Disclaimer: T_T Ni porque es cumple es mio? awwww

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Re: Zero Réquiem

Capítulo 1: Réquiem

-Este también es tu castigo… seguirás usando la máscara como un aliado de la justicia, no puedes seguir viviendo como Kururugi Suzaku. Darás todo por el mundo, incluyendo tu propia felicidad, para siempre…-

El silencio completo era aplastante.

-Acepto ese "geass"-

El destino había sido sellado.


Pude sentir la lenta entrada de la espada a través de mi cuerpo. El frío metal abriéndose camino ante cualquier cosa que estuviera en frente, o simplemente partiendo en dos cualquier tipo de estorbo. Eran segundos agonizantes. Donde todo comenzaba a dejar de funcionar de manera correcta, ya que el daño iba más allá de cualquier posible reparación.

Lo sabía.

Por eso lo había pedido de esta manera.

Que no dejara duda a todos los espectadores que realmente Zero los estaba salvando, que el Emperador Demonio desaparecía. No podía haber otro fin después de tanto tiempo y tantos malos actos en mi espalda. Aunque rudo –así lo había calificado Suzaku- no había mejor desenlace a la historia que oprimió al mundo entero por tantos años.

Y ahora podía pagar por todo.

-¡Onii-sama!-


-¿Príncipe Lelouch? Príncipe Lelouch, si tiene tanto sueño debería regresar a su habitación-. Era un leve sonido.

Las sombras comenzaron a aparecer mientras la oscuridad se desvanecía. Un sonido rítmico y suave comenzó a escucharse mientras sus oídos parecían acostumbrarse, el color se hizo presente en la definitiva desaparición de la penumbra, todo tomó forma.

El joven príncipe parpadeó y levantó la cabeza en dirección de la insistente voz. Se sentía cansado. Pero había algo más importante en su mente.

¿Príncipe Lelouch? ¿Por qué rayos lo llamarían así? Hace tiempo no escuchaba ese título y se le hacía extraño, una equivocación. Aún así terminó de abrir los ojos y enderezó su cuerpo de un salto. Miró a su alrededor un poco confundido, hasta que sus sentidos lo alertaron de lo que en realidad pasaba.

¡¿Qué demonios…? Miró a su alrededor estupefacto. ¿Un baile? Después prestó atención al rostro de la mujer que lo llamaba, una señora no tan joven que usaba unos largos pendientes verdes, se miraba preocupada por motivos que él ignoraba, arrugando el entrecejo y tensando su boca en una tenue línea.

-¿Príncipe Lelouch, está seguro de que se siente bien?- preguntó ella tratando de poner una mano sobre el hombro de Lelouch pero arrepintiéndose a punto de tocarlo.

¿El infierno debía verse así? Porque definitivamente no había tenido una vida ejemplar.

-Príncipe o no, todavía es un niño. Ya debería estar en cama- opinó alguien más. Otra mujer detrás de ella.

Pero Lelouch no los escuchaba. El mundo para él se había enmudecido, tan pronto se dio cuenta de lo que lo rodeaba, bajó ambas manos a su estómago y trató de sentir alguna herida o dolor. Estaba en un gran salón, adornado de finas cortinas y alumbrado por un candelabro viejo y central, velas en múltiples mesas a la orilla de la pista y personas de ropas formales distribuidas en pequeños círculos sociales o tratando de acercarse con curiosidad a él.

Palpó más insistente su parte media, estrujó contra los botones de su camisa y luchó contra las distintas capas de tela que lo envolvían. No podía estar pasando. Pero al final del camino solo había piel. Lisa y suave piel contra su mano.

-Incluso debía haber una marca- pensó. Se había olvidado por completo de todos los demás mientras en su rápido intento de saber qué pasaba en una situación así que alcanzaba los límites de lo creíble, en su humilde opinión. Cuando confirmó que no había nada, suspiró más que aterrado y miró en todas direcciones tratando de buscar una explicación coherente. Rostros nada familiares, miradas disfrazadas y ojos indudablemente curiosos.

¿Por qué no estaba muerto? ¿Por qué lo llamaban príncipe?

¿Alguien incluso lo había llamado niño? Se levantó de la silla en que había estado sentado y corrió hacia una de las mesas más cercanas. Tuvo que pararse un poco sobre las puntas de sus pies pero aún así tomó el primer plato que estuvo a su alcance y la reluciente superficie le devolvió una imagen que no esperaba ver. Un joven príncipe de Britannia, de diez años de edad.

La vajilla de porcelana no mentía. Todo se enfriaba. El plato resbalaba de entre sus manos lentamente al ser la menor de sus preocupaciones, pero cuando sus pequeños dedos soltaron el tramo a su alcance, el estruendoso ruido de porcelana hecha añicos contra el suelo lo devolvió de golpe al presente, el nuevo presente.

De la nada sentía que todo estaba más alto que de costumbre y que su voz era incluso más aguda. Las paredes parecían extenderse hasta alcanzar un cielo no visible y al mismo tiempo se acercaban para encajonarlo sin salida alguna.

¿Un niño?

-Alguien debería llevarlo a dormir- murmullos comenzaron a escucharse sobre su espalda. Los hombros comenzaron a pesarle.

-Pero la Emperatriz Marianne se acaba de ir hace unos segundos ¿Quién puede ordenarle al príncipe?-

Dolorosamente, el cerebro de Lelouch comenzó a conectar las piezas con rapidez. Un nuevo juego empezaba.

Definitivamente no estaba muerto. Bajó ambas manos a su estómago, abrazándose a sí mismo mientras lo demás caía en su lugar haciéndose una verdad momentánea. Tampoco es que el réquiem hubiese fallado. El cuchicheo en el gran salón aumentaba con el paso de los segundos. Él era un príncipe de nuevo, tenía diez años. El baile era una especie de reunión que su madre hacía por sus normales y viejas amistades. Todo volvía.

Era el baile donde…

Sin pensarlo dos veces, salió corriendo en la dirección que su mente gritó. Las exclamaciones de sorpresa de todos los invitados se escucharon, la actitud del joven príncipe sin duda no era la correcta, pero en la mente de Lelouch solo había una cosa que importaba más que la opinión de extraños. Solo algo en su vida valía la pena, visto desde cualquier perspectiva.

No estaba muerto y creía firmemente en que todo lo demás no había sido un sueño. Se negaba a creer que esa vida hubiese sido una ilusión. Y lo comprobaría si el evento que desató los demás pasaba esa misma noche. No tenía tiempo de pensar en el después, mientras hacía uso de la fuerza de su cuerpo de diez años y corría por los pasillos en busca de la escalera principal. Recordaba todo el lugar a la perfección.

Villa Aeries.

¿Por qué? Era una grandiosa pregunta. ¿Por qué estaba en el inicio? ¿Por qué corría? ¿Por qué no todo acabó en el réquiem? Cada uno de sus cortos pasos resonaba y maldecía la ropa que como miembro de la Familia Imperial estaba obligado a usar.

Una parte de su mente se preguntaba por qué corría para salvar a alguien que los había abandonado a él y a Nunnally, que les había dado la espalda. Cuando era lo único que podía esperar de esa persona, una especie de obligación, de hecho.

No era justo en lo absoluto.

Pero por otro lado, había algo que lo impulsaba a seguir corriendo. A pesar de ya estar cansado. La sonrisa y los ojos azules de su hermana no eran algo que fuese a sacrificar. Porque no sabía lo que en realidad estaba pasando y por qué, tampoco si fuese real todo eso que lo rodeaba, pero sueño o no, no se permitiría poner a su hermana en una posición como la recordaba. Perdiendo su habilidad para caminar y su vista, por culpa de un plan.

No estaba a discusión, así que el pensamiento de salvar a Nunnally se sobreponía al hecho de que su madre no tenía que morir ahí.

Dio la vuelta en la esquina del último pasillo y la vio. Caminaba a las escaleras, lista para bajar con su gran vestido color naranja siendo recogido para no pisarlo.

Contradicciones comenzaron a llenar su mente de nuevo, no había espacio para tanto a estas alturas. Por lo que se decidió por lo más práctico y seguro.

Lo haría. Tiempo tendría después.

-¡Okaa-san!- gritó.

Se sorprendió de su voz, se sorprendió de llamarla después de tanto tiempo. Pero lo más sorpresivo fue la mirada en el rostro de Marianne. Ella levantó la vista confundida y asustada por lo desesperado que sonaba ese llamado. Detuvo su pie que estaba a punto de bajar el primer escalón y se giró en dirección de la joven voz de su hijo, su cabello ondeando en su espalda.

-¿Lelouch?- llamó.

Vio al joven príncipe recargándose levemente en la pared con su respiración pesada y audible, antes de que comenzara a caminar hacia ella, cierto temor muy visible en sus ojos violáceos.

La emperatriz dio un rápido vistazo al pie de las escaleras. V.V. no había llegado aún. Suspiró aliviada antes de también emprender el camino hacia su hijo, extrañada por su repentina aparición, sin embargo cuando estaban ya a tan pocos metros uno del otro, el joven príncipe se dejó caer sobre sus rodillas haciendo que Marianne corriera el último tramo.

-¡Lelouch!- se arrodilló frente a él atrayéndolo a sus brazos -¿Corriste? ¿Por qué corriste hasta aquí Lelouch? Te dije que solo eran unos minutos y volvía-

A pesar de la leve reprimenda, el joven príncipe solo atinó a quedarse callado. Miles de suposiciones formándose en su cabeza y comenzando con nuevos planes aún sin saber algo acerca del terreno en que estaba, pero solo una preocupación resuelta en su mente: ¿Con eso ya estaba evitado, cierto? Con eso ya había salvado a Nunnally, y como consecuencia a su madre. Si alguna vez alguien llegó a pensar que darle la espalda a ella había sido fácil, estaba muy equivocado. Su madre siempre sería su madre a pesar de lo que había hecho y dieciocho años había peleado por ella también. No había sufrido en vano. Así que el momento era reconfortante a pesar de todo, estar en los brazos de ella cuando virtualmente todavía no eran abandonados.

-¿Lelouch?- la mano que estaba acariciando los mechones de su cabeza se detuvo, en cambio buscó su barbilla para levantar un poco su rostro. Entonces los ojos de ambos se encontraron, haciendo a la Emperatriz perder todo tipo de interés en su reunión pendiente. -¿Por qué estás asustado, Lelouch?- susurró solo para su hijo con todo el cariño que podía imprimir en su voz, con la palma de su mano enmarcó la mejilla izquierda del joven príncipe que no encontraba palabras para describir su actual situación.

Si, estaba asustado. De un momento a otro pasaba de ser asesinado a estar frente a un posible asesinato. Había retrocedido sin saber cómo y sin tener la certeza si era real o no. Estaba actuando por instinto ya que la rapidez de los eventos estaba superando a su mente y no podía pensar en un después y cómo afectarían sus acciones, pero solo lo estaba haciendo. Solo sabía que tenía que cambiar el curso de las cosas.

Aunque el pensamiento de estar solo fuese deprimente.

-Lelouch, cielo. Lo mejor será que te lleve con Nunnally- sonrió Marianne en un intento de confortar a su hijo. Se veía tan perdido y asustado sin ningún motivo que la hacía temer que algo no estuviera bien. -¿Te sientes bien, te duele algo?- insistió. Lelouch simplemente volvió a enterrar su cabeza entre los brazos de su madre.

¿Por qué él?


V.V. estaba molesto. No solo porque planes de muchos años comenzaban a pender de un delgado hilo, pero porque el nuevo plan, que tenía que haberse llevado a cabo ya, estaba siendo retrasado por motivos que él no podía controlar. Todo al final siempre era culpa de una mujer y su mente ahora pedía que se deshiciera de ella antes de que todo el esfuerzo fuese en vano.

No iba a dar otra oportunidad. No estaba en su naturaleza perdonar porque perdón es la aceptación de una mentira. Y a él no le gustaban las mentiras. Marianne le caía bien, lo debía admitir, pero que se empezara a entrometer entre él y Charles era algo que no aceptaría. La relación con su hermano era más importante que otra cosa y su contrato comenzaba a deteriorarse.

-Tch- y ahora lo hacían esperar de esta forma. No confiaba ya en que todo saliera de acuerdo al plan con este nuevo retraso, había comprado el tiempo que creía suficiente pero estaba llegando al límite.

Entonces la vio aparecer. V.V. sonrió para sí mismo todavía escondido detrás del grueso pilar. Ajustó el arma tras su cuerpo y se preparaba para salir cuando una voz intrusa se hizo presente.

-¡Okaa-san!-

Se detuvo de inmediato, esperando no haber sido notado. Al escuchar los tacones de los zapatos de Marianne alejarse, supo que ella ni siquiera sabía que estaba ahí o no lo hubiese dejado esperando. Le había dicho que era sumamente importante. Apretó el puño en frustración asomando en lo más mínimo su cabeza para averiguar qué estaba retrasando esta vez el incidente.

Tenía que ser… uno de sus sobrinos.

Volvió a pegar la espalda contra el pilar, la frustración estaba tomando lo mejor de sí mismo y cuanto más tiempo pasara ahí parado, entonces corría más peligro de ser descubierto y en lugar de haber dado un paso hacia su hermano al desaparecer a Marianne, solo lo distanciaría por siempre. ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado?

Pensó por unos segundos. Marianne debía irse. Eso era lo que lo había llevado a armar todo ese plan y no se iría sin cumplirlo, aunque ahora tenía un posible testigo.

Lelouch.

El hijo varón de Charles con Marianne. De solo pensar en el joven príncipe también se ponía de mal humor. Ya había pensado que solo quitar a Marianne del camino no significaba que sus dos hijos con ella no serían también una distracción. Debía terminar con todos, era un hecho. Pero nunca se le había ocurrido tres o dos pájaros de un solo tiro. Incluso haría que todo pareciera más un incidente causado por motivos externos, y no él, ya que la única víctima no sería solo Marianne, pero también su joven hijo.

Tenía planeado usar a Nunnally una vez que todo acabase, pero esta era una mejor opción. Incluso Marianne no sospecharía en sus últimos momentos que él había sido el artífice de todo ese acto.

Entonces Lelouch no era una intromisión del todo.

Sonrió mientras buscaba lo más callado posible su celular, aunque la música del salón impedía que pequeños ruidos como el roce de su ropa y marcado de teclas se escuchara. Tampoco era audible lo que susurraba.

-Cuando escuchen el primer disparo, continúen- no podía esconder el sabor de la victoria en su malévola sonrisa al dar tal orden. Rápidamente guardó el celular y respiró de manera profunda.

Acomodó su dedo mejor en el gatillo, con solo una mirada, apuntó perfectamente a sus víctimas. Tan inocentes y al mismo tiempo culpables del destino que se habían cargado en sus hombros. Marianne nunca debió haberse acercado a Charles, al menos no más que las otras esposas que se conformaban con un reconocimiento ante el mundo y dinero para vivir cómodamente el resto de sus vidas, sin hacer más ruido o aparentar un posible amor con su hermano.

Marianne había llegado más lejos que todas ellas.

No solo aparentar querer a Charles, pero hacer a su hermano caer en el mismo juego, amándola de regreso.

Lelouch solo era la unión de ellos dos y eso lo hacía más peligroso. Un peligro que no dejaría crecer porque era una unión que se podía volver indestructible con el tiempo, amenazándolo a él. Debía detenerlos.

-No es nada personal…- musitó mientras halaba del gatillo lentamente. Aunque claro que era personal.

Los disparos fueron perfectamente dirigidos, pero debía admitir que no había sido una de sus mejores ideas apuntar cuando ambos miembros de la Familia Imperial eran protegidos por la baranda del pasillo antes de llegar a la escalera. La lluvia de proyectiles de su arma chocaron contra el mármol y rasguñaron en todas partes mas ningún disparo atinó. Pequeñas astillas brincaron, pero él no logró…

-¡LELOUCH!-

El grito horrorizado se abrió paso hasta sus oídos. Resonó por toda la mansión, y rompió el silencioso ambiente. Pero se encontró sonriendo segundos después, pensando que al menos había logrado algo. No mucho tiempo esperó a que la lluvia de balas venidas desde los jardines se hiciera presente. V.V. se quedó con la espalda recargada al mármol, esperando pacientemente a que todo terminara y él podría hacer su camino de regreso a la Orden.

Su rostro impávido pero adornado de venganza resaltaba entre la multitud de disparos que atravesaban las grandes ventanas. Cuando las balas se terminaron, la música del salón ya se había detenido y los pasos apresurados se acercaban.

-Tiempo de desaparecer-

Se fue sin más que una mirada a la baranda. Podía ver a Marianne en el suelo y a su joven hijo sobre ella, pero de la chaqueta de su joven sobrino escurría ya la sangre muy lentamente pero segura. Ninguno de los dos se movía.

Claro que no había ido en vano.


Todo comenzó a pasar lenta o rápidamente según los distintos puntos de vista. Muchos creían que era una horrible pesadilla pero tantas personas habiendo atestiguado el desenlace, no era solo una gran coincidencia. No era solo que concordaran en sus mentes. Porque aunque todo fuera una horrible escena, tarde o temprano, por obra de alguien, debían salir del trance para actuar y tratar de que las cosas salieran lo mejor posible.

Muchos afirmaron que el aterrado grito se escuchó después de la lluvia de disparos, otros muchos estaban empeñados en que había sido antes, pero estos últimos eran fácilmente contrariados por el hecho de que los disparos fueron los causantes del grito y no antes. No había forma en que la Emperatriz hubiese gritado antes de que todo pasara, porque nadie sospechaba que algo así pasaría.

Entonces los músicos se detuvieron con expresiones de confusión y miedo en sus rostros. El eco de armas siendo disparadas duró por unos segundos haciendo que todos se petrificaran en lo que hicieran y los segundos después de que todo acabara, la indecisión sobre qué era lo más prudente los mantuvo todavía inmovilizados.

Finalmente y por insistencia de voces femeninas, los hombres presentes comenzaron a movilizarse.

-¡Vamos! ¡VAMOS!- sin etiquetas, consideraciones y movimientos llenos de gracia, todo el que quería y podía se movilizó. El silencio reinante era pesado y lúgubre pero no los detuvo de hacer lo que mejor les parecía.

Buscar a la emperatriz.

El grupo de hombres corría por los pasillos deteniéndose en cada esquina sin saber lo que realmente pasaba. Quizás y ellos eran lastimados, quizás y saldrían muertos. Pero el total silencio les indicaba que no había algo de lo cual temer, que lo peor había pasado. Pero solo por así decirlo. Continuaron en la dirección que los disparos habían sido escuchados, no mucho tiempo después encontraron el fin de la escena. Con aterradoras consecuencias.

-¡EMPERATRIZ!- uno de ellos gritó. Todos se detuvieron detrás del primero en notar la situación, el vuelo que llevaban los hizo chocar entre sí al frenarse de la nada.

Pero había algo por lo cual detenerse.

La luz de la luna atravesaba por las ventanas de cristales rotos. Los rayos platinados caían en el gran vestíbulo siendo testigos de lo que había pasado y lo que estaba pasando ahora.

El grupo estaba atónito.

Mirando los agujeros en paredes, muebles y escaleras. En los cuerpos…

-¡Muévanse!- alguien había recuperado la compostura. Un hombre salido detrás del grupo se acercó a ambos miembros de la Familia Imperial con paso temerario pero firme en su decisión de que debía hacerlo.

Su vista pasó primero por el joven príncipe. Podía notar esa gran mancha en su costado, podía oler la sangre. Luego pasó su vista a la Emperatriz y sostuvo el aliento en su garganta.

-Marianne-sama…- susurró.

Dilatadas pupilas azules miraban hacia arriba temblando visiblemente. Los brazos de ella se aferraron por instinto a su hijo y su cuerpo parecía inerte en otros sentidos.

Marianne no podía creerlo. Marianne estaba en shock.

Ella sabía, o presentía que las cosas no estaban bien. Que el hecho de que Lelouch no se hubiese levantado de encima de ella significaba que algo había pasado. Porque sí había pasado, pero a ellos, se refería que algo les había pasado a ellos. No podía sentir su cuerpo, solo un entumecimiento general así que no tenía idea si estaba herida, rasguñada o con una bala en medio de la cabeza. No lo sabía. Porque también su mente solo tenía algo en lo cual concentrarse por el momento.

Y eso era Lelouch.

Su pequeño y adorable Lelouch, que no la abrazaba ya tan seguido desde un comentario hecho por uno de sus hermanos mayores.

"¿Quieres a mami, pequeño Lelouch?"

Su Lelouch era un aguerrido y nada dócil ser, que a pesar de todo ocasionalmente le mostraría su afecto por contacto, pero que cuando era descubierto en el acto, se sonrojaría hasta las orejas de un vivo color rojo argumentando que no era lo que todos creían. Así que la situación no tenía sentido. Marianne podía sentir que había personas a su alrededor, aunque no las divisaba, y el hecho de que Lelouch todavía estuviese sobre ella sería vergonzoso para su pequeño príncipe.

Él ya debía estar de pie y sonrojado. Él ya debía estar dando explicaciones sobre lo ocurrido, no era como Lelouch el permanecer tan callado e inmóvil.

Pero Marianne también recordaba perfectamente su pequeña expresión de sorpresa, justo después de que la primera bala había roto el encanto. Su instinto la hizo bajar la mirada para comprobarlo en aquél momento y una mancha roja se formaba en la delgada camisa blanca bajo el saco de su hijo. Solo había alcanzado a exclamar su nombre, entonces una lluvia de balas se había desatado.

Ella estaba segura de que no se había tirado al suelo como forma de protección, no después de lo que había visto, no por su propia vida. Una fuerza pequeña, sin embargo, la había obligado una milésima de segundo antes de que todo comenzara. Las manos de Lelouch seguían en sus hombros, arrugando la tela de su vestido mientras se había aferrado fuertemente por varios segundos.

Hasta que todo había acabado y volvía al punto en el que estaban.

-Lelouch…- encontró su voz de nuevo, sin embargo era perfectamente escuchado el temor en ella. –Lelouch- continuó más fuertemente. Los hombres a su alrededor se estaban acercando con más seguridad que antes, pero no podían hacer nada al respecto -¡Lelouch!- no recibía respuesta alguna.

Entonces el rostro de alguien ensombreció su visión por unos segundos, intentó apartar los brazos de Marianne que trataban de despertar al joven príncipe, pero ella no lo dejaba aferrándose aún más fuerte.

-¡Alguien, pida ayuda!-

-¡¿Dónde están los guardias?-

-¡Necesitan atención médica!-

Los distintos pedidos se sobreponían en otros. Villa Aeries había vuelto en sí para convertirse en un caos buscando explicaciones, ayuda y un poco de esperanza. Invitados olvidaban la etiqueta, sirvientes trataban de poner un poco de orden y buscaban a los responsables. Los guardias no estaban en ningún lugar cercano.

Las cosas no pintaban bien.


Japón

-¡Suzaku, presta atención a tu defensa!- fue la voz que alejó las sombras.

Un joven de cabello alborotado y ojos verdes volvía en sí. Parpadeando confundido tomando en cuenta su alrededor, su inusual alrededor.

-¿Qué está pasando contigo hoy? Aunque solo tienes diez años, ya deberías saber levantar tu bokken en la dirección correcta-


¿Qué puedo decir? n.n

¿Review?

any :3