Capítulo I

(Por Katica&Katika)

Ese verano parecía ser el más caluroso de la historia. Una vez había bajado del avión, sintió el fuerte sol y se acomodó su gorra. Había regresado a Japón después de una larga temporada en Alemania, y ya era hora de poner los pies sobre tierras niponas.

No llegaría a Shizuoka directamente. Permanecería en Tokio como había quedado con el resto de sus amigos, y así reunirse con ellos para celebrar por el segundo bebé de Kojiro y Victoria Hyuga.

Se alojó en uno de los hoteles más lujosos de Tokio, esperando la hora acordada para la celebración. ¿La volvería a ver? Eso sólo lo sabía el destino.

Unas horas antes, Tsubasa había llegado desde España para vacacionar un poco y reencontrarse con la familia. Había pasado mucho tiempo desde que se había marchado, y entre obligaciones y partidos, se le pasaron varias vacaciones y unas que otras navidades. Así que ya estaba allí, en Tokio, tomándose un café en un ostentoso restaurante, pensándola. Era hora de volver a empezar. Con un gesto llamó al camarero.

-¿Se le ofrece algo más, Señor?

-No, sólo tráigame la cuenta.

Justo en el momento en que el camarero se retiró, sus ojos se toparon con la imagen de una chica impactante, de armonioso andar y mirada segura. Podía reconocerla a miles de kilómetros. Sanae. La última vez que la había visto lucía hermosa, pero esta vez era algo mucho más impresionante. Había pasado de ser la chiquilla con un cuerpo sencillo y suave, a la dama imponente y exitosa que podía leerse en su mirada, la mujer perfecta para él.

Se puso de pie, dejó el dinero y la propina a un lado del recibo, y se dirigió a la salida, dispuesto a seguirla.

Sanae caminaba a paso rápido, ajena a todo el remolino de emociones que estaba por absorberla. Había tenido un día duro en su empresa, y además de eso, debía estar en casa de Vicky y Kojiro hacía un rato, pero el retraso de una reunión, la hacía llegar más tarde de lo que había planeado.

Se detuvo en el semáforo de la esquina. Estaba a pocas cuadras del departamento de sus amigos, así que prefería ir caminando. Una mano suave la tomó por el brazo y le hizo darse la vuelta. Frente a ella estaba la última persona que esperaba ver.

-¡Tsubasa!- sus ojos no daban crédito a lo que veían. Ahí estaba él, sonriente, como si los cinco años de su ausencia hubieran pasado sólo para ella.

-Parece que hubieras visto un fantasma- Tsubasa se acercó para darle un abrazo, pero ella le rehuyó instintivamente.

-¿Qué es todo esto? ¿Qué haces aquí?- Ella no aceptaría verse vulnerada. Sabía que al mínimo contacto con él, cedería a las más locas tentaciones.

-¿De qué hablas? Estoy de vuelta, no pensé que te incomodara- Ahora era él el confundido.

-No, olvídalo. Es sólo que voy de afán, y estoy un poco estresada, sólo eso- fijó su vista en el semáforo. Había cambiado hacía unos minutos, pero no podía irse y ser descortés.

-Ah, entiendo. Bueno, si estás muy ocupada, no hay problema. ¿Te parece si nos vemos en el restaurante de esta calle, en la noche?

-Eh, sí… - miró su reloj- sí, claro, esta noche. Entonces nos vemos, ¿vale?- y echó a andar rápidamente.

Tsubasa la desconocía totalmente. ¿Tanto tiempo había pasado para debilitar lo que una vez hubo? A lo mejor sí, y se arrepintió de lo lejos que estuvo, de lo mucho que la descuidó.

Sanae había caminado demasiado rápido. Ya estaba en la puerta del edificio, cuando escuchó una voz familiar.

-¡Anego!- Genzo la saludó con una sonrisa. Ese día sí que estaba cargado de sorpresas.

-¡Genzo, qué bueno verte! Y no me digas Anego.- Sanae le correspondió el saludo con un pequeño abrazo. Luego de odiarse mutuamente en la escuela primaria, una vez el Nankatsu SC conformó su equipo y Genzo se convirtió en el portero prodigio que los llevaría a la victoria, se volvieron muy buenos amigos.

-Tú sí que estás… bastante bien- le dijo mientras le daba una vuelta para mirarla.

-No inventes, aunque veo que esperabas que me quedara como la eterna animadora y manager del equipo- Ambos subieron al ascensor.

-Yo siempre supe que estabas hecha para triunfar- Genzo le sonrió.

-Pues gracias por considerarme una triunfadora. ¿Y tú qué tal? Ya yo te hacía más alemán que japonés.

-Alemania me ha abierto muchas puertas, pero uno no debe olvidar de dónde viene- Salieron del ascensor y caminaron hasta el fondo del pasillo. Desde afuera se sentía la música suave, y ya era de esperarse que hubiera muchas personas.

-Seguro. A lo mejor eso también le pasó a Tsubasa. Claro, que él nunca aprendería a bailar flamenco- Ambos rieron a carcajadas. Imaginarse a Tsubasa apartando un balón y decidiéndose a tocar las castañuelas al ritmo de flamenco, sí que era todo un acontecimiento.

Victoria les abrió la puerta. Estaba adorable. El embarazo le sentaba bien, y se veía completamente feliz.

-¡Sanae! Pensé que ya no vendrías- le dio un abrazo a su amiga, que le acarició suavemente el vientre abultado

-¿Qué tal el pequeñito, eh? ¿Cómo se porta?

-Pues bien, pero creo que heredará las ganas de patearlo todo. Ya saben, Kojiro es un experto- ambas mujeres rieron. Sanae pasó al departamento y se reunió con varias de las chicas que allí estaban.

-Yo que vengo desde tan lejos, ¿y no recibo ni un abrazo de mi amiga favorita?- Genzo le envolvió en un tierno abrazo. Le dio un beso en la frente y pasó una de sus manos por el vientre de ella.

-Te echaba de menos, Innoble- Victoria se hizo a un lado dándole paso a Genzo.

Una vez dentro, echó un vistazo rápido. Pero ella al parecer no había llegado.

Kojiro se acercó y le dio una palmada en la espalda. Y como adivinándole el pensamiento, agregó:

-No está aquí, pedazo de "Don Juan".

Genzo le miró sorprendido. Luego sonrió. A pesar que no eran tan amigos, tampoco eran tan rivales. Pero bien sabía que Kojiro no le perdonaría el haber lastimado a su cuñada.

Kojiro le miró fijamente. Pensaba decirle algo más, pero la pequeña Kiara llegó y se aferró a su mano, tirando de ella.

-Papi, acompáñame- Kiara le miraba con ojos humedecidos. Kojiro la alzó en sus brazos y le habló despacito.

-Ya te has despertado, pequeña. Vamos a tu habitación. No deberías estar despierta a esta hora.

Genzo le observó por un momento. ¡Cuánto podía cambiar Kojiro Hyuga por su pequeña! Se sentó en el sofá más cercano a esperarla. Sabía que ella vendría, no se perdería por nada un momento así, y menos si se trataba de Victoria, su hermana.

Y entonces pasó. El timbre sonó y Victoria gritó de emoción al ver a su hermana menor. Esperó poder detallarla una vez cruzara la puerta. Gabriela estaba impactante. Perfecta. Mejor de lo que él mismo se hubiera imaginado. Por fin, luego de tantos años podía verla otra vez. Podría enfrentarla, conquistarla y tenerla una vez más.

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Este capítulo hemos decidido dedicarlo a Aster125 por todo el tiempo de amistad incondicional que llevamos. Gracias, hermanita! Te queremos muchísimo! :/3

Victoria y Kiara Hyuga pertenecen a Aster125
Todos los personajes de CT son propiedad de Yoichi Takahashi.