Una pequeña parte de ti
PROLOGO
Antes que nada, a cualquiera que se encuentre leyendo este pedazo de papel virtual:
Gracias.
Gracias por ahora dejarme entrar y penetrar en tu mente, aunque sea solo por unos instantes, el tiempo en el que se escriben estas líneas son simples polvos mágicos que le permiten a este diminuto ser jugar con los sentimientos y volar juntos a un extraño y nuevo universo. Así que siéntate, relájate y disfruta, déjate llevar por esta ficción del fan.
Notas Iníciales: Desde hacia tiempo, buscaba una inspiración divina y seductora, algo que llamase mi atención, pero debo confesar que no encontraba las palabras, los personajes o el momento correcto. Pero ¡Oh! Termine de escribir algunos garabatos antiguos y me hicieron recordar una promesa que tenía en mis tiempos mozos donde las letras fluían cual tropel a galope de mis dedos. Esta pequeña historia es el premio que una de mis Cuatro lectores obtuvo en uno de mis retos.
Solo para agregar con dato curioso, agregare que esta historia está inspirada por la película "El lado Oscuro del Corazon", Mario Bennedeti, Oliverio Girondo, el compositor Aleks Syntek y una musa caprichosa.
Con la especial dedicatoria a The Black-Crow por ser mi más fiel lectora.
El dolor era inmenso. A pesar de los años que cargaba con ese sufrimiento, a él le parecía que era la primera vez que su cuerpo ardía en una constante hoguera. Si pudiera describírselo a alguien a quien le importara, podría referirse a lo que sentía como si sangre fuera reemplazada por lava ardiente que recorría gustosa su cuerpo, haciendo que sus músculos se paralizaran; algunas partes de su cuerpo se cubrían de brasas ardiendo y erupciones, la cabeza giraba y daba vueltas constantemente, y para finalizar su tortura, los glóbulos oculares sangraban copiosamente.
Por ello la necesitaba, no era un adicto; Simplemente el "Xenothium", aquella droga, le rebajaba el dolor. Le devolvía a la normalidad, si por normalidad uno pudiera comprender las cicatrices que se abrían ante el dolor y el fuerte ardor que provocaba su cuerpo en las quemaduras de segundo grado. Pero nadie lo entendía, nadie lo sabía, y no se lo revelaría a ninguna de aquellas cinco sombras que lo miraban desde el techo de la fábrica, donde la luna reflejaba su máscara blanca.
- Se ha terminado Red X – Oír su sobrenombre de aquel sujeto le causaba nauseas y repulsión – Deja el "Xenothium" en su lugar-.
Red X tuvo que mantener el balance, soportando el desgarramiento de sus músculos sobre su piel, no se notaba, pero bajo su mascara, una mueca de dolor se disfrazaba en cada respiración.
- Claro – argumentó mientras lo que serian las pupilas de su rostro observaban a las sombras – solo déjame… - Una pequeña explosión invadió el piso de la fábrica, y así, las bombas de humo rojas pululaban alrededor de aquellos sujetos mientras Red X escapaba entre los dolores sobre su cuerpo. Hurgó un poco más, debía encontrar aquella jeringa antes de que inevitablemente el humo se desvaneciera.
Con la agilidad que le precede a un gato, el ladronzuelo se escabullo entre los distantes tipos de caja de acero, donde, con preocupación, logro obtener de uno de sus tantos bolsillos aquel objeto punzante que le permitiría librarse de aquel suplicio. Velándose por el humo escarlata que abrazaba el lugar, por fin pudo estar con un poco de tranquilidad. Con una de sus manos eliminó su capucha en forma de calavera y por poco tiempo respiro el nocivo aire de la realidad que le atestaba; Los pasos se oían veloces y cercanos; Debía ser ágil para no encontrarse con alguno de aquellos fenómenos.
El cabello azabache recayó largo, húmedo y poco sedoso ante la luz de la luna blanca, la mirada se encontraba perdida y sollozante, de alguna forma, un circulo de color purpura rodeaba uno de sus ojos y el otro de ellos portaba un velo parecido al de alguna catarata. Breves raspones se fundían con las inconfundibles cicatrices de alguna tunda atroz. Tosió fuertemente, y por extraño que le pareciera, se sintió refrescado de su garganta. Tan veloz como la prisa que llevaba aparto parte de su traje de caucho y látex sobre su hombro. Tomó una agujeta que ató a su brazo y la mordió para ejercer mucha más presión en su expuesto brazo. Preparó desesperadamente el brebaje que se introduciría a sus venas por la jeringa. Pronto, aquel inmenso dolor que le acontecía se eliminaría de la faz de su cara.
- ¿Ves algo Raven? – Aquella maldita voz le sacó de sus cavilaciones completamente. Por un microsegundo, tuvo miedo de ser descubierto, pero pronto cayó en la cuenta de quién era el mismo. Debía terminar mucho más rápido. Si no, aquel dolor se propagaría hasta su espina dorsal.
La blancura de su piel se camuflaje aba con aquella luna que desde el cielo oscilaba sus rayos prestados. Bajo el metal que cubría el pequeño mundo donde Vivian estos seres, la negrura de su alma era un respiro para aquellos que se asfixiaban del hedor de los colores vivos. El purpureo color de sus cabellos, mezcla exótica de un ángel enamorado y un demonio confundido, esotéricamente resplandecía brilloso inclusive con aquel humo rojo.
En su cuerpo un estremecimiento como de un alfiler sobre la piel le indica a sus sentidos que en el ambiente hay un olor bastante peculiar, algo que ha olido varias veces y que su mente le indica que debe cazar. Distante como pareciera, elevándose sobre la oscuridad sin fondo, descubre al ausente en pleno acto de agonía. En vergonzosa posición, sobre la cual, su piel y magulladuras se esconden bajo el velo que ofrece levemente el humo. Una sombra blanca, sobre el pestillo del ojo le admira, le contempla. Se gira sobre la cabeza para cubrir lo único valioso que podría poseer como su identidad.
La bruja del pájaro de mal agüero presiente un espasmo sobre su espalda, le recorre, sobre la inmensidad de blancura y tersura se sobrelleva de manera el presenciar una soledad, la tristeza nostálgica de aquel que añora lo que pudo tener y se resguarda en las historias del pasado inventado sobre una mente sin recuerdos.
- ¿Raven? -.
Se abren las rejas de los labios y al instante se ciernen sobre la guardiana. Se voltea ignota, dejando a la figura sobre su puesto tan irónico de secreto y sorpresa. Ninguno de los dos, se mira nuevamente, en la oscuridad del secreto, se esconde ese misterio que siempre le rodea y las sombras se alejan de aquel lugar.
Herido, lastimado y humillado, el doliente reposa su cabeza sobre la caja de metal; de súbito suspira en forma pausada, por simple curiosidad mira hacia su interior, y el dolor se vuelve menos tenebroso cuando la figura del color marino se tiñe en su mente dejándole matices de curiosas dudas. De un simple porque, a un tal vez. Toma la máscara de la muerte, se disfraza con ella como si su vida le viniese en fusionarse y se aleja saltando sobre los edificios de la ciudad.
La luna ha visto todo desde su magnánimo lugar y todos los que han acontecido al lugar saben de sobremanera que ni en sueños, esta será una noche prematura.
