Escribí esta historia hace meses pero se me había olvidado por completo ya ahora por motivos… externos me acorde de ella así que aquí esta.

Resumen:
Un príncipe despreocupado, un guardaespaldas desafortunado y… un chihuahua??

Yikes

Yacía recostado sobre el húmedo césped. La única luz que lo iluminaba era la que daban las estrellas y aquella redonda luna llena. Nunca antes había tenido la oportunidad de mirar el cielo por tanto tiempo y no recordaba haber sentido la brisa tan cerca de su rostro. Miró a su alrededor. Estaba rodeado por unos pocos árboles y mucho césped. Jamás había estado tan solo. Respiraba con tranquilidad y comenzó a adormecerse. ¿Quién imaginaría que el príncipe heredero pasaría así una noche?

Harry miraba a Draco con admiración. ¿Cómo podía dormir así en un momento como ese? ¿Acaso no entendía que su reino, su trono y su vida estaban en peligro? Harry sentía pánico al pensar que aquel despreocupado adolescente era el futuro rey y, peor aun, que él era la única escolta que tenía para protegerlo. En un intento por calmarse a sí mismo, decidió pensar que Draco confiaba en él y que esa era la razón por la que estaba tan sereno.

Pronto Draco comenzó a roncar como un niño pequeño en los brazos de su amorosa madre. Harry tenía horas sintiendo una fuerte presión en su vejiga, pero su deber no le había permitido ir a calmar su necesidad. Ver a Draco dormir con tanta tranquilidad fue lo que lo convenció de alejarse por unos instantes. Corrió hacia unos arbustos.

De la oscuridad surgieron tres hombres uniformados que se miraron con sorpresa al encontrar al príncipe totalmente solo. Lo rodearon, le cubrieron la boca y lo sujetaron, pero el príncipe no despertó.
– Debe estar hechizado – dijo uno.
– ¿Será una trampa? – preguntó temeroso otro.
El tercero, que era el más corpulento, cargó a Draco como un costal. Aun así el príncipe no despertó.

Harry regresó sintiéndose aliviado, pero su calma se esfumó al ver el césped aplastado donde minutos antes yacía Draco. Corrió aterrorizado de un lado a otro, hasta que vio unas huellas que lo llevaron a un camino en el que había marcas recientes de las ruedas de una carreta. Cayó desmayado ante la idea de que habían secuestrado al príncipe.

Horas, muchas y largas horas después, Draco despertó. Se estiró con fuerza y luego miró a su alrededor. Estaba en una celda iluminada por antorchas. El aire se sentía húmedo y encerrado. Las paredes, cubiertas por moho, soltaban un olor a viejo.
– Ok, la alcoba real ha bajado de calidad. –
Caminó despreocupadamente hacia la puerta y miró hacia fuera a través de los barrotes. – En cualquier momento mi poderoso mago guardaespaldas aparecerá como un haz de luz, volará la puerta en mil pedazos y me rescatará de esta pocilga deplorable. –
Draco miró nuevamente el exterior de su prisión imaginando aquella escena de valor y fuerza.
– Mejor salgo yo solo, o pasaré toda mi juventud en este lugar. –

De su bota sacó una pequeña varita, apuntó hacia la cerradura y la puerta se abrió con suavidad. Caminó por un largo pasillo hasta llegar a una desgastada puerta de madera que abrió con lentitud y se escabulló por otro corredor oscuro. Fue entonces que sonó una trompeta de alarma y Draco cayó en la cuenta de que se encontraba en su propio castillo.

Escuchó correr a los hombres armados que una vez lo habían protegido.
– ¡Suelten a los perros! – Un grito a la distancia anunció la gravedad de la situación.
Draco sabía que no habían soltado a los pequeños chihuahueños que meneaban la cola o que se escondían con solo escuchar a alguien gritar "los perros", sino a las feroces bestias que su tío Snape se había dedicado a criar una vez que su padre Lucius había fallecido misteriosamente.

Pero ningún guardia se dirigía hacia las celdas olvidadas, todos corrían hacia el exterior del castillo.
– ¿Todavía están atacando el castillo?–
Esa había sido la causa por la que lo habían mandado fuera con Harry.
– ¿Quién decidió que él fuera mi único guardaespaldas? –
Ahora que lo pensaba, todo estaba muy claro.
– Mi tío mató a mi padre y trató de asesinarme para quedarse con el trono. –
Draco levantó su varita y juró cobrar venganza.

Recorrió los pasillos más alejados y solitarios, y luego usó un pasadizo secreto que lo llevó hasta la habitación de su tío. Sacó la varita y blandiéndola como una espada entró de un salto a la habitación… y se encontró rodeado por su tío y unos quince guardias armados.

– ¿Draco? Creí que estabas muerto. – Snape corrió con los brazos abiertos en dirección a su sobrino.
– Deja de fingir, ahora conozco la verdad. – Draco mantenía su varita apuntada hacia Snape mientras los guardias lo rodeaban.
– ¿Pero de que hablas? – Snape hizo una mueca de molestia pero no fue suficiente para intimidar a Draco.
– Ya veo las cosas con claridad. Mataste a mi padre y ahora quieres matarme a mí para quedarte con el trono. –
Sorprendido, Snape se burló. – Eso es un tanto trillado ¿no crees? Digo, además de que eso pasó en películas como "Ella está encantada" y "Narnia 2", déjame recordarte que tú nombraste como tu sucesor al Máximo General. –

Desconcertado, Draco bajó su varita. – Tienes razón, él debe de ser el traidor. – Meditó unos instantes. – ¿Pero para que querría un chihuahua el trono? –
Lo mandó llamar para interrogarlo.

El gran traidor, de 18 cm. de alto y 2.6 kg. de peso, entró sujetado por dos fornidos guardias. Estaba amordazado y encadenado. Draco levantó una ceja.
– Opuso resistencia, señor. – Los guardias lo pusieron delante del príncipe.

– Por ese carácter pensé que sería un buen sucesor. – Draco dio una señal para que se alejaran.
– Cerberos, amigo mío ¿fuiste capas de traicionarme? – Draco lo miraba inquisitoriamente.
– ¡SI! – un gritó salio del pequeño hocico de aquella criatura de grandes ojos. – Tú no quieres ser rey. –
Draco asintió con la cabeza. – Tus argumentos son fuertes, pero tus actos siguen siendo una traición. –

Snape lo interrumpió, diciendo en un tono un tanto irónico. – ¿No cree, majestad, que era sospechoso un perro que habla? –
Draco tocó su barbilla en actitud reflexiva. – Mmm, no lo había pensado, es más, no me había dado cuenta de que realmente hablaba… ¿Todos los humanos lo hacen? –
Snape miró a su sobrino unos segundos. – No, mi Lord. Existen algunos humanos llamados mudos. –
– Genial, llena el Parlamento de esos seres. – Satisfecho Draco comenzó a caminar hacia la puerta.

– ¿No olvida algo, Señor? – Dijo Snape mientras señalaba al perro.
– Claro, échenlo al río. – Hizo una señal y los guardias lo sujetaron nuevamente.
– ¿Le molestaría, Señor, si primero averiguo quien es el mago disfrazado de perro? – Snape lo miraba tratando de mantener la calma.
– ¿Un mago?… Claro, eso explica que pueda hablar. Has lo que quieras, y luego échalo al rió. – Salió de la habitación y unos minutos después regresó. – ¿Alguien ha visto a Harry? –

Fuera del castillo la rebelión ya había sido controlada. Aparentemente, el chihuahua había controlado la mente de varios guardias haciéndolos revelarse.

Varias horas después apareció Harry en la puerta del castillo. Estaba cubierto de fango, con cortadas en todo el cuerpo y una que otra marca en la piel.

– ¿Dónde estabas? – Draco miró con sorpresa a Harry, quien al ver sano y salvo a su príncipe no pudo más que tirarse sobre sus brazos y llorar aliviado. De nuevo era de noche.

– Lo que me pasó… –