentín 2019 del grupo "Team Dramione". La persona a la que me ha tocado regalarle es: ¡MeriAnne Black! Meri, querida, cuando leas esto posiblemente ya sea 2035, pero igualmente espero que te guste un mínimo el fic y mis más sinceras disculpas porque posiblemente no sea lo que esperabas. Por cierto, sí, te engañé cuando te hablaba por las "dudas de parte de tu AI", lo sé, soy una genio, la reina del engaño; Loki me llaman por otros lares. *corazón*

N/A: Sé que debería actualizar otras cosas, pero debía cumplir con esto y eso haré. De las tres peticiones de Meri, elegí el dramione dramático que deseaba aunque empecé las otras dos y el Theomione me podía mucho. Estará dividido, si todo sale como deseo, en tres partes, es decir: esta y dos más. En caso de que se alargue no creo que llegue a los cinco capítulos.

Mención especial a Bianca (CygnusDorado aquí en FF) por la preciosa portada que me ha hecho para el fic. Ya te lo dije por WA, pero te lo repito por aquí: eres maravillosa y lo que haces es arte *corazón*


TILL DEATH DO US PART


I. This is war.

(Esto es la guerra).

«Las nociones de rectitud e ilicitud, justicia e injusticia, no tienen lugar en la guerra».

—Thomas Hobbes.

El ambiente era pesado en la sala. El peso del segundo aniversario de la Batalla de Hogwarts opacaba mentes y rompía corazones. Hermione, Harry y Ron se encontraban reunidos con el resto de la Orden del Fénix en uno de sus cuárteles provisionales. Llevaban sin verse cinco meses, pero se sentían como una eternidad.

—El Señor Oscuro atacó anoche un pequeño pueblo en Manchester —anunció Remus con voz cansada—. Han podido encontrar diez supervivientes, el resto murió bajo las varitas de los mortífagos. Cada vez está más confiado, ataca constantemente y tiene a Europa en un estado de alerta —informó—. Debemos movernos.

—No podemos avanzar sin estar seguros de la localización de los horrocruxes —terció Harry—. Lo que sabemos puede ser el camino para una muerte segura, no podemos arriesgarnos.

—No estoy hablando de buscar los horrocruxes —replicó Lupin—. Estoy hablando de armarnos y contraatacar. Llevamos demasiado tiempo en la sombra, demasiados meses centrados en encontrar los horrocruxes y dejándolo matar a placer.

Ron frunció el ceño, mirando a su antiguo profesor con curiosidad antes de que el entendimiento llegase hasta él—. Hablas de enfrentar a los mortífagos —dijo—. Hablas de debilitar a sus secuaces.

—No podremos acabar con Voldemort, pero sí con sus seguidores. Dejar que cientos de inocentes pierdan su vida cada semana simplemente porque estamos investigando en un callejón sin salida es injusto —comunicó—. Es hora de hacer frente a los mortífagos y proteger a las personas inocentes que se han visto involucradas en esto.

—¿Y eso de qué serviría? —inquirió Percy con una mueca de disgusto—. Nuestro objetivo es el Señor Oscuro, y dudo mucho que el hecho de que nos enfrentemos a sus súbditos le afecte. Es más, solo podría incentivarle a ser más destructivo y mortal.

—Pero lo limitará —explicó Ginny—. Los ataques a inocentes se reducirán y tendrá que cambiar su forma de actuar si le hacemos frente. Perderá aliados, tanto aquellos que decidan retractarse como los que mueran.

—Es una misión suicida —replicó Percy una vez más.

—El tiempo se acaba, Percy —dijo George con tono sombrío—. Si no hacemos algo ahora todo empeorará y no podremos ganar esta guerra.

—Solo debemos centrarnos en buscar los horrocruxes —terció con simpleza.

Hermione bufó ante eso—. El Señor Oscuro se volverá cada vez más fuerte y llegará un punto donde nada podrá destruirlo.

—Esto es una guerra, Percival —murmuró Shackelbot con amargura—. Cada movimiento que hacemos, cada paso que damos puede suponer nuestra muerte, ¿no es suficientemente suicida el hecho de seguir aquí y no huir?

Todo quedó en silencio otra vez. Hermione suspiró, avanzando un par de pasos antes de desplegar un viejo mapa algo roto que había encontrado semanas atrás. Los demás la miraron, intrigados.

—Hay tres posibles localizaciones para la diadema —comentó—. Lo último que sabemos, y tenemos confirmado, es que fueron Avery y Yaxley quienes se encargaron de esconder ese horrocrux.

—¿Está escondida en Londres? —preguntó Luna—. ¿No es algo arriesgado?

—Sí —afirmó Granger—, pero le ha resultado efectivo. Hemos tardado meses en descubrir su paradero, asimilando precipitadamente que estaba fuera de Reino Unido. —Apuntó con sus dedos una de las zonas marcadas en rojo—. Abandonaron la estación hace tres años, por lo que está cerrada al público. Un lugar perfecto para ocultar algo asegurándote que no lo encuentren.

—¿Y las otras dos localizaciones?

—Una iglesia abandonada y un viejo colegio en Berkshire. —Apuntó ambos lugares con su dedo a medida que los pronunciaba.

—Bien —dijo—, nos dividiremos en tres grupos —comentó Remus tras varios segundos—. Cuatro personas en cada grupo, saldremos mañana por la noche.

Hermione alzó la varita, conjurando un «Lumos» para iluminar los oscuros pasillos del colegio; el lugar parecía al borde del colapso a cada minuto que pasaba. Como el lugar era muy grande, Neville y Ginny habían ido a investigar la segunda planta mientras Luna y Hermione buscaban el horrocrux en el primer piso.

—Creo que está aquí —dijo Lovegood de repente, entrando antes que ella en una de las viejas aulas.

—¿Qué? ¿Por qué?

—No lo sé —murmuró—, solo tengo la sensación de que está aquí.

Con el tiempo Granger había aprendido a confiar en el instituto de Luna, así que comenzó a investigar los armarios y los pupitres mientras la otra chica buscaba en el escritorio del profesor y los muebles que había en el otro lado de la habitación. Sus esperanzas de encontrar se fueron desinflando cuando terminó de revisar toda esa parte de la clase sin encontrar la diadema, sin embargo Luna la llamó de repente, con voz ansiosa.

—¿Las has encontrado? —Corrió hasta ella, iluminando todo con su varita y adoptando una postura defensiva en caso de que ocurriese algo.

Dentro del cajón estaba el horrocrux, apoyado sobre un pañuelo de terciopelo negro y brillando con mucha intensidad a pesar de que la única luz en la habitación provenía de la varita de Hermione. Sin embargo, cuando Luna cogió la diadema con su mano, todo quedó sumido en la oscuridad.

Hermione trató de conjurar otra vez el hechizo, pero no sirvió. Las ventanas se sellaron completamente al igual que las dos puertas que había en el aula. Entonces, un grito resonó por el lugar y Granger sintió la presencia de Luna desaparecer de su lado, como si algo la hubiese hecho desaparecer de repente.

—¡Luna!

Un silencio ensordecedor, otro grito y luego más oscuridad. Cuando Hermione volvió a abrir los ojos, Neville y Ginny estaban petrificados en la puerta y Luna yacía en el suelo a unos metros de ella. Mareada, Hermione se incorporó y corrió hasta la chica, dejándose caer a su lado y suplicando porque no estuviese muerta. Los ojos de Lovegood eran completamente negros, un hilillo de sangre descendía desde su boca hasta su cuello y su cuerpo estaba completamente frío. La diadema estaba completamente destruida a un lado del cuerpo de Luna, pero no tuvo tiempo a observarla porque cada pedazo se prendió en llamas y el fuego comenzó a extenderse por cada parte del aula.

—¡Salid de aquí! —exclamó mientras se dirigía a la puerta.

Los tres comenzaron a correr al ver una serpiente de fuego formarse entre las llamas y precipitarse contra ellos. Salieron del colegio, corriendo a través de los terrenos del lugar antes de que Hermione agarrase a Neville y Ginny del brazo y se apareciera en la sala de estar del refugio. Todos estaban ya allí, dejándoles saber que habían sido los últimos en llegar.

—¡Por fin! ¿Encontrasteis el horrocrux? ¿Lo conseguisteis destruir? —inquirió Seamus.

—Sí —respondió Hermione, con la mirada desenfocada—. Sí —repitió.

Todos se quedaron en silencio durante unos segundos hasta que Harry se percató de algo.

—Chicos, ¿dónde está Luna? —preguntó Harry, dando pasos vacilantes hasta ellos—. ¿Chicos?

Hermione se echó a llorar en ese instante, ocultando su rostro con sus manos mientras los sollozos rompían el silencio. Neville retrocedió unos pasos y se dejó caer contra la pared, deslizándose por ella hasta quedar sentado en el suelo; las lágrimas no tardaron en caer por sus mejillas. Ginny se mantuvo en silencio, con la mirada ausente.

Los demás no necesitaron más para entender, sabían lo que ese silencio y esas lágrimas significaban. Ya lo habían vivido antes, después de todo, estaban en guerra.


II. That point of no return.

(Ese punto sin retorno).

«Más se unen los hombres para compartir un mismo odio que un mismo amor».

—Jacinto Benavente.

Draco Malfoy llevaba en el bando del Señor Oscuro casi tres años. Tiempo donde su tía Bellatrix lo había convertido en un experto en magia negra, capaz de matar y torturar sin remordimientos. Le fueron arrebatando su humanidad poco a poco, convirtiéndolo en un asesino a sangre fría a quien no le temblaba el pulso al lanzar la última maldición imperdonable. Con el tiempo Draco había aprendido a imponer su supervivencia a cualquier cosa, dejando la cobardía de lado y convirtiéndose en una cáscara. Alguien hueco, carente de sentimientos.

Sin embargo todos tenían su punto de inflexión. Tras unos días en Manchester, Draco se apareció en la sala de estar de la Mansión Malfoy; para su suerte, el Señor Oscuro había decidido que la mansión Nott sería su casa principal y había abandonado la suya casi dos años atrás, dejándola reservada para algunas reuniones esporádicas y sin importancia. Subió las escaleras con cansancio, arrastrando los pies por el pasillo mientras se dirigía a la habitación de su madre.

Abrió la puerta, esperando encontrarla sobre la cama leyendo algún libro, pero la imagen que presenció era completamente diferente: Narcissa estaba tirada en el suelo sobre un charco de sangre, completamente desnuda y con cientos de marcas maquillando su piel. La cogió entre sus brazos y se apresuró al baño, dejándola dentro de la bañera y comenzando a curar sus heridas con magia.

La sangre de Draco ardió al ver la mirada perdida de su madre mientras la bañaba, podía ver las lágrimas bajar por sus mejillas y todas las marcas que recubrían su cuerpo oscureciéndose a cada segundo. Con cuidado, Draco la bañó, secó y vistió; sujetó su pelo rubio cuando vomitó en el inodoro y le dio un beso en la frente, abrazándola con fuerza cuando se rompió completamente y comenzó a llorar desolada mientras murmuraba varios «lo siento» contra su camisa. Cuando consiguió hacerla dormir, Draco llenó la habitación de hechizos de protección y salió de la mansión y se dirigió al hogar de los Nott, acercándose al bocazas de Zabini para sacar la información que deseaba.

—¿Sabes dónde será el próximo ataque a la Resistencia? —inquirió, observando como Blaise le daba una calada a su cigarrillo de tabaco muggle.

—Newcastle —dijo—, dentro de un par de horas, ¿por?

—Necesito matar a un par de idiotas seguidores de Potter —murmuró con simpleza; Zabini se echó a reír, aceptando su respuesta.

Se apareció en Newcastle poco después de salir de la mansión Nott, recorriendo la zona hasta que encontró a Dean Thomas y Katie Bell ocultos en una casa. A pesar de las dos varitas apuntándolo, el hombre simplemente les tendió una carta para que se la diesen a Potter y les dijo que huyesen porque en un par de horas aparecerían otros mortífagos para matarlos.

Esa misma noche prendió fuego a la mansión después de coger todo lo que necesitaba y sacar a su madre, desapareciéndose de la escena cuando toda la casa quedó cubierta en llamas. Se movieron de lugar en lugar para que Voldemort, consciente de que Draco ya no le era leal y que había saboteado la misión en Newcastle, le perdiera el rastro. Había pasado los límites, había llegado a un punto sin retorno.

El final de ese año se acercaba, y las esperanzas de encontrarse con Potter o alguno de la Resistencia se habían extinguido; solo le quedaba ocultarse con su madre hasta que Voldemort los encontrase y los matase. Estaba caminando por las calles de un pequeño pueblo en Liverpool cuando la voz de alguien hablándole lo dejó petrificado en mitad de la calle.

—Te arriesgaste mucho dándole aquel aviso a Katie y Dean —dijo Remus Lupin, caminando hasta ponerse detrás de él.

—Quizás —comentó—, pero tenía mis razones.

—¿Por qué quieres ayudar?

—He dicho que tengo mis razones —repitió.

—Eso no es la respuesta que deseo —terció el hombre—. ¿Por qué quieres ayudar?

Draco se giró, encarando a su antiguo profesor. Este estaba acompañado de Shackelbot y Longbottom, los tres apuntándole con sus varitas de forma amenazante. En otra ocasión, Draco se hubiese echado a reír y los hubiera matado con una magia no verbal, pero ahora quería estar en su bando y debía ser mínimamente cordial.

—Tengo información que puede ayudar a destruir al Señor Oscuro —dijo con simpleza.

—¿Por qué deberíamos creerte?

—No lo sé —respondió, encogiéndose de hombros—, pero tampoco tenéis razones para no hacerlos.

—Creo que esa marca en el brazo es suficiente para hacernos dudar —comentó Shackelbot.

—Ya no soy un mortífago, llevo meses huyendo de él —replicó, chasqueando la lengua.

Lupin miró su marca y luego a él, dudando. No terminaba de encajarle por qué Malfoy dejaría la causa de Voldemort, pero podía ver la sinceridad en sus ojos y en sus palabras. Parecía que el chico tenía sus razones de peso para haber tomado semejante decisión y haberse arriesgado a contactar con ellos meses atrás, ayudándoles también en una emboscada.

—¿Por qué?

—Tengo mis razones —dijo una vez más—. Pero si necesitas una de verdad, conténtate con saber que odio al Señor Oscuro tanto o más que ustedes.

—Supongo que es algo que tenemos en común —comenzó a decir Lupin—. Espero que confiar en ti no sea un error, Malfoy. —Extendió su mano en dirección al chico.

—Solo el tiempo lo dirá. —Alzó su mano también, dándole un apretón a la del otro hombre.

Pocos segundos después, los cuatro desaparecieron del lugar.


III. And then... black.

(Y entonces… negro).

«La luz se apagó y la oscuridad entró de nuevo».

—S. J. Watson.

Draco cerró los ojos para protegerse de la explosión que Finnegan acababa de causar. Se encontraban en una casa abandonada en un barrio residencial de Oxford, según algunas fuentes de la Orden, ese lugar era un refugio de los mortífagos donde torturaban a los miembros de la resistencia que habían capturado. El grupo enviado a investigar esa información era reducido, la Orden no podía arriesgarse a perder muchas vidas en caso de que fuera una trampa.

Aunque irónicamente Harry Potter era uno de los miembros de ese grupo exclusivo. Se adentraron en la casa con las varitas fuertemente apretadas en la mano y la adrenalina recorriendo sus venas. Los primeros hechizos comenzaron a volar cuando tres mortífagos hicieron acto de presencia, seguramente alertados por la explosión.

Draco se las ingenió para moverse por el lugar sin participar en la batalla; su función era la de encontrar a los rehenes y sacarlos de allí antes de que los mortífagos pudieran pedir refuerzos. Para su suerte, Malfoy dio con la puerta al sótano a la primera y se apresuró en bajar por las escaleras. Gulliver y Dante, dos mortífagos que se habían unido poco antes de que Draco abandonase el bando de Voldemort, eran los encargados de vigilar a los prisioneros.

Ambos hombres ya estaban en posición defensiva, esperando a que bajasen los miembros de la resistencia. Procurando que no lo viesen, Draco movió su varita y murmuró un hechizo que había aprendido recientemente. Un humo negro comenzó a salir de la punta de su varita y se extendió por los escalones y el suelo hasta envolver a los dos mortífagos, que estaban atónitos por lo que veían. Escuchó gritos y hechizos siendo lanzados sin un objetivo claro; miró hacia abajo y arqueó las cejas al ver que los dos hombres estaban envueltos en una nube negra de la que no podían escapar y donde su magia era incapaz de salir.

Más gritos, esta vez llenos de dolor y luego nada. El humor desapareció dejando una imagen que Draco nunca olvidaría: los cuerpos de ambos mortífagos estaban desprovistos de piel, dejando todo los músculos al descubierto. Los que habían sido Dante y Gulliver cayeron contra el suelo con un ruido sordo.

Draco se movió en ese instante, pasando por encima de ambos mortífagos y enfrentándose con el tercer hombre que al parecer había estado esperándolo. Yaxley alzó su varita, lanzando tres hechizos que Draco consiguió evitar con rapidez, contraatacando al instante. El duelo se extendió más de lo que esperaba, pero aprovechando un segundo en el que Yaxley se cubrió, Malfoy lanzó un hechizo contra el cristal detrás de él, haciéndolos estallar en varios pedazos que comenzaron a clavarse en Yaxley hasta matarlo.

Sonrió y pasó por encima de su cuerpo, comenzando a revisar una a una las celdas habían sido instaladas en aquel lugar. Encontró gente solamente en las dos últimas, un hombre mayor que ya había dado su último suspiro y la persona que la Orden había ido a buscar.

—Yo me apartaría de la puerta, Weasley.

La chica alzó la mirada cuando escuchó la voz de Malfoy y se apartó de las rejas, rodeándose con sus brazos para protegerse del «bombarda» que el hombre conjuró. Recibió la varita que Draco le tendió y salieron del sótano, evitando una vez más la pelea para salir de la casa.

—Agárrate bien. Esto te va a marear.

Ginny envolvió su mano alrededor de la muñeca de Malfoy en cuanto estuvieron en el patio delantero de la casa y cerró los ojos al sentir el retortijón en su estómago. Cuando volvió a abrirlos se encontró en el salón de una casa siendo recibida por unos conocidos brazos.

—Oh, por Merlín —sollozó la persona que la abrazaba—. Estaba tan preocupado de que no te encontrasen.

La pelirroja envolvió con sus brazos la cintura de su hermano, comenzando a llorar contra su pecho al instante. Habían pasado dos meses desde que la capturaron y la alejaron de su familia y sus amigos. Bill la apretó con la misma fuerza antes de separarse y limpiarle las lágrimas con sus pulgares.

—Estoy en casa —murmuró Ginny con voz rota.

—Estás en casa —aseguró su hermano antes de abrazarla otra vez.

Draco hizo una mueca de asco ante la escena y se alejó, aguantando el jadeo de dolor que quiso escapar de él tras los primeros pasos. Bajó su mirada, observando la tela de su camiseta colorearse con la sangre que estaba perdiendo en su costado derecho, por lo que se cubrió con el abrigo que llevaba puesto y subió las escaleras despacio. Posiblemente la adrenalina del momento le impidió notar ese corte. Trató de ignorar a Granger cuando apareció por una de las puertas y se paralizó al verlo.

—¿Estaba? —preguntó con ansiedad.

Draco la miró fijamente antes de contestar—: Está abajo.

Granger salió corriendo en cuanto esas palabras abandonaron su boca. Poniendo los ojos en blanco, Draco se adentró en el cuarto que compartía con Seamus Finnegan, Katie Bell y Damian Smith, estando únicamente la chica allí.

—¿Ya han vuelto todos? —inquirió ella.

—No. —Se quitó el abrigo, procurando que Bell no viese su herida—. Sabes que siempre soy el primero.

—¿Y ella...?

—Está abajo —repitió lo dicho minutos atrás.

Katie no dijo nada, se limitó a levantarse y salir corriendo del cuarto. Draco entró en el baño, quitándose la ropa por el camino y se metió en la ducha. Dejó que el agua fría cayese por su cuerpo, provocándole un escalofrío. Tras unos segundos cerró los ojos, perdiéndose en los recuerdos y moviendo el grifo para que comenzase a salir el agua caliente. Había pasado casi año y media desde que se encontró con Lupin, y tuvieron que pasar muchos meses para que la Orden comenzara a confiar en él y su deseo de acabar con Voldemort, pero con el tiempo aceptaron que el odio que Malfoy tenía por el Señor Oscuro y sus mortífagos era superior al de muchos de ellos. El hecho de ver el estado en el que estaba su madre fue un gran aliciente para confiar en él.

Narcissa había dejado de hablar con el tiempo, siempre con la mirada ausente y la mente perdida en algún recoveco oscuro de sí misma. Esos hombres la habían destrozado de todas las formas posibles. Se habían apoderado de su cuerpo, la habían torturado y la habían marchitado. Oscurecieron cada rincón de ella hasta que solo quedó una cáscara hueca y sin sentimientos. Un fantasma de lo que una vez fue Narcissa Malfoy.

Cuando abrió los ojos, observó que el agua había adquirido un tono rojizo. Apretó los labios en una fina línea cuando tocó suavemente la herida, observando el color negruzco que pintaba los bordes del corte. Magia negra, Yaxley lo había conseguido atacar con un hechizo de magia negra y él no se había dado cuenta de ello.

Salió de la ducha varios segundos después, secándose con rapidez y volviendo al cuarto para coger su varita y cerrarse la herida con un hechizo de sanación bastante potente que había aprendido meses atrás. La carne se unió y la sangre que se había derramado desapareció, como si nunca hubiese existido un corte en esa zona. Sonrió, satisfecho, y se colocó la ropa interior, una camiseta negra y unos pantalones deportivos. Bell entró a la habitación justo cuando él salía.

—Gracias por rescatar a Ginny, Malfoy.

—No me des las gracias —dijo con sequedad—. Era mi trabajo.

Comenzó a caminar por el pasillo, dirigiéndose a las escaleras que llevaban al piso superior. Siguió caminando hasta llegar a una de las habitaciones destinadas para la enfermería. Granger estaba dentro atendiendo a Ginny, curándole algunas heridas y haciéndole preguntas acerca de su cautiverio.

—Malfoy —saludaron ambas.

Él no dijo nada, simplemente se movió hasta el final del cuarto. Su madre estaba sentada sobre la última cama, con la mirada fija en la pared y sus manos sujetando un libro viejo sobre sus piernas. Draco acercó la bandeja con la cena y se sentó frente a Narcissa.

—Mamá —la llamó con voz baja y calmada—. Mamá.

Narcissa enfocó la mirada en él, aunque Draco estaba seguro de que no lo estaba viendo realmente.

—Vamos a cenar —murmuró.

Narcissa no hizo ni dijo nada. Draco envolvió los espaguetis en el tenedor y lo acercó hasta su madre, sonriendo ligeramente cuando la mujer abrió la boca y se dejó alimentar. Ginny y Hermione observaron la escena de reojo, acostumbradas a ese tipo de situaciones entre ambos. Cuando toda la comida de la bandeja se terminó, Draco la dejó a un lado y ayudó a su madre a tumbarse. Narcissa comenzó a temblar al instante, pero su hijo se apresuró a taparla con las mantas antes de tumbarse a su lado y envolverla con sus brazos.

—Soy yo, mamá —murmuró contra su pelo—. Tranquila, soy yo.

La mujer dejó de temblar al momento, relajándose entre los brazos de su hijo y acurrucándose para dormir. Draco dejó un beso sobre la frente de su madre, acariciándole los brazos con cariño, y se mantuvo en esa posición incluso cuando estuvo completamente seguro de que su madre estaba dormida.

—Malfoy.

La voz de Granger llamó su atención. Alzó la mirada, todavía abrazando a la mujer y arqueó una ceja, alentándola a continuar. Al principio había evitado que lo viesen actuar de esa forma con su madre por lo personal que era, pero el bienestar de la mujer se interpuso ante todo y con el tiempo le dejó de dar importancia a que lo viesen tratar a su madre como la más flor delicada del universo. Ella se merecía ser cuidada así.

»Ya han llegado todos, hay reunión de la Orden en la cocina —anunció.

Draco asintió y con cuidado se movió, dejando a su madre tumbada y cubierta por las mantas. Cuando se aseguró de que la mujer seguía pacíficamente dormida, siguió a Hermione fuera de la habitación. La reunión no duró mucho, era una especie de celebración por haber tomado por sorpresa esa base, debilitar a Voldemort una vez más y rescatar a Ginny. La Resistencia había adquirido más fuerza y poder en el último año, consiguiendo hacer frente a los mortífagos y el Señor Oscuro en múltiples ocasiones, haciendo disminuir las pérdidas humanas y renovando las esperanzas de las personas.

Draco salió de la cocina cuando todos los que no permanecían en ese refugio se fueron y los demás se dispersaron por la casa, volviendo a sus cuartos o yendo a estudiar ciertos libros de magia que habían ido recopilando. Granger salió justo detrás de él, en el momento exacto para verlo apoyarse contra la pared y apretar una de sus manos contra su abdomen.

—¿Malfoy? —inquirió—. ¿Qué pasa?

—Nada —gruñó, incorporándose y comenzando a caminar con lentitud.

—Malfoy —llamó ella—. Malfoy…

El hombre cerró los ojos y se giró, dispuesto a gritarle a la chica que era una pesada, pero justo en ese momento sintió un fuerte dolor recorrer todo su cuerpo, arrancándole un grito. Cayó de rodillas contra el suelo, viendo la sangre fluir desde su herida hasta el parqué formando un charco cada vez más grande. Todo parecía ir más lento, como si el mundo se estuviese parando.

—¡Malfoy!

El grito de Hermione fue lo último que Draco escuchó antes de cerrar los ojos y caer inconsciente.


N/A: Y bueno, ahí va el primer capítulo. Como ya dije arriba, tengo planeadas dos partes más para este fic (cinco como máximo si me da por alargarme). Gracias por leer, perdón por los posibles dedazos, errores, OoC en los personajes, etc. Ni he revisado ni tengo tiempo para hacerlo así que... Sorry xD

*Meri, espero que te haya gustado, y prometo actualizar cuando tu subas nuevo capítulo de mi regalo :)

Y no olvidéis dejar un bello review :D

Besos y abrazos,

AliciaBlackM.