Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Le pertenecen a Suzanne Collins. Yo solo escribo esta historia para entretenimiento propio y también para el de ustedes.
Esta historia participa del "Reto de los mini-fics" de Septiembre del foro: "El Diente de León".
Personaje: Peeta Mellark.
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"ABRE LOS OJOS, PRINCESA"
-PEETA MELLARK I-
No sé cuánto tiempo pasó horas, minutos. Daba igual. No soportaba ver a Katniss sufrir a pesar de saber que se trataba de un parto.
-No puedo. –Murmuró Katniss agotada.
-Claro que puedes, amor. Solo haz un esfuerzo más. Luego podrás descansar todo el tiempo que desees. –La tranquilice. –La Katniss que conozco no es una cobarde, no se deja vencer tan fácilmente. La Katniss que conozco es una luchadora. ¿Me vas a decir que no puedes con esto? Has pasado por cosas peores y has superado todas las pruebas a las que el destino te sometió. Tú puedes, Katniss. Puedes con esto. –La animé.
Katniss me miró y asintió.
Hizo un último esfuerzo. Los minutos, se me hicieron eternos, no pude despegar la mirada de su rostro, hasta que escuche el llanto desgarrador de un bebé.
Mi hija. Nuestra hija… había nacido.
Mire a Katniss que tenía los ojos abiertos como platos intentando llegar a ver algo mas, pero estaba demasiado agotada, luego me paré mas derecho y miré hacia la doctora que acababa de cortar el cordón umbilical y sostenía a una pequeña figura entre sus brazos llena de sangre y resto de liquido amniótico. Me quede hipnotizado viendo a ese pequeño ser que la doctora pasó a un enfermero sonriente que lo envolvió en una toalla blanca mientras intentaba controlar su llanto. El enfermero la llevó a una pequeña camilla para hacer un control de sus signos vitales junto a la doctora, quien fue la primera en hablarnos.
-Es una niña fuerte y sana. Felicidades.
Yo tarde menos en reaccionar, solté la mano de Katniss y tomé a mi hija en brazos cuando el enfermero la acomodó entre mis brazos. Sonriendo y llorando de felicidad, me quedé observando a mi pequeña mientras ella lloraba un poco. La mecí entre mis brazos y la atraje aun más contra mi pecho con mucha delicadeza, al notarla tan liviana y frágil como una rosa. Ella dejó de llorar casi de inmediato. Su piel era unos tonos más clara que la de Katniss, pero no tanto como la mía, la pelusita que era su cabello tenía el mismo tono de Katniss. Su mano izquierda la tenía contra sus labios, ambas manos cerradas en puños, su cuerpo era pequeño, sus manos y brazos eran tan delgados y pequeños que temía que se quebrara en cualquier momento. La observe en detalle era tan parecida a Katniss, que me llene de orgullo y felicidad. Pero aún mantenía sus ojos cerrados.
-Willow Primrose Mellark, eres una niña hermosa. Mi pequeña hija. Aquí estas con Peeta, tu papá y tu mamá, Katniss. Pasamos por muchas cosas para tenerte con nosotros ahora, pero todo valió la pena. –Susurré.
Me agache un poco más para que Katniss pudiera verla y la recosté en su regazo cuando extendió los brazos para cargarla. Ella también estaba llorando.
-Hola, princesa. Soy tu mamá. Tú papá tiene razón, pasamos por cosas muy difíciles para tenerte aquí hoy. Pero todo lo que pasamos nos llevó a ti. Te amamos mucho y te prometo que aunque no seamos los mejores padres, intentaremos darte cada día todo el amor y cuidado que te mereces.
-Nunca te dejaremos sola. –Completé al ver que Katniss no pretendía seguir hablando porque ya se había quebrado emocionalmente y físicamente. –Siempre estaremos para ti cuando nos necesites. –Acaricié su mejilla. -¿Por qué no abres los ojos, Princesa?
En respuesta después de unos segundos ella abrió sus ojos y lo que vimos nos dejo sin aliento. Sus ojos eran de un azul idéntico a los míos, grandes y redondos. Mi hija tenía mis ojos, las lagrimas se acumularon aun más llegando a un punto que ya no las pude contener.
Willow nos miraba a ambos con curiosidad, como si de verdad deseara conocernos y nos reconociera. Katniss y yo teníamos nuestras cabezas casi juntas a la misma altura para poder observarla. Se formó una pequeña sonrisa en los labios de nuestra hija.
-Tiene tus ojos. –Katniss miró de Willow hacia mí. Su sonrisa a pesar del evidente cansancio se volvió más grande.
-Y tú cabello. –Le contesté.
Pasaron unos minutos nuestra pequeña hija continuo en los brazos de Katniss, respiraba pausadamente y se estaba durmiendo, sus ojos se cerraban y se abrían alternativamente, pero estaba sujetando con su pequeña manito uno de los dedos de su madre. Sonreí.
-Esto es increíble. Es una niña preciosa ¿no?
-Si, como su madre. –Contesté. Katniss se ruborizó.
-Y como su padre, te recuerdo que tiene los ojos más hermosos del mundo.
-¿Mis ojos te parecen preciosos?
-Tú sabes que sí. –Sonrió. –Me alegra que tenga los tuyos.
-¿Por qué?
-Porque cuando la vea a los ojos será como tener un pequeño pedazo de la persona que más amo en la vida… Tú. La perfecta combinación de nosotros dos, presente en nuestra pequeña hija.
-Y yo cuando la vea sentiré lo mismo. Pero que conste que se parece más a ti.
Llevaba prácticamente toda mi vida deseando este momento, desde mucho antes que los Juegos nos unieran y había llegado. Me había casado con la persona que amaba, había logrado conseguir su amor y ahora me estaba dando una hija, como decía Katniss: "Una perfecta combinación de nosotros dos, presente en nuestra hija." No necesitaba nada más para ser feliz.
Incline mi rostro hacia el suyo y nos besamos por tantos minutos que parecieron una eternidad. Cuando nos apartamos nuestra pequeña estaba completamente dormida.
-Se durmió. –Susurró sorprendida.
-Claro que si, está en los brazos de su madre.
-Y dejó de llorar contigo. –Agregó. Asentí sonriendo y ella me devolvió la sonrisa. –Se la pueden llevar ahora.
Con mucho cuidado, Katniss me la dio. La acomodé entre mis brazos, deseando que no se despertara. Antes de que la recibiera una de las enfermeras que asistió el parto, deposité un beso en su frente y susurré sin dejar de mirar a la pequeña bebita que dormía en mis brazos.
-Te amo, Willow.
