Correspondencia
Personajes: Hannah Griffith.
Advertencias/Spoilers: Spoilers para la primera mitad de la segunda temporada.
Hannah inhala profundo y repasa por última vez las líneas que enviará a su padre.
Son frases cortas, simples, con una cortesía casi forzada. Relee aquel distante "saludos de Hannah" que hay como firma de despedida y por momentos los remordimientos le atacan. Después de todo, siempre llevó una buena relación con su padre, el hombre que fuese su apoyo incondicional a todas horas y para cualquier nimiedad recurrente.
Más que una 'conexión especial', ella lo veía sencillamente como una fuerte relación padre-hija.
Jamás imaginó que él pudiese traicionarla.
Recuerda con precisión aquel verano en que, sobre los hombros de su padre, señaló un enorme algodón de azúcar celeste, él permaneció sonriente durante todo el paseo, incluso la acunó en sus brazos hasta que ella terminara la preciada golosina. Parece mentira que sea el mismo hombre que atravesó la puerta de la suite del Neptune Grand como una fiera defensora de su territorio.
Sí, aunque le pese, reconoce que son el mismo hombre.
Es por ello que por fin presiona el botón de 'enviar' en la pantalla, aún cuando aquella firma le produce cierto pesar.
Porque Hannah solía ser la adoración de su padre, y aquel sentimiento era correspondido.
Ahora, sólo es una chica abandonada a su suerte en un internado en Vermont. Es imposible teclear un 'cariños de Hannah' o frases similares, cree que sea correcto. Hasta cierto punto es equiparable a la hipocresía y Hannah no es ese tipo de persona.
Nunca lo será...
Con las prisas, su bolso cae al suelo y justo un par de orejas rosadas se asoman entre la abertura de la cremallera.
Un suspiro se le escapa, aunque si hubiese tenido oportunidad, lo habría reprimido.
Flexiona las rodillas en un gesto descuidado y toma el bolso entre sus manos otra vez, ahora tomándose el trabajo de cerrar la cremallera con más precisión.
Resulta curioso que el peluche la acompañe a todos lados pero apenas tenga voluntad para dejarlo en un sitio visible.
Tal vez sea cuando obtenga respuesta a esa interrogante, sepa también por qué aún es incapaz de iniciar correspondencia con él. Con quien le obsequiara aquel conejo de peluche en esa feria escolar que aún se conserva nítida en su memoria.
-¡Hannah¡Hannah, vamos a la cafetería¿Vienes?- es la voz de Tracy, su compañera de habitación.
Hannah le devuelve la sonrisa y asiente, apresurando el paso, mientras piensa que quizás mañana cuando revise la casilla de correo en pos de la respuesta paterna, se atreva a redactar una misiva más.
Quizás...
