Disclaimer: Todo lo que reconozcáis no me pertenece.
Pequeña- o no tan pequeña- nota de autora: Aquí vuelvo a la carga otra vez, con un nuevo conjunto de viñetas, con la "ventaja" de que esta vez tengo bastante encauzado el asunto. De momento tengo planeadas tres, y en todo caso, nunca me excederé más allá de cinco.
A priori, sé que este no va a ser un fic demasiado típico, sobre todo porque el personaje elegido no es ni demasiado conocido ni demasiado querido (valee, poco o nada querido¬¬) Escribir sobre Alecto Carrow no fue algo premeditado y surgió de la nada. Y espero que haber despejado la incógnita del personaje no eche a nadie para atrás, que leer a cerca de un personaje secundario no esteriliza ni nada parecido!!
Esto es más bien la presentación, he pensado que las aclaraciones limitan un poco la interpretación libre de cada persona y por eso no voy a dejar ninguna, salvo excepciones. Aunque nunca está de más preguntar si hay algo que no entendáis, claro ;)
Espero que os guste, y también espero algún review :D ¡Hasta el próximo drabble!
Castigar
Alecto.
Siempre le ha sonado bien. Abrupto, cortante. Implacable.
A veces ella misma lo repite, deleitándose con la palabra que se mece en sus labios. Ronco susurro, sutil hálito de autocomplacencia atascado en su boca. Después, sólo sonríe; el sabor triunfal de su nombre todavía palpita allí, en la punta de su lengua, entre los dientes y adherido al paladar.
"Alecto era una de las Tres furias, princesa."
"¿Furias?"
"Sí. De la mitología griega; Megera, Tisífone... y Alecto. Ella castigaba a la gente que hacía cosas malas, princesa. Vengaba sus pecados ¿Harás tú lo mismo, para que papá esté orgulloso? ¿Lo harías por mí, princesa?"
Vívido el recuerdo, aún candente en su cabeza, casi real, casi corpóreo. La sala de profesores está vacía, pero incluso así, puede ver a su padre asiéndola de los brazos, huesudos los dedos ceñidos a sus muñecas, la mirada de gris desgarrado planeando sobre ella. "¿Lo harías por mí, princesa?"
Él la llamaba así. Princesa. Jamás lo ha sido, pero ahora más que nunca se siente la reina. La reina de Hogwarts.
Porque Alecto irrumpe, arrolla, condena, humilla. Crucio.
Alecto pasa y todos callan, todos. Aunque a veces algo rompe el silencio. Crucio.
Y sólo hay una palabra, única y mágica, para quien ose desafiarla. Crucio.
Ella no tiene corona, ni emblema. Pero sí consigna. Crucio.
A veces ella canta. Crucio, crucio, crucio. Ellos sólo gritan.
La reina mortífera, sombra lánguida, lívidas las mejillas. Ella se desliza por los pasillos, la brisa sutil va delante, la tormenta que se acerca llega después. Varita en ristre, castiga, sentencia, ejecuta.
Ellos se retuercen, chillan, se arrastran, caen. Marionetas desquiciadas por un titiritero demente. Su garganta está reseca.
Ella es su reina y ellos deben obedecer. Cuando las palabras no dan más de sí, hay que ir más allá. Ella les ha advertido muchas veces. La traición es dolor. El desafio a la autoridad conlleva un castigo. Los pecados deben ser purgados. Sólo con dolor se borran. Dolor y sangre derramada.
No hay piedad. No hay remordimiento.
Quizá una pizca de alegría. Porque Alecto Carrow prometió una vez castigar a los que actuaban mal, y sabe que esté donde esté, papá tendrá verdaderas razones para sentirse orgulloso de su princesita.
