Era un día apenas soleado en las calles de París. Una joven iba caminando por cada una de las calles, estaba maravillada viendo la arquitectura de los edificios. Revisaba constantemente una nota algo arrugada y amarillenta donde tenía anotada la dirección a la que debía llegar. Cuando observó el gran edificio con estatuas en las esquinas y un gran marco de entrada, supo que ya había terminado con su viaje.

Dejó sus cosas las que estaban envueltas en una sábana en el suelo y pronto se dispuso a quitarse los zapatos; sus pies le dolían tan sólo tocarlos y no era para menos, había recorrido varios kilómetros. Sin embargo, su larga espera había terminado o eso parecía y su sueño de volverse cantante pronto tendría resultados si no había problemas de por medio.

Mientras tanto, dos hombres discutían pacíficamente dentro del teatro más conocido y famoso del lugar, claramente…se trataba de negocios.

-Lo siento mucho señor Agreste…lamento tener que ser yo quien le dé la noticias pero ya no es requerido aquí, de verdad lo siento.- Expresaba Kim ligeramente hostil. El señor Agrete, Gabriel Agreste era el director del teatro hasta ahora.- No niego que haya hecho un trabajo excelente, le estaremos agradecidos…-Kim agachó la cabeza con respeto. Gabriel no podía fingir entusiasmo, sólo dio media vuelta y comenzó a alejarse de Nathaniel.

Chloe, la prometida de Kim iba saliendo del teatro y vio muy altiva como el señor Agreste se alejaba. Nathaniel vio a su amada y le tomó de la mano para luego besarla.

-Querida, ha quedado revocado.- Le dijo refiriéndose a Gabriel. Ella sonrió y dio unos cuántos brincos antes de besar en la mejilla a su prometido.

-¡Maravillosas noticas! Esto no podría ser mejor.- Abrazó a Kim y siguió festejando por sí sola. Ser dueña del teatro más famoso más a aparte ser la estrella era todo lo que quería y al fin, lo había logrado, nada ni nadie iba a impedírselo.

-Señor Agreste….¿Qué ha ocurrido?.- Le preguntó Nathalie a Gabriel una vez que lo vio alejarse del teatro.

-Acabo de ser revocado.- Contestó fríamente, no permitía que nadie viera lo que en verdad sentía. El teatro había sido de suma importancia para él.

Nathalie y algunos más veían la clara injusticia que habían cometido con Gabriel, por muchos años había dirigido el teatro con pasión y profesionalismo, las malas lenguas no se hicieron esperar y ya se imaginaban ese lugar destruido por la joven pareja.

-Vamos, con mucho cuidado.- Decía un hombre ligeramente encorvado con un uniforme singular que demostraba sus claros servicios al teatro.

La vida del hombre era placentera, le gustaba su manera de vivir, tan tranquila. Los años que había impartido siendo el portero del lugar no tenía queja alguna, si tuviera la oportunidad de escoger de nuevo su vida, escogería lo mismo.

El hombre se quitó el sombrero y rascó su cabeza antes de volver a recibir ciertas órdenes de sus ahora jefes.

-Disculpe señor.- Se escuchó una joven a espaldas del hombre, inmediatamente se giró.

-¿Puedo ayudarla señorita?.- Preguntó amablemente.

-Sí es que estoy buscando al señor Gabriel Agreste, me han dicho que es el director de este lugar…-Explicaba la joven con el semblante claramente cansado por el viaje, tenía mucha hambre también.- Me envió Adrien, el conde de Chagny.- Mientras la chica explicaba, unas jóvenes doncellas fumaban unos cigarrillos y se enteraban de la llegada de la chica y de todo lo que decía, la curiosidad no se hizo esperar.

-¿El conde de Chagny la envió?.- Preguntó el portero. Ella asintió.

-Sí, el señor Gabriel Agreste me facilitaría unas clases de canto…me lo dijo el conde.- Seguía explicando la chica.

-Lo lamento mucho señorita pero al señor Agreste acaban de cesarlo.- Dijo el hombre apartándose de ella.

La chica abrió la boca sorprendida y se acomodó los cabellos que se le habían alborotado cerca de la cara. ¿Su largo viaje había sido en vano? La sensación fue horrible.

"Aquí lo tienes Marinette, sólo a ti te pasa por ilusionarte antes de tiempo" Pensaba la chica mientras se alejaba con tristeza en sus ojos zafiro.

-¿Cómo es que la habrá conocido?.- Preguntaba Aurore, una de las chicas que escuchó la conversación.

Lila alzó los hombros y se llevó el cigarrillo a la boca nuevamente.

-Debe ser una de sus "amiguitas".- Dijo con altivez.

Las dos chicas fueron acercándose a Marinette quien se había sentado en uno de los escalones del lugar.

-Oye tú.- Lila llamó a Marinette.- Disculpa mi indiscreción pero…¿De dónde conoces al conde de Chagny?

Marinette pasó saliva con dificultad, la falta de agua ya se hacía presente en su boca.

-Nos vimos en una feria del pueblo.- Comenzó a explicar.- El me vio cuando iba camino a su castillo…supongo.

-Eso es novedad.- Comentó Aurore.- Estoy segura de que le gustaron tus piernas.- Se burló discretamente aunque Marinette sabía que pretendía decir con aquello.

-Está equivocada, él me escuchó cantar.- Decía Marinette sintiéndose cada vez más incómoda por las miradas sátiras de las chicas.

-Sí claro…déjame adivinar…¿Te dijo que tu voz era hermosa?.- Preguntó Lila y Marinette asintió.

-Y también te prometió que te ayudaría con clases de canto…¿Me lo vas a negar?.- Añadió Aurore.

Marinette no sabía qué más decir, la respuesta era obvia y no evitó impresionarse.

-¿Ustedes le conocen?...¿Es amigo suyo?.- Cuestionó inocentemente.

Las dos chicas estallaron en carcajadas, se alcanzaron a cubrir con sus abanicos hasta que volvieron a hablar.

-Más que amigas yo diría que…nos dijo lo mismo.- Comentó Aurore.

-Y nos dio una fotografía que guardamos cerca de nuestro corazón.- Lila sacó una medalla la cual abrió y le mostró a Marinette la fotografía de Adrien.- Dime querida…¿Sólo lo has visto una vez?

-N-No…bueno…sí…fue la primera vez.- Habló Marinette después de humedecerse sus labios.

Las dos chicas intercambiaron miradas hostiles, estaba claro que tachaban a Marinette como una ingenua y sus lenguas habían hecho pensar a Marinette, el concepto que tenía del conde había cambiado, tal vez no se trataba sólo de ser amable con las mujeres si no que tenía un doble fin: posiblemente era mujeriego.

Chloe iba bajando los escalones de su mansión con una sonrisa radiante la cual se esfumó al ver a un joven con un portafolio en mano esperándola en la planta baja. Ella alzó la mirada y se acomodó el sombrero floreado y elegante que adornaba su cabeza. El sonido de sus tacones se escuchaba más irritante cada vez que bajaba los escalones.

-¡¿Qué diablos haces aquí?!...¡Se supone que deberías estar haciendo lo que te pedí!.- Exclamaba la rubia mientras se acercaba bruscamente al joven pelirrojo quien alzó su portafolio a la altura de su corazón.

-Es que...uno de los tramoyistas me advirtió que no debo bajar donde usted me ha pedido.- Le decía Nathaniel Kurtzberg. Chloe soltó una risa vacía.

-¿Y prefieres hacerle caso a un simple tramoyista?...¡Por eso te paso yo! ¿O es que quieres dejar de trabajar para mí?.- Preguntaba muy molesta mientras le daba la espalda a Nathaniel.

-No no…nada de eso.- Decía nervioso.- También quería saber sobre el inventario que desea que realice.

-De todo…todo lo que encuentres ahí abajo es lo que quiero que me anotes y me hagas saber.

-¿Sobre qué en especial?

-Pues…-Se puso algo pensativa.- Me interesaría que hubiera algunos de esos trajes antiguos y otros que fueron diseñados y creados en el mismo teatro…más aparte los decorados…quiero saber exactamente qué nos dejaron en ese teatro.- Decía tajante la chica y Nathaniel asintió débilmente.- Anda vamos…no tengo tu tiempo, ve a hacer esto que te pedí y no hagas caso a nada de lo que te digan otros.- La joven empujaba a Nathaniel con desagrado hasta la salida y luego cerró la puerta con mucha irritabilidad. Unas sirvientas se acercaban por el pasillo y vieron alterada a la rubia.- ¿Y ustedes qué están mirando?...¡A trabajar!

Las mujeres espantadas por no querer perder su empleo asintieron y volvieron a sus deberes alejándose de Chloe hasta que al menos se le haya pasado el coraje.

Más tarde…

Marinette quería tomarse u breve descanso después de tanto caminar y antes de regresar a su casa. Su sueño reprimido parecía quedarse estancado entre lo imposible. Ella tomó sus cosas, sus hombros le dolían no porque pesara el bulto que llevaba si no por tener tanto tiempo los brazos doblados. Se fue caminando por donde vino hasta que alguien la alcanzó de inmediato. Ella se giró a ver de quién se trataba, era el mismo hombre de antes.

-Señorita…quisiera ayudarle así que…¿Por qué no viene conmigo? Tal vez el nuevo director decida ayudarla de la misma manera en que el señor Agreste la hubiera ayudado.- Dijo el portero siendo amable con la chica.

Marinette suspiró llena de alivio y sin pensarlo dos veces asintió.

-Muchas gracias.- Contestó ella siguiendo al hombre.

Nathaniel ya estaba en el teatro o mejor dicho, en lo más bajo del lugar. Él estaba espantado pues siempre corrían rumores y algunas que otras leyendas sobre lo que ocurría ahí; desde sustos hasta asesinatos. Nathaniel tragó saliva y fue caminando lentamente por una bajada de cemento. Los ruidos huecos sumamente extraños y el cesar del goteo de agua de la parte superior evocaban más los nervios.

Él siguió adentrándose a los próximos pasillos estrechos, hasta el momento no había encontrado ningún objeto interesante y por mucho que quería irse, era parte de su trabajo seguir con la órdenes de Chloe Bourgeois próximamente, Chloe de Lê Chiến.

Nathaniel había llegado hasta un área más seca y donde había ruido de engranes trabajando y cuerdas tensándose. El pelirrojo vio cada espacio, estaba seguro de que ese lugar tampoco sería de agrado o interés para Chloe, sencillamente no había nada que ella quisiera de ahí. Nathaniel observaba uno de los grandes engranes de madera con detenimiento, era la primera vez que veía algo así. Su curiosidad fue interrumpida cuando una piedra pequeña le cayó en la cabeza. Él sobó la parte de la nuca y miró hacia arriba donde había una gran abertura cuadrada. Su corazón se agitó más rápido cuando pudo divisar que ahí arriba había alguien de espaldas. Los labios de Nathaniel se movían a causa del miedo, deseaba mover sus pies e irse de ahí pero algo más lo tenía paralizado.

Pronto, el hombre que estaba allá arriba se movió, estaba vestido todo de negro y apenas lograba verse su boca. Él sonrió maliciosamente y le enseñó a Nathaniel un cráneo. El joven pelirrojo completamente espantado retrocedió sin cuidado y cayó por un hueco entre la madera, aunque había gritado, nadie pareció notarlo.

Mientras tanto…

Marinette observaba el gran teatro. Era la primera vez que estaba en él y todos los rumores de que el antiguo lugar tenía cierta fascinación era verdad. Los grandes telones rojos y aterciopelados enmarcaban el escenario donde estaban sentados los ahora dueños de ahí: Kim Lê Chiến y Chloe Bourgeois y a su lado estaba Gabriel Agreste.

-Mira, ahí se encuentran los nuevos dueños del lugar.- Decía el hombre señalando a la pareja.- Y el que está hablando es el señor Gabriel Agreste, la persona que buscabas.

Marinette curveó sus labios, si bien no conocía al señor Agreste, su forma de hablar le hacía creer que era una buena persona además, si Adrien le dijo que él le ayudaría en sus clases de canto decía algo bueno de él. Ella también se fijó en Chloe, lucía elegante y la manera en que abanicaba hacia su rostro mostraba cuanto valor proyectaba.

-Admito que…ya era hora de retirarme, ya llevaba demasiado tiempo en este lugar.- Explicaba Gabriel.- No me es de extrañar que toda París esté enterada que la ópera estará dirigida por una nueva dirección del teatro…de un nuevo hombre que estará al frente, permítanme presentárselos.- Gabriel se giró hacia la pareja y extendió su mano.- El señor Kim Lê Chiến.- Kim se levantó e hizo una reverencia hacia el público.- Y a su prometida, la señorita Chloe Bourgeois, una mujer encantadora.- La última palabra pareció más una referencia sarcástica con mucha discreción.

El público aplaudió como si estuvieran siendo apuntados con una escopeta; más forzados que de ganas, casi nadie estaba de acuerdo a que Gabriel Agreste abandonara el lugar, simplemente se les hacía injusto.

Alguien en lo más oscuro de las alturas, observaba el hecho y "festejo" del que sólo parecían disfrutar Chloe y Kim, él la tenía tomada de su mano tratándola como si fuera de porcelana. Gabriel alzó las cejas despectivamente y al igual aplaudió sin mucha emoción.

Kim besó la mano de su prometida y la ayudó a que volviera a sentarse en su lugar, un detalle que hizo gracia a Marinette, como si Chloe fuera demasiado mayor o demasiado egocéntrica para hacerlo sola.

-Este es un momento que jamás olvidaré.- Carraspeó.- Chloe también tendrá este momento en su mente, por toda su vida.- La rubia asintió y fingió una sonrisa demasiado pronunciada.

Kim miró hacia arriba y algo curioso llamó su atención, un pedazo de papel comenzó a descender por el escenario.

-Es el fantasma.- Un hombre del público se levantó y dijo algo que alteró a más de uno. Marinette frunció el ceño sin poder comprender porque ponían esas expresiones.

-¿Un fantasma?.- Preguntó Kim desconcertado mientras miraba a Gabriel como si exigiera explicaciones, él sólo se limitó a ignorarlo.

El público comenzaba a murmurar entre sí, Marinette miró al portero quien estaba más tranquilo, como si fuera una extraña costumbre.

Gabriel fue a recoger lo que cayó y extendió la hoja doblada para comenzar a leer, Kim se puso a su lado para ver también lo que decía pero Gabriel dobló rápidamente la hoja y la guardó dentro de su saco.

-¿Qué es lo qué ocurre?.- Preguntó Kim secamente.

-Será en mi despacho.- Dijo Gabriel tratando de portarse cordial.

-Querrá decir en mí despacho.- Recalcó.

-Tiene razón, mil disculpas.- Dijo Gabriel y Kim se giró alejándose de ahí ante el cuchicheó de los presentes sin embargo, a Chloe no le interesaba demasiado.

Ambos salieron del escenario y fueron de camino al despacho.

-¿Quién es Nathaniel Kurtzberg?.- Preguntó Gabriel leyendo la hoja que anteriormente había escondido.

-Es el encargado del vestuario de mi prometida, ahora mismo debe estar haciendo el inventario que ella le pidió.- Explicaba Kim más relajado que como estaba en el escenario.- ¿Por qué?

-Porque creo que encontró algo que no debía.- Gabriel le mostró la hoja a Kim y este leyó atentamente lo que decía.

-¿infringió las reglas?.- Preguntó escéptico. ¿Qué quería decir eso?.- ¿De qué reglas se habla señor Agreste?

-Se lo explicaré…en este teatro hay un fantasma, él tiene unas reglas las cuales deben ser obedecidas, sólo así no habrá problema alguno y…ciertamente Nathaniel Kurtzberg ignoraba esas reglas.

-¿Cómo?...No entiendo.- Dijo Kim arrugando la frente.

-Le voy a decir algo muy importante, no deben ignorar las reglas…nadie debe hacerlo señor Lê Chiến.- Advirtió Gabriel.

-SI esto es una broma, no tiene ninguna gracia.

-No es ninguna broma.- Gabriel dio media vuelta y Kim sintió que algo raro había en la habitación pues había visto que una estatua se había movido, como si estuviera escuchando. Esta vez pasó el hecho por alto, tal vez era producto de su imaginación.- El fantasma ha vivido en este lugar por mucho tiempo…y déjeme advertirle que él se encuentra en todas partes, no tiene problema en atravesar puertas, paredes…lo admito, puede ser espantoso pero él hace lo que quiere, se siente en su derecho pero si obedecen sus reglas tal cual estarán a salvo.- Explicaba Gabriel como si lo hubiera hecho muchas veces.

Kim debía comprender lo que le estaba diciendo el hombre pero no sería tarea fácil. De inmediato, un cuadro que adornaba una de las paredes cayó por sorpresa espantando Kim, él observaba como el marco del cuadro se rompía, se estaba asustando más.

-¿Algo más que deba saber?.- Preguntó Kim queriendo irse de ahí.

-Claro, dicen que él vive en el subsuelo de la ópera cerca de la laguna y lo más interesante es que en el pasado había cámaras de tortura y él las hizo su territorio…es su dominio…como le dije, él vive ahí y cualquiera que se atreva a bajar no regresa jamás…se hace llamar "El fantasma de la ópera".

Kim abandonó el miedo que comenzaba a tener y soltó una carcajada algo forzada, quizás quería mostrarse fuerte ante Gabriel Agreste.

-Señor Agreste…no creo ni una sola palabra que acaba de decir.- Dijo rígidamente.- Todo esto…todo lo que usted dice son sólo trucos de usted para vengarse de mí y de Chloe por haberle cesado.- Kim fue alejándose con postura dominante y al llegar casi a la salida de la habitación, se giró de nuevo a Gabriel.- Yo…Kim Lê Chiến no le teme a nada…¡Yo no creo en fantasmas!.- Dijo muy seguro hasta que detrás de él se cayó una estatua de porcelana y dio un brinco para luego salir corriendo de ahí.

Gabriel Agreste resopló y negó con la cabeza, ese hombre se le hacía demasiado débil, era claro que quien llevaba las riendas de la relación era su prometida.

-¿Qué ha ocurrido?.- Preguntó el señor Agreste a la "soledad".- Félix…contesta.- Pidió mirando por todos los bordes.

-Sí…está muerto.- Contestó una voz masculina, algo gruesa y fría. Gabriel Agreste pasó una mano sobre su cabeza despeinando ligeramente su cabello. Él caminó hacia una puerta secrete y entró por ahí hasta llegar a donde estaba el dueño de aquella voz.

Un hombre; alto, de capa, traje y una distinguida máscara cubriéndole la mayor parte del rostro apareció frente a él, estaba molesto.

-Yo lo advertí…él estaba donde no debía…no tuve elección.- Explicaba el joven una vez que vio a Gabriel.

-¿Por qué no lo dejaste escapar?

-¡Por que habría vuelto con otros para perseguirme!.- Gritó Félix haciendo un eco en todo el lugar.- Él sabía lo que hacía…sabía dónde vivía y llegó a verme la cara.

-No puede ser.- Exclamó Gabriel masajeando su rostro.

-¿Por qué lo dejaste pasar?.- Exigió saber.

-No lo sabía, desconocía que él estaría por bajar.

-Tú trabajo es saberlo.- Recalcó Félix con altivez.

-De hecho…ha dejado de serlo.- Dijo Gabriel y Félix dejó de pasearse por todos lados.- Me han cesado…

-¿Cesado?.- Preguntó Félix abstraído.

-Sí…por eso ha pasado todo esto.- Dijo Gabriel mientras se sentaba en un borde de la pared. Félix se acercó a él totalmente incrédulo.- Hoy mismo me lo han comunicado.

Félix sopló con inquietud sin poder dejar de negar con la cabeza. Posó su frente sobre la fría roca de la pared y blandió su capa expresando su molestia.

-No hay duda de que este día ha estado lleno de sorpresas…¿Ahora qué voy a hacer?.- Le preguntó a Gabriel.

-No lo sé.- Alzó la mirada.

-¿Quién te reemplazó?...¿Ese alguien cree en fantasmas?

-Parece que no.

-Pues hay que hacer algo, tenemos que hacer que cambie de opinión.

-Félix, ese hombre es diferente, no va a ser tarea fácil.

-¿Entonces estás tratando de decirme que él puede bajar a buscarme?...Eso no lo permitiré.- Dijo con firmeza.

-Cálmate, quizás no lo haga…aunque por el momento él no está enterado de la muerte de Nathaniel, es algo que ignora.

-Pero sabe que él está desaparecido, lógico que pronto se enterará.

-Yo me encargaré.- Se levantó de donde estaba.- Confía en mí…debes hacerlo.- Félix desvió la mirada, sabía que algo no estaría nada bien.- Me quedaban pocos años en este lugar, tú sabías que este día pronto llegaría.

-Sí pero yo esperaba que tú fueras quien eligiera a tu sucesor, alguien que nos convendría.

-Lo sé Félix…yo quería lo mismo.- Puso una mano encima del joven. Él infló las mejillas u luego un canto distorsionado para él le hizo formular el gesto más desagradable que era difícil presenciar con la máscara.

-¿Qué es esa cosa?.- Preguntó casi cubriéndose los oídos y caminando hacia otro lado.- Este lugar ya está endemoniado con esa cosa.

Gabriel esbozó media sonrisa y puso sus manos atrás de su espalda para alcanzar a Félix.

-Si no me equivoco, se trata de nada más y nada menos que de Chloe Bourgeois.- Explicó el hombre.

-¿Quién?

-La nueva "prima donna"…la nueva diva de este lugar.

-¡Pero si no sabe cantar! Un zopilote lo haría con mejor clase.- Dijo despectivamente frustrado Félix.

-Es algo en lo que estoy de acuerdo contigo pero…¿Tú crees que ella lo nota? Claramente no…para ella es como un canto de ángeles.

-Alguien debería hacérselo saber.

-No creo que eso suceda, es la prometida del nuevo director.- Dijo Gabriel y Félix abrió sus ojos con sorpresa.

-No puede ser…¿Tendré que escucharla todo el día cantando? Jamás había tenido tal tortura.- Miró fijamente a Gabriel.- ¿Ahora te percatas del infierno en el que me acabas de dejar?.- Señaló el techo.

-Félix…¿Qué piensas hacer?

-Voy a matarlos a los dos.- Dijo como si fuera muy normal hacer eso. Gabriel negó nuevamente.- Me conformo con matarla a ella.

-Oh Félix…- Félix delineó una sonrisa en su rostro.

-No te molestes, esto no es más que un sentido del humor…no estoy acostumbrado a matar.- Suspiró.- ¿Esa mujer dirigirá la temporada de ópera?

-Peor que eso, piensa dirigirlo todo.

-Tenía qué ser…en fin, ojalá pudiera irme contigo sin embargo estoy condenado a vivir en esta galería sombría…alejado de toda la luz posible, pero no importa…yo mismo soy la oscuridad…ahora, Gabriel…te encargarás de hacer que los nuevos dueños crean que Nathaniel no sé qué se marchó de aquí…

-Nathaniel Kurtzberg…por supuesto, te dije que me encargaría.

-Hazlo rápido.-Terminó de decir Félix para luego alejarse de ahí dejando a Gabriel solo y pensativo.

Una hora después…

Kim estaba leyendo una nota que le portero le había entregado, él iba detrás de él.

-¿A esta chica se le tenía que enseñar clases de canto?.- Preguntó sin dejar de leer.

-Sí, la envía el conde Chagny.- Contestó.

-¿Y ese quién es?

-Es uno de nuestros vecinos más importante.- Dijo y llamó la atención de Kim. Ambos iban caminando hacia donde estaba la joven esperando la llegada del nuevo director.

Kim la observaba cuidadosamente, llevaba un vestido sucio y botas desgastadas, el cabello lo tenía algo desarreglado pero lo más llamativo eran sus ojos azules y esa sonrisa.

-¿Tú eres la chica que quiere cantar?.- Preguntó y ella asintió.

-Mi nombre es Marinette Dupain-Cheng, es un placer señor.- Hizo una reverencia.

-Tiene clase, eso me agrada.- Dijo Kim dirigiéndose al portero.- ¿Has venido de muy lejos?

-Sí señor, un par de kilómetros pero no es nada, lo hice para que pudieran enseñarme a cantar, es mi sueño.- Explicó brevemente.

-Es lo que yo siempre digo, luchar por lo que uno quiere muestra avaricia pero también responsabilidad y añade valor a uno mismo.- Decía Kim y ella volvió a sonreír.- Podré ayudarte, sólo necesito hablar con mi prometida…por cierto, aquí viene.

Chloe estaba llegando a su mansión después de unos minutos de paseo. Marinete volvió a ver el vestido pomposo que llevaba sobre el escenario, verlo de cerca hacía notar la calidad de las telas. Su sombrero floreado hacia el conjunto perfecto, algo que le había agradado a Marinetre hasta que Chloe le miró con cierto rechazo.

-¿Pasó algo?.- Preguntó ella cerrando la puerta.

-Para nada…mira ella es una joven que desea que le ayudemos con clases de canto…¿Crees que podemos ayudarla?

-Por supuesto que no.- Dijo cortante, Marinette pestañeó escéptica. Chloe la miró de arriba abajo con cierta burla.- Sólo mírala…¿Crees que "esto" puede cantar?...Tan sólo fíjate en su aspecto…esos harapos no son de una digna cantante…dime niña…¿Creciste en una granja?.- Seguía diciendo Chloe haciendo ferozmente hacer sentir mal a Marinette.

-Sí…más o menos.- Contestó la azabache.

-¿Lo ves? Todo esto no está relacionado con la vida en una granja…¿Por qué me pides esto?.- Le preguntó a Kim.

-Porque el que la envió es una persona importante…podría ser de mucha ayuda.- Le susurró y Chloe curveó lo labios esta vez, más interesada.

-Si quieres aprender a cantar necesitas observar a los verdaderos cantantes.- Le decía Chloe a Marinette- Así que voy a hacerte un favor…dejaré que trabajes para mí.- Se señalaba. Marinette hizo de lado las ofensas de la rubia y asintió agradecida.- Dime…¿Sabes coser?

-Sí por supuesto, sé confeccionar lo que guste.- Contestó Marinette.

-¡Genial!...Esta chica será la que reemplace a Nathaniel Kurtzberg.- Dijo Chloe.

-¿Qué? ¿Por qué?.- Preguntó Kim.

-Porque él se fue…al parecer no estaba de acuerdo con las condiciones del lugar…mis condiciones…- Chloe le enseñó una carta a Kim.- Me la entregaron cuando me vieron regresar de mi paseo…¿Te lo imaginas? Después de todo lo que hice por él se atreve a abandonarme, por mí que no vuelva jamás.- Dijo Chloe marchándose directamente a su habitación seguida de Kim.

Marinette veía cómo se alejaba y pronto se dirigió a donde aún permanecía el portero.

-Muchas gracias señor, me ha ayudado más de lo que esperaba.- Dijo ella.

-No hay de qué, es un placer.- Dijo y luego miró fijamente las cosas de Marinette.- ¿Dónde te hospedarás?

-Ahhh…por el momento en ningún lado, no tengo dinero.- Dijo ella apenada.

-Bien…mira, no debería hacer esto pero…- Le susurró.- Te ayudaré…sígame señorita.- Le dijo el hombre guiándola a lado de la mansión donde se encontraba el teatro.

Al llegar ahí la condujo hasta una puerta descuidada y ambos entraron. Marinette observó que ahí había muchas decoraciones, deberían ser parte de las obras presentadas además de algunas cortinas cubiertas de polvo y varios muebles desacomodados, el lugar apenas estaba iluminado por el mechero que el hombre llevaba.

-Debo ser muy descortés, no le pregunté su nombre.- Dijo Marinette.

-Me llamo Otis y no te preocupes niña.- Puso el mechero sobre una caja de madera.- Te puedes quedar aquí hasta que tengas un lugar a donde ir y por la noche, no debes pasear por el teatro.- Le explicaba mientras encendía otro mechero.- Te digo esto por tu bien…¿Comprendes?...este sitio es enorme y podrías perderte…buenas noches.- Dijo el hombre mientras se marchaba.

-Gracias.- Dijo ella tomando el mechero entre sus manos.- Buenas noches.

Marinette una vez sola sonrió y rio como no lo había hecho antes, estaba feliz….tenía un lugar dónde quedarse y pronto aprendería a cantar, las cosas iban viento en popa y esperaba que fueran así.

Producto de su alegría, tomó sus cosas y deshizo el nudo de la sábana para acomodar entre las cajas lo poco que había llevado y hacer una cama improvisada. Mientras hacía eso, ella comenzó a cantar con el alma, hacer eso era un divertido pasatiempo pensando que nadie la podría escuchar.

Sin embargo…alguien comenzó a escuchar el eco de la voz de Marinette, sus cantos se oían perfectamente.

Félix pretendía dormir hasta que la oyó, su corazón de agitó por el dulce canto de la chica, nunca antes la había escuchado y no podría tratarse de la prometida del nuevo director, su canto era totalmente opuesto.

Atraído por el canto, miró en cada una de las paredes. ¿De dónde provenía? Era lógico que estaba dentro del teatro, él pronto sonrió emocionado…ese angelical canto revivía hasta su más oscuro corazón.

Marinette dejó de cantar y miró largamente la puerta por donde había entrado, la que justamente conducía al escenario. Ignorando la advertencia de Otis, ella salió y subió los escalones hasta llegar al lugar de exhibición, ella estaba tarareando.

Félix dejó de escuchar el canto pero tuvo la necesidad de conocer a la persona, a la dueña de esa voz así que fue discretamente a averiguar. Marinette se recargó en una de las columnas que sostenían la ópera y la emoción de imaginarse a ella cantando frente a un gran público era exquisito. Sonrió empapando un poco sus labios y continuó cantando como si estuviera en una presentación.

Félix volvió a escuchar el canto mientras iba caminando bajo el piso del escenario, desde ahí no lograba ver a la joven por lo que iría hacia uno de los palcos como siempre lo había hecho: sin que nadie se percatara. Marinette seguía cantando y hasta bailando, improvisando a un personaje enamorado. La canción que ella cantaba era la misma que había escuchado el conde de Chagny. Marinette recordó el rostro del conde sin dejar de sentirse embelesada.

Félix había logrado llegar a uno de los palcos más cercanos al escenario; su favorito. Escondido detrás de la cortina roja veía a Marinette. Su belleza era iluminada por su sonrisa, aunque estuviera a cierta distancia, estaba seguro que sus ojos eran azules. Ella terminó la canción y se abrazó a sí misma aun sin poder quitar de su mente al conde Adrien, esperaba verle de nuevo y si no era mucho pedir, que fuera pronto. Ella caminó de regreso a la habitación donde dormiría, no se percataba que era observada por unos ojos gris azuado interesados en la joven. Félix suspiró y recargó su frente en la cortina sin dejar de mirar a la joven que se alejaba.