Disclaimer: Digimon no me pertenece.
Este fic es para Takari95 por el Intercambio Especial Aniversario II del foro Proyecto 1-8. Y también un regalo atrasado por su cumpleaños, ¡felicidades!
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La calle de los árboles retorcidos y donde se mezclan cielo y mar
I. El mejor amigo y el desconocido
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Pasamos nuestras vidas persiguiendo cosas. Al principio, perseguimos diversiones, juegos, chucherías. Después, perseguimos metas, aficiones, sueños. Y más adelante nos damos cuenta de que lo único que hemos perseguido siempre es a nosotros mismos.
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«1. Si pudieras elegir a cualquier persona en el mundo, ¿a quién invitarías a cenar?».
La pregunta aparece en la pequeña pantalla. Ellos se miran y ríen ligeramente. Saben que los observan y los escuchan, es una sensación extraña.
—Tú primero —dice Takeru.
—Es difícil. —Hikari se muerde el labio.
—No tenemos prisa.
Ella da golpecitos con las uñas en la mesa. Él, sentado enfrente, echa otro vistazo rápido a la pequeña habitación. Parece una sala de interrogatorio. Aunque tampoco se aleja mucho de la realidad.
—Vale, creo que ya sé —dice Kari—. Invitaría a Piscine. El de la película que vimos hace poco, La vida de Pi. Me fascinaría saber qué piensa acerca de todo lo que cuenta, entender su forma de ver las cosas… Me parece una persona muy interesante.
—No es real.
—No especifican que tenga que serlo. —T.K ríe.
—Cierto. Bueno, yo lo tengo muy claro. Si no hubiera problemas por el idioma, a Antoine de Saint-Exupéry, escritor de El principito. Solo con la dedicatoria, creo que debió ser una persona especial, con una forma de entender el mundo casi mágica. Si tiene que ser alguien actual… a Haruki Murakami.
—Sabía que dirías algo así.
Se sonríen y vuelven a mirar al pequeño monitor. La siguiente diapositiva tiene la segunda pregunta.
«2. ¿Te gustaría ser famoso? ¿De qué forma?».
—Me toca empezar —dice él—. No es que persiga la fama pero, ya que me gustaría ser escritor, la única manera de vivir de ello es que otros te lean. Y cuantos más, mejor. Así que querría serlo solo por eso. Pero no en un sentido de mover masas, de que me vean por la calle y quieran hacerse fotos conmigo, sino de manera que mis palabras puedan llegar a muchas personas, a hacerles sentir algo.
—A mí… no. No me gustaría, creo. Preferiría vivir tranquila, sin agobios. No sabría cómo ser un buen modelo a seguir.
—No digas tonterías, claro que lo serías.
—Esto va de ser sinceros, T.K. —Ella apoya la barbilla en la mano, mirándolo fijamente—. Es lo que pienso.
—A veces eres muy tonta.
Hikari le saca la lengua.
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«3. Antes de hacer una llamada telefónica, ¿ensayas lo que vas a decir? ¿Por qué?».
Kari baja los ojos, incómoda con la respuesta que va a dar. Ken respeta su silencio y espera pacientemente. En la pequeña habitación cuadrada, solo iluminada por una lámpara blanca sobre sus cabezas, lo único que se escucha son sus respiraciones.
La cámara que hay sobre la pantalla sigue con la pequeña bombilla roja encendida.
—Depende de a quién llame —dice la chica—. Si es mi hermano o alguna persona cercana, no. Pero si es alguien con quien tengo menos confianza sí pienso qué quiero decir.
Él asiente con la cabeza. Su mirada es amable.
—Yo no hablo mucho por teléfono. Me incomoda. Sí suelo hacer un pequeño repaso mental, sobre todo para llamadas por algún servicio como hacer un pedido.
Ella sonríe, le alegra no ser la única que hace esas cosas.
«4. Para ti, ¿cómo sería un día perfecto?».
Ken se piensa la respuesta. Pasa un par de dedos por su barbilla.
—Un día perfecto… Sería estar en una ciudad muy grande, donde nadie me conozca. Pasear por sus calles, comer en algún puesto ambulante, descubrir ese lugar desconocido. Y, sobre todo, caminar de noche por callejuelas oscuras llenas de carteles luminosos.
—Qué curioso —susurra Hikari.
—¿El qué?
—Mi día perfecto es muy distinto y sencillo. Me gustan las cosas simples. Levantarme y pasar la mañana con mi hermano, quizá viendo alguna película, comer con mis padres y mis abuelos, quedar por la tarde con mis amigos. Y por la noche estar tranquila, retocando fotografías con mi gato en el regazo.
Se atreven a mirarse a los ojos durante más segundos de lo normal. Él sonríe.
—Sí, es muy diferente. Yo prefiero estar solo y tú te centras en estar con otros.
—Pero… tu descripción me ha gustado también. Quizá pueda haber muchas formas de tener un día perfecto.
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Koushiro se planteó muchas veces si había sido una buena idea apuntarse a ese cursillo. La psicología le llamaba la atención a ratos, pero más en un sentido biológico. Entender el funcionamiento de la mente podía ser interesante. Hacer trabajos sociológicos, no. Porque conllevaba trabajar en parejas y tratar con extraños.
No hay muchos pelirrojos en Japón, por eso se extrañó al encontrarse en esa clase una chica con la que compartía esa rareza. A su profesor también le pareció muy curioso, por eso los asignó como pareja de trabajo.
—Aprobar este curso no va a ser tan fácil —dijo el profesor, con una inquietante sonrisa—. Tendréis que hacer una investigación que de verdad merezca la pena. Creativa, con un nuevo enfoque, original. Así que venga, a pensar. No voy a regalar el diploma a cualquiera.
La pelirroja, que se llamaba Sora, pareció inquietarse con esas palabras. A Kou le extrañaba que una estudiante de Diseño estuviera en ese curso. Aunque, bien pensado, sus estudios de Ingeniería Informática no tenían más relación.
Quedó con la chica cada tarde durante una semana. Buscaron en libros e internet algo que pudiera servirles. Algún trabajo interesante que usar como base.
Justo cuando parecía que no encontrarían luz al final del túnel, ella dio con la solución.
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«5. ¿Cuándo fue la última vez que cantaste a solas? ¿Y para otra persona?».
—Bah, no suelo cantar, se me da mal —dice Hikari—. Aunque sí tarareo de vez en cuando, sobre todo si estoy de buen humor. No recuerdo la última vez que canté…
—Yo sí. Cantaste delante de mí hace unos días. Cuando te enseñé el vídeo del opening de esa serie de monstruos digitales.
—¡Ay, es verdad! Me encantaba. ¿Te acuerdas de cuando volvíamos corriendo del colegio para verla?
—Claro, y de cómo te enfadabas si te perdías algún capítulo. —Se ríen, tararean la canción, hasta que parecen recordar que están siendo grabados—. Bueno yo seguramente canté a solas ayer, porque estuve escuchando música. Y para alguien esta mañana, he quedado con mi hermano para ayudarle con una canción que está componiendo. Pero eso ya te lo he contado antes.
«6. Si pudieras vivir hasta los 90 años y tener el cuerpo o la mente de alguien de 30 durante los últimos 60 años de tu vida, ¿cuál de las dos opciones elegirías?».
Takeru se pasa una mano por el pelo, despeinándose.
—El cuerpo —dice—, para poder seguir practicando baloncesto o moviéndome sin problemas. La mente nunca, porque siempre se aprenden cosas nuevas y quedarse en los treinta sería estancarse.
Ella niega con la cabeza, como si acabara de decir una tontería.
—A mí no me gustaría ninguna de las dos. Estamos en cambio constante y es por algo. Me perdería algo importante si no tuviera la piel arrugada y suave de los ancianos.
Él sonríe.
—Tienes toda la razón.
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«7. ¿Tienes una corazonada secreta acerca de cómo vas a morir?».
—No, no lo sé —responde Kari—. Preferiría que fuera de mayor, rodeada de nietos. O bueno más bien mientras duermo, pero teniendo cercana a mi familia… ¿Entiendes? Habiendo vivido de forma plena y sin sufrir.
—Supongo que es lo que quiere la mayoría. Yo desde pequeño he tenido malas sensaciones cuando me acerco a las vías de un tren. —La chica abre un poco más los ojos, como si de pronto la habitación se hubiera oscurecido y tratase de encontrar luz—. También tengo sueños en los que soy atropellado por un tren. No sé si empezó antes el miedo o las pesadillas.
—¿Crees de veras que morirás así?
—Creo que no sabemos lo suficiente de la muerte como para afirmar que no.
Comparten un asentimiento de cabeza.
«8. Di tres cosas que creas tener en común con tu interlocutor».
Ken se recuesta contra el respaldo de la silla y mira a Hikari de forma algo inquisitiva. Si ella se incomoda, no lo demuestra, solo se queda esperando la respuesta.
—Tenemos calor. —Las frentes de ambos están brillantes, el aire en el cuartucho es algo cargado—. Nos incomoda tratarnos de forma tan informal sin tener confianza. Estamos interesados en las respuestas del otro.
—Estamos haciendo un experimento social del que no sabemos nada. No nos conocíamos de antes. Nos gusta hablar mirando a los ojos aunque nos cuesta con desconocidos. —Él sonríe un poco—. ¿Tengo razón en lo último?
—Creo que ya sabes la respuesta.
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—Había leído un artículo de esto hace tiempo —explicó Sora—, pero no le hice mucho caso.
Tecleó algunas palabras claves. El buscador le sugirió varias páginas y pinchó en la segunda. Koushiro leyó con interés, mientras escuchaba su explicación. Cuando terminaron, miró a su compañera.
—¿Treinta y seis preguntas para enamorarse? —Su tono era escéptico.
—Eso es lo que pasó.
—O lo que dicen que pasó.
—Bueno, da igual. —Ella parecía un poco irritada por su falta de fe—. La idea es estudiar la relación entre esos desconocidos, cómo se sientan al tener que hablar de sí mismos, qué piensan del otro cuando acaban. Crearon este experimento para tratar de entender lo importante que es la confianza en la relación de las personas.
—La verdad es que es interesante. Solo nos falta buscarle un enfoque original.
Barajaron varias ideas. Lo primero que tuvieron claro era que no podían hacerlo ellos, necesitarían a algunos voluntarios. Se les ocurrió intentar variar con edades o usar algún test de compatibilidad, pero fue la última ocurrencia de él la que ganó.
—¿Y si hacemos el experimento con tres personas? Por ejemplo, una chica que conteste las preguntas con dos chicos distintos.
—Oye, me gusta cómo suena —dijo ella—. Podríamos hacer algo más. Que uno sea muy amigo suyo y el otro un desconocido.
—¿Estás pensando en alguien al decirlo?
—No. No suele haber muchas parejas que solo sean amigos. ¿Conoces tú a alguien?
—La hermana de un amigo mío… desde muy pequeña hay un chico del que es inseparable. Son simpáticos, seguro que aceptan. Solo queda buscar a un desconocido.
—A poder ser, que sea muy distinto a su amigo.
Se miraron, sonriendo. Les gustaba la forma que iba tomando.
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«9. ¿Por qué aspecto de tu vida te sientes más agradecido?».
—Esta es fácil —dice Hikari—. Por tener salud y que mi gente también la tenga.
Takeru la mira con algo de tristeza, sabiendo que hay historia tras esa afirmación.
—Yo por tener personas con las que poder compartir cosas diferentes. Y también por saber disfrutar de mi soledad, es importante tener mundo interior.
—A veces el tuyo es demasiado grande.
—Oh, vamos, tú lo conoces mejor que nadie. Y siempre estás invitada.
Ella niega con la cabeza, divertida. Él insiste en que es cierto. La pantalla muestra una nueva diapositiva y los distrae de la conversación.
«10. Si pudieras cambiar algo en cómo te educaron, ¿qué sería?».
—Querría saber desde pequeño que no hay que vivir para trabajar sino trabajar para vivir. Ya sabes, mis padres siempre se han centrado mucho en sus profesiones, creo que demasiado. —Acaba la explicación encogiendo los hombros—. Hay que tener cuidado con lo que le enseñas a los niños, a veces me da la impresión de que mi hermano hace más cosas como ellos de lo que cree.
—Pienso como tú. Hay que saber disfrutar de la vida.
—Y te la pierdes si te encierras siempre en una oficina.
—Por suerte, yo siempre he estado bastante con mis padres. Especialmente con mamá, que no trabaja. Y no sé si cambiaría algo de cómo me han educado… tal vez el que importe el qué dirán. Al crecer he visto que eso no es nada relevante, pero mi madre alguna vez ha hecho comentarios de «a ver qué van a pensar los vecinos». Supongo que es algo más de su generación.
—Es verdad. —T.K asiente con la cabeza—. Las cosas van cambiando con el tiempo. No creo que la gente ya no piense en la opinión de los demás, pero en general no se le da la misma importancia que antes.
—Bueno, sí me importa lo que piensen algunas personas.
—Pero justamente esas somos las que no te vamos a juzgar.
—¿Te das por aludido?
—Por supuesto. —Kari se ríe.
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«11. Tómate cuatro minutos para contar a tu compañero la historia de tu vida con todo el detalle posible».
Se miran.
—Uf, cuatro minutos es mucho tiempo —dice ella.
—No tanto si tienes que hablar de toda tu vida —opina Ken.
Le hace un gesto con la mano. La chica empieza a hablar, cuando un cronómetro aparece en una esquina del monitor.
Nació como una niña enfermiza a la que le costó querer hablar, se comunicaba con un silbato y su hermano aprendió a interpretar esos pitidos. Siempre estuvo muy unida a su familia así que ha pasado mucho tiempo con ellos y sus abuelos. También tiene varios amigos desde su infancia que son una parte importante de su vida. En la adolescencia mejoró su salud y tuvo más libertad para buscar aficiones, fue cuando descubrió la fotografía y el baile. Pero al final decidió estudiar Educación, porque le gustan los niños y querría poder enseñarles cosas buenas para ellos.
Un pitido anuncia que el tiempo ha acabado. Casi se les ha hecho corto. Él habla de forma menos entusiasta pero, de alguna manera, más personal.
Ken tenía un hermano mayor que era muy bueno en todo, cuando falleció le tocó intentar ser tan bueno como él para contentar a sus padres. No fue una infancia sencilla y mucho tiempo estuvo alejado de su familia, pero más tarde aprendieron a sobrellevar la pérdida y a que él no tenía que ser su hermano. En cierto momento, hizo cosas que no le gustan, quizá buscándose a sí mismo o tal vez como una forma de rebeldía, y para enmendarlo le gustaría ser policía, al acabar la carrera de Criminología.
Cuando el contador llega a cero, Hikari está llena de preguntas. Pero por respeto o timidez se las calla.
«12. Si mañana te pudieras levantar disfrutando de una habilidad o cualidad nueva, ¿cuál sería?».
—Ser más persuasivo y perceptivo con las personas, me vendría bien para mi futura profesión.
—Creo que sí puedes ser persuasivo —dice ella, sin saber por qué.
—Corrijo. No solo poder serlo, sino usar esa capacidad sin que parezca que es algo malo.
¿Cuánta historia podía esconderse en esa oración?
—Yo querría tocar algún instrumento, siempre me arrepiento de no hacerlo pero es que conlleva mucho tiempo. O pintar mejor.
Kari se siente muy simple con sus respuestas. Y en sus ojos siguen brillando las preguntas que le generan cada afirmación de Ken.
Él solo habla para responder, no da opiniones. Su mirada es amable pero lejana.
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¿Cuándo dejamos de ser desconocidos? ¿Cómo llegamos a conocer a las personas?
Podemos creer tener mucho en común, y descubrir grandes diferencias. Podemos pensar que somos completamente distintos, y encontrar similitudes donde no lo esperamos.
Y podemos, simplemente, ser.
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La historia tiene otros tres capítulos, publicaré uno al día. Se centra en las preguntas que el psicólogo Arthur Aron elaboró y una reportera utilizó consiguiendo enamorarse (y enamorar, claro). He querido preguntarme qué pasaría si se usan más de dos personas y este es el resultado.
Estoy muy contenta no solo por esta actividad tan divertida sino por lo que representa, ¡dos años del foro! Las palabras cursis las dejaré en el último capítulo.
Takari95, espero que te haya gustado, he hecho trampas y te elegí en el Intercambio para poder darte un regalo de cumpleaños elaborado aunque tardío. ¡Feliz no cumpleaños!
