Disclaimer: Shaman king no me pertenece bla bla bla...


La dama de honor

La pequeña aguja del reloj marcó las cuatro de la tarde al mismo tiempo que Keiko Asakura tomaba dos tabletas de aspirina, tal como lo indicaba la cajita. Su jaqueca no cedía, pequeñas pulsaciones martilleaban sus sienes. Llevó sus manos hasta esa área y acaricio formando pequeños círculos.

Cerró los ojos en un vano, intentó de recordar cualquier analgésico que pudiera utilizar, gracias a la ciencia: la medicina había avanzado a pasos agigantados, las prótesis parecían cada vez más reales, podías elegir una cirugía en lugar de utilizar lentes todo el tiempo, pero ¿no podían curar un simple dolor de cabeza?

Los minutos pasaron. Cuatro veinte y nada. Aún no había señal de vida de su hijo, frunció el seño. Había confiando en el menos puntual de la familia, igualito a su padre.

Keiko Asakura era una mujer bastante curiosa. En su juventud fue, lo que muchos llamarían, una rebelde, pero para su suerte eso había quedado en el pasado. Ahora era una fina mujer de sociedad y tanto el matrimonio como la maternidad la había moldeado en la persona que era hoy en día: un poco neurótica, secretamente controladora y sumamente servicial. Era también hermosa, alta y esbelta. Tenía los ojos negros y mirada amable, aunque no tanto como la de su esposo. Tenía alrededor de cuarenta y tantos aunque lucía de treinta y pocos, o al menos, eso es lo que le decían los vecinos y familiares, y lo que ella misma se decía en la intimidad de su mente.

Volvió a sentarse en la sala, se acomodó en el sillón que daba a la ventana para así tratar de reconocer el Mustang clásico. Pocos autos transitaban por esa calle y ninguno de esos era el de su hijo.

Cuatro cuarenta. Keiko vio el reloj y un dejo de preocupación la ataco ¿Dónde estaba su hijo? Pedía al cielo que no hubiera sido raptado por una banda de maleantes o que los extraterrestres no lo abdujeran como en las películas de ciencia ficción porqué, sí ese era el caso, él tenía que luchar con uñas y dientes en contra de todo inconveniente para recogerla y dirigirse inmediatamente a la Little bridal store para dejar el velo a la novia.

¡La novia! La pobre e indefensa novia que probablemente estaba aterrada por el retraso de su velo. "Una novia no está completa sin el velo", eso es lo que solía decir Keiko. Sin ese trozo de tela transparente Jeanne, la futura esposa, no se vería completa.

La imagen de la desconsolada novia invadió su mente.

¡No! ¡No lo permitiría!

Se levantó y corrió hasta el teléfono inalámbrico y apretó un solo botón. Espero, no había ninguna respuesta. Escuchó el tono de espera dos veces más y enseguida:

-¿Hola?

-¿¡Donde estas! ¡Llevo cerca de una hora esperándote!

Se escuchó un exhale de fastidio del otro lado de la sala.

-La cita es a las cinco y media. Tranquila, no estamos pasados de tiempo.

Su vesícula biliar casi explota con el último comentario.

-¡Puntualidad Yoh! –Exclamó Keiko -¿Sabes lo que eso significa? Significa que no debemos de llegar antes de la hora acordada.

Yoh separó ligeramente el aparato de su oído.

-Hay mucho tráfico ma. Ya sabes cómo es Tokio ¿Qué más quieres que te diga?

Keiko se masajeo la frente, el dolor de cabeza había regresado y esta vez con más fuerza que antes.

-No digas más. Solo dime que faltan segundos para que llegues.

-Tranquila mamá, dame cinco minutos. Todo saldrá bien.

Suspiró. Su hijo no tenía remedio y ella no tenía otra opción más que esperarlo.

-De acuerdo. –Tomó un poco de aire e intento relajarse. -¿Tienes el velo?

-Por supuesto, de hecho voy atrasado en gran parte por eso. Se ve…bien, creo.

Confirmado: Yoh no sabía nada de moda.

-Yo me encargaré de examinarlo, tú solo procura no perder más tiempo ¿De acuerdo?

-Claro, nos vemos.

Bien, lo importante ya estaba asegurado: el velo de Jeanne llegaría sano y salvo a sus manos. Y pronto lo llevaría con la futura esposa para verla completa, como debe de ser.

Ah sí: y su hijo se encontraba bien.

Exactamente cinco minutos después el Mustang aparcó frente a la casa sin prisa alguna. Yoh se dispuso a bajarse del auto más las extrañas señas que le lanzaba su madre le decían que no era muy buena idea. Alcanzó a comprender un "quédate ahí" y obedeció, volvió a prender el motor y suspiró.

Maldijo en voz baja: tenía ganas de orinar.

Ahora debía de aguantarse hasta llegar a la dichosa tienda de novias e implorar al todopoderoso porque hubiera un baño para hombres o sino su vejiga seguramente explotaría.

-Hable con Jeanne, mamá. Todavía no ha llegado a la tienda. –Anuncio Yoh al mismo tiempo que veía a su madre acomodarse en el asiento del copiloto.

Aquella no pareció escucharla y le dijo que avanzara. Exhaló por segunda vez en el día, últimamente en lo único que pensaba su madre era en la boda o las personas relacionadas con esta. Relajó los hombros y prendió el estéreo del auto.

-¿Y el velo? –Keiko lo miró.

-Está atrás.

Su madre se giro para tomar la pequeña caja blanca y en seguida abrirla. Tomó el velo con precaución de que sus uñas no lo rasgaran y lo contempló.

-¡Es una maravilla!

Yoh sonrió, una de las virtudes que solía presumir su madre era, sin duda alguna, su buen gusto, así qué si ella decía que era maravilloso es porqué de verdad lo pensaba.

-Lo es.

-Una amiga de Jeanne lo diseño.

Yoh alzó un poco las cejas. –No lo sabía.

Y en definitivamente era lo menos que le importaba, digamos que la moda no era la número uno en su lista de cosas de intereses personales.

-Así es. El modelo original no estaba mal pero supongo que era muy poco para Jeanne, es por eso que le pidió a su amiga que lo rediseñara. Tengo entendido que también le hizo unos cuantos arreglos al vestido.

-Hmm.

Fue lo único que dijo el castaño. Su madre continuó con lo fabuloso que había quedado el nuevo modelo e Yoh ya estaba desconectado para ese momento. Le importaba un bledo lo importante que era ese velo en la boda, para él era simplemente algo ornamental que bien se podrían ahorrar ya que, en esto tiempos las personas ya conocían la cara –y otras partes del cuerpo- de su futuro conyugue, entonces ¿paraqué molestarse en usarlo?

Pronto el tema de la boda se fue desviando a la perfecta relación que tenía la pareja metida en todo esto. Su perfecto hermano, Hao Asakura, pronto se casaría con la también perfecta Jeanne Dupont. No es que a él le molestara la relación ni mucho menos, solo que cada que su madre tocaba el tema siempre era acompañado por un "Tal vez la única boda de los Asakura"

Después de eso el convertía toda su perorata en insignificantes "blas", no le gustaba que su madre criticara su –inexistente- vida sentimental y que ese tema se convirtiera en vox populi.

Toda la gente que vivía por lo menos en un kilometro a la redonda sabía lo patética que era su vida de soltero. Estaba considerando seriamente en mudarse a una montaña y vivir como el propio ermitaño que era pero eso sería demasiado ¿cierto?

Suspiro, no quería pensar en eso ahorita.

-¿Cómo le bajas a esto? – escuchó de repente.

Volvió a la realidad.

-¿A qué?

-A esto – su madre le señalo el estéreo. –He intentado bajarlo pero no sé cómo hacerlo.

Yoh estiró el brazo y bajo unos decibeles el sonido.

-Al fin. –Recargó su cabeza en el asiento y cerró los ojos. – ¿Querías quedarte sordo también?

¿También? O sea que aparte de soltero y sin vida social tenía que agregar sordo a la lista de cualidades que poseía. Ahora sabía que responder cuando le pidieran describirse, diría: "Hola. Mi nombre es Yoh Asakura, soy soltero, no tengo amigos y soy sordo". Patético.

Intentó desconectarse de nuevo, pero su madre se lo impidió.

-Será una hermosa fiesta ¿no crees?

Aquellas palabras fueron pronunciadas tan dulcemente que por un momento Yoh dudó de haberlas escuchado. Giró su rostro y verificó que Keiko Asakura aún ocupara el asiento de alado y ahí estaba tan sonriente como de costumbre y una vez más sacando a colación el tema de la boda.

-Sí, lo será. –Le respondió Yoh y sonrió.

-No puedo esperar a ver a Hao con su traje.

Yoh comentó que tenía curiosidad por el vestido de Jeanne.

-Hacen una pareja perfecta ¡Quien lo hubiera dicho! –Junto sus palmas y sus ojos brillaron de moción. –Lo único que lamento es que la pobre de Jeanne esté al pendiente de todos los preparativos.

-¿Aun no sabes nada de la amiga de Jeanne?

Keiko cruzó los brazos y negó con la cabeza.

-Ella se hospedará en casa ¿no?

Lo único que Yoh sabía era que Jeanne había invitado por anticipado a una amiga suya. La susodicha, al no tener residencia alguna en Japón, estaba a punto de alquilar una habitación en un hotel pero, como Keiko Asakura era una buena samaritana, se ofreció a darle cobijo durante estos días. La futura huésped se había rehusado un millón de veces, pero Jeanne y Keiko insistieron.

-Las amigas de mi futura nuera son mis amigas. – Yoh escuchó decir en un momento.

Keiko adoraba a Jeanne, tal vez porque le daba cierto toque internacional a la familia, o simplemente le agradaba que hubiera una mujer más en la familia. Secretamente deseaba hijas a quienes pudiera peinar y vestir como las muñequitas que siempre deseó, pero el destino le colocó un par de varones, lastima.

Keiko respondió a la interrogante de su hijo con una afirmativa.

-…hasta el día de la boda. Si nos es simpática probablemente se quede un poco más. Confío en Jeanne, no creo que nos mande a una chiflada. Probablemente es igual o incluso más bonita que ella.

-¿Sabes su nombre?

La aludida trató, inútilmente, de recordar el nombre de la chica.

-Lo escuché alguna vez, pero no lo recuerdo- Yoh rió y su madre lo miró feo –Tenemos un par de habitaciones libres. No nos molestaría albergar a alguien más.

Yoh frunció el seño.

-¿Vendrá más gente? ¿La amiga de Jeanne vendrá acompañada?

Keiko lo pensó por un momento. –No, no lo creo. Me refería que sí a un miembro de la familia quiera invitar a alguien más, ya sabes…

-¿Un amigo de papá? – Interrumpió Yoh.

-No, ellos ya fueron invitados y algunos ya confirmaron su asistencia. Pero no me refería a eso.

Keiko miró a su hijo, como si lo estuviera estudiando. Lo miraba sin pestañear y eso a Yoh le comenzaba a incomodar, no soportaba ser víctima de miradas tan fijas como la de ella, le incomodaban en extremo y no sabía cómo reaccionar. Las manos, que estaban en el volante, le empezaron a sudar. Agradecía el tener que estar manejando así tenía la excusa perfecta para esquivar su insistente mirada.

Sin poder aguantarlo pregunto lo inevitable:

-¿A–a que te refieres, ma?

No respondió nada, siguió con su minuciosa inspección. No despego los ojos del rostro de Yoh por unos segundos más hasta que volvió la vista al frente.

-Nada. –Soltó Keiko sin esperanza. –Creí que querrías invitar a alguien, una amiga, una antigua compañera o compañero tal vez.

Lo último se le hizo extraño ¿Por qué invitaría a un compañero a la boda de su hermano?

-Ren y Horo también son amigos de Hao, vendrán ¿no?

Keiko rodó los ojos exasperada.

-Si cariño, ya confirmaron. Pero no me refería a esa clase de compañero –Keiko proceso toda la información en su cabeza y abrió los ojos sorprendida -¿o acaso…sales con alguno de ellos?

Yoh frunció el seño, esto se estaba volviendo verdaderamente confuso, su madre sabía perfectamente quienes eran sus amigos o al menos eso creía. Estaba a punto de decirle que ellos eran sus amigos desde que iban en la preparatoria, hasta que unió las piezas del rompecabezas.

Apenas pudo frenarse ante la luz roja, su madre se sorprendió por el abrupto movimiento y miró a su hijo, su expresión era la de alguien bastante sorprendido.

-¿!Crees que soy gay!

Su madre no supo que responder. ¿Acaso no lo era? Bueno no podía culparla por pensar eso, hace mucho tiempo que no lo veía con una chica y siempre se la pasaba hablando de sus amigos, eso era lo más lógico.

-Tranquilo, yo no te voy a dejar de querer. –Dijo tomando su mano entre las suyas. –Eres mi hijo y te acepto tal cual eres.

La ruidosa carcajada de Yoh hizo que varios transeúntes se voltearan a verlo.

-Mamá, no soy gay- le dijo viéndola a los ojos. –Aunque no lo creas, me gustan las mujeres.

Keiko soltó un suspiro cargado de alivio. – ¡Gracias a Dios! –Exclamó y junto sus manos en forma de plegaría.

Yoh no supo si reír o llorar. Una cosa es que llevara tiempo sin presentarle a alguien pero, que ese "tiempo" se convirtiera en una eternidad de tal forma que, su madre pensara que caminaba del otro lado de la acera era decir demasiado. Las dudas comenzaron a invadirlo. Si su madre pensaba eso tal vez, otras personas también lo hacían, tal vez por eso eran tan amable el chico de la tienda de discos con él.

Esa definitivamente había sido su señal para intentar cambiar todo eso. Antes le asustaba saber que su futuro tal vez sería como el del viejito loco al final de la calle, las únicas cosas vivas que se acercaban a su casa eran los gatos. Sacudió su cabeza tratando de alejar esos pensamientos, no quería terminar como un gruñón solitario pero tampoco quería ser el hijo delicadito de la familia. En definitiva necesitaba una novia.

Por fin habían llegado al estacionamiento de la tienda. Aparcó el auto y se bajo para enseguida abrirle la puerta a su madre. Modales, eso es lo que necesita todo caballero. Las palabras de su madre retumbaban en su cabeza.

Keiko bajo del auto como toda una dama, sosteniéndose delicadamente de la mano de su hijo. Yoh cerró la puerta y de inmediato siguió a su madre dentro de la pequeña boutique –que de pequeña no tenía nada- al parecer el negocio iba mejorando.

La conversación sobre las preferencias sexuales de Yoh había terminado en cuanto entraron al lugar. Pese a todo, una figura específica rompió con la tensión que se había originado entre madre e hijo, haciéndolos sonreír de oreja a oreja de inmediato.

En medio de la habitación se encontraba Jeanne, quien se miraba bastante alegre frente a un espejo. No había escena más hermosa e inspiradora, al menos no para Keiko Asakura. El cabello en tono grisáceo de Jeanne contrastaba hermosamente con el blanco del vestido, su blanca piel parecía brillar debido al efecto del las luces del lugar y su flequillo ligeramente alborotado –seguramente por la ardua labor que significaba ponerse el vestido- le daban un toque bastante casual.

Cuando Jeanne volvió a inspeccionar el vestido reparó en las personas que se encontraban detrás de ella, Yoh y Keiko. Gire media vuelta y su cabello ondulado se acomodo sobre sus hombros desnudos.

-Keiko, Yoh ¡Ya están aquí! –sonrió.

A Keiko se le cristalizaron sus ojos mientras que Yoh le regalaba una sonrisa sincera.

-¡Jeanne serás la novia más hermosa de todo Japón!

La aludida sonrió con modestia.

-Espera a ver a la novia de Yoh, seguro que será más espectacular.

Yoh se sonrojo levemente, al parecer su cuñada era la única que confiaba en que encontraría a alguien del sexo femenino.

Keiko sacó el velo de su caja con mucho cuidado.

-Ponte el velo, cariño. Una novia no es nada sin su velo.

Jeanne sonrió y se acercó a ellos, de inmediato Keiko acortó distancias para no agotar a la futura esposa y, como si fuera el más delicado ser humano, se lo acomodó en su cabello.

-Con cuidado- decía Keiko mientras sujetaba la diadema del velo –No queremos que se enrede con tu cabello ¿cierto?

Con el velo Jeanne parecía más fabulosa que nunca. La amiga que se lo diseño en verdad sabía lo que estaba haciendo. El velo no era de esos largos y convencionales, al contrario, era corto solo cubría la mitad del rostro de la novia. Le diadema estaba bordada con pequeños pedazos de pedrería y del lado derecho tenía una pequeña especie de flor que le daba un toque especial.

-¿Te gusta Keiko? – preguntó Jeanne con una sonrisa de oreja a oreja.

-Está precioso, cariño. Tu amiga tiene un excelente gusto.

-Así es.

De entre los bastidores salió una mujer alta y sumamente delgada con una cinta métrica en su mano y una hoja de papel en la otra. Tomó unas cuantas medidas de Jeanne y de inmediato le mostró el bosquejo que se encontraba en el pedazo de papel. Le preguntó en un semi-entendible japonés como quería que corrigiera el vestido, Jeanne se tomó el tiempo necesario para hablar en un fluido francés y así explicarle de mejor manera que es lo que tenía que hacer.

Yoh se dejó caer en el moderno sillón de la Little store ubicado cerca de la ventana, tomó una de las revistas que había ahí y comenzó a hojearla.

La boda se efectuaría, aproximadamente, en un mes. Primero se llevaría a cabo el matrimonio civil, en la parte trasera de la mansión de sus abuelos y una semana después se celebraría la ceremonia religiosa, al estilo clásico y ostentoso de Europa.

Jeanne quería celebrar su boda en los verdes pastos de Luxemburgo pero se dio cuenta que sería sumamente difícil -y caro- trasladar a un montón de gente hasta Francia solo por una boda. Es por eso que mejor decidieron celebrar la luna de miel en ese lugar.

Yoh al ser el gemelo de Hao jugaría un papel muy importante en todo este alboroto. Sería el padrino, el best man. Otros amigos de Hao también participarían en la boda, como Ren y Horo Horo, pero él era el encargado de ser la mano derecha de su hermano.

Invitaciones que hacer, anillos que guardar, despedida de soltero que planear, invitados que recibir, reservaciones que hacer, regalos que comprar, no podría lidiar con todo eso en menos de treinta días, pero tenía que hacerlo. Resistir por la felicidad de su hermano.

Mientras seguía cambiando las hojas de la revista, Yoh soltó un sonoro suspiro. Y eso que no era su boda.

-Al vestido tendrán que hacerle unas cuantas modificaciones – anunció Keiko tomando asienta a lado de su hijo.

-¿Aun no está listo? – preguntó un poco ido, su concentración se había centrado en un artículo sobre la relación de casi diez años entre el cantante Enrique Iglesias y la tenista Anna Kournikova.

-No, la amiga de Jeanne le mando un nuevo bosquejo del vestido, se ve divino.

-Que bien…

Keiko observó a su hijo.

-Yoh, aún tenemos una plática pendiente. –el susodicho se tensó de inmediato. –Quiero verte acompañado en la boda, fotografiarte tomado de la mano de alguien especial, es por eso que…-Yoh no quería escuchar como terminaría esa frase. –quiero que empieces a tener citas.

-¿Cómo? – fue lo único que salió de la boca del menor de los gemelos.

-Hijo, yo deseo tu bien únicamente. Me parte el corazón verte tan solitario.

Su madre tomó una de sus manos entre las de ella y la apretó suavemente.

-Cariño, nada me haría más feliz que verte hecho un manojo de nervios gracias a tu boda. Quiero que encuentres a tu media naranja, que formes una familia con una linda chica que te consienta y cuide de ti. No obstante, no podrás tener nada de eso si no empiezas a buscar a ese chica. –Detuvo un momento su monologo para observar la expresión del castaño, era una especie de mezcla entre nerviosismo y confusión. –Conozco muchas mujeres de mi edad que pagarían una fortuna por tener un yerno como tú. Haré un par de llamadas y estoy segura que podré conseguirte un par de citas antes del domingo para que conozcas a una mujer con la que puedas congeniar. O podemos entrar a una de esas páginas en internet donde te encuentran pareja.

Yoh esta vez sí puso cara de sufrimiento. ¿Había escuchado bien? Su madre lo quería vender como un trozo de carne. ¿Internet? Porque no mejor escribía su teléfono en un baño público, probablemente, alguna chica se interesaría por él ¿cierto?

-No mamá, no quiero. Prefiero invitar al chico que me ve raro en la tienda de discos que enfrentarme a un maratón de citas con las hijas de tus amigas.

La pequeña broma no le hizo gracia a progenitora porque de inmediato aplico más presión en su mano. Podía darse el lujo de hacer una pequeña escena en este momento, se encontraban solos, Jeanne y la modista habían salido de la habitación para aclarar ciertos detalles de vestido, Keiko podía aprovechar esta pequeña oportunidad.

-Yoh Asakura: asistirás a cada una de las citas que yo te organice. No quiero berrinches ni quejas. Asistirás a esa boda acompañado de una joven ¡cueste lo que cueste!

¡Oh por dios! Que podía hacer el pequeño de los Asakura ¿llorar como cuando tenía cuatro años? En esas ocasiones su único consuelo es que su abuelo procuraba consentirlo un poco más pero hace mucho que dejo de tener cuatro años. Ahora era un hombre de veinticinco años, dueño de una pequeña disquera que poco a poco iba creciendo. Estaba sano, no era feo y había comenzado a hacer ejercicio, pero nada de eso le importaba a su madre. Lo único que ella quería, y que él no podía darle en este momento, era una segunda nuera.

Tragó grueso, tenía que hacer algo para quitarle todo ese rollo de las citas a su madre. Quería escapar, huir de su madre, pero para eso necesitaba a una mujer.

-Ma…no creo que sea necesario.

-Una razón, Yoh. Dime una sola razón por la cual no puedo.

Razones le sobraban pero sabía de antemano que ninguna de ellas sería suficiente para su madre. Yoh comenzó a buscar su razón por todos lados. Movió los ojos de un lado a otro. Observó la revista, la pareja que estaba en la potada se veía feliz, tal como su madre quería que él fuera.

Cupido disparó en los corazones de Enrique Iglesias y Anna Kournikova en 2002.

Este amor si fue a primera vista, pues ambos quedaron flechados después de la filmación de un clip del cantante.

-Una razón, Yoh. Solo una.

Sus manos le dolían, Keiko seguía impidiendo la sana circulación en ellas.

En 1997, se convirtió en la segunda mujer que, en la Era Open conseguía alcanzar las semifinales de Wimbledon en su debut en el torneo.

-Ma yo…

Su primer torneo profesional lo ganó en el torneo de dobles de Tokio en 1998, haciendo pareja con Monica Seles.

Suficiente tendría que hacer algo para evitar que se le acalambrara la mano.

-Conocí a alguien hace poco.

Se sorprendió al ver como mágicamente la sangre volvía a colorear su mano en un bonito tono rosado. Se sintió como el propio Ali Babá diciendo "Ábrete sésamo". Keiko suavizo las facciones de su rostro y curvo sus labios en una sonrisa.

-Repite lo que dijiste. –Ordenó.

Yoh estaba demasiado sumergido en esas tierras movedizas como para poder salir.

-Conocí a alguien. Una chica por-por supuesto, la conocí en Tokio. No quería que lo supieran aún porque…

-¿Cómo se llama? – la mirada de Keiko era intimidante.

Anna Kournikova. Anna Kournikova. Anna Kournikova.

Una pequeña brisa entró al local y cambió la página.

La pequeña firma Kyoyama-Phauna cada vez tiene más seguidores, y nosotros somos uno de ellos. Ya queremos ver su nueva colección para esta primavera.

-A…Anna – Yoh sintió su mano sudar y su corazón palpitar rápidamente. –Anna Ko…Kyoyama - Yoh modificó el nombre antes de ser descubierto en plena mentira. Recordaba haber visto un kanji parecido cerca de Aomori, donde vivían sus abuelos. –La conocí en la capital, almorzamos juntos un par de veces. No quería decir aun nada porque no es seguro si residirá en Japón.

-¿No vive aquí?

¿Wimbledon? Ese era el torneo de tenis que se hacía en Inglaterra ¿cierto?

-Sí, digo no, digo….Nació aquí pero se mudó a Inglaterra, pero está pensando en regresar. Ya sabes, la nostalgia y todo eso.

Bien Yoh, enreda más las cosas.

-¿Cómo es?

Su hijo enmudeció.

-Pues…ella…es buena perso…

-Me refiero físicamente. ¿Cómo es?

Diablos. Diablos. Diablos.

-Ah, pues, esto…-

Los ojos de Yoh volvieron a la revista. Lástima que Yoh que la foto que venía en la revista era pequeña, él hubiera preferido una más grande para responder a todas las interrogantes de su madre.

-Es delgada, alta. –Diablos ¿de qué color eran sus ojos? El rímel lo confundía. –Es rubia, cuerpo atlético, ojos… ¿negros?

Keiko frunció el seño. –No lo sé. Tú dímelo.

-Sí, negros. Es muy bonita en realidad.

Estaba nervioso, no quería responder a más preguntas.

-Humm. –murmuró Keiko. –No suena nada mal. ¿Cómo era que se llamaba?

-Anna Kyoyama.

Keiko entrecerró un poco los ojos, como tratando de recordar algo.

-Kyoyama, me suena.

-¿En serio? Es un nombre muy poco común. – soltó una risita nerviosa y con un manotazo cerro la revista.

-Sí, creo que lo leí en alguna parte. - ¿En esta revista tal vez? –Bah, no importa. Lo importante es que estoy orgullosa de ti. Puedes llevarla a la cena del domingo para que conozca a la familia.

-Si ma, no hay problema.

-Aunque ¿por qué esperar tanto? Podemos organizar un pequeño desayuno…

-¡No! – Gritó Yoh –No, no, no. Porque….porque ella está en Inglaterra, le hablaron del trabajo, algo de suma urgencia y no regresará hasta el sábado en la noche. Además el domingo es perfecto, así toda la familia la conocerá.

¿Toda la familia? ¿Desde cuando él quería que toda la familia se enterara de su situación sentimental?

Su madre sonrió y de inmediato de lazó a él para abrazarlo diciéndole lo orgullosa que estaba de saber que había conocido a una joven. Al poco tiempo Jeanne entró a la habitación vestida con unos jeans a la cadera y una holgada blusa blanca que dejaba al descubierto uno de sus hombros.

Los tres se despidieron de la modista y se subieron al Mustang rojo.

-Estoy pensando en cocinar un rico pollo teriyaki para la cena del domingo. Nadie es vegetariano ¿cierto?

Jeanne negó con una sonrisa y como de costumbre Yoh no puso atención. Keiko tuvo que pegarle en el hombro con uno de los discos que su hijo traía en el asiento trasero del auto.

-¿Qué pasa?

-El domingo serviré pollo. ¿Conoces a alguien que sea vegetariano?- el comentario iba cargado de una cierta complicidad.

Yoh observo a su madre por el retrovisor y ella le cerró un ojo en un gesto de confianza. Suspiró y volvió la mirada a la carretera.

-No, a nadie.

-¡Perfecto! Será una noche inolvidable.

Lo sería, tomando en cuenta que lograra encontrar a una chica alta, rubia, delgada y que tuviera los ojos negros de preferencia; que se llamará Anna Kyoyama; y que no fuera vegetariana.

Fuck!


Me gustó, no puedo decir más que eso.

Una amiga de mi hermana pronto se casará y a mi hermana le tocó ser dama de honor, bueno a ella y a otras dos personas más, cuando me contó yo reí mucho. No me imagino a mi hermana enredada en todo el rollo que es una boda pero bueno, ya veremos que sucede.

¿Qué les pareció? ¿Les gustó? ¿Han ido a bodas? ¿Son de los que bailan en "a la vibora de la mar"?

Haha, bueno luego me dicen.

Cuídense y que tengan una bonita semana ;)