Un hombre de cabello castaño corto, tez morena y ojos color chocolate y una mujer pelirroja con ojos color rubí y la piel levemente tostada estaban sentados frente a frente en la sala de estar de un departamento. Él estaba vestido con un traje formal de color negro, una camisa blanca y una corbata azul grisáceo, mientras ella vestía un pantalón celeste pálido y un chaleco amarillo con mangas largas.

—Aún no me dices la razón por la que me pediste que viniese, Sora, ¿te pasó algo? —preguntó con tono de preocupación.

—No es nada —se mordió el labio inferior—, Tai, esto... lo que quiero decir... —su voz se comenzó a quebrar y dejó escapar unos leves sollozos a la vez que bajaba la vista para ocultar su rostro.

El castaño se levantó de su asiento, caminó hacia ella, se agachó y posó una de sus manos sobre su mejilla para acariciarla y secar con su dedo pulgar las lágrimas de su..., ¿qué eran ellos?, ya no tenía idea de lo que eran, desde hacía mucho tiempo que ya no lo sabía. Soltó un suspiro y la miro directo a los ojos a pesar de que ella los tuviese cerrados.

—No te preocupes, lo... lo que hicimos no lo sabrá nadie... —sintió una especie de nudo en la garganta—, te quiero pedir perdón por todo, por lo de estos últimos dos años y lo que pasó cuando teníamos diecisiete. Nunca debí hacerte esto —esto último lo dijo besando la frente de la pelirroja.

Se levantó sin esperar respuesta por parte de ella y comenzó a caminar en dirección a la puerta cuando sintió que lo sujetaban de una manga, trató de zafarse pero cada vez que tiraba el agarre se hacía más fuerte, volteó la cabeza hacia Sora y vio como sacaba un sobre del bolso que tenia junto a ella, se reusaba a verlo a los ojos. Tuvo una extraña sensación cuando recibió el sobre, dentro de este había un papel doblado, lo sacó y comenzó a leer.


—Me tengo que ir —dijo un hombre rubio de ojos azules, mientras tomaba el abrigo que colgaba en un perchero.

La mujer de cabello castaño claro y ojos color miel que estaba a sus espaldas se apoyó en una de las paredes de su casa y vio como este giraba la perilla de la puerta principal.

—Por lo menos podrías hacer el intento de acercarte a él, es tu hijo.

El rubio se detuvo.

—Lo sé, pero...

—¿Pero qué, Yamato?, y no me salgas con eso de que ya tienes una familia y te sientes de maravilla dentro de ella, si eso fuese verdad no estaríamos hablando y Yoshiro nunca hubiese nacido.

Ishida dio media vuelta, quedando frente a ella.

—Mimi... —baja la mirada.

—¡Estoy harta de esto! —él se sobresaltó, levantando la mirada—, ¿todo lo que me dijiste fueron mentiras?.

—Tú no entiendes...

—Oh, claro que entiendo —comenzó a caminar hacia él—, sólo fui la persona a la que recurrías cada vez que te sentías mal contigo mismo ó cuando te peleabas con Sora, y yo fui tan estúpida que no me di cuenta, ahora no me atrevo a ver a Sora y todo porque creí que realmente te importaba.

—No puedo hacerle a Narumi lo que hicieron mis padres con Take... —antes de que terminara su frase recibió una fuerte cachetada y la castaña comenzó a golpear su pecho mientras lloraba.

—¡¿Y qué es él?!, eres un descarado. ¡Me dijiste que estaban borrachos, que habían terminado semanas antes de que pasara! —sintió las manos del rubio sobre sus hombros y dejó de golpearlo—. ¿Crees qué es mejor para ella todo esto?.

Ella trató de liberarse de los brazos de Yamato, pero cuando lo hizo sólo consiguió que este la atrajese más hacia él, abrazándola con fuerza, haciendo que ella apoyase su cabeza sobre el hombro de él.

—Suéltame, por favor, Matt... —pidió mientras sentía como acariciaba su espalda, en ese momento se dio cuenta de que él también lloraba.

Yamato casi nunca demostraba sus emociones de manera tan abierta, esto le daba el aire misterioso que la atrajo en un principio cuando eran niños, pero ella nunca se atrevió a hablarle sobre ello, luego ella se mudó a , y habrían perdido todo contacto si no hubiese sido por sus aventuras en el Digimundo. Pasaron los años, él comenzó una relación con su mejor amiga y ella trato de olvidarlo sin éxito. Aún recordaba el rostro de Tai después de que ella lo besara, sabía que él había estado enamorado de su pelirroja amiga, pero tenía la esperanza de que hubiese dejado eso atrás, se equivocó. Había vuelto a Japón para estudiar gastronomía, Sora y Yamato habían terminado hacia un tiempo y ella pensó que esa era su oportunidad hasta que fueron a esa maldita fiesta y ocurrió lo que ocurrió entre Yamato y Sora.

—Perdóname, Mimi.

Ella se estremeció al escuchar al rubio y correspondió su abrazo, se separó levemente de él. Se perdieron en la mirada del otro, fue el ruido de una puerta abriéndose lo que los hizo salir de ello.

—¿Mami? —preguntó adormilado un niño de no más de cinco años con el cabello castaño claro y los mismos ojos azules de su padre.