Tras un buen rato esperando, la nueva promoción de alumnos entró en la sala. Niños de entre 11 y 12 años que miraban todo con aire curioso. La mayoría estaba muy nerviosos, pues en unos pocos instantes serían asignados a las casas que tendría para el resto de su vida estudiantil y que serían siempre parte de ellos.

Unos temían no encajar en la casa que le hubieran asignado, otros ser colocado en la casa errónea y otros ser asignados a una casa que decepcionase a su familia. Por lo general, los nervios sacudía a los nuevos estudiantes, salvo a una de ellos: la pequeña Ginevra Weasley.

Ataviada con un lazo negro que sujetaba su larga melena pelirroja y el uniforme de segunda mano, la joven no apartaba su vista de la mesa de los Gryffindor. Ella sabía, como buena Weasley que era, que sería asignada a la casa de los valientes y los justos, pues si Ron, que era un miedica que se dejaba asustar por una araña, había entrado en esa casa, ella, que no temía a nada, debía hacerlo con más razón. Lo conseguiría, estaba segura.

-¡Aldrige, Nymphea! - se escuchó el primer nombre y todos se inclinaron curiosos a ver que ocurría. Una niña de cabello rubio y ojos azules subió con paso suave y se sentó en el taburete. El sombrero no tardó más de unos segundos en asignarla a la casa de las serpientes, causando aplauso general pero especialmente fuerte en la mesa verde. Ginny frunció ligeramente el ceño, pues los Slytherins no eran de agrado de los Gryffindor y ella ya se sentía uno.

Los alumnos fueron avanzando y fueron sorteados en las distintas casas. Los "¡Gryffindor!", "¡Ravenclaw!" , "Huffflepuff" y "Slytherin" llenaban el Gran Comedor junto a los aplausos y vítores de los alumnos más mayores. Ginny empezaba a impacientarse, pues estaba deseando ir pronto a su mesa, pero apellidándose Weasley, lo más seguro es que fuera la última alumna en ser asignada. Suspiró, resignada, pues sabía que no le quedaba más opción que esperar a que fuera de una vez su turno.

Cuando Alexander Watson fue asignado a su casa, la jefa de la casa Gryffindor anunció su nombre a pleno pulmón pese a haber dicho ya el nombre de todos los alumnos.

-¡Weasley, Ginevra! - se escuchó en toda la estancia y la joven pelirroja subió con paso ligero y una sonrisa amplia, llena de felicidad. Se sentó con cuidado y el sombrero fue colocado sobre su pequeña cabeza. No pudo evitar mover sus iris azules para intentar ver algo del sombrero. Un gesto habitual en todos los niños recién llegados pero que sacó una sonrisa tierna a alguno de los que estaba sentado más cerca del sombrero.

-Oh, otra Weasley, cómo no – dijo el sombrero y Ginny ya estaba presionando con fuerza los pies contra el suelo para levantarse de un salto al escuchar la casa Gryffindor, pero las palabras del sombrero no llegaban, lo cual la desconcertó enormemente – ya veo...quizá...pero por otra parte...-¿el Sombrero dudaba?No era algo habitual, pero no quiso ponerse nerviosa.

Pero lo hizo. El tiempo iba pasando y cada segundo hacia que la joven se sintiera más nerviosa y avergonzada, pues tenía las miradas de todo el colegio clavadas en ella con cada vez más intensidad. ¿Qué le pasaba?¿Por qué no lo decía de una vez?

"Di algo por favor" pensó la joven desesperada, mirando a su hermano y a sus amigos presa del pánico. En ese momento le daba igual todo, solo quería levantarse de ese taburete y salir corriendo lo más rápido posible para camuflarse con el resto de estudiantes pero se puso más inquieta al escuchar los murmurios de los profesores. ¿Es que era rara?¿Que le pasaba que el sombrero no conseguía elegir una casa para ella? ¿No tenía ninguna cualidad para ser digna de ninguna? ¿Había estropeado al Sombrero Seleccionador?

-Bien...creo que por fin lo veo – esas palabras sacaron un suspiro de alivio en más de uno, pero el más sonoro fue el que de la pequeña que estaba sentada debajo de él – me ha costado verlo pero creo que lo mejor para ti será...¡Slytherin!

Y todo el mundo pasó del alivio o el cansancio de tanta espera a la sorpresa, pero de nuevo, donde más se reflejó fue en el rostro de Ginny, que tenía los ojos abiertos como platos. ¡No podía estar en Slytherin!¡Era una Weasley!¡Los Weasley eran todos Gryffindor!

La decisión sorprendió incluso a la profesora McGonagall, que tardó unos segundos más en retirar el sombrero de la cabeza de la joven y al segundo, la corbata negra adquirió los colores plata y verde de los Slytherin y el escudo apareció grabado sobre su chaleco. Verlos fue todo un golpe para la pequeña pero, pese a eso, se incorporó y caminó con paso lento hasta su mesa, la mesa de los Slytherin, aun en claro estado de shock.

Según se fue acercando a ésta, los susurros llegaron más claramente a sus oídos. "Una Weasley no puede estar en Slytherin" o "Ahora la sala común olerá a pobre y a comadreja" eran los comentarios más amables que percibió la pequeña que, por suerte o por desgracia, estaba demasiado ensimismada en sus propios pensamientos como para ser realmente consciente de lo que estaba diciendo de ella. ¿Cómo podía ser ella, Ginny Weasley, una Slytherin?

Al sentarse, miró a la mesa más alejada, la mesa de los Gryffindor y observó como su hermano Ron parecía hablar indignado con Hermione y Harry y como Fred y George la miraba con cierta pena, pero intentando darle ánimos con una sonrisa. Se esforzó en devolvérsela y se giró para mirar a sus nuevos compañeros. No conocía a ninguno de ellos, tan solo el rostro de Malfoy y sus sicarios – no recordaba sus apellidos – se le hacían familiares, pero hablar con él sería mal idea. Procuró centrarse en la cena y apartó poco la vista del plato. No comió mucho, pero no se iría a la cama con el estómago vacío.

Según fue aceptado sus circunstancias – o más bien según superó el shock inicial – los susurros llegaron a sus oídos y trató de hacer callar a unas chicas con una mirada furiosa, pero solo sirvió para causarles risa y hacerla sentir peor de lo que se sentía. No deberían reírse de los miembros de su propia casa, no era justo, deberían apoyarse, no destruirse los unos a los otros.

Finalmente, la cena terminó y los prefectos se incorporaron los primeros para guiar a los nuevos alumnos. Salieron todos a la vez y sintió las miradas de muchos clavarse sobre ella. Estaba deseando encerrarse en su habitación para que todos dejasen de mirarla de una vez. Pudo ver a su hermano Ron, pero tuvo que alejarse rápidamente para poner camino a las mazmorras donde estaría su dormitorio y donde estaría su sala común. La sala común de Slytherin. Todavía no conseguía asumir que era una Slytherin.

-La contraseña es Sangre Limpia, recordadlo o no podréis entrar en la Sala Común ni acceder a los dormitorios – llegaron a sus oídos las palabras de la prefecta y asintió, al igual que todos los nuevos. La contraseña fue pronunciada y todos entraron.

Tenía que admitir que la Sala Común era un lugar bonito y elegante, muy distinto a su hogar. Había un par de chimeneas calentando el ambiente y varios sofás de cuero negro llenando el espacio junto a diversas mesas y estanterías de colores oscuros. No había mucha luz pero se podía apreciar perfectamente la textura de las piedras de la mazmorra donde se encontraban. Recordaba las descripciones de la Sala Común de Gryffindor dadas por sus hermanos y poco o nada tenía en común con la de Slytherin. Ellos hablaban de su Sala Común como un sitio cálido y acogedor donde pasaban buenos momentos con sus compañeros de casa pero, pese a las pocas similitudes entre ambas, el lugar no desagradaba a la joven pelirroja.

Llegaron finalmente a los dormitorios donde, por supuesto, predominaba el color verde con toques plata. Ninguna sorpresa, la verdad pero le agradó saber que las camas poseían dosel, pues era un detalle que siempre le había agradado. Se le asignó el dormitorio número 7 y tras un par de indicaciones más, los dejaron a todos en sus habitaciones. Ginny compartía habitación con otras tres chicas: Nymphea Aldrige, Callidora Arrowsmith y Rosemarie Flint.

Rosemarie y Jeyne parecían conocerse de antes, pues rápidamente se sentaron en camas contiguas y empezaron a charlar con mucha naturalidad, ignorando a las otras dos chicas de la sala. Ginny suspiró. Al menos no se reían. No pudo evitar mirar a Nymphea. Era una niña bonita, delgada y de aspecto tierno, con el cabello peinado en dos perfectas trenzas que llevaban hasta un poco más abajo de sus hombros.

-Parece que nos toca juntas...mejor, me sabría mal separarlas si son tan amigas – comentó la chica señalando a las otras con un movimiento de cabeza. Tenía un gracioso y adorable acento galés que habría sacado una sonrisa a la pelirroja de haber estado en otra situación – vamos a dormir, mañana nos espera un gran día – afirmó la joven con una sonrisa amplia y llena de emoción.

Ginny se esforzó por devolverle la sonrisa. - Claro, vamos – le respondió, quitándose rápidamente su uniforme para ponerse un pijama azul en bastante buen estado. Había pertenecido a su hermano Ron y, por fortuna, tenía un color azul cielo que disimulaba que fuera un pijama de hombre. Tenía el dobladillo en las piernas y las mangas, pero nadie pareció fijase, o si no lo hicieron, nadie dijo nada al respecto.

Y así empieza el fanfic. Siempre he pensado que Ginny, la de los libros, era un persona muy ambicioso, que siempre conseguía todo lo que se proponía y por eso pensé que podía ser una buena Slytherin, ya que también era astuta y sagaz como pocas. El ship vendrá en el futuro, no os preocupéis, pero creía necesario introducir a Ginny prácticamente sola, enfrentándose a su nueva casa y a todo lo que esto implicará.

Decir que habrá más cambios en la historia principal - que no me pertenece para mi desgracia, es toda de la gran JK - que se verá con el paso de los capítulos. Me haría muy feliz que me dejaran un pequeño review, pues siempre anima a seguir escribiendo.