Disclaimer: MLB no es mío. La imagen de la carátula pertenece a lucressia en deviantart y fue subida con su permiso.
Advertencias: Primero y principal: si no viste los capítulos "Orígenes" y "Volpina", date la vuelta y no vuelvas hasta haberlos visto; sino serás víctima de spoilers. Si eso no te importa o si ya los viste, te invito a seguir leyendo. En segundo lugar, usaré los nombres en francés, ya que vi la serie en ese idioma. Y, por último, este fic es un desafío personal, ya que nunca he escrito nada demasiado largo y esta vez me propongo probar extenderme un poco más.
Palabras: 1870
Beta: Hagobi y Yin
Edit 3/7/16: Subí una versión actualizada y corregida del cap.
Edit 2/10/16: Este fic ha sido mencionado en el video "Miraculous Ladybug: Recomendaciones #1" (/watch?v=1CiJS-vEW0Q) de Eiiko-chan. ¡Muchas gracias!
Poco a poco, la noche veraniega se abría paso por los cielos parisinos. La luz del atardecer le daba las últimas caricias del día a los edificios y parques variopintos de la ciudad, para darle lugar a los faroles que, como pequeñas luciérnagas, empezaban a iluminar las calles y avenidas. Lamentablemente, Chat Noir no podía detenerse a contemplar y disfrutar del paisaje. Con una Ladybug inconsciente en brazos y saltando de tejado en tejado, se encontraba muy ocupado buscando algún lugar seguro hasta que ella recuperara los sentidos.
Tenía que apurarse. No sólo porque había tenido que abandonar una batalla contra un akuma que ahora le estaba dando rienda suelta a su rabia, sino también porque el Miraculous de Ladybug ya lo había alertado tres veces, y la magia de su kwami no duraría mucho más.
Chat Noir se detuvo sobre la chimenea de ladrillo de un edificio antiguo a sopesar sus posibilidades y a recobrar el aliento. Sus ojos estudiaron los recovecos de su ciudad natal, no obstante, era difícil encontrar algún lugar donde París se hallara vacía. Entonces la vio: la Collège Françoise Dupont. Al tratarse de un sábado a la tarde, era muy probable que allí sólo se hallaran un guardia de seguridad o dos. Sin dudarlo y rápido como un felino, se dirigió a su nuevo refugio. En su concentración, Chat Noir no oyó la cuarta advertencia del Miraculous de su compañera.
Una vez hubo aterrizado en medio del patio, hizo un mapa mental de sus alrededores. La enfermería. En la enfermería había una cama donde podría recostar a Ladybug y hacer tiempo hasta que ella recobrara la consciencia. Incluso, quizás podrían esperar hasta que su kwami recuperara energías para volver a luchar. No tenían muchas más opciones que volver al campo de batalla. Tampoco parecía haber nadie cerca y todo estaba tranquilo. Suspiró aliviado.
Desafortunadamente para Chat Noir, el alivio se había ido tan rápido como había llegado: el quinto y último aviso del Miraculous de Ladybug le hizo saber que su transformación duraría sólo unos segundos más.
Con una velocidad que ni él mismo sabía que poseía, salió disparado hacia la enfermería. Mas cuando estaba a punto de cruzar el umbral, un destello rojo y rosa lo cegó.
—¿¡Marinette!?
Chat Noir se hubiera tapado la boca tan pronto como las palabras se hubieran escapado de sus labios, sin embargo, tenía las manos muy ocupadas cargando a su compañera de clase. Miró a su alrededor. No parecía haber nadie cerca y, si lo había, no había sido escuchado.
Volviendo al planeta Tierra de su sorpresa fuera de este mundo, el héroe recordó a qué había venido. Perder el tiempo no era un lujo que podía permitirse. Se acercó a la cama dentro de la enfermería y acomodó a Marinette con cuidado. Al separarse de ella, Chat oyó que algo caía al piso y pronunciaba un ¡uf! con una voz aguda. Entonces se dio cuenta: el kwami de Ladybug. Lo encontró al lado de su pie, de espaldas. Lo tomó entre sus manos y lo posó sobre la almohada, al lado del cabello de Marinette.
Chat tomó una silla con rueditas, la colocó cerca de donde se hallaba su compañera contra el crimen y se sentó. Al hacerlo, una catarata de sentimientos empezó a caer sobre él. Por un lado, había un akuma suelto por la ciudad. Temía por los habitantes de París, quienes, seguramente, ahora se estarían preguntando dónde se encontraban sus héroes. Se reconfortó a sí mismo pensando que todo saldría bien. Lo que había ocurrido había sido solo un tropezón. Pronto Ladybug estaría de nuevo en pie y triunfarían, como siempre. Por el otro lado, Chat estaba ansioso. No podía creer que su amada Ladybug fuese también Marinette. Les tenía gran cariño a ambas, pero de maneras muy, muy distintas.
Se pasó la mano por la cara, como queriendo quitarse el cansancio. También la vergüenza de no haberse dado cuenta antes de las similitudes entre ambas. ¿Cómo rayos había sido tan ciego? El peinado, el tono de voz, los hermosísimos ojos azules. Lo único que diferenciaba a Ladybug de Marinette era la máscara. Bueno, eso no era del todo verdad. Su compañera de clase tenía la tendencia a ser más torpe, más tímida (por alguna razón, particularmente tímida cuando Adrien estaba cerca), mientras que Ladybug era la viva imagen de la confianza y del valor. No que Marinette no tuviera coraje. Hacía falta mucho para hacerle frente a Chloé y sus berrinches en la manera que ella lo hacía.
Con su vestido de verano verde claro y sus zapatitos blancos, Marinette se parecía más a la Bella Durmiente que a una heroína que había recibido un puñetazo al abdomen. Pobre Marinette, pobre Ladybug. No había visto venir al akuma por estar muy concentrada usando su Lucky Charm. Chat había atestiguado todo sin poder hacer nada. Trató de deshacerse de la culpa y de no pensar en lo que podría estar haciendo el Boxeador de Plata en ese preciso instante.
Volvió a concentrarse en las similitudes entre una y la otra que nunca había notado. De cerca era imposible no verlas: las pestañas largas, las pequitas, la forma de sus labios. Vio también que hoy llevaba maquillaje, no se trataba de nada muy ostentoso; solo algo de delineador y rímel. Era la primera vez que la veía maquillada, le quedaba muy bien. Se preguntó si acaso el akuma no había interrumpido una salida romántica. De no ser porque había dejado inconsciente a Ladybug, Chat hubiera apreciado el gesto.
Un gemido agudo interrumpió sus pensamientos. Chat Noir levantó la vista y vio que el pequeño kwami estaba abriendo los ojos. Antes de que el héroe pudiera reaccionar, le preguntó:
—No me gustaría ser maleducada, pero no tendrás algo para comer, ¿no?
Sin siquiera responderle, Chat salió disparado como una flecha hacia la máquina dispensadora de golosinas más cercana. Ser estudiante de la Collège Françoise Dupont resultó ser una ventaja. Una vez la tuvo enfrente, examinó los contenidos: había desde chocolates y barras de cereales hasta papitas fritas. Decidió que le llevaría varias cosas, no sabía qué podría gustarle al kwami. Sólo esperó que éste no tuviera una obsesión con el camembert como Plagg.
Lamentablemente, no contaba con dinero como para comprar las golosinas. Rompió el vidrio de un puñetazo, esperó unos segundos para comprobar que no hubiera nadie cerca (además opinó que, si había un guardia de seguridad de la escuela, era pésimo en su trabajo) y robó varios tipos de comida chatarra.
Chat recordó para siempre ese evento como el primer delito menor de Adrien Agreste. Deseó que fuera el último también. Pero como quien dice, sin testigos no hay delito.
Volvió a la enfermería tan rápido como sus extenuados músculos se lo permitieron. Encontró al kwami acariciando la mejilla de Marinette. Éste giró la cabeza al verlo llegar y encontró su mirada azul con la esmeralda de Chat Noir.
—¿Cómo se encuentra Ladybug? —preguntó, escogiendo sus palabras con cuidado.
—Se repondrá pronto, no te preocupes. Sólo hay que darle tiempo.
—Espero que esto esté bien. No había camembert... —le dijo mientras se acercaba.
El minúsculo ser rojo negó con la cabeza y con una sonrisa cansada. Chat abrió el envoltorio de una barra de chocolate y se la entregó. El kwami se la devoró de tres bocados.
—Gracias por el chocolate. Soy Tikki y, sin lugar a dudas, tú eres Chat Noir —El susodicho asintió y se sentó—. Y asumiré que el camembert es la comida predilecta de Plagg de este siglo.
—¿De este siglo? —preguntó el joven héroe levantando una ceja. Abrió un paquete de gomitas y se lo entregó.
—Cada cien o doscientos años, Plagg se obsesiona con un tipo de comida y se niega a alimentarse de cualquier otra cosa que no sea eso. Por lo general se trata de algo apestoso o de "gusto refinado", como diría él —rió suavemente. Se notaba en la forma de hablar de Tikki que poco a poco estaba recobrando las fuerzas.
—Dime, ¿no se pueden intercambiar los kwami? Vestiría el rojo y el negro con mucho gusto con tal de dejar de apestar a pies sucios todo el tiempo —Era difícil no contagiarse de la actitud positiva y risueña de la pequeña criatura, quien estaba riéndose de la broma de Chat.
—En realidad yo no puedo criticarlo —admitió—. Hoy es la primera vez en mucho tiempo que como algo que no sea galletas con chips de chocolate.
—Oh, es verdad. Los padres de Marinette son dueños de una panadería... Recuerdo la vez que su padre trajo croissants a la clase...
Ese comentario hizo que Tikki se detuviera en seco mientras se llevaba una gomita de frutilla a la boca. Un par de ojitos azul profundo lo examinaron y, cuando hubo terminado, pidió una explicación. Chat Noir tragó saliva. ¿Acaso acababa de meter la pata? ¿Tan malo era que conociera a Ladybug sin la máscara?
—Ma-Marinette y yo, mi otro yo, nos conocemos. Vamos a la secundaria juntos y estamos en la misma clase. Somos amigos, incluso. Por eso sé lo de sus padres...
—Ya veo —Tikki asintió relajada—. Sé que estuviste en su casa cuando tuviste que protegerla del Dessinateur, así que sí sabrías dónde vive Marinette...
—Pero no que éramos compañeros de clase —El kwami asintió nuevamente—. Cuando nos conocimos, Plagg me dijo que nadie debía saber que yo poseía el Miraculous del gato negro. ¿Tan terribles serían las consecuencias?
—No... No es algo que pueda decirte. No ahora —Por alguna razón, ahora Tikki parecía más pequeña—. Eventualmente llegará el momento. Lo siento mucho.
—No te preocupes —Chat le regaló una sonrisa tranquilizadora y negó con la cabeza—. No es algo que necesite saber con urgencia.
—Gracias —El rostro de Tikki pareció iluminarse. Adoraba a Plagg, pero en ese momento quería quedarse con el kwami de la mariquita. Sopesó la idea de robársela, aunque esta vez no estaba seguro si el secuestro de seres mágicos calificaba como delito menor. Rió para sus adentros ante la ridícula idea.
—A ver si puedes responderme esto: ¿cómo puede ser que no haya reconocido a Marinette hasta ahora? Tiene tantas cosas en común con Ladybug... ¡Y la veo por lo menos cinco veces a la semana, sin contar los ataques de los akumas!
—Magia —respondió Tikki encogiéndose de hombros, al mismo tiempo que abría un paquete de papitas fritas.
—¿Magia?
—Sí, magia —luego de tragar, continuó—. Un hechizo, si quieres. La magia de los kwami... digamos que crea una ilusión que no te permite ver la verdad. Una vez que la conoces, se deshace. Al menos esa es la explicación simple.
—Menos mal —suspiró Chat—. Ya empezaba a sentirme un completo idiota.
—Te apuesto que Marinette se sentiría igual —dijo entre risas.
No obstante, lejos de reírse, el joven héroe reflexionó sobre lo que acababa de decir Tikki. Él quería que ella supiera que Chat Noir era Adrien Agreste, especialmente ahora que él conocía su secreto. Pero no de esta manera; no sin su consentimiento. De hecho, estaba asustado. Si bien Ladybug-Marinette era una persona dulce y racional, no sabía cómo reaccionaría cuando abriera los ojos.
Y pronto lo descubriría, porque, en ese momento, Marinette estaba despertando.
¡Gracias por leer!
Actualizaré tan pronto como la uni y la inspiración me lo permitan ;)
