Capítulo 1: Abandono

Luke Skywalker veía a Rey en un bosque sombrío combatiendo contra un hombre mayor, alto, vestido de negro, que blandía un sable carmesí de extraña empuñadura. Podía tener la misma edad suya, pero era mucho más alto y fornido.

Sentía que Rey estaba en problemas frente a ese rival experimentado y oscuro. Este adversario era muy superior a Kylo Ren, y el entrenamiento de apenas seis meses que había proporcionado a la joven hasta el momento era insuficiente para semejante duelo. Se preguntaba por qué habían llegado a enfrentarse, por qué él lo había permitido.

Se recriminaba otra vez.

Quería intervenir, pero el sueño parecía desarrollarse sin que él pudiera cambiar el curso de los sucesos. Quiso gritar instrucciones a Rey. Ella se alejó un poco y le miró.

— Tengo que avanzar, no retroceder, Luke —dijo la joven en voz alta, jadeando por el esfuerzo del combate. Entonces el jedi la veía apagar el sable y echar a correr como si huyera de su rival. Por un instante se sintió aliviado. Algunas veces lo más inteligente es retirarse y salvar la vida para poder pelear otro día.

El hombre vestido de negro avanzaba confiado por un suelo con nieve, en el que se podían ver parches de hierba todavía verde. La escena era similar a la vivida por él con su padre en la segunda Estrella de la Muerte, frente al Emperador; una reminiscencia de uno de los instantes cruciales de la vida de Luke. Sólo que esta vez Rey se escondía no para evitar la pelea, sino para atacar por sorpresa.

Luke quería gritarle que un truco tan simple no funcionaría con ese rival, pero su voz era amortiguada por los árboles, y el ambiente denso del sueño engullía sus palabras de un modo desesperante. Veía a Rey de pie tras un grueso tronco, y al hombre pasar aparentemente sin verla, alejándose varios metros. Transcurrieron unos segundos en que solo el silencio y el ruido del viento en las ramas se dejaban notar, además del zumbido del sable carmesí.

« ¡Ahora deberías escapar, Rey!» quería decir Luke.

Un instante después el hombre ya sabía donde estaba, sin necesidad de verla. Ella sentía que estaba segura tras el árbol, inmóvil, y esperaba que su enemigo se acercara. Había dejado pasar demasiado tiempo.

En un rápido movimiento aquél guerrero vestido de negro dio la vuelta y arrojó su sable girando hacia el árbol. La hoja carmesí se clavó en la madera y atravesó todo el tronco. Luke escuchó que su aprendiz daba un grito, y luego la veía caer de espaldas en la nieve, con ambas manos sobre el vientre y una expresión de dolor. El sable había quedado fijo a través del tronco, y la madera empezaba a incendiarse. Sólo la punta había salido por el otro lado, tocando a Rey lo suficiente para producir una seria lesión. La gravedad tiraba poco a poco el arma hacia abajo, rasgando el tronco carbonizado con una llama ambarina.

Luke se sentía invadido por la sensación de impotencia. Un sentimiento que había aprendido a dominar, pero que entonces se volvía a descontrolar en él. Veía al enemigo acercarse al árbol y recuperar su sable. Le veía doblar una rodilla en tierra y dirigirse a Rey. Le hablaba, le ofrecía algo. Ella, incapaz de levantarse, negaba con la cabeza. Miraba a su rival con orgullo pese al dolor. Luke lo sabía bien: ella jamás suplicaría por su vida.

Entonces aquél guerrero oscuro remataba a su discípula, atravesándole el pecho. Luego se volvía hacia él, y le decía : « Has fracasado otra vez, Skywalker». Era una voz que en otro tiempo había sido amiga.

Luke despertó de golpe, y se sentó en la litera. Hacía años que su dominio de la Fuerza le había puesto por sobre las pesadillas, pero esta vez le faltaba paz. Ya había visto varias veces morir a Rey en sus visiones y sueños, y siempre de distintas maneras. Era una advertencia.

Buscó serenar su respiración. Centró su mente en la contemplación de la Fuerza, que lo llenó de inmediato. Siendo uno con la Fuerza, no se apegaría a personas particulares, sino a la vida en general. Amaría a los individuos a través de su amor a la luz, y así nunca se separarían. El apego, incluso hacia los seres amados, era un sentimiento que un jedi debía combatir.

Eso era lo que había destruido a su padre. El apego. El deseo de inmortalidad y poder. El miedo a la pérdida.


Antes de conocerla, Rey nunca había visto a un togruta, ni mucho menos a una togruta jedi. Ahsoka Tano se mantenía con un aspecto juvenil a pesar de que, según los cálculos de Rey, debía haber sobrepasado los cuarenta años como mínimo. Incluso le parecía posible que fuera mayor que Luke, pero al ser de diferente especie era difícil saberlo.

— Vamos, yo sé que eso no es todo lo que tienes, Rey.

La joven padawan se sentía desafiada por la togruta, que bloqueaba sus golpes con facilidad. Luke les había pedido que practicaran juntas aquella mañana en una zona libre que había detrás de la base de la Resistencia.

Las dos usaban sables de práctica para evitar accidentes. Después de un rato de esfuerzos inútiles por acertar una estocada, Rey se empezaba a impacientar. Sentía que le faltaba la elegancia y precisión de los movimientos de Ahsoka.

La togruta contraatacó, y rápidamente logró darle una estocada a Rey en el hombro. Una desagradable descarga eléctrica se extendió por el cuerpo de la humana, que dio un grito, no de dolor, sino de enojo.

— Paciencia — le dijo Ahsoka, sonriendo — llevas menos de un año en esto, y yo llevo décadas. Creo que tu progreso es excepcionalmente bueno.

Pero a Rey esto no le bastaba: ella buscaba probarse a sí misma. Volvió a atacar, pero Ahsoka parecía desaparecer de su alcance, hacerse una con el aire. De pronto, sin que la chatarrera notara cómo, su rival estaba detrás de ella. Se volvió con el tiempo justo para bloquearla, pero el golpe la hizo perder el sable, que fue despedido lejos, cayendo sobre la hierba.

Rey hizo un gesto de desesperación con ambas manos y fue a buscar el arma. Por el camino pateó una piedra con enojo. Cuando regresó, vio que Ahsoka había apagado su sable de entrenamiento y la miraba con rostro serio.

— Tienes que entender que no puedes hacerlo todo, Rey — dijo la togruta, con su agradable y pausada voz — No todas las batallas se pueden ganar. Debes tener paciencia y dominar tu carácter. Cualquiera puede dominar un sable láser; el verdadero logro de un jedi está en dominarse a sí mismo.

— Perdón, Maestra Tano — repuso Rey, tratando de usar el tono más respetuoso posible — es que no dejo de pensar que la próxima vez que me encuentre con Kylo Ren no puedo fallar. Si esta pelea hubiera sido de verdad, estaría muerta.

— No me digas Maestra — dijo Ahsoka, sonriéndole — ni siquiera alcancé a ser nombrada Caballero Jedi. Renuncié a la Orden.

Rey le devolvió la sonrisa.

— Para mí tu eres una Maestra como Luke. Habrás tenido razones para marcharte — repuso.

— Luke fue nombrado por el mismísimo Yoda antes de morir — repuso Tano, y un dejo de dolor apareció en su voz — Yo no tuve ningún maestro que me nombrara y creo que después me faltó la fuerza para enfrentarme a Darth Vader. Todo lo hicieron Luke y Obi-Wan.

Rey sabía que estas eran palabras de humildad: Ahsoka Tano era una jedi tan impresionante como Luke Skywalker. Una leyenda de los rebeldes en la época del Imperio.

— Pronto tu serás mi Maestra, estoy segura — prosiguió la togruta, poniendo su mano de dedos largos y delgados sobre el hombro de Rey.
— Practiquemos un poco más.

— No. Es suficiente por hoy. Vete a meditar, necesitas paciencia. Recuerda las palabras del Código Jedi: « No hay emoción, sólo existe paz»

Rey sonrió con un esfuerzo, y empezó a alejarse. Ahsoka la observó por unos instantes, tratando de deducir sus pensamientos. Luego le dijo, alzando la voz:

— Sé lo que estás pensando. Pero te equivocas: sí confiamos en ti. Por eso Luke te ha pedido que le enseñes a Finn algunas cosas de La Fuerza. Es más, al igual que en el caso de Leia y su hijo Ben, yo también quiero que me ayudes a rescatar a un jedi del Lado Oscuro.

— Te refieres a Ezra Bridger, ¿verdad? — preguntó Rey, mirando por encima del hombro. Ya habían hablado con Luke respecto a ese legendario personaje.

— Sí. Se lo debo a mi amigo Kanan, que fue su Maestro y murió con la tristeza de saber que su discípulo estaba dominado por el dolor y la ira.


Rey se dirigía a su pequeña habitación de la base. A la distancia vio a Finn, que conversaba animadamente con Jaina Solo, hija de Han y Leia y hermana de Kylo Ren. Ambos estaban ocupados en la reparación de un X-Wing. Pero parecían más interesados en reírse y charlar.

Rey tenía una gran autoconfianza, pero ya había notado que los celos eran una de sus debilidades. Quizás era porque había sufrido el abandono y le costaba tolerar la idea de que la dejaran, de perder gente, o simplemente, de perder. Después de todo, nunca habían hablado de ser pareja con Finn, y había sido ella misma la que había empezado a ignorarlo y a alejarse.

La joven se sorprendía a sí misma dándose motivos por los cuales sin duda Finn no le daría a otra lo que le había dado a ella, aunque su relación se hubiera enfriado. Ella era más joven y bonita que Jaina, se decía. Riga Calrissian, la hija del viejo Lando, el magnate del gas tibanna que se había unido a la Resistencia, le parecía consentida y tonta. Pensaba estas cosas sin querer, y luego se sentía mal por haberse dejado distraer en ese inútil esfuerzo mental, y se reprendía a sí misma,

Finn alzó una mano para saludarla con una sonrisa; ella hizo como que no lo había visto y siguió su camino. Eso le tenía que doler un poco. Pero fue ella la que se sintió mal de inmediato por su actitud. Volvió el rostro hacia su amigo, pero él ya no la observaba. Ahora, Riga Calrissian se había unido a la charla y él le prestaba atención.

Aquella tarde, Luke, Ahsoka, Finn, Jaina y R2-D2 subieron al Halcón Milenario, con Rey como piloto y Chewie como navegante. Su destino era un planeta perdido al exterior de la galaxia, llamado Orc´said. Luke les explicó que iban en busca de un posible jedi perdido que Ahsoka había percibido al pasar por allí cuando retornó a la galaxia. El planeta no estaba dominado por la Primera Orden, pero era un mundo atrasado y violento. Luke se mostraba extremadamente cuidadoso y trataba de no dejar sola a Rey. Había tenido varias visiones con respecto a su discípula, y estaba lleno de malos presagios, aunque no podía ver con claridad como podrían cumplirse.

(Continúa en el siguiente capítulo)