1-Ouran es propiedad de Bisco Hatori.
2-Historia hecha sin fines de lucro.
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Homme fatal
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Desde el principio supo que Tamaki le traería problemas. Una persona demasiado amable y sensible. El tipo de persona que a Kyōya le molestaba. Sólo existía una cosa que a Kyōya le irritaba más que la amabilidad y la sensibilidad: estupidez.
Para su fortuna, Tamaki poseía los tres y en abundantes cantidades.
«Sería conveniente que fueras amigo del hijo de Suou»
Esas palabras fueron una sentencia por parte de su padre pues ese "sería conveniente" no era más que otra de sus tantas órdenes implícitas.
Desde el principio supo que Tamaki le traería problemas, con su cabello rubio y ojos violeta, cual protagonista shōjo. Demasiado exótico debido a su origen euroasiático.
Y él sólo podía mantener la fachada amable mientras sonreía y asentía a las peticiones del rubio sobre conocer Japón. Kyōya se encontraba al borde del colapso.
Desde el principio supo que Tamaki le traería problemas. Una persona demasiado escandalosa e insolente.
«¿Así que este es el verdadero Kyōya?»
Preguntó Tamaki el día en que fue a la casa de Ōtori y este llegó al final de su actuación. Sorprendentemente, desde ése día, tuvo el primer amigo de su vida.
Desde el principio supo que Tamaki le traería problemas, era demasiado convincente, demasiado transparente. En un principio creyó que la sonrisa y voz suave no eran más que tretas para conseguir lo que quería, resultaron ser legítimas.
Aunque, después de todo, siempre conseguía lo que quería, como aquella tarde que le propuso formar el Host Club. Kyōya se convenció de que podría ser beneficioso el tratar con tantas chicas (hijas de acaudaladas o bien relacionadas familias) y que no se trataba de la mística habilidad de la cual era dueño Tamaki que lo hacía seguirlo en todas sus tonterías.
Desde un principio supo que Tamaki le traería problemas y si hubiera usado un poco de la inteligencia de la que se jactaba, habría ignorado las palabras de su padre y su deber como tercer hijo complacerlo por una vez.
Siempre supo que Tamaki sería un problema pero… se dio cuenta de la real magnitud esa misma mañana.
—-¡Vamos, Kyōya! —Tamaki zarandeaba su hombro izquierdo mientras con la mano libre le estampaba un catálogo en los anteojos.
—No —contestó el azabache escuetamente. Desde el momento en que se encontró con Suou, en el salón de clases, este le abordó con incesantes parloteos sobre remodelar el Club. Lo cual para Kyōya era una tontería pues no tenía más de cinco meses la última remodelación. Por desgracia, Tamaki no entendía de razones.
—Por lo menos mira los muebles, ¡y las cortinas! —retiró el catálogo de su cara y apuntó a los mencionados—. Ya los imagino en el Host Club, parecerá un palacio.
Y los orbes, de ése extraño azul purpúreo, le miraron brillantes. Kyōya dio un suspiro de resignación –y alivio- antes de darle una muy severa mirada.
—Después de esto no esperes ni alfombras nuevas —sentenció en voz autoritaria.
El rubio dio un salto de la emoción y se colgó del cuello de Kyōya, dándole un largo beso en la mejilla.
—Gracias, okāsan.
El aludido se mantuvo impasible –aparentemente- en su lugar y continuó con el inventario del club. Tamaki, por su parte, se fue saltando y cantando a ver qué otra chuchería necesitaba.
En cuanto dejó de oír la cantarina voz, el pelinegro respiró hondo. Se permitió sonrojarse por la muestra agradecimiento de hacía un momento.
Porque desde el principio supo que Suou Tamaki sería un problema y lo jodido no fue que lo hiciera gastar absurdamente miles de yenes sino que al ver su sonrisa complacida no le importara un carajo si el Host Club se iba a la quiebra.
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